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25.5.19

Diseño editorial, por Emilio Jurado Naón




El juego de la edición hogareña: una visita la casa editorial Fadel&Fadel

Para reconocer la casa de un editor artesanal hay que mirar los timbres: si el número del departamento está impreso sobre la pared con una tipografía antigua, entonces estás en el lugar correcto. Este es el caso de la editorial Fadel&Fadel, un espacio híbrido entre casa e imprenta de poesía. Al fondo del pasillo, en el último departamento de un PH en Chacarita, un recibidor junta cajas de vino mendocino (un rubro complementario del editor Tomás Fadel, oriundo de Tunuyán) y abre a una sala de techos altos donde los estantes repletos de libros y las herramientas de trabajo respiran con tranquilidad. Hay impresoras, prensas, un telar para el cosido a mano, un revelador de fotopolímeros, una abrochadora de pie de 1940 y, más arriba, en la terraza, una máquina de imprenta con tipos móviles para las confección de portadas.

El cuidado que muestra Fadel al manejar las máquinas y contar la historia de cada una de ellas convive con una fruición notable por los materiales de trabajo: los distintos tipos de papel que acumula para libros futuros, serigrafías sobre cartón y elementos sólidos poco frecuentes para las encuadernaciones. “Yo hago libros-joya”, formula Tomás mientras arma un cigarrillo. “Se habla de los libros-objeto, pero un objeto es una cosa cualquiera, una piedra. No, a mí me gusta hablar de libros-joya”.

Su primer contacto con el quehacer editorial fue en la Escuela de Poesía y Edición de Daniel Durand. En los años de formación en escritura, lectura y armado de libros, Tomás Fadel trabó amistad con Durand y terminó formando parte, junto a Matías Heer, del equipo editorial de Ediciones Chapita. En el aspecto del diseño, lo que caracterizó a esos proyectos editoriales, según Fadel, fue la libertad que proporcionaba no depender de las normas que imponen las imprentas. “Ahora existe la impresión por demanda, pero en esa época tenías que depender de que te hicieran tantos libros mínimo, de que tal cartón sí tal cartón no... esto sí, esto no... Entonces la idea de la editorial independiente de los noventa era poder hacer lo que uno quería”, sintetiza Tomás mientras me muestra las plaquetas de Ediciones Chapita, brillantes, mate, coloridas y siempre con una distintiva chapita de botella incrustada en la portada. Cada libro tiene un diseño distinto, incluso varios ejemplares del mismo título; un rasgo que le brinda singularidad a cada volumen, sí, pero también un rastro de que cada libro nuevo es una oportunidad de hacer lo mismo de otra manera. Lo que nos diferencia de otras editoriales es la cosa lúdica, porque para nosotros es medio un juego tener una editorial. Sacamos plata para ir de viaje, hacer más libros, nos damos gustos, pero ninguno de nosotros vive estrictamente de esto”. 

La necesidad de ampliar más y más las posibilidades del juego los llevó, en un momento, a querer expandir su taller casero. “¿Qué es lo que queríamos hacer?”, piensa Fadel en voz alta cuando retoma los que fueron sus primeros años de creación conjunta con Matías Heer y Daniel Durand, “Ya hacíamos serigrafía, ya sabíamos imprimir libros, pegarlos... pum, queríamos aprender algo nuevo. ¿Qué queríamos aprender? Letterpress, que es impresión con tipografía de plomo, con pintura sobre cartones. Ya habíamos empezado a jugar con los gofrados: huecos con formas que se le hacen al cartón, formas que sacábamos de impresoras viejas, de la calle, de cualquier lado. Cualquier metal que encontrásemos, lo mandábamos. Entonces dijimos 'vamos a comprar una máquina que imprima tipografía'”. Así se inició un período intenso en el que dieron cacería a máquinas viejas, fueron adquiriéndolas mes a mes, las repararon y se pusieron a jugar. “Empezamos a experimentar con las impresiones y dejamos de hacer tantos libros. Fue encerrarse a aprender a usar las máquinas”, recuerda Tomás, como el fin de una etapa y el comienzo de otra. “Dejamos de hacer Chapita; en 2014, yo empecé con Fadel&Fadel; en 2015, Dani se fue a Filipinas, y de a poco me fui trayendo sus máquinas a mi casa”.

La formación intensiva y la incorporación de las máquinas de imprenta que habían ido acopiando fue el combo potente que dio inicio a un sello propio: Fadel&Fadel, editorial que reúne varias colecciones (poesía argentina contemporánea, traducciones, ensayos de poetas sobre pintores y libros de fotografía) y que lleva adelante con la ayuda de Guadalupe Alfaro y Aldo Giacometti. Pero, a diferencia de Chapita, en la editorial actual de Tomás Fadel el colorinche no es la línea; más bien rige una estética minimalista, prolija y elegante que deja lucir los variados materiales (distintos tipos de papel, cartón y tinta) adaptados a cada libro. “Las decisiones de diseño juegan para el texto; así tiendo a pensar el diseño yo. Si el diseño se impone, es que está jugando para él mismo y sólo quiere verse bien diseñado (lo que sí puede servir para crear una colección distintiva dentro de la editorial). Nosotros editamos poesía, literatura, así que nos importa que el diseño juegue para el contenido”.

Pero, ¿qué significa pensar el diseño para que juegue a favor del texto? Un ejemplo sería la serie de textos conceptuales The text is silence que “reúne textos silentes, experimentales, en donde el que habla y les da sentido finalmente es el lector. Todos fueron impresos en tipografías de plomo y madera para darles una onda corpórea, una onda sólida, maciza, material a textos que, si no, serían puramente conceptuales”. La materialidad subrayada que les brindan la máquina Minerva y sus piezas de plomo es un recurso para justificar que estos textos migren del plano efímero de Internet o el archivo en PDF al soporte físico del libro.

Así como cada libro requiere un diseño propio, también es fruto de una etapa de toma de decisiones. Tomás habla de esa instancia como la de un diálogo que se entabla con el autor del libro. “Por ejemplo el último que hicimos es el de Léonce Lupette, Äkste & Änkste denxte. Este libro lo hicimos todo junto con él: elegimos la tipografía, la impresión a calor de la tapa, sumamos unos grabados de un amigo suyo para separar las partes del libro, lo armamos y lo imprimimos. Él me ayudó a armarlo también. Eso facilitó mucho el trabajo. La idea de la editorial es que, si el autor quiere, puede sumarse al proceso de armado”. Y así cierra, con otra escena lúdica (un juego de a dos), el proceso de diseño y edición hogareña en la casa Fadel&Fadel.



7.4.19

27 Pulqui: diseño editorial cooperativo, nacional y soberano, por Emilio Jurado Naón





Lanzar una editorial de poesía desde una cooperativa gráfica suena a proyecto delirante. Así apareció 27 Pulqui, sello creado por Matilde Oliveros, Leandro Selén y Fabián Rodríguez en 2014, desde la Fundación Gráfica Campichuelo. Delirante y ambicioso, dos cualidades que los llevaron a adoptar el nombre del primer avión a reacción nacional, creado por Perón en 1947. También comparten con el primer Pulqui la ética de trabajo con recursos propios y en pos de la soberanía nacional. Desde el uso de materiales locales y fuerza trabajo cooperativa hasta la difusión de poetas de todo el territorio argentino, 27 Pulqui Ediciones levanta vuelo con una imagen propia, original y de fuerte apuesta al diseño.

“No es fácil distinguirse entre tantas editoriales de poesía que hay en Argentina”, pone de manifiesto Matilde, la diseñadora del sello, dando cuenta de la amplia y variada flora de pequeñas editoriales de poesía que despuntaron con el fenómeno editorial surgido en los noventa que se revitaliza año a año. “Son muchos los poetas y muchas las editoriales que publican poesía. Si a esto le sumamos el hecho de que es fácil subir los textos a Internet, que se destaquen la editorial y cada uno de sus libros se vuelve una empresa difícil. Es por eso que decidimos darle una vuelta de tuerca al diseño desde la dimensión material. Nos interesa despertar la curiosidad de los lectores; que la persona que entra a una librería y lo ve piense 'quiero tener este libro en mi casa'”. Es así que la editorial piensa desde cero (o, más bien, desde el texto) las dimensiones, tipografía, materiales de cubierta y técnica de encuadernación para cada nuevo libro.

A la hora de cranear el diseño, muchas veces la dimensión social se hace presente; este fue el caso de la antología de poesía El fin de la afirmación (co-editada junto a la editorial VOX), que salió con una camiseta de la selección alemana de fútbol como cubierta. “La oportunidad de hacer un diseño original y llamativo con la camiseta alemana nos permitió también trabajar en conjunto con el Taller de Oficios de la Salada, en un momento en que estaba siendo desprestigiado por los medios y la opinión pública”, recuerda Matilde. “Se extendía el preconcepto de que la Salada era una feria ilegal en donde se vendía cosas robadas, pero la verdad es que hay muchas organizaciones de trabajadores excluidos y talleres de oficio que no se conocen. La cubierta en forma de camiseta, así como la cartera escocesa que cubre Piazza Navona de Mario Arteca, son maneras de hacer visibles, en el diseño material, estos proyectos sociales y laborales junto a los que siempre buscamos trabajar”.

El origen de los diseños es diverso, pero en general surge de una lectura particular de Matilde y Leandro: ideas, imágenes y texturas que les despiertan los poemas que deciden publicar. “Para El brillo de tus brackets queríamos hacer algo pop, siguiendo la línea de los poemas de Facu Soto”, cuenta Matilde, “buscábamos algo que tuviera la presencia de la lata Campbell's de Andy Warhol pero que fuera factible de producir en la imprenta, así que se nos ocurrió la caja de hamburguesas como 'envase' para el libro. Otras veces, la innovación es directamente sobre el material que usamos de portada, como en La Kelpertina, donde por sugerencia del autor, Tomás Bartoletti, usamos la tela verde típica del antiguo DNI”. Lo icónico de la tapa entra en juego con la trama del libro, que explora y  reformula algunos aspectos de la identidad actual (y futura) de Argentina.

La perspectiva con que se piensa el diseño evita un subrayado de sentido sobre los “temas” del texto; más bien se busca un juego y ampliación de significados que parte de la lectura personal de los editores y con el que los lectores pueden dialogar conjugando, en un mismo objeto, poemas y diseño. “Pasta base de José M. Abram Luján fue el primer título que publicamos”, recuerda Leandro, “en ese libro, los poemas giran en torno a los trabajadores de la caña de azúcar de Tucumán en los setenta, hay una búsqueda en el lenguaje de esa época, de esa rama de producción. Pero nosotros, después de leer el libro, decidimos agregarle un sobrecito de azúcar Ledesma, que viene con cada ejemplar, para apuntar a la complicidad que tuvo cierta parte de la sociedad civil y empresaria con la última dictadura. Es algo que no está en el libro necesariamente –no está explícito, digamos–, pero que se formuló en nosotros al leerlo”. Entre los poemas y el diseño editorial, están los lectores; y esa conversación de a tres no siempre da el mismo resultado (la asociación entre el sobre de azúcar y el título “pasta base” ha llevado a conclusiones inesperadas como la de una lectora que dedujo: “Claro, ¡porque el azúcar es adictiva como una droga!”). Cada edición de 27 Pulqui genera preguntas –síntoma de curiosidad–, y lo que aparece como pregunta en los lectores antes fue reflexión en la mesa de diseño; esa es la medida de dedicación que Leandro Selén y Matilde Oliveros quieren para cada uno de sus títulos: cada libro de poemas, cada autor, implica un nuevo desafío y un nuevo mundo que reclama, en el diseño, una identidad propia.

Cada nuevo título de 27 Pulqui reclama una reflexión por parte de los editores que va de la lectura de los poemas al diseño de tapa y cubierta.


*


1. Pop. Una caja de hamburguesa funde las ideas de cubierta y envase en El brillo de tus brackets de Facu Soto.
2. Liviandad. En el libro de Patricia Suárez, el diseño recurre a la superposición de capas de un delgado papel de calco para rimar con los sentidos que disparan el título, Hojaldre.
3. Denuncia. El sobre de azúcar adherido a Pasta Base de José M. Abram Luján, vincula a la empresa azucarera con la represión a los obreros tucumanos en la última dictadura cívico-militar.
4. Niveles. Nilengua de Iván Castiblanco Ramírez: la cubierta hace de caja para un libro con tapa de cartón en donde se destaca un símbolo propio.
5. De viaje. Piazza Navona de Mario Arteca viene con una tela escocesa como cubierta que emula una cartera de hombre, donde se guarda el cuaderno del poeta.
6. Voladora. Un boomerang incorporado y desmontable constituye la tapa del libro de Verónica Viola Fisher.


Publicado en la revista de diseño nacional e internacional (DNI), n° 34, Clarín - mayo de 2017.-