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26.8.25

Entrevista con Claro, por Nathalie Jungerman

 

 

Claro; traductor de La casa de hojas de Mark Z. Danielewski.
Declaraciones tomadas por Nathalie Jungerman.
Edición del 13 de septiembre de 2002.

 

 

Claro ha traducido, entre otros, a Thomas Pynchon, Salman Rushdie, William T. Vollmann, Dennis Cooper y tres grandes novelas extranjeras de la temporada, entre ellas El corredor de tabaco de John Barth (publicación el 18 de septiembre de 2002 en El Serpiente a Plumas) y Habitus de James Flint (Ed. Au Diable Vauvert). También es escritor y ha publicado varios libros, entre ellos Libro XIX (1997) y Enfilades (1998) en Verticales. Su última novela, Carne eléctrica, aparecerá en enero de 2003 en Verticales.

N. J.: ¿Cómo se traduce una novela que ofrece tantas variaciones textuales, tantas capas narrativas y códigos, que mezcla varios géneros literarios y cuya estructura es deliberadamente desconcertante? En una nota, usted escribe que no pudo trabajar con el autor…

Claro: Es cierto. El autor prefirió que su traductor desentrañara por sí mismo los distintos hilos que componen la trama de su novela. De modo que hubo que entregarse a un desciframiento en toda regla, pasar, por así decirlo, del estatuto de ocupante del terreno al de arquitecto. Ése es uno de los grandes placeres de la traducción: convertirse en falsificador. No se trata de jugar al discípulo fiel, sino de ingerir el texto y, sobre todo, digerir sus intenciones, sus impulsos. No significa traicionar, sino disimular la traición (porque necesariamente hay traición: se eliminan todas las palabras originales para sustituirlas por otras, ¡y eso no es poca cosa!) y dar al lector la ilusión de que el texto que lee ha “nacido” una segunda vez, en francés. En el caso del texto de Danielewski, y con su acuerdo, se trataba de incorporar la etapa de traducción en la propia locura de la novela. Jugar con los diferentes niveles. Pero lo más difícil en la novela de Mark eran esos códigos ocultos, esos cifrados, como en la extraordinaria carta de la madre internada (págs. 636-638), donde, tomando la primera letra de cada palabra, el lector descubre otro sentido, terrible, conmovedor.

Las múltiples líneas narrativas —la historia de Zampanò, sus poemas, las cartas de la madre de Johnny Errand, el ensayo sobre The Navidson Record que constituye la trama principal, los apéndices e incluso las notas al pie que pertenecen a diferentes voces: la de Johnny Errand, la de Zampanò, la de los editores o la suya propia— adoptan cada una una tipografía o una disposición particular. ¿Cómo abordó esta reescritura, estas decisiones, y cómo trabajó con el editor o el maquetista?

Claro: Al pasar del inglés al francés suele producirse un fenómeno llamado “dilatación”: el texto crece en número de caracteres. Aquí hubo que conservar más o menos las mismas densidades de texto, y a veces la regla graduada servía tanto como el diccionario. Con el maquetista (el genialísimo Paul-Raymond Cohen) tuvimos que hacer, por así decirlo, una “segunda traducción”, esta vez a nivel visual. Primero tracé el terreno, identifiqué los distintos niveles de narración con diferentes tipos de letra. Paul-Raymond se plegó después a todas mis exigencias: si yo le decía “quiero que este bloque de texto mida ocho centímetros por diez”, “quiero que esta palabra se corte aquí”, “quiero que entre las palabras se distinga la forma de una cerradura”, él lo hacía. Y cuando tienes textos en dos columnas, textos impresos en espejo, textos superpuestos, hay que aferrarse bien. Nos lanzamos de lleno al desafío, y el resultado está ahí, del que estoy muy satisfecho.

Mark Z. Danielewski plasmó visualmente el silencio, las pausas, el vacío, la confusión, el movimiento, la dilatación, la fractura, la linealidad… Esta puesta en escena del texto recuerda a veces la prosa poética de André du Bouchet o la poesía cubista de Gertrude Stein… ¿Qué aporta, en su opinión, esta factura textual, esta “composición plástica”?

Claro: La maquetación que decidió Mark busca un efecto cinematográfico. A menudo, la página se concibe como un plano. Es un espacio con una temporalidad particular. ¿El pasillo por el que deambula Navidson se estrecha? También lo hace el bloque de texto. ¿Zampanò lo pierde a uno en una glosa sobre laberintos? Notas dentro de notas lo extravían en un malicioso dédalo. Es una dimensión física de la literatura que con frecuencia se olvida o se descuida. Sin embargo, esta materialidad se encuentra en muchos textos: desde el Talmud hasta Apollinaire, pasando por e. e. cummings y otros. Y quienes ya están habituados a navegar por Internet, a leer de manera ramificada, también se sentirán en casa. Mis hijos leyeron varios pasajes de Mark y les encantaron: para ellos, este juego de disposición en la página no está tan lejos de su forma de pensar; ellos saben bien que se puede escribir en todas direcciones…

¿Podría hablarnos de las distintas fuentes literarias y espirituales que alimentan este libro laberíntico?

Claro: Más que de fuentes, habría que hablar de parentescos, de capas subyacentes, de recuerdos. Es tarea del lector reencontrarlos, reinventarlos. Pero no está de más leer o releer a Borges, Edgar Allan Poe, Lovecraft… Glas de Derrida. Apollinaire, por supuesto. También se podría recomendar escuchar música: Berg, Haydn, Sonic Youth… Dicho esto, la fuente más inmediata es la que todos hemos experimentado de niños cuando nos levantábamos de noche y tanteábamos en la oscuridad. Porque el mundo es como una casa-libro que hay que habitar y leer, y la novela de Danielewski juega con experiencias fundamentales. ¿Es demasiado estrecho el lugar donde vivimos? ¿Demasiado grande? Cuando volvemos a ver una habitación que conocimos de niños, parece más pequeña. Cuando releemos un libro diez años después, ha cambiado… Todos hemos vivido eso. Con La casa de hojas, el efecto es inmediato, vertiginoso, desconcertante. Apenas uno empieza a releerlo, ya ha cambiado…

¿Qué interpretación daría usted a este intento de describir un universo más grande por dentro que por fuera?

Claro: Las interpretaciones son múltiples, incluso infinitas, y el autor se ha divertido en incluirlas en su libro, para que el lector se vea obligado a sustituirlas por otras más secretas, más personales. Pero la idea de un espacio más grande interiormente que exteriormente es, por excelencia, la definición de un libro. De la lectura. Convertirse en lector, reaprender a leer con cada libro, es experimentar un espacio en perpetua expansión, con todo lo que ello implica de miedos y de júbilos. El significante, la carcasa de la palabra, es una vasta casa, y aventurarse en ella es aceptar empujar los muros del significado. Ése es el verdadero sentido de leer: perderse. Tome la palabra “casa” en el texto: siempre aparece impresa en azul. ¿Por qué? Cada cual encontrará su respuesta, pero piense un momento en las pantallas azules que se usan en cine para los efectos especiales, y verá que La casa de hojas es también una sesión de cine. Leer es ver.

 

Entrevista realizada por Nathalie Jungerman.

Traducción: Mirta Nicolás

 

20.8.25

Manifiesto hacker

 

 

Lo siguiente fue escrito poco después de mi arresto...

 

                     \/\La conciencia de un hacker/\/ 

                                          por 

                           +++El Mentor+++ 

                      Escrito el 8 de enero de 1986

 

Hoy agarraron a otro. Está en todos los diarios.
“Adolescente arrestado en escándalo de crimen informático”,
“Hacker detenido después de manipular un banco”...
Pendejos de mierda. Todos son iguales.

Pero vos, con tu psicología de manual y tu cerebrito tecnológico de los años 50,
¿alguna vez miraste detrás de los ojos de un hacker?
¿Alguna vez te preguntaste qué lo mueve, qué fuerzas lo moldearon,
qué lo hizo ser como es?
Yo soy un hacker, entrá en mi mundo...

El mío es un mundo que arranca en la escuela...
Soy más inteligente que la mayoría de los demás pibes,
esta basura que nos enseñan me aburre...
“Vago de mierda. Todos son iguales.”

Estoy en la secundaria. Escuché a los profesores explicar
por decimoquinta vez cómo reducir una fracción.
Ya lo entendí.
“No, señorita Smith, no lo resolví en el papel. Lo hice en la cabeza...”
Pendejo de mierda. Seguro lo copió. Todos son iguales.

Hoy hice un descubrimiento. Encontré una computadora.
Un segundo... esto está buenísimo.
Hace lo que yo quiero.
Si se equivoca, es porque yo me equivoqué.
No porque no le caiga bien...
Ni porque se sienta amenazada...
Ni porque piense que soy un agrandado...
Ni porque odie dar clases y no debería estar ahí...
Pendejo de mierda. Lo único que hace es jugar jueguitos. Todos son iguales.

Y entonces pasó... se abrió una puerta a otro mundo...
corriendo por la línea telefónica como heroína en las venas de un adicto,
un pulso electrónico que busca refugio contra las torpezas del día a día...
aparece una board.
“Esto es... acá es donde pertenezco...”

Conozco a todos los que están acá...
aunque nunca los haya visto, ni hablado, ni vuelva a saber de ellos... los conozco a todos.
Pendejo de mierda. Ocupando la línea otra vez. Todos son iguales.

Y claro que somos todos iguales...
En la escuela nos dieron papilla cuando teníamos hambre de carne...
y los pocos pedacitos que dejaron pasar estaban masticados y sin gusto.
Nos dominaron sádicos o nos ignoraron indiferentes.
Los pocos que tenían algo para enseñar nos encontraron dispuestos,
pero esos pocos son como gotas de agua en el desierto.

Este es nuestro mundo ahora...
el mundo del electrón y del switch, la belleza del baud.
Usamos un servicio que ya existe, sin pagar por lo que podría ser baratísimo
si no estuviera en manos de glotones codiciosos,
y ustedes nos llaman criminales.
Exploramos... y nos llaman criminales.
Buscamos conocimiento... y nos llaman criminales.
Existimos sin color de piel, sin nacionalidad, sin prejuicios religiosos...
y nos llaman criminales.
Ustedes fabrican bombas atómicas, hacen guerras, matan, mienten y nos estafan,
y encima quieren convencernos de que es por nuestro bien,
pero los criminales somos nosotros.

Sí, soy un criminal.
Mi crimen es la curiosidad.
Mi crimen es juzgar a la gente por lo que dice y piensa,
no por su aspecto.
Mi crimen es haber sido más vivo que ustedes,
y eso nunca me lo van a perdonar.

Soy un hacker, y este es mi manifiesto.
Podrán detener a este individuo,
pero no nos pueden detener a todos...
al fin y al cabo, somos todos iguales.

 

+++El Mentor+++ 

 

 

Traducción: Mirta Nicolás

30.7.19

Virginie Despentes: Tenientas corruptas (fragmento)



Escribo desde acá, desde las invendibles, las torcidas, las que tienen la cabeza rapada, las que no saben qué ropa usar, las que tienen miedo de tener mal olor, las que tienen los dientes podridos, las que no saben cómo hacerlo, esas a las que los hombres no les hacen regalos, esas que cogerían con cualquiera que quisiera hacerlo con ellas, las más turras, las putitas, las mujeres que siempre tienen la concha seca, las que tienen el vientre abultado, las que querrían ser hombres, las que se creen hombres, las que sueñan con ser actrices porno, a las que les dan igual los hombres pero le interesan sus amigas, las que tienen el culo gordo, las que tienen el vello duro y negro que no se depilan, las mujeres torpes, ruidosas, las que lo rompen todo cuando pasan, a las que no les gustan las perfumerías, las que llevan los labios demasiado rojos, las que están demasiado mal hechas como para poder vestirse como perritas calentonas pero que se mueren de ganas, las que quieren vestirse como hombres y llevar barba por la calle, las que quieren mostrarlo todo, las que son púdicas porque están acomplejadas, las que no saben decir que no, a las que encierran para poder domesticar, las que dan miedo, las que dan pena, las que no dan ganas, las que tienen la piel flácida, la cara llena de arrugas, las que sueñan con hacerse un lifting, una liposucción, con cambiar de nariz pero que no tienen dinero para hacerlo, las que están desgastadas, las que no tienen a nadie que las cuide excepto ellas mismas, las que no saben cuidar, esas a las que sus hijos les dan igual, esas a las que les gusta tomar hasta caerse al piso, las que no saben guardar las apariencias; pero también escribo para los hombres que no tienen ganas de cuidar a nadie, para los que querrían hacerlo pero no saben cómo, los que no saben pelearse, los que lloran fácil, los que no son ambiciosos, ni competitivos, los que no la tienen grande, ni son agresivos, los que tienen miedo, los que son tímidos, los que son vulnerables, los que prefieren ocuparse de la casa antes que ir a trabajar, los que son delicados, pelados, demasiado pobres como para gustar, los que tienen ganas de que se los cojan por el culo, los que no quieren que nadie cuente con ellos, los que tienen miedo por la noche cuando están solos.


Tomado de: Virginie Despentes, King Kong Théorie, Éditiones Grasset & Fasquelle, París, 2006. 

Traducción: Mirta Nicolás.

17.5.19

Cómo matar al Presidente, por Mirta Nicolás





Es muy fácil, con una Smith Wesson de aluminio
con un cargador con tambor de cinco balas
con un caño galvanizado de dos centímetros
con cuatro piedras en las puntas rellanas
de pólvora casera, con una bomba molotov.
Pensaba matar al Presidente y, para festejar,
encargué sanguches de jamón y queso,
los quería bien fresquitos. Mientras
rezaba por el descenso del Presidente
a los infiernos y lamentaba
las aciagas consecuencias
de su endémica idiotez.
Recé y recé y también pedí perdón
por tanto odio acumulado
pero no pasó nada.
Argentina era y es el teatro
de los atropellos más groseros
y de los acuerdos más impunes
para privilegiar a los ricos
y hambrear a los pobres.
El imbécil del Presidente
en la mesa chica de su trama delictiva
cómplice de los males propios
de nuestra sociedad patriarcal
espectatular y anclada
en la inane simbología del deporte.
el estúpido del Presidente, digo,
se reía. ¿De qué se reía? ¿Por qué?
“La Patria dejará de ser colonia
o la bandera flameará sobre sus ruinas”.
María, la madre de Dios, también
le deseaba la muerte
al Presidente argentino.


Tomado de: Mirta Nicolás, Los detalles de una borracha, Avatar, Buenos Aires, 2019.-

8.11.18

Una forma propia, por Mirta Nicolás



Sobre Genios pobres, de Claudio Iglesias (Mansalva, 2018)


Genios pobres, de Claudio Iglesias, es un libro que enhebra discursos múltiples donde convergen anécdotas, reflexiones críticas, descripciones de un ascetismo elocuente y detalles vitales de alto calibre poético que son, además, una clase sobre escritura.
     Quizás lo más asombroso es que la forma y el contenido están tan conectados que ninguno parece supeditado al nivel del otro. Al leerlo asistimos a ese milagro de entender una vida porque se supo contarla. Porque para contar una vida hay que volver contable la vida. Montado sobre datos biográficos, con una enorme capacidad de fantasía narrativa, con reflexiones sobre cuadros y la vida moderna.
     Genios pobres no es solo un libro sino una puesta en valor de la escritura como artificio de orfebrería. Sobresale por su sintaxis desafiante y por la manera en la que están orquestadas sus ocho estampas. Hay descripciones de cuadros, reconstrucción de tradiciones, evocaciones del escenario urbano y de sus mutaciones.
     Claudio Iglesias arma relatos líricos sobre la vida de artistas y después de leerlos sentimos la necesidad de descubrir esas obras. Autores de grupo, escuelas, utopías, nombres periféricos de la pintura local cuya minusvalía escénica es la clave de su grandeza. Tóxicos, solitarios, incomprendidos, perdedores, visionarios, obsecuentes de una sola pasión: expresar una forma propia.
     Retratos oblicuos. Mildred Burton escritora que, de refilón, atraviesa “la dictadura, la democracia, la nueva figuración, la nueva geometría, la hiperinflación”. Leonor Vassena y sus maestros Spilimbergo y Fontana, de los que entiende otra cosa que sus consejos. Carlos Giambiagi y sus sueños “de colores planos”, su amistad con Horacio Quiroga, sus lecturas de Schowb, sus traducciones y el círculo Malharro. Valentín Thibon de Libian, soñador despierto de cafés y bodegones, conversador infinito, observador en los bares. Manuel Musto cocinero. María Laura Schiavoni, “erudita y despabilada”, lectora voraz, precursora de la divisa “la ingenuidad es inteligencia”. Enrique Policastro, jubilado, dedicado al arte de manera exclusiva y a retratar “la malaria del barrio”.
     Un clima de época sobrevuela los medallones: “los hombres se reúnen, beben, sueñan con fundar una escuela o un club”. Vidas sencillas llenas de matices, complicidades y viajes a Europa. Vidas de artistas pobres, bohemios, melancólicos, enamorados y amigos de la noche. Genios sin espacio para desarrollar sus obras. En algún punto son historias tristes, “como la de todos los pobres” Pero Iglesias lo muestra sin atisbos de tristeza. Porque su libro habla sobre la pasión del amistad.
     A lo largo del libro, también es posible leer un elogio encubierto a Manuel Peralta Ramos así como una diatriba solapada contra Jorge Romero Brest y un ajuste de cuentas a la tirria de sus pareceres advenedizos y al modo en el que sus opiniones fosilizaban consenso de manera transparente en la época.
     Genios pobres hace serie con otro libro del catálogo de Mansalva, uno de los más salvajes y singulares de las editoriales argentinas, que ya llegó sus 200 títulos, Vidas epifánicas (2015), de Gustavo Álvarez Núñez. Son libros que prefiguran la distancia que media entre lo que una persona pudo hacer y la vida que lo hizo posible, sin separar a las obras de los artistas, quizá porque nadie puede poner más talento en sus creaciones del que practicó en su propia vida.

19.4.18

La maldición escolar, por Mirta Nicolás



(Sala de profesores de una escuela privada).
Adela: Me pongo nerviosa porque empiezo a tener hambre. Ya sé, en la cartera tengo un alfajor.
Beatriz: Siempre hay que tener esas cosas.
Adela: Tengo que bajar de peso sí o sí. Me gustó esta nutricionista.
Beatriz: ¿Sí?
Adela: Sí, porque no empezó como la otra, a la que había ido en diciembre, prohibiéndome todo. Por poco me decía que tengo que condimentar la comida con agua. Una comida que no tiene sabor no la puedo pasar.
Beatriz: ¿Arroz podés?
Adela: Dos veces por semana puedo comer arroz o pastas, pero medio plato. 
(Se sirve café de una cafetera eléctrica y toma un sorbo).
Beatriz: Está frío el café.
Adela: Me avisaste tarde porque ya me tomé un trago vomitivo.
Beatriz: Cuatro chicas hoy se rieron sin parar durante el himno. Ellas me miraban y seguían riéndose. Jugaban a sostenerme la mirada. No lo podemos dejar pasar. Porque si no los demás se enteran y hacen lo que quieren. Por lo menos ser observadas.
Adela: Me causó gracia cómo lloraba una chica. Ni que se le hubiera muerto la madre.
(Entra Zamudio y deja la puerta abierta).
Beatriz: Cierre la puerta, por favor.
Adela: ¡Zamudio, lo estaba buscando!
Zamudio: Por eso vine.
Adela: Usted va a estar el lunes. Los estudiantes no pueden traer serpentina de moco.
Zamudio: ¿De moto?
Adela: De moco.
Zamudio: ¿Qué van a hacer?
Adela: Van a festejar… yo les dije: es un festejo por los buzos, no se casan.
Zamudio: Sí, yo también les dije que si tuviera que decidir, no hacen nada. Festejar por un buzo me parece una idiotez. Es lo mismo que yo me compre un traje y festeje.
Adela: Pueden tirar papelitos, escuchar música, pero nada de moco. Querían traer una máquina de humo.
Zamudio: De cualquier manera, les diría que lo vamos a pensar. Porque si no, a los ojos de ellos, decirle…
Adela: Les dije que tienen que dejar las cosas adelante, en la secretaría.
Zamudio: Si tengo que opinar les voy a decir que no. Papelitos está bien, pero… disfrazarse…
Adela: Quieren disfrazarse.
Beatriz: Disfrazarse ya es otra cosa.
Adela: Sí, pero si ellos quieren seguir con eso después del recreo, va a depender del profesor que esté con ellos en la tercer hora. Y seguramente van a querer quedarse de prepo disfrazados.
Zamudio: No, en mi clase no, los voy a levantar en peso. A mí que no me jodan, gorros y disfraces, no.
Beatriz: Festejar tanto por un buzo. Una costumbre tan estúpida.
Adela: Qué pelotudez.
Zamudio: Ahora les voy a decir que tienen que respetar… 
(Sale).
Adela: Ah… estoy tan podrida.
Beatriz: ¿De qué?
Adela: De no hacer nada, porque tuve una hora libre.
Beatriz: ¿Te estás durmiendo?
Adela: Sí, no doy más. Tuve que explicar un ejercicio de Matemáticas y no podía porque se me cerraban los ojos. No te enojes, le dije, pero no estoy en condiciones de explicarte nada.
Beatriz: Yo también estoy cansada. Doy diez materias. Y cada materia es distinta.
Adela: ¿Y todo para qué? Para que en las reuniones de padres, como viene pasando en los últimos 15 años, vengan a decirte: “Yo no sé qué hacer con mi hijo”. Y yo tampoco, flaco, matate. Yo no sé qué hacer con el tuyo. Mátenlo, mátense.
Beatriz: La docencia no es algo idílico.
Adela: La docencia es algo horrible. Este trabajo se llevó mis ganas de vivir. Dejé mi juventud en estas aulas inmundas.
Beatriz: Yo tenía tantas ilusiones.
Adela: Yo vi pasar mi vida entre las paredes sucias de esta escuela, como el fantasma del fantasma de un sueño trunco.
Beatriz: ¿Y todo para qué?
Adela: Yo quería ser actriz, pero mis padres no me dejaron.
Beatriz: Qué mierda. Yo hubiera querido estudiar para veterinaria, pero necesitaba algo de lo que poder trabajar, sin complicaciones. Las cosas son como son. Detrás no hay nada.
(Suena el timbre que anuncia el final del recreo).
Adela: Hay que volver a las aulas.
Beatriz: Qué horror.
Adela: Vamos, Beti, que ya falta poco para las vacaciones de invierno.
Beatriz: Estoy harta.  Qué fracaso.
(Entra Zamudio).
Zamudio: Vamos, vamos, que ya tocó el timbre. 
(Sale).
Beatriz: ¿Y a este tarado qué le pasa?
Adela: Desde que se enteró que la vicedirectora está por jubilarse se volvió un viejo servil.
Beatriz. Qué idiota. Siempre lo fue.
(Salen).


20.3.17

La locura de existir, por Mirta Nicolás


Sobre Un erudito en problemas, de Ruy Krygier (Mansalva, 2016)


En una entrevista reciente, César Aira dijo: “Para el gran público, la novela comercial sigue siendo la vieja novela decimonónica. Luego hay esa pequeña minoría de los que queremos innovar, y una pequeñísima minoría de lectores a los que les puede atraer eso.” En este sentido, Un erudito en problemas, de Ruy Kryger (Mansalva, 2016) propone algo nuevo. Como otrora Faulkner en el distrito de Yoknapatawpha, Krygier despliega en Wepeyenso City un imaginario excéntrico y cosmopolita. Escrita en el lenguaje distanciado de las traducciones, una ciudad o la alegoría de una ciudad que nos recuerda que vivimos en una sociedad postcapitalista, apocalíptica y pornográfica. Los desadvertidos que busquen alguna forma del realismo convencional en su novela van a encontrar, no obstante, retazos de storybord, policial negro, novela de aventuras, folletín, bricollage, cine trash y la velocidad en ascenso de una historieta a la que no le falta la fuerza erótica de Milo Manara. Barroca, hilvanada a través de relatos sueltos que arman una trama donde conviven el exotismo, la extrañificación, el delirio futurista y extranjerizante, la exageración, las muertes, las drogas, el imaginario del desastre, el rarismo y el humor negro. Su trama hiperbólica, escurridiza y cambiante da cuenta de una época actual, aunque no haya fechas que precisen un calendario. ¿Cuáles son los problemas en los que el protagonista, Arturo Crush, es experto o se especializa? ¿Las drogas, el dinero, los contactos, el know how de un ambiente? Hay mucha burla al mundo del arte: “Me deprime la gente sin talento. (…) ¡Los artistas! No me gustan cómo hablan, cómo son, los mataría si no fuese porque vivo de ellos.” A la vez, el libro de Krygier enarbola una reflexión sobre la experiencia de las drogas, que para algunos puede resultar inenarrable: “Necesitaba rayar una piedra como si fuera su cerebro hasta el amanecer junto a un vaso de whisky del tamaño de un balde.” Hay en este libro una hilaridad premeditada en el montaje de las escenas y en los diálogos, así como una mirada irónica para mostrar el mundo de los emporios económicos, con la intensidad de una caricatura: “Dinero, dinero, siempre fue lo único que te interesó. Sos como un yonky de la guita”, le dice Arturo Crush a Erica. El dinero como símbolo de libertad o como su contracara nefasta sobrevuela el libro como el fantasma del comunismo en el manifiesto de Marx y Engels. Pero lo raro y lo excéntrico no son lo central del estilo de Krygier sino la manera impredecible en la que se hilvana la trama, sus largos títulos. Sinuosos, raros, sus personajes parecen salidos de un cómic. “Droga. Escalofríos. Chuchos. Nervios. Fajos. Cheques. Transas. (…) Diseño. Arquitectura. Vómitos. Autos. Caviar.” La enumeración refleja, en parte, el tono del libro. La novela de Ruy Kryger está mal escrita, en el sentido en que Roberto Arlt, en el prólogo de Los lanzallamas, concibe su propia “mala” escritura: “se dice de mí que escribo mal. Es posible. De cualquier manera, no tendría dificultad en citar a numerosa gente que escribe bien y a quienes únicamente leen correctos miembros de su familia.” Un erudito en problemas confirma la intuición que propone que para escribir algo novedoso no se necesita reproducir o imitar modelos previos, es uno de los casos en los que la originalidad es un mérito que sale de lo raro y lo poco predecible.

25.3.16

Lírica argentina contemporánea, por Mirta Nicolás



El poeta cultiva una paciencia extraña, la del que espera algo que desconoce y cuyo acontecimiento es incierto.
Osvaldo Aguirre, “La tradición y los marginales”

La Kelpertina (27 pulquis, 2015), de Tomás Bartoletti, es un extenso poema político por fuera de toda consigna que urde su voz desde las esquirlas de un lenguaje roto donde el sentido conforma una política del sentido. La soberanía, la militancia y los fantasmas de lo económico del imaginario nacional están reflejados desde perspectivas cambiantes. ¿Remite su título al país que representó Cristina Kirchner desde la perspectiva de los kelpers? En todo caso, el libro devuelve la visión caleidoscópica de una realidad social, como si Bartoletti desarticulara la señalética de las proclamas de una época y las devolviera desde una mirada extrañada. Sus poemas, de una barricada neobarroca, proponen una noción de poesía que crea su propio lenguaje a partir de una coyuntura histórica: “dónde están las putas romanas/ dijo el camarada entrando/ por la puerta vinimos/ por la revolución terminamos/ haciendo la rabolini no te hagas/ el sibilino ni convencido ni disvencido/ porque vas a cobrar lo que no cobraste/hasta ahora”. Ampliando una metáfora que propone el autor de La Kelpertina, puede decirse que los géneros literarios constituyen un mapa, pero el mapa no es el territorio. Este libro de poemas se distingue al no parecerse a otro libro de poemas. La singularidad y la originalidad son su mérito. Es posible encontrarlo en una serie con Pujato (Vox, 2015), de Gabriel Cortiñas, por el modo en que ambos autores se apropian de una serie histórica, la descolocan y la vuelven materia poética.  

Kohan (Vox, 2015), de Alejandro Rubio, difícilmente pueda considerarse un libro tardío. Porque habla de una coyuntura vigente. En su último libro publicado, Rubio confunde voluntariamente a Alberto Kohan con Martín Kohan en un juego raymondrousseliano. “No podés/ decir que Alberto escribió la mala novela de Martín/ ni que Martín hizo ese negocio con los libios por Alberto.” Pero en una red de asociaciones que a simple vista resultan arbitrarias, conviven el actor argentino Franchela, el músico Frank Zappa y el lingüista dinamarqués Louis Hjelmslev. Escritos “con el viento de la historia detrás”, sus poemas son ucronías que le sirven para preguntarse, por ejemplo, en el caso de Zappa, si hubiera sido argentino, ¿habría sido comunista, socialista o anarquista? Un coan, como sabemos, es una pregunta que el maestro zen le hace a su discípulo para cotejar el grado de avance alcanzado en el camino de su iniciación. Como si el coan fuera una forma de la pregunta retórica que Rubio despliega en sus libros. Ya en su Diario (La calabaza del Diablo, 2009) podíamos encontrar alguno: “¿Cómo suena el silbido de un silbato sin bolita?”. Ocurrencias que recuerdan el arte sutil del aforismo y la idea de Goethe sobre Lichtenberg: “donde hace una broma hay un problema oculto”. En el caso de la poesía de Rubio, el drama político visitado desde un costado en donde la inteligencia está al servicio de un impulso reflexivo y lúdico, en un castellano perfecto. Más cerca de la gauchesca, en el sentido en que su poética despliega un fraseo del habla popular y una lectura política desde un lenguaje coloquial. Pero ese coloquialismo es llevado a un extremo crítico. Tengo para mí que Alejandro Rubio es la voz de nuestra época, el mejor y más refinado poeta argentino vivo. Su poesía está conmocionada por sucesos actuales en clave política y crítica. Y en su lírica aparece disfrazada esa voz en formas camaleónicas: un taxista, una puta o un poeta, como en Hablando de poesía con el tachero (Belleza y felicidad, 2015), en donde se leen perlas de lírica barrial como esta: “Entre nubes de pasado infuso/ me acerco lento pero seguro/ a tu barrio en un 109 que/ traquetea por el empedrado molesto/ pero seguro como antes decías que soy/ yo, en el patio, bajo la higuera vieja,/ solos, diez años atrás.” (“Con ella”).

Pasta Base (27 pulquis, 2014), de José M. Abram Luján, actualiza rítmicamente el terrorismo de estado de la década del 70 y la primavera guevarista. Su autor descubre esbozos sobre campesinos explotados en fábricas de caña de azúcar, denuncia que se actualizan en las fábricas clandestinas de paco de nuestra efímera contemporaneidad. El título del libro articula el presente con un pasado que se reconstruye poemáticamente. Azúcar o merca, en Pasta base se reponen escenas como notas macabras que un lector atento podría haber subrayado en los diarios de la época: “los mendigos/ que extirparon/ en furgones del Ejército/ el 14 de julio de 1977”, (…) “Un cuerpo entró en el río/ Junio 16./ al día siguiente/ estaba todavía en el río”, (…) “Lo detuvieron/ y lo ataron/ a un auto/ lo arrastraron/ hasta sacar chispas/ al pavimento”.

Diario de un bebedor de petróleo (Vox, 2015), de Juan José Mendoza, desvela una ideología no partidaria y una actitud o voluntad generacional postmoderna que se diría acepta lo que ocurre en el mundo rarificándolo, solapando los posicionamientos o las valoraciones demagógicas. Pareciera una aceptación atenta a la época con una antena puesta en la frivolidad fugitiva de lo actual sin utopía alguna. O quizás el libro desenmascare la utopía de un concepto. Diario de un bebedor de petróleo deja entrever un procedimiento y su costura a la vista. Cuando leemos estos versos: “Así empezó/ la larga doctrina del alquitrán/ pelafustán de nafta hirviendo”, a lo largo de su Diario, es posible intuir un gusto por lo conceptual, sin ningún trasfondo anímico. ¿Es “el bello gusto del petróleo” una metáfora de algo? Sí; son el gesto, móvil y motor del poema. Y cada lector tiene que cifrar su valor. Cuando Mendoza escribe: “hay una noche entera que espera/ adentro del vino sin abrir” (…) “Hay una hora sola que espera/ adentro de los relojes” (…) “hay pozos petroleros incendiados/ que esperan/ adentro de las cajas de fósforos sin abrir”, son todas insistencias que van componiendo un sentido que aunque parece difuso y quizás no sea del todo nítido exige ser desentrañado y, a favor de la ambigüedad, responde a una estética premeditada. Un abordaje enmascarado del discurso, críptico, por fuera de un entorno social ubicable. Es posible que el poemario entable un diálogo hermético con el pueblo de Irak, al que el autor dedica su libro.

Ezequiel Alemian dice, al pasar, en el suplemento cultura del diario Los Andes (septiembre de 2015) sobre Un tesoro local (Iván Rosado, 2015), de Francisco Garamona, que el libro “tiene algo muy particular en cuanto a las imágenes, se van yendo y no las recuperás, se van y nunca vuelven.” A estos poemas, llenos de emociones mezcladas, algo lejano, confuso y en apariencia azaroso los atraviesa. Como si fueran iluminaciones espontáneas y personales. Como si su autor escribiera una poesía imaginista no con sonidos ni con imágenes sino simplemente con sensaciones e impactos. En Sobrevilla (Vox, 2015), Garamona acomete la reescritura de los poemas de Cornucopia (Ediciones del Diego, 2001) de José Villa y ofrece once poemas en prosa que pueden leerse como naturalezas muertas que sueltan chispazos de narraciones efímeras. Las frutas, en Sobrevilla, son pretextos para narrar historias sobre lo pasajero de una acción o de un movil. Incluso es posible advertir en el libro de Garamona el mérito de no presentar ninguna idea, ninguna ideología y de hacer del artificio de la escritura un arte donde la indeterminación ocupa el primer lugar. Se lee en “Uvas”: “El hombre aparece en lo alto. Con una naturaleza musical recupera los intervalos abruptos con su forma infantil. Ahora camina, diseña cronogramas entre las luces del día. Alrededor unas tachaduras lo desvían y parecen girar entre unas uvas que recién cuajarán el próximo mes.” En Garamona todo es pretexto para enarbolar un delirio prolijo que da cuenta del revés de una lógica. Sus poemas muestran algo que en apariencia es posible, pero cuando se los vuelve a leer con más atención, nos damos cuenta que, desde un lenguaje cauto, fuimos envueltos en una historia abismada en su propia imposibilidad. Hay siempre un avance del delirio y el paisaje se vuelve cada vez más indefinido en estas estampas psicodélicas. Artero, prolífero, ecléctico, sus libros muestran una voz cambiante, no aprisionada en el corset de un estilo, en continua efervescencia y mutación.  


Alejandro Rubio, Tomás Bartoletti, José Abram Luján, Juan José Mendoza, Francisco Garamona, de muy distintas maneras, muestran una cara del lenguaje enriquecida de sentido desde artificios verbales. ¿Son proyectos antogónicos? ¿Se puede hablar de no significación en los libros de Mendoza y de Garamona? ¿Hay en estos dos autores un ir hacia la trivialidad o la indiferencia del sentido, un desdén, ironía hacia cualquier compromiso en su búsqueda de artificiocidad y puro efecto? ¿Sería acertado pensar las obras de Cortiñas, Bartoletti o Abram Luján como poéticas de una experiencia histórica mediadas por una violentación del lenguaje? La sola síntesis que, desde sus títulos, prefiguran estos libros que remiten a elementos tan distintos como la pasta base, el petróleo o el tesoro de una localidad incierta, o que aluden a nombres propios como Kelpertina, los Kohan, Pujato o José Villa, da cuenta de la diversidad de voces vigentes en la poesía argentina contemporánea. Pero esta variedad de voces no implica buena salud. Resulta evidente que este recorte, en los márgenes de la producción poética argentina de los últimos años, muestra una heterogeneidad vasta y elocuente. Pero son estos libros los que se diferencian de las prácticas más típicas y obsoletas de la poesía actual, del onanismo narcisista y del anecdotario intrascendente en clave frívola y acartonadamente vitalista. Sacando textos marginales como los que comento en esta nota, mucha de la poesía que se escribe y se publica actualmente en Argentina tiene un mismo temperamento. Pocos buscan una brecha donde colar su voz entre el griterío inane de los poetas de la levedad moderna. 

12.9.15

El amor en Melito, por Mirta Nicolás


(Para el viejo aquel…, de Melito; Belleza y Felicidad, 2014)

El placer es como el nacimiento o la muerte, sólo nos sucede una vez, pero del nacimiento uno se olvida, y a la muerte se la ignora; el placer, en cambio, es ese instante único del éxtasis cuyo recuerdo o cuya ilusión nos mantiene en vida. Sólo una vez nos ocurre, pero el resto de la existencia, antes o después, no es más que una reflexión sobre el tema. Es ridículo, pero es así, tanto para las locas como para cualquier otro. Creemos amar a una sola persona, pero en realidad amamos tan solo ese destello de placer.
Copi. La guerra de las mariquitas
Melito evoca la gerontofilia en un poema de seis cantos entonados en la dicción de una música del siglo XIX. A su vez, conecta con esa parte Carlos Correas del amor entre un viejo y un chongo, tópico preciado en lo mejor de la literatura argentina. En Melito, el abismo de la tercera edad se funde con la pasión lumpen.

En Bernal hay un bar donde regalan droga
y ahí cuando vas te volvés directo,
tenso, musculoso y extático
como un perro en sus mejores días.

Visiones por fuera de todo efecto de miserabilización. Porque no hay moral de la pobreza en este poemario sino, muy por el contrario, una estética de condiciones de vida precarias que aportan una mirada luminosa, nueva, enamorada, casual y fresca por fuera de toda queja demagógica.  


Se abrieron las puertas del tren eléctrico
y entraste con tu mochila rota.
Te dije: “cerrala, te pueden robar”
y me contestaste: “yo te voy a robar
algo que no podrás recuperar…”
(…) Frenó el tren y te caíste encima de mí.
Sentí algo recorriendo mi cuerpo, 
eran tus manos, buscando mi billetera.
Soy jubilado y pensionado: no tengo un mango.
Pero mi hacha todavía está bien filosa.
Y te cortaste las manos.

Desde la cita de Salvador Novo, hasta su punto final, el poema despliega todas las formas del amor y del suplicio; lo arcaico y lo moderno conviven en estos poemas de manera singular. Para el viejo aquel… es una novela de aprendizaje en verso. Porque quizás sea un error de perspectiva dividir prosa y poesía. ¿Esa separación no será para que los libreros y los bibliotecarios puedan acomodar sin tropiezos los libros en los anaqueles? Porque en la experiencia real de lectura, todo entra en un mismo cajón desordenado de percepciones. Y esa cuestión de si estrofa o párrafo, de si narrador o yo lírico, es humo que venden en lata los profesionales de la no lectura. ¿Odisea no es una novela en verso sobre las aventuras de Ulises para volver a Itaca? Y los libros de Néstor Sánchez, ¿no están hechos de párrafos que siguen el aliento de un largo y mismo poema?

Soñé con vos, habían callosidades
en tus manos y eso me gustó.
Porque me di cuenta que eras un hombre
de trabajo. Yo abrí la heladera buscando
pan. Un viejo duro, eso sos vos, siempre lo supe.
En el recontraempaque de tus útiles de niño,
ya había un viejo esperándome,
acorazado bajo una mueca de tristeza…
Yo nací para la hoja ajada del libro,
me gustan los anticuarios,
soy un erudito de lo gastado,
busco aprender y aprenderme,
aunque la pija siempre es joven.
Me gustaría sacarme un ojo
para que me garches por ahí,
porque no puedo dejar de alucinarme al verte.
Te lo digo siempre, encarajinado y solo,
paqueado y sin amigos,
vos sos mi cama, mi lecho
y mi leche. Tengo mil formas de verte,
pero me quiero rendir al tacto de abrazarte.

Para el viejo aquel… puede hacer serie con algunos de esos relatos y crónicas que retratan marginalidades fugitivas desde sensibilidades únicas como “Él y ella” de Carlos Correas, “Algunos bares de Baltimore” de John Waters, “Reflexiones espeluznantes sobre la nafta, la locura y la música” de Hunter S. Thompson o “Secuelas de una larguísima nota de rechazo” de Bukowski.


11.12.12

La vigilia de las estatuas, por Mirta Nicolás


Sobre No vienen avispas, de Luis Thonis 

Luis Thonis/ escribe poemas/ que no son poemas de la poesía
Hugo Savino. Claridad de saltimbanqui

No vienen avispas (Leviatán, 2012) es la historia explícitamente narrada y vedada de una tribu lo bastante tonta como para esperar como salvación a un insecto que tarda dos días en morir. Como si día y noche trabajaran para ser sonámbulos. Son las voces de una tribu en la que florecen ninfos, seres indeterminados que esperan encontrar en las avispas –ese insecto tan torpe– su salvación. La avispa, según el poema de Francis Ponge, es un bicho que tarda dos días en morir. El poema de Luis Thonis no tiene una semántica fija, esboza y conjura efectos de catástrofe de algo que pasa desde la fábula de esa tribu bíblica. El mundo zombie hizo de este insecto un mesías, igual de zombie. Algo tan actual y atemporal como el negocio del terrorismo. Ya en su ensayo, “La disgregación de las lenguas y el sueño de un imperio, sobre Austria Hungria de Néstor Perlongher”, Thonis apunta: “La Historia es un cadáver hambriento, insaciable, que envía a los cuerpos a las fosas.”

¿Pero qué vigilia, qué vida, verdad o utopía puede inscribirse en un poema cuando tiene una alegoría? Lo que significan las cosas puede cambiar como varía el lazo arbitrario que une un significado con un color. No hay nada en el rojo que signifique peligro además de una convención. “El verde ya no calma/ inquieta más que el rojo”. Así arranca el poema que mantiene su ritmo y tono hasta la última página. No hay una semántica fija sino contrastes. Tampoco hay interpretaciones mecanicistas de ningún problema social. El poema es una necesidad y un acto de libertad. En definitiva, ¿qué verdades históricas o poéticas puede esconder el Popol Vuh o la Biblia? “Un niño sin mar no es un niño” se lee, como avisando que la moral pertenece al universo del signo y se convirtió en la banalidad del Bien. Es escandaloso. Thonis es un alborotador, los ninfos de la tribu de su poema esperan la salvación de parte de unas avispas que parece que no vienen: “Cualquier torturado sabe/ que el silencio es oración.” Hay una ética interna en el lenguaje de Luis Thonis. Hay que descifrarla.

Héctor Viel Temperley anota en su poema “Cataratas” de la serie Plaza Batallón 40 (1971): “tenemos que luchar con nuestro ángel/ para que él nos venza”. Esa lucha no está ausente en los poemas de Luis Thonis, que parece dejarse vencer por una poesía matricida. Platón, el pensador político, dice que el poeta se hace peligroso para el buen orden de la sociedad. Pero no tiene sentido que los poetas sean examinados por el tribunal de la filosofía ni por el de la sintaxis. En el primer verso de su primer libro de poemas, Siglo de manos y la criatura (1987), ya se lee: “No la emprendas con la circularidad del círculo/ una flauta te llama de tu nombre”. En No vienen avispas se lee, en un verso de la página 33, “cada cosa nos confirma”. En otro: “amar/ es curar al otro/ de las heridas que nunca tuvo/ prepararla para las que vendrán.” Y en otro: “es para traicionar que se inventaron los amigos”. Thonis escribe libros peligrosos. Encuentra una sintaxis ascendente y pluriforme. Hay algo narrativo en sus poemas, se trata de una inventiva grave y despejada.

13.9.12

Jim Morrison – An american prayer





UNA PLEGARIA AMERICANA




¿Sabés del cálido progreso
                   bajo las estrellas?
¿Sabés que existimos?
¿Has olvidado las llaves
                   del Reino
¿ Ya has nacido 
            & estás vivo?


Vamos a reinventar a los dioses, todos los mitos
                                                           de las edades
Celebremos los símbolos de los profundos y más viejos bosques
[Has olvidado las lecciones
                         de la antigua guerra]


Necesitamos grandes copulaciones doradas


Los padres están cacareando en los árboles del bosque
Nuestra madre está muerta en el mar

Sabés que estamos siendo guiados a
            la masacre por plácidos almirantes
& que gordos generales lentos se vuelven 
            obscenos con sangre joven
 
Sabés que estamos dominados por la TV
La luna es una bestia de sangre seca
Bandas guerrilleras están pasando números
            en la próxima cuadra de la vid verde
acumulando para el combate contra pastores inocentes 
            que sólo están muriendo 


Oh gran creador del ser
concédenos una hora más para
            representar nuestro arte
           & perfeccionar nuestras vidas

Las polillas & los ateos son doblemente divinos
            & murientes
Vivimos, morimos
&  la muerte no acaba
Viajamos más hacia la 
     Pesadilla
Aferrate a la vida
     nuestra pasión florecería
Aferrate a las conchas y las pijas
     de la desesperación
Tuvimos nuestra visión final
     por gonorrea
La ingle de Colón
           se llenó d/ muerte verde
 
(Toqué su pierna
            & la muerte sonrió)
 
Nos hemos reunido dentro de este antiguo
     & insano teatro
Para propagar nuestra lujuria por la vida
     & huir de la sabiduría trepadora
                          de las calles
Los establos son asaltados
Las ventanas mantenidas
Y sólo una de todo el resto
Para bailar & salvarnos
C/ la divina farsa
     de las palabras 
La música inflama el temperamento

         (Cuando los verdaderos asesinos del Rey
            tienen permiso para deambular libres
            unos 1000 Magos se levantan
                en la tierra)


Dónde están los banquetes
      que nos prometieron
Dónde está el vino
       El Vino Nuevo 
              (muriendo sobre  la vid)
farsa residente
danos una hora para la magia
Nosotros del guante púrpura
Nosotros del vuelo de estornino
& la hora de terciopelo
Nosotros de la raza de los placeres arábigos
Nosotros de la cúpula del sol & la noche

Danos un Credo
Para creer
Una noche de Lujuria
Danos confianza en
La Noche

Danos de color
cientos matices
una suntuosa mandala
para mí & para vos

& para tu sedosa
almohadonada casa
una cabeza, sabiduría
& una cama

Problemática sentencia
Farsa residente
te reclamó

Solíamos creer
en los buenos viejos días
Todavía recibimos
En pequeñas formas

Las Cosas de la Calidez
& un tramposo sudor
Permite y olvida

¿Sabías que la libertad existe
            en un libro escolar? 
¿Sabías que hombres locos están
            manejando nuestra prisión
dentro de una cárcel, dentro de un presidio
dentro de una blanca libre protestante 
Turbulencia

Estamos colgados de cabeza
            en el borde del aburrimiento
Estamos alcanzando la muerte
            al final de una vela
Estamos intentando algo
            que ya nos ha encontrado


Podemos inventar Reinos sólo para nosotros
grandes tronos púrpuras, esas sillas de la lujuria
y el amor que debemos, en camas de óxido
 
Cerradura de puertas de acero en los gritos de los prisioneros
& muzak, AM, sacuden sus sueños
No hay plegarias de hombres blancos para izar vigas
mientras los ángeles burlones tamizan lo que parece
 
Ser un collage de polvo de revista
Arañados sobre la frente de paredes de confianza
Esto sólo es la cárcel para aquellos que deben
levantarse a la mañana y pelear por semejantes
 
principios inutilizables
mientras las doncellas lloronas
lucen muecas y penuria 
desvarían por un loco
personal
 
Ay, estoy cansado de la duda
Vivir en la luz de lo cierto
Sur


Crueles ataduras
Los sirvientes tienen el poder
hombres-perro y sus mezquinas mujeres
cubriendo con pobres sábanas blancas
a nuestros marineros
(y dónde estabas en nuestra 
         Delgada hora)
¿Ordeñando tu bigote
o picando una flor?
Estoy cansado de las caras severas
Mirándome desde la torre 
de T.V. Quiero rosas en
mi jardín mirador;   ¿entendés?
Bebés reales, rubíes
deben ahora reemplazar abortados
extraños en el barro
Estos mutantes, sangre-alimento
para la planta que es arada 
Ellos están esperando para llevarnos dentro
                            del jardín amputado
Sabés cuán pálida y alada sin sentido 
            viene la muerte en una extraña hora 
            no anunciada, no planeada
como una invitada atemorizante muy amistosa que 
            llevaste a la cama
La muerte hace ángeles de todos nosotros
           y nos da alas
donde teníamos hombros
            suaves como las garras
                           de los cuervos


No más dinero, no más disfraces exóticos
Este otro Reino parece por lejos el mejor
hasta que su otra mandíbula revele el incesto
y desate la obediencia a una ley vegetal


No iré
Prefiero una Fiesta de Amigos
A la Familia Gigante
 
 
II

Cristo gritando fenomenal
Upsy-daisy
Perezosa María despertarás
en una mañana de domingo
 
“La película comenzará en cinco momentos”
Anunció la Voz sin mente
“Todos aquellos sin asiento deberán esperar
El próximo show”
 
Nosotros enfilamos lenta, lánguidamente
hacia el hall. El auditorio 
era vasto, y silencioso,
Mientras nos sentamos y éramos oscurecidos
La Voz continuó:
 
“El programa para esta noche 
no es nuevo. Ustedes han visto
Este entretenimiento una & otra vez.
Ustedes han visto su nacimiento, su
vida y muerte; tal vez recuerden
todo el resto –(¿tuvieron 
un buen mundo cuando
murieron?)–¿suficiente para basar 
en él una película?”
 
Una risa de hierro golpeó nuestras   
mentes como un puño.
 
Estoy saliendo de acá
¿A dónde vas?
Al otro lado de la mañana
Por favor, no persigas a las nubes
pagodas, templos
 
Su concha lo tiene agarrado
como una amigable, cálida 
mano.
 
“Está todo bien.
Todos tus amigos están acá.”
 
¿Cuándo puedo verlos?
“Después de que hayas comido”
No tengo hambre
“O, quisimos decir golpeado”


Flujo de plata, grito plateado,
Concentración imposible
 
Acá vienen los comediantes
observalos sonreír
Miralos bailar
una danza india
 
Observalos gesticular
Cuánto aplomo
Para gesticular a todos
 
Que las palabras disimulan 
Que las palabras sean rápidas
Que las palabras sean palos caminantes
 
Plantalas
Ellas crecerán
Miralas mecerse
 
Siempre seré
un hombre de palabra 
Mejor que un hombre pájaro
 
Pero cobraré
No podré escapar
sin depositar un dólar
 
Puedo decirlo de nuevo
en voz alta, vos entendés el punto
No hay comida sin aumento de combustible
 
Yo seré, el enérgico irlandés
mi pico desencadenado 
en cumbre de poderes
 
Oh mujer, desencadena
tu peinado preocupado 
 
Oh mente preocupada 
 
Pecado en la caída
Región apartada por la persiana
 
Ella huele una deuda  
en mi nuevo collar 
 
Prosa arrogante
Atada en la cadena de una rápida búsqueda
De ahí la obsesión
 
Es agudo admitir
Rápido ritmo prestado
Una mujer vino entre ella/os
 
Mujeres del mundo únanse
Hagan al mundo seguro
Por una vida escandalosa
 
Jee Jeee
Cortate el cuello
La vida es una broma
 
Tu esposa está en el foso
El mismo bote
Acá llega la cabra
 
Sangre Sangre Sangre Sangre
Están haciendo una broma
De nuestro universo
 
 
 
III
 
Caja de fósforos
Sos más real que yo
Te voy a quemar, & dejarte libre
Lloradas lágrimas amargas
Cortesía excesiva
No olvidaré
 
 
 
IV
 
Una astilla caliente de lava floreció,
Hirviendo & crujiendo.
La cara de papel.
Máscara-espejo, te quiero espejo.
 
Le lavaron el cerebro durante 4 hs.
El  LT. Lo confundió otra vez
   “listo para hablar”
“No señor” –fue todo lo que ha dicho.
         Volvé al gimnasio.
         Muy tranquilo
         Meditación
 
Base aérea en el desierto
teniendo cuidado con las nubes venecianas
un avión 
una flor del desierto
viñetas frescas
 
El descanso del Mundo
es temerario & peligroso
Mirá hacia los 
burdeles  
películas porno
Exploración
 
 
 
V
 
Un barco deja el puerto  
caballo mezquino de otro matorral
detonador del deseo
despreciá al zorro de metal
 
 
 
 
Traducción: Mirta Nicolás