19.7.09

Imposibilidad del objeto pasado, presente y futuro, por Gustavo Calandra






Tendría que haber en nuestro lenguaje palabras que tengan voz. Espacio libre. Su propia memoria. Palabras que subsistan solas, que lleven el lugar consigo.
Augusto Roa Bastos. Yo el Supremo.


1.

Una necesidad: que el guaraní hable a través del castellano escrito. La necesidad de recuperar la oralidad intrínseca que define la identidad cultural del país. En un primer momento, la reducción a la escritura, obra y gracia de los jesuitas, condujo a una fijación y uniformidad de pensamiento que favoreció al control y a la dominación al tiempo en que negó la autonomía cultural del “otro”. Por eso, la voluntad e intención de Yo el Supremo, un hallazgo en donde la acumulación cultural interna es capaz de proveer -siguiendo a Ángel Rama en La transculturación narrativa- no sólo la “materia prima”, sino también la cosmovisión de una lengua y hasta de una técnica para producir obras literarias. La escritura debe ser recuperada por la voz, la palabra escrita debe ser antes leída, devuelta a la voz, porque el sentido no se realiza en el trazo sino en el sonido que puede evocarlo. El sentido está en el sonido. Si lo real se juega en el habla, la escritura es lo ilusorio.

Y palabras impregnadas de pensamiento. Esto es algo que se relaciona con la espontaneidad del guaraní y con su posibilidad de nuevas combinaciones. Porque solo, el lenguaje de la tradición oral no puede ser saqueado, repetido, plagiado, copiado o robado. Sostenido por tonos, gestos, miradas y movimientos, vive lo hablado. La escritura alberga en su interior una dialéctica de afirmaciones y negaciones, por eso, debe naturalizarse lo artificioso de las palabras. Las palabras son sucias por naturaleza. El lenguaje es parecido en todas partes. A la letra le da igual que sea verdad o sea mentira lo que se escribe con ella. Es necesario que la palabra sea real. Nuestro héroe va a “represenciar las cosas. No a re-presentarlas”. Dice: “Tengo la sensación de estar viendo todo desde siempre”, y un poco más adelante: “Puede también que nada haya sucedido realmente salvo en esta escritura-imagen que va tejiendo sus alucinaciones sobre el papel”.


2.
En la mitología guaraní, según el poema AYVU RAPYTA, de León Cadogan, El Creador, Ñande Ru Papa Tenonde, se crea a sí mismo en medio de las tinieblas originarias. Utilizando su vara-insignia, de la que hizo brotar llamas y tenue neblina, creó el lenguaje. Este lenguaje, entonces futura esencia del alma enviada a los hombres, participa de su divinidad. Crea después el amor al prójimo y los himnos sagrados. Para depositarios del lenguaje, crea el amor y los cantos sagrados, crea a los cuatro dioses que no tienen ombligo y a sus mujeres. En un esfuerzo de descolonización intelectual, se puede observar la construcción de un héroe-mártir cuyo mito heroico se juega entre el decir y el hacer. Blanchot. Escritura y misión política. Se dirá en la novela: “Se escribe cuando ya no se puede obrar”. Y mas adelante: “el recuerdo de las obras pesa más que las obras mismas”. Porque “yo sólo puedo escribir, es decir, negar lo vivo”. Será el intento del Doctor Francia convertirse en una singular máquina funcionando por medio del grafismo y la voz, como los complejos sistemas de Raymond Roussell en Locus Solus, como la pluma con el lente-recuerdo que Loco Solo entregará al compilador.

Mártir. El sacrificio de darlo todo: “ninguno vive otra vida que la que pierde”. Llegamos al “pasquín”. El pasquín, con su escritura irreverente, pone en funcionamiento la máquina del Estado dictatorial. Hechos. Un intento utópico de encarnar en lo absoluto. Una búsqueda del poder incorpóreo, abstracto e impersonal. Pertinente sería a la pasada mencionar la “Circular perpetua”, una cíclica repetición autojustificatoria, no autocrítica; una afirmación absoluta de sí, de su doctrina y de su proyecto político-ideológico, donde se hace una relectura de la historia pasada, presente y futura. Esta circular muestra el eje de su pensamiento, siempre fijo, girando sobre sí mismo. Luego, la invasión de Belgrano, victoria militar y derrota política. Expulsión de políticos. Institucionalización del país, su Edad de Oro, victoria de la revolución, gente-muchedumbre, campesinos libres, chacras colectivas, catecismo patrio. Progreso y bienestar. Yo operando en el lenguaje. Una segunda versión, una subversión, una experimentación. Ybyray. La chacra experimental del dictador. No solo allí, según algunos, realizaba extrañas pruebas con animales, sino también, será el espacio donde el verdadero Cabildo, el Cabildo Popular se desarrolle, después de suspenderse el Cabildo en el obispario, tras retirarse Francia con el huevo de la Revolución.

El héroe, Yo, lengua de tijera, artesano de la tijera, aprende-aprehende de las páginas de estas tierras, y busca crear una realidad compuesta por deshechos de irrealidad, para acabar enterrándose bajo una pira de retazos escriturarios. En sus instantes finales dirá: “nadie me quita la vida, yo la doy.” Sabiendo que el Yo sólo se manifiesta a través de Él. “Yo no me hablo a mí. Me escucho a través de Él”. Este Yo –temporal, histórico, cambiante, corpóreo– se inmola, abandonando su mundo de soledad, duda y sufrimiento. “Yo no soy siempre Yo. El único que no cambia es Él. Se sostiene en lo invariable”. Un poco mas adelante: “Sólo Él permanece sin perder un ápice de su forma, de su dimensión, más vale creciéndose- acreciéndose de sí propio”. Una dinastía que comienza y acaba en Yo-El. La soberanía y el poder vuelven al pueblo. En otro plano, va a hablar de monstruos, animales quiméricos, “la quimera ha ocupado el lugar de mi persona”, dice al principio; seres que no son de este mundo y viven clandestinamente dentro de él y, a veces, salen, se distancian para acechar mejor, para alucinarlo. “Lo que significa que en El Supremo por lo menos hay dos”. Todos los conciudadanos del Paraguay saben que el único Doble es El Supremo, que ese Yo que pasa cabalgando no es El Supremo, a quien tanto temen–aman. Una dualidad originaria ya afirmada por los payés indígenas. El Supremo canta, ríe y baila con sus fantasmas particulares en un idioma que no es de este mundo. Será Él quien sale de Yo en el momento culminante del libro, afirmando así su poder absoluto, abstracto, eterno e invariable.


3.

Yo dicta. Y su discurso, forma en que determinados hechos ocurridos son dados a conocer, es una acción que moviliza la Historia. “Como quien sabe todo lo que hay que saber y más, les iré instruyendo sobre lo que deben hacer para seguir adelante. Con órdenes sí, más también con los conocimientos que les faltan sobre el origen, sobre el destino de nuestra Nación”. Agrega: “Yo no escribo la historia. La hago. Puedo rehacerla”. Según su voluntad, puede resaltar, reforzar y enriquecer su sentido y su verdad. El dictador es su discurso. Se instala en el lenguaje, en él y desde él establece su dominio. Las fechas, los calendarios, rigen la ilusión de realidad: “menos mal que, por lo menos en el papel, el tiempo puede ser comprimido, ahorrado, anulado”. Maneja la Historia. Puede ir y venir al pasado y al futuro3, hurgar en el texto de la cultura, en su “tiempo sin tiempo”, proveerse de documentos escritos, textos de autores clásicos, leyendas guaraníes, refranes, la herencia oral. Vale mencionar a “el aya” en su papel de madre transmisora de la lengua oral. Colabora en el aprendizaje de coplas en los dos idiomas. La función de la madre en una cultura oral es hacer pasar la escritura naturalmente. Porque este Yo dice no tener madre, quiere nacer de un cráneo que habla castellano y quiere nacer en pensamiento de hombre. Y en este punto volvemos al relato de origen guaraní del autocreado que crea al lenguaje.

Se va confeccionando el imaginario nacional. Obra del Yo, voz de la escritura, precedida de escritura: el guaraní conquistado más el castellano. Parece que se elabora una Historia, aunque no definitiva, puesto que “los hechos sucedidos cambian continuamente”, ya que el mecanismo del lenguaje tiene por fundamento la repetición, y por la repetición es como se generan los cambios del lenguaje. Pero, ¿qué hacer, si “lo que prolijamente se repite es lo único que se anula”? ¿Cómo evitar esa neutralización que produce la escritura a partir de ese binarismo primordial Yo/El? Yo habla para escucharse, para reconocerse en Él. Un pensamiento bilingüe sin demasiada pretensión: CHE es el pronombre de primera persona, HA´E, el de tercera. Ahora, el guaraní carece del verbo ser. Sólo CHE (yo) puede ir acompañado de este verbo y, únicamente para enfatizar algún rasgo de ese CHE. Lo curioso que la palabra utilizada por la lengua, es HA´E, el pronombre “el” en castellano. Yo El Supremo se dirá CHE HA´E KARAI GUASU. Y si seguimos complicando las cosas, HA¨E, también es la conjugación del verbo decir, JE¨E, en la primera persona del singular. Yo: ser humano histórico, concreto, cambiante, persona corpórea que duda, sufre y se equivoca. Él: imagen, apariencia del poder absoluto, abstracto e invariable, eterno, infalible, omnipotente, figura impersonal.

Alteridad y desdoblamiento. En esa dialéctica que se juega entre el monolingüismo y el dialogismo es necesaria una tercera fuerza: Tú, esfera de la disidencia y enjuiciamiento crítico. Letra desconocida. Tu, “el corrige a mis espaldas”. O el Amanuense. O máscaras fantasmales. O Sultán y Pilar, y la parodia del amo y del esclavo. “Mis difamadores clandestinos de adentro y de afuera”. El pasquín, escrito con letra, tinta y hojas del Dictador: “... el doble del humano es uno y triple al mismo tiempo”. Tenemos la oposición de una fuerza trasgresora interiorizada que en varios pasajes dialoga con el dictador: Se va a quejar éste: “¡Horrible dialecto! Las voces contrarias han sido muchas, incluida la mía.”. Por ejemplo, será sometido a crítica el tema del meteorito y el intento de dominio del azar. Algo criticable, si uno lo relaciona con la espontaneidad y las azarosas combinaciones y construcciones de la lengua guaraní. Al margen, la letra desconocida va a decirle que es imposible. Otro cuestionamiento será acerca de la Revolución como obra de uno solo. También será juzgado al final.


4.

En otra época de la Historia de la humanidad, el escritor era una persona sagrada, se dice. Escribió libros universales, códigos, épicas, sentencias. “Pero en aquellos tiempos el escritor no era un individuo solo, era un pueblo”. Aquí puede abrirse otra línea de análisis, relacionada con la anterior. Es el tema del juglar, el tradicionalismo y las refundiciones de la literatura épica medieval. ¿Preanuncian algo las imágenes de un ciervo, la de un cuervo, o la pareja de perros Sultán-Héroe, en donde el primero, luego de ser expulsado de la casa de gobierno se vuelve juglar callejero? La referencia a la canción de Rolando, a los cantares, a las 1001 noches, a un criado de Velazco, fusilado y ahorcado, cuyo nombre es Diaz de Vivar. Una hoguera de papeles encendida por mandato propio. Lenguas de fuego que brotan alegremente en varias partes. “Pase adelante, amigo Fuego”, lo recibe el Dictador, “no sufrirás conmigo de indigestión, más tampoco podrás acabar del todo conmigo”. Inmolación y trascendencia a un nuevo discurso que da forma al imaginario nacional.