(Sala de
profesores de una escuela privada).
Adela: Me pongo nerviosa porque
empiezo a tener hambre. Ya sé, en la cartera tengo un alfajor.
Beatriz: Siempre hay que tener
esas cosas.
Adela: Tengo que bajar de peso
sí o sí. Me gustó esta nutricionista.
Beatriz: ¿Sí?
Adela: Sí, porque no empezó
como la otra, a la que había ido en diciembre, prohibiéndome todo. Por poco me
decía que tengo que condimentar la comida con agua. Una comida que no tiene
sabor no la puedo pasar.
Beatriz: ¿Arroz podés?
Adela: Dos veces por semana
puedo comer arroz o pastas, pero medio plato.
(Se sirve café de una cafetera eléctrica y toma un sorbo).
(Se sirve café de una cafetera eléctrica y toma un sorbo).
Beatriz: Está frío el café.
Adela: Me avisaste tarde porque
ya me tomé un trago vomitivo.
Beatriz: Cuatro chicas hoy se
rieron sin parar durante el himno. Ellas me miraban y seguían riéndose. Jugaban a sostenerme la mirada. No lo
podemos dejar pasar. Porque si no los demás se enteran y hacen lo que quieren.
Por lo menos ser observadas.
Adela: Me causó gracia cómo
lloraba una chica. Ni que se le hubiera muerto la madre.
(Entra Zamudio y deja la puerta abierta).
Beatriz: Cierre la puerta, por
favor.
Adela: ¡Zamudio, lo estaba
buscando!
Zamudio: Por eso vine.
Adela: Usted va a estar el
lunes. Los estudiantes no pueden traer serpentina de moco.
Zamudio: ¿De moto?
Adela: De moco.
Zamudio: ¿Qué van a hacer?
Adela: Van a festejar… yo les
dije: es un festejo por los buzos, no se casan.
Zamudio: Sí, yo también les
dije que si tuviera que decidir, no hacen nada. Festejar por un buzo me parece
una idiotez. Es lo mismo que yo me compre un traje y festeje.
Adela: Pueden tirar papelitos,
escuchar música, pero nada de moco. Querían traer una máquina de humo.
Zamudio: De cualquier manera,
les diría que lo vamos a pensar. Porque si no, a los ojos de ellos, decirle…
Adela: Les dije que tienen que
dejar las cosas adelante, en la secretaría.
Zamudio: Si tengo que opinar
les voy a decir que no. Papelitos está bien, pero… disfrazarse…
Adela: Quieren disfrazarse.
Beatriz: Disfrazarse ya es otra
cosa.
Adela: Sí, pero si ellos
quieren seguir con eso después del recreo, va a depender del profesor que esté
con ellos en la tercer hora. Y seguramente van a querer quedarse de prepo
disfrazados.
Zamudio: No, en mi clase no,
los voy a levantar en peso. A mí que no me jodan, gorros y disfraces, no.
Beatriz: Festejar tanto por un
buzo. Una costumbre tan estúpida.
Adela: Qué pelotudez.
Zamudio: Ahora les voy a decir
que tienen que respetar…
(Sale).
(Sale).
Adela: Ah… estoy tan podrida.
Beatriz: ¿De qué?
Adela: De no hacer nada, porque
tuve una hora libre.
Beatriz: ¿Te estás durmiendo?
Adela: Sí, no doy más. Tuve que
explicar un ejercicio de Matemáticas y no podía porque se me
cerraban los ojos. No te enojes, le dije, pero no estoy en condiciones de
explicarte nada.
Beatriz: Yo también estoy
cansada. Doy diez materias. Y cada materia es distinta.
Adela: ¿Y todo para qué? Para
que en las reuniones de padres, como viene pasando en los últimos 15 años,
vengan a decirte: “Yo no sé qué hacer con mi hijo”. Y yo tampoco, flaco,
matate. Yo no sé qué hacer con el tuyo. Mátenlo, mátense.
Beatriz: La docencia no es algo
idílico.
Adela: La docencia es algo
horrible. Este trabajo se llevó mis ganas de vivir. Dejé mi juventud en estas
aulas inmundas.
Beatriz: Yo tenía tantas
ilusiones.
Adela: Yo vi pasar mi vida
entre las paredes sucias de esta escuela, como el fantasma del fantasma de un
sueño trunco.
Beatriz: ¿Y todo para qué?
Adela: Yo quería ser actriz,
pero mis padres no me dejaron.
Beatriz: Qué mierda. Yo hubiera
querido estudiar para veterinaria, pero necesitaba algo de lo que poder
trabajar, sin complicaciones. Las cosas son como son. Detrás no hay nada.
(Suena el timbre que anuncia el final del recreo).
Adela: Hay que volver a las
aulas.
Beatriz: Qué horror.
Adela: Vamos, Beti, que ya
falta poco para las vacaciones de invierno.
Beatriz: Estoy harta. Qué fracaso.
(Entra Zamudio).
Zamudio: Vamos, vamos, que ya
tocó el timbre.
(Sale).
(Sale).
Beatriz: ¿Y a este tarado qué
le pasa?
Adela: Desde que se enteró que
la vicedirectora está por jubilarse se volvió un viejo servil.
Beatriz. Qué idiota. Siempre lo
fue.
(Salen).