Sobre No vienen avispas, de Luis Thonis
Luis Thonis/ escribe poemas/ que no son poemas de la poesía
Hugo Savino. Claridad de saltimbanqui
No vienen avispas (Leviatán, 2012) es la historia
explícitamente narrada y vedada de una tribu lo bastante tonta como para
esperar como salvación a un insecto que tarda dos días en morir. Como si día y
noche trabajaran para ser sonámbulos. Son las voces de una tribu en la que
florecen ninfos, seres indeterminados que esperan encontrar en las avispas –ese
insecto tan torpe– su salvación. La avispa, según el poema de Francis Ponge, es
un bicho que tarda dos días en morir. El poema de Luis Thonis no tiene una
semántica fija, esboza y conjura efectos de catástrofe de algo que pasa
desde la fábula de esa tribu bíblica. El mundo zombie hizo de este insecto un
mesías, igual de zombie. Algo tan actual y atemporal como el negocio del
terrorismo. Ya en su ensayo, “La disgregación de las lenguas y el sueño de un
imperio, sobre Austria Hungria de
Néstor Perlongher”, Thonis apunta: “La Historia es un cadáver hambriento,
insaciable, que envía a los cuerpos a las fosas.”
¿Pero qué vigilia, qué vida, verdad
o utopía puede inscribirse en un poema cuando tiene una alegoría? Lo que significan las cosas
puede cambiar como varía el lazo arbitrario que une un significado con un
color. No hay nada en el rojo que signifique peligro además de una convención.
“El verde ya no calma/ inquieta más que el rojo”. Así arranca el poema que
mantiene su ritmo y tono hasta la última página. No hay una semántica fija sino
contrastes. Tampoco hay interpretaciones mecanicistas de ningún problema
social. El poema es una necesidad y un acto de libertad. En definitiva, ¿qué verdades
históricas o poéticas puede esconder el Popol Vuh o la Biblia? “Un niño sin mar
no es un niño” se lee, como avisando que la moral pertenece al universo del
signo y se convirtió en la banalidad del Bien. Es escandaloso. Thonis es un
alborotador, los ninfos de la tribu de su poema esperan la salvación de parte
de unas avispas que parece que no vienen: “Cualquier torturado sabe/ que el
silencio es oración.” Hay una ética interna en el lenguaje de Luis Thonis. Hay
que descifrarla.
Héctor Viel Temperley anota en su poema “Cataratas” de la serie Plaza Batallón 40 (1971): “tenemos que
luchar con nuestro ángel/ para que él nos venza”. Esa lucha no está ausente en
los poemas de Luis Thonis, que parece dejarse vencer por una poesía matricida.
Platón, el pensador político, dice que el poeta se hace peligroso para el buen
orden de la sociedad. Pero no tiene sentido que los poetas sean examinados por
el tribunal de la filosofía ni por el de la sintaxis. En el primer verso de su
primer libro de poemas, Siglo de manos y
la criatura (1987), ya se lee: “No la emprendas con la circularidad del
círculo/ una flauta te llama de tu nombre”. En No vienen avispas se lee, en un verso de la página 33, “cada cosa
nos confirma”. En otro: “amar/ es curar al otro/ de las heridas que nunca tuvo/
prepararla para las que vendrán.” Y en otro: “es para traicionar que se
inventaron los amigos”. Thonis escribe libros
peligrosos. Encuentra una sintaxis ascendente y pluriforme. Hay algo narrativo en sus poemas, se
trata de una inventiva grave y despejada.