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24.6.25

Cine, por Cecilia Bainotto

  

   El ruido del tren cerca de la ruta

Nada, poco, mucho interés por los otros. Alguien dice algo preciso, alguien dice y trastabilla, alguien no sabe qué decir. Tuvo una nostalgia linda, una pasión a medias y otra que explotó las medias y quedó con los pies desnudos. Estaba durmiendo, estaba soñando, ¿Vos que hacías? Por lo pronto seguía. Y era una calle con gente extraña y preguntó por una plaza. Nadie respondía y mostraba algunos libros, pero no había caso. Nadie entendía su balbuceo onírico ¿estaban sordos? ¿era poco perspicaz? ¿estaban soñando ellos y ella estaba despierta? ¿era un cuatro de copas? ¿era una flor para el truco? Vaya a saber qué es lo que era. ¿Él que hacía? ¿Ellos? Entre la timidez y una fiesta social terminó en su cuarto después de medianoche. No había fumado. No estaba borracha. Había comido lo justo. Sintió el silbato del tren que el viento acercó a su oído: No querer ser otra cosa tatam tatam que lo que una es tatam tatam no querer ser otra cosa tatam tatam que lo que una es.

Sintió que la cabeza se le unía al cuerpo.

 

*

 

No lo había entendido. Me olvidé que usa la analogía todo el tiempo. ¿Y si meto la pata y lo jodo todo? ¿Cuándo sucedió? ¿Fue a primera vista? ¿Mirabas de frente?  ¿Fue progresivo? ¿Estamos aquí o nos vamos?  ¿Usamos las mismas palabras? ¿Qué parte del cuerpo te duele? Siguió así con una cascada de preguntas. Cada tanto se aquieta “está todo bien” aunque el café tiene gusto raro. Entre las horas y los días las cosas funcionan y eso está bueno, pero, pero siempre existe uno.

Todo apunta hacia las sorpresas con risas alentadoras que terminan siendo excesivamente complacientes. ¿Seremos in/comprensivos? ¿No podremos salir de los hábitos del pensamiento? De vuelta el ensayo sobre la duda, ¡ah! recordar la totalidad es insoportable. Recordar con pinceladas de acuarela al agua.

A la noche, cuando regreso después de dar vueltas por la ciudad cuadrada, pongo en funcionamiento el GPS, porque la vida espera en otra parte, o más exactamente la vida nos pone en lugares diferentes y no hay forma de volar con el cuerpo.

Cualquier tentativa es en falso. Caliento agua y tomo unos mates. Para despejarme. El patio, el viento que araña la pampa. 

 

*

 

   Una película

Doblar la esquina y llegar. Abro la puerta e inmediatamente enciendo la notebook y abro YouTube. Tengo en mi cabeza la música de la película como fondo musical durante los créditos.

La busco en YouTube y no la encuentro. Es muy buena, rítmica, melodiosa, es Bossa Nova, es Jazz y nuevos ritmos que son híbridos. 

Mixtura, el mundo. Lo que pasa aquí pasa allá. Igualmente, lo que pasó. Todo se iguala y la escalera de las jerarquías por la que asciende el mando, el mandamiento, es parecido en todas partes al menos en Latinoamérica – que lindo suena Latinoamérica, América, no la cambio por nada a pesar de todo.

Dan ganas de ir a Brasil, la calle, la ruta, no la encuentro, se pierde el recuerdo del sonido, de la voz. Se enrolla como una cortina que luego cae abrupta, y oscurece. No encuentro la forma de poner las palabras exactas para la búsqueda.  

Empalidece el intento, pero “Aun estoy aquí” o  “Ainda estou aquí” (Walter Salles), hermosa, terrorífica, no es Terror Romántico de alguien que ingresa en una casa y aparece un fantasma copulando en un rincón con una bella chica, tampoco es “Gore” género que funciona con leyes propias, fuera, la mayoría de las veces, de la experiencia directa. Es terror en serio cuando te ponen una capucha y te torturan. “Aun estoy aquí”, un film que es testimonio de un suceso.

No debería ser recomendable por los premios y comentarios que recibió y muy merecidos, pero sí debería ser recomendable por el acercamiento y revelación de un hecho que va desde la mirada miniatura a la mirada grande, desde un álbum sepia al registro de la trama en escenas vivas con actuación inmejorable.   

Contar de otra manera, de eso se trata, con respiración pausada para que se entienda. Sin agregar o desagregar nada. Los gestos, los silencios, los diálogos, los claroscuros, redimen en alguna medida la imposibilidad del lenguaje o en tal caso darle al lenguaje la estatura que pide, el de no ser un arsenal al que se acude para no expresar nada.

Lo visual se impone, captura miradas, festejos, pasos cansados o desesperados, gotas de sangre, secuestros, asesinatos, igual que aquí en Argentina durante la dictadura, lucha, la casa sigue viva, pero hay preocupación, ocupación y mucho miedo, mudarse a otra parte, de Río de Janeiro a Sao Paulo. Una familia destrozada se reconstruye con inmenso cariño a pesar de la falta.

Es cine y del bueno y Brasil lo tiene como el nuestro. Otros temas, pero a manera de ejemplo al recordar “Ciudad de Dios” (Fernando Meirelles), Adiós Brasil” (Carlos Diegues) “La dama del autobús” (Neville de Almeida), “Estación Central de Brasil” (Walter Salles).

Con esta película Brasil muestra una parte de su historia bastante oculta por cierto desde la perspectiva del cine y veinte años de dictadura merecían ser contados.  

“Con o sin humor, con o sin melancolía” frase que alguna vez pronunció Javier Fernández Paupy.   

A la que añado " Con o sin miedo" porque la vida continúa con giros de drama y de comedia. 

El título de la película lo dice “Aún estoy aquí”.  

 

 

   Fragmentos de memoria

“Diríase que la historia se ha hecho para olvidarse. ¿Qué humano, a no ser un especialista, reflexiona ahora sobre las exacciones que sufrieron los judíos bajo Felipe el Hermoso o sobre la confiscación y destrucción de los templarios? Por ello mismo, en la historia que se escriba en el año tres mil, la segunda guerra mundial que tanto costó a la humanidad ocupará tan sólo un párrafo y la guerra de Vietnam, una nota al fin del volumen que muy pocos se darán el trabajo de leer. La explicación reside en que el hombre no puede al mismo tiempo enterarse de la historia y hacerla, pues la vida se edifica sobre la destrucción de la memoria” Julio R. Ribeyro, fragmento de “Prosas apátridas”

“Lo perdido con los años, va adquiriendo, a medida que rostros y frases se desvanecen, una piel amorfa que recubre la intensidad de su dolor. Toda pérdida se vuelve con el decursar,  fragmento. Su totalidad nos quebraría”.  José C. Sánchez, “Los extraños mañanas”, ensayo sobre el fragmento.

¿Por qué arrastrar este cadáver en tu memoria? decía Ralph Waldo Emerson. Además, el filósofo trascendentalista, le decía a su hija que era “un vicio recordar” alentándola que se olvidara un poco de los errores que había cometido en sus deberes.

Hay una memoria obsesiva que quiere recordar nombres, cifras y detalles.   Hay otra memoria que recuerda episodios a grandes rasgos y que recreamos en el presente.  Son esbozos de paisajes superpuestos a lo que se suma la experiencia del momento del “recording”. 

Es más bien un rompecabezas al que se accede con la memoria.  No es documental ni “cine verdad”

Es más bien un rompecabezas al que se accede con la memoria.  No es documental ni “cine verdad”.

Charan Ranganath, psicólogo clínico, afirma que “olvidar es ser humano” y de hecho los problemas que tenemos con la memoria es porque le exigimos a ésta una cualidad fotográfica y precisa que con el tiempo se borra.   Quizá bajar las expectativas y recordar – cuando se desea o se necesita- que el recuerdo mismo puede ser creativo en tanto contamos una historia “que es un montaje surrealista”.


20.2.25

Entre la crónica y el enigma, por Lucía Magalí Aguirre

 

Que te guarden sin los evangelios (Palabras Amarillas, 2024), de Nadia Gómez, lleva implícito ese cartel que incluyen algunas películas en el que leemos: Basado en una historia real. Con elementos de la construcción ficcional, Que te guarden sin los evangelios elabora sucesos reales, hechos además irreversibles y trágicos. Una historia de abuso sexual y asesinato. La leemos en la primera página. Que te guarden sin los evangelios propone una mezcla singular de géneros. Algo inclasificable en su cruza. La autora consigue transformar los materiales crudos y directos en estructuras narrativas con suspenso, desarrollo y enigma. Mezcla géneros. La crónica con el diario íntimo, el testimonio con el diálogo. Escribe la novela de las voces. Un texto que, en clave autobiográfica, es a la vez una novela en la que los términos de ficción y no ficción se tornan irrelevantes por una suerte de equilibrio o tensión según el cual se desarrollan en sus propios términos. Es un libro de no ficción que usa procedimientos novelísticos como la construcción del punto de vista, la inclusión de diálogos o la yuxtaposición de escenas.

La estructura narrativa del libro es también singular. Produce efectos. ¿Cómo pueden convivir mundos tan distintos? Como si dejar solas esas historias tremendas tuviera algo de utilitario entonces la autora se propone hablar con esas historias, hace que su historia de vida dialogue con un crimen y con el tiempo aciago en el que esa tragedia se inscribe. Nadia Gómez narra el horror. Como toda conversación tiene interrupciones. Es una historia que dialoga con otras historias. El relato avanza y se detiene. Alguien encuentra o pretende encontrar en la muerte de una infancia inocente la voz del presente. Indagación, grito, denuncia. Formas de la violencia argentina que entran a través de los medios de comunicación. Que te guarden sin los evangelios supone una larga reflexión sobre la memoria y el crimen. Una digresión novelada sobre la violencia como un síntoma de una época.

Nadia Gómez tiene un ojo avieso para percibir las relaciones de poder que configuran el enjambre de interacciones humanas. Algo en la construcción del punto de vista en esta novela en clave que revela una mirada retorcida para interpretar las estructuras sociales que atraviesan historias de vida trágicas. Se trata de una narradora que reconstruye material de archivo y a la que pareciera interpelar la teoría en torno a los rompecabezas y el collage. Selección y recortes se solapan en las voces de los personajes. La autora por momentos desaparece. Después, vemos la irrupción de su vida en este libro de no ficción. Un movimiento compuesto de volverse invisible, generar conflicto para después volver a aparecer en la escritura. Es una narradora descentrada. Quizás sea ese movimiento de volverse invisible en la observación lo que produce una suerte de reaparición de ese yo con atributos de vida en la narración. Maestría en el manejo de la mirada paranoica. Nadia Gómez sintoniza bien con lo que está mal, con lo perverso, con lo malvado. Sintonizar bien quiere decir que encuentra en lo infame pretextos para contar otra historia. Aparece una y otra vez en su libro esa fascinación por la pérdida de la pureza que es la clave de la autora. Algo incomoda en su lectura, algo perturba y nos expone a una situación peligrosa en la que tenemos que hacernos cargo de lo que nos pasa y sentimos con eso que leemos. Que te guarden sin los evangelios nos exige, de alguna forma, tomar posición.

El antropólogo Philippe Bourgois, en su libro En busca de respeto. Vendiendo crack en Harlem habla de “una pornografía de la violencia”. Hay algo que lo cruza a Que te guarden sin los evangelios con la etnografía, con el trabajo de campo, con el testimonio, con la literatura policial, con la ficción. Hay algo, también, de la pornografía de la violencia en el texto. Algo con el fotorreportaje y con el porno casero. Una tragedia como un síntoma de una época, como un símbolo vivo de una sociedad. Se busca hacer algo más con el relato de esa tragedia. Un texto fúnebre que no opera como el recordatorio de un suceso desgraciado sino como una reflexión sutil sobre nuestra condición. 

En el libro sobresale una dimensión política de la escritura. Pareciera ser que tenemos un acceso casi ilimitado a la información y, a la vez, a compartir indiscriminadamente nuestras opiniones. Pero también es una época donde los secretos se esconden en capas de impunidad para ocultar las verdaderas intenciones del poder. La dimensión de crónica que tiene el libro lo relaciona con el corto plazo; hay que escribir en la urgencia de los hechos, lejos o cerca del teatro de los acontecimientos. Por otro lado, el largo plazo de la literatura; hay que refundir lo evanescente pensando en el futuro. El futuro de la literatura es del largo plazo. Hay posicionamientos políticos en relación a cómo se narra. Que te guarden sin los evangelios no romantiza la violencia. Esa es su política literaria.

Compuesto por una suma de micro escenas. Aparece una tensión constante entre el horror y la belleza del lenguaje. Entre la sofisticación del discurso para el tratamiento de lo cotidiano. Aparece también una oposición entre periodismo y literatura. Su autora toma lo que podría ser una nota perdida en la sección Policiales y escribe un libro. La historia que se narra en Que te guarden sin los evangelios pone en tensión la idea que supone que el propósito de la ley es develar a la opinión pública de los misterios de la ilegalidad en forma de una narración coherente. Nadia Gómez asedia la lógica de la narración en este libro para dar cuenta de los puntos ciegos de la justicia. Así, su escritura no solo reconstruye un crimen, sino también expone las fisuras del relato oficial y las sombras del poder.

11.1.25

Migrante, por Gustavo Calandra

  

Purtroppo, parece una condición casi innegociable que el migrante deba pasar por una primera etapa incómoda, de sufrimiento.

De hecho, he visto que hay una cuenta de Instagram donde una persona comenta y analiza situaciones “incómodas” de los recién llegados a Italia, para luego, resaltar sus partes positivas. En uno de los posteos, alguien sube el volumen de una radio y canta “L´italiano” de Toto Cotugno mientras ordena las cosas de su nueva vida en Firenze.

Yo mismo llegué a sentirlo. Tal vez sea porque Gustavo Calandra nunca tuvo la plena convicción de haber dejado su tierra natal, y habrá quien vea un acto de cobardía en esto de no soltar del todo la mano patria, y puede que tenga razón.

Al desarraigo y la explotación laboral, yo agregaría el factor climático.

Debido al calentamiento global, cada año la zona mediterránea mide índices muy altos de temperatura, convirtiendo al verano en una estación infernal.

En caso de estar dispuesto a transitar esos primeros infortunios, esos primeros traspiés hasta poder pisar fuerte y firme, Gustavo Calandra debería aceptar que cuatro meses al año serán casi de calores extremos y, por lo que se percibe, de aumento progresivo.

Mañana torniamo a Napoli. Pienso si es allí donde debo estar en este presente de mi vida, acompañado de una perra un poco anciana que ya ha acusado el desgaste que genera este ritmo aventurero en el que nos movemos.

¿Cuál es el mejor lugar para estar con Chicha, hoy?

La primera opción a mano es siempre el regreso a “casa”, a Buenos Aires, donde está tu gente.

E mo. Gustavo Calandra tiene la oportunidad de realizar algo diferente.

¿Hasta cuánto estás dispuesto a ceder en ese mercado de trabajo que sería lo que te permite trazar un camino alternativo?

Y nosotros ya estamos en Napoli, Volvemos. El Vesuvio desde la ventanilla del tren. El hall, atestado de turistas en ojotas, de Napoli Centrale. Giles del mundo en chanclas. Infradito, en italiano. Palabra horrenda. Tira la chancleta.  Y pensar que está de moda la chinela con medias, onda recién salido del vestuario del club. Pero ojotas Armani. Arriba el sol que calcina. La playa y el lungomare. Los barrios pintorescos y el buen humor de la gente. Los gritos y las vespas. Fenómeno de gentrificación, le dicen. Los centros históricos de las ciudades recorridos cual parques temáticos por las multitudes que buscan cazar imágenes con sus celulares. Turismo de masas. Para mí un café y una sfogliatella.

Vive una crisis existencial.

Por momentos, quiere volar hacia el fuego, como esas polillas que veíamos, en las fogatas mochileras patagónicas, enloquecerse entre las llamas danzantes hasta quemarse y desaparecer, tirarse de cabeza a la lava del volcán. La imaginación de la destrucción, de la autodestrucción. El imaginario del Tánatos.

Una salida hacia la disolución.

Una salida diferente. La puerta chica que se abre dentro de la puerta gigante de madera, antigua entrada de la servidumbre al palazzo señorial.

Afuera los bares ya están activos. Del interior de algunos, brota la canzonetta. Aún no llegan los muchachos naranjas de la muni a limpiar la resaca de la noche. Fisuras desperdigados, tirados en los pastos. Vidrios rotos. Ojo con las patitas de la gorda.

Se abren paso, a través del calor pegajoso, los turistas y esquivan a los africanos que se desperezan en colchones mugrientos, en Piazza Garibaldi. Uno sacude, estruendosamente, sus zapatillas destrozadas y ríe, con pocos dientes brillantes, a una pareja escandinava que lo gambetea.

Olor a meo, basura, ratas diurnas y atrevidas.

Arenella – via Domenico Fontana, 57

700 euros – 347 434 9768

San Lorenzo- via Luigi Settembrini, 68

400 euros – 329 073 4335

Apunto direcciones, llamo por teléfono, visito conocidos, uso el chat de las aplicaciones.

Un domingo al mezzogiorno, Gustavo se irá hasta San Giovanni a Teduccio, conocido como el bronx napoletano para tantear un posible hogar. Ante los murales hechos por Jordit, es imposible no tomar una foto con ese Diego con líneas rojas en las mejillas. De espaldas, la piazzetta Maradona se yergue orgullosa. Pasa uno en moto, baja y me saluda con apretón cordial de mano y también me aconseja no vivir allí: mucha malavita.

Se vuelve pesadillesca la tarea de encontrar un lugar, nuestro lugar, el oasis en el desierto de cemento.

Las fotos de las publicaciones distan mucho de la realidad o cuestan demasiado o se encuentran en callejones oscuros y de apariencia no muy pacífica. Se evapora en sudor esa fascinación por sitios antiguos y decadentes.

De golpe, viaja con el Google Maps, al Abruzzo. Me aparecen nombres de pueblitos que hasta el día de hoy desconocía: Celano, Ovindoli, Rocca di Mezzo. Sitios cerca de la montaña, a poca distancia de Roma y con un clima más benevolente.

Pero ahí no conocemos a nessuno y como es agosto te castigan con los alquileres.  Parece una tradición el disparo de los precios en ferragosto, ya legitimada por quienes lo sufren.

Nos pasamos a un hotel de oferta donde me abrocharán con el suplemento del cane.

Nos vamos a Universitá, vicino a la estación del metro, Quartiere Porto.

Amaga con regresar.

Le alquila a M. el departamento donde estuvo en mayo. Paga dos semanas solamente ahí, en el Vomero, para ponerse un plazo y decidir.

Gustavo Calandra habla mucho, por teléfono, con sus viejos, con su hermano, con sus amigos.

Están los que opinan que deben regresar, poner fin a esta aventura, cerrarla y cuidarse en la vuelta y quienes alientan para que continue el viaje, traten de acomodarse en Italia, agoten los intentos, Argentina se hunde, el país está mal y mejor es permanecer en cualquier otra parte con Chicha. Ella descansa sobre la cama, pegadita al ventilador.

Perdimos, luego de mucho tiempo, el beneficio del aire acondicionado.

Hace caldo en serio. Cada tanto le paso una toalla húmeda para refrescarle el lomo.

Si nos quedamos, si la hiciera un poco más larga, debería comprar otro ventilador o esos aires acondicionados portátiles, los pingüinos.

Mientras tanto le escribo a F., el contacto más rico que tengo en mi agenda, a ver si me tira una soga:

Ciao F. come stai? Noi siamo a Napoli. Ho dovuto sospendere tutto il giro…

…ho bisogno d´un altro lavoro per restare qui…

…scusa la lunghezza del messaggio…

…ti lascio anche il mio numero…

El lunes temprano en una galería compro un aire acondicionado portátil.

Me afeito un poco. Voy a hablar a un mesón español por lavoro. Noventa mesas. Sirven tapas.

No da tregua la ola de calor.

Tengo miedo por Chicha.

Nos volvemos.

Hablo con mi amigo Robert que, desde Barcelona, me apoya y se quiebra de nostalgia: el regreso de un migrante abre esa pesada puerta que comunica los dos continentes, demostrando que, en realidad esa puerta nunca estuvo cerrada sino es con el fruto de la fuerza y entereza que precisa el desarraigo.

ITAL ARWAYS

INTERCITY

HOTEL RIMINI

No solo hay que saber irse de viaje, sino también cuando regresar.

Si hay algo que me queda claro, es que no hay un lugar que pueda ser más importante que el amor por los seres queridos.

Pongo un tema de Pino Daniele en el celu, le hago una caricia a mi perra y cierro la maleta negra y roja que nos acompaña hace cinco meses. Guardo la imagen del Gauchito Gil, ese muñequito comprado en el santuario de Mercedes, Corrientes que, en cada sitio donde estuvimos, nos cuidó siempre desde la entrada del hogar.  Le pido su protección y salimos.

11.12.24

La fiesta de San Giacomo que no pudimos ver, por Gustavo Calandra

 

 

 

Nos van a echar a cañonazos. Y si afirmo algo tan difícil de creer es porque literalmente tuvimos que dejar Capizzi debido a los disparos de un cañón, al tercer día de habernos instalado en la casa que nos dio Nino, el ragazzo del bar Milenium y que me había prometido, una noche, cuando vino a Sant Agata con su familia a cenar.

 Ya habían comenzado en los primeros días de julio con los cañoncitos y, ahora, que estábamos en la semana de fiesta, cada vez que terminaba una misa especial dada por curas importantes de la zona, hacían temblar el paese con nosotros adentro. Nunca vi desde dónde tiraban ni calculé el calibre de las piezas de artillería. No era muy lejos de donde se realizaba la ceremonia religiosa y tenía participación militar debido a que la Orden de Santiago como cofradía de nobles caballeros había peleado contra los moros en antiguas disputas. Supongo una explanada que daba al vacío de las colinas del emplazamiento. La cosa es que Chicha se cagó toda. Con el primer estruendo quedamos sorprendidos los dos y yo, que ya había leído un folleto en el bodegón donde almorzamos con Daniel ese domingo al mediodía, nuestro primer mediodía, digo que el folleto hablaba de una de las formas de representación militar y el uso de la pólvora cuál droga que se quema, al toque, me avivo y trato de desviar su atención. Pongo la radio en el celular, al palo. Pero es tarde ya: Chicha acaba comprender que eso es una forma de amenaza sonora mucho peor que los fuegos artificiales, parientes lejanos de las armas, que ella conoce. Poco tardé en aceptar que estábamos frente a un problema y que ése era el principio.

 Creí ver la silueta de la parca que acechaba. Los ojos se me llenaron de sombra.

 Hablé con algunas personas, con Nino, su mujer tedesca, el otro pelado de anteojos que está en el bar desde que fui en 2011, y sí, parte de los festejos serán cañonazos y en cantidad progresiva.

 Podrían meterse en el sótano, dice ella, le dice a él pero como para autorizar una propuesta absurda que así y todo, terminaré poniendo en práctica ese mismo día, a las 18, porque estaban anunciados más cañonazos

 El sótano parecía un refugio antibomba de la Segunda Guerra. Paredes de ladrillo ocre y telas de araña prehistóricas. Tenía un baño en cual nos encerramos de humedad, FM Kiss Kiss para animar la velada, y vamos mi gorda que no pasa nada. Y si pasó no escuchamos. ¿Seguro que era a las seis de la tarde?

 Salgo en cuero medio chivado a la puerta. Hay una pibita sentada en su zaguán pétreo, Le consulto acerca de la hora de los cañonazos. Siete y media, se asoma celoso el novio con respuesta cortante.

 Repetimos la escena a la hora señalada y salimos ilesos, creía, de aquella guarida subterránea, en busca de oxígeno. Una vez en el balconcito ya se respiraba bien el fresco del ocaso. Lejos, el bravo Etna se fumaba unas secas de bocanada volcánica.

 Decidí ir a comprar agua mineral, pues apenas me había stockeado. Eran trescientos metros, un mercado de pueblo, con su cartel que anuncia bagatelas en venta. No alcancé a leer la segunda de las ofertas mientras avanzaba a paso decidido, cuando otro cañonazzo  me sacó de órbita. Otra vez hacían fuego.  Estuve a punto de girar, acalorado, sobre mis talones y emprender una vuelta vertiginosa hacia la casa pero recordé que tuve ocho clavos de titanio en la tibia y tobillo derecho: me fui enfriando resignado, a paso largo.

  El saldo: dos sillas volcadas y un pis en la cama de abajo, a partir de ese momento, clausurada para mi estadía. Por suerte en la planta alta hay otra pieza donde durmió Daniel la primera noche.

 Habíamos llegado a la hora de los fideos y hacia allí dirigimos nuestro horizonte. Daba la sensación que solo los girosos quedaban en las mesas de los bares de Capizzi. Nino era uno. Que había tenido que ir al aeropuerto, que el bar no cierra nunca, que me voy a dormir y cuando me levante, veremos el tema de tu casa.

 Ejemplares masculinos bastante rudos, detrás de vasos de cerveza calentita, gruñen saludos. Estaban en mesas de plástico que habían agregado, en la vereda, los muchachos del bar, extendiendo su dominio a la calle de enfrente. Era obvio que el evento místico aumentaba la presencia de los pobladores en las calles, sobre todo, la gente que pertenecía a la congregación de San Giacomo.

 De pronto, dopo pranzo el pueblo había enmudecido. No quedaba nadie afuera. Decidimos dar una vuelta por el Nebrodi y pasar la tarde en Cerami, otra comarca amable, a ocho kilómetros, y con la diferencia, positiva, de poseer una gran plaza con pasto y árboles, sencillo accidente geográfico que Capizzi adolece.

 Ya de noche, los padres de Nino me dan la llave de la casa en Capizzi, a dos cuadras de donde se realiza el milagro, lo que significa derribar la pared prediseñada que el próximo viernes, luego de la procesión, de pasear al santo por todo el pueblo, de tomar aliento, de tomar cerveza, de tomar carrera, de tomar vitaminas, en carrera propulsora, los más fuertes conducirán, en ataque frontal, con las puntas del pabellón como lanzas, abatiendo ese muro de los pecadores.

 Por la mañana, por esas calles cortas que siguen caprichosos rumbos adoquinados, pasa la orquesta alegrando el despertar de los vecinos. Era el inicio de la fiesta de San Giacomo que no pudimos ver.

 Tampoco podré ver al Michael Jackson siciliano que se anuncia con pompas y, menos aún, se me ocurriría presenciar el final de la celebración a todo cohete.

 Seguiré el consejo de mi amigo Robert, desde Barcelona: festejos religiosos habrá muchos; perra, una sola. No debo someterla a mi capricho, la está pasando mal. Otro sitio que deviene hostil para mi Chicha. Tengo los huevos llenos. Si hasta me sugieren estos “parientes” lejanos, dejar a mi perra sola en un campo a varios kilómetros, con una cucha, llevarle comida… E si muore, facciamo un buco e la mettiamo li, di dove è la tua famiglia… Andatealareputísimamadrequeteremilparió. Menos mal, que tengo línea directa con Daniel que puede venir a rescatarnos, atravesar todo el bosque, sortear toda clase de peligros y dejarnos, de vuelta, en la estación de Sant Agata, para enganchar algún tren y desandar el camino de regreso a Napoli. Sentía, en ese instante, el filo de una guadaña que nos perseguía.

 No sé por qué, pero el Intercity, el tren que cruza sobre un ferri, de Sicilia al continente, no estaría funcionando estos días. La viejachotamalaonda de la ventanilla me puede dar del Regionale solo para llegar a Messina y, de allí, tomar el traghetto que cruza el stretto, pero también pone en dudas que me dejen subir con Chicha y vacila en vender el ticket del barquito. Trato de hacerle entender que Chicha sí puede viajar pero ella no lo sabe, nunca lo hizo y por las dudas hasta consulta por teléfono con otra estúpida igual a ella y que tampoco sabe. Véndemelo igual, dale, como te crees que vinimos, pelotuda.

 Cuanto más nos vamos acercando a la península y más nos alejamos del centro de Sicilia, atrás va quedando, también, ese pequeño cortometraje sobre Giacomo, San Giacomo, los Calandra y horas de filmación sin editar que se me presentan inconclusas.

 Cruzamos el Tirreno y ya, pisando tierra firme, intenté un último manotazo de ahogado: sabía que podría contactar a alguna familia de la ‘Ndrangheta en los parajes de Gioia Tauro. Era la posibilidad de reunir fondos para proseguir con mi proyecto cinematográfico.

 No resultará este paraje de Calabria muy amistoso. La hostilidad de algunos de sus habitantes desmiente la apariencia de aldea tranquila: en el primer paseo, cuando bordeábamos el estadio municipal, de una casa rotosa, salió un ser monstruoso, de apariencia rotosa, fofo, con pliegues de grasa asomando por un vestido descolorido, rodeado de niños y niñas desnudos, de edades diferentes, con mugre para repartir. Nunca supe si era la madre, la abuela o un ogro que los tenia cautivos. Me amenazó con envenenar a la perra si llegaba a cagar en su vereda. Le dimos la espalda y la dejamos injuriando o, tal vez, regurgitando alguna alimaña tragada hacía poco, y embroncadísima porque la mandé a limpiar, primero, la basura apestosa de su pueblito. Puzza!

 De golpe lo oía al flaco Skay cantando “La oda a la sin nombre”. Escuché una sirena.

 Del encuentro con los picciotti, descendientes refugiados de Tommasso Buscetta, no diré mucho.

 Seguimos camino pero tuvimos que aguantar dos días más en Scalea por un accidente ferroviario en el sur de la Campania. Los gritos y alborotos de los veraneantes napolitanos nos acercaban ya al mundo partenopeo. El verano no daba tregua. Jornadas agobiantes. Playas privadas vacías y amontonamientos en las públicas los pomeriggios sofocantes.

 Julio sucumbía. Precipitamos el regreso a Napoli como avecillas que vuelven a su nido en busca de cobijo. Un nido con volcán que, en agosto, se vacía de habitantes y se llena de turistas, que transpira en los muros del centro histórico su invasión.

 La literatura me lleva a que esta aventura se trasmute en ideal, que ya no pueda suceder. Fabricar con palabras una trampa para no ser afectados por el tiempo y la muerte.

Escuché un millón de voces en esta tierra. Oí tu silencio al partir. Escuché un susurro que me decía

"Ella baila siempre detrás”.

1.11.24

El resto es odio, por Román Bay

 

Con el mismo tono neutro con el que habla sobre cuatro futbolistas que tienen causas por violencia de género, un periodista habla sobre cómo impacta el RIGI en la provincia del Chaco o la declaración de Patricia Bulrich sobre que “el talco siempre se confunde con cocaína”. Aumenta el desempleo. Cae la actividad económica. Adorni afirma que los sindicalistas no te dejan trabajar. En el fangoso terreno de los índices macroeconómicos abstractos, Adorni dice: “El trabajo de reducción de déficit es relevante, antes había un despilfarro de dinero insólito”. Es el ascenso de la derecha y la utopía de la libertad y la utopía de la igualdad y la utopía de la paz y la utopía de la justicia social y la utopía del desarrollo sostenido en la región más desigual del continente, América Latina. Tengo miedo de América. Basta de utopías. Vivimos en la era del capitalismo planetario. Un nuevo tecnofeudalismo nos rige, aúlla y gime. Una miseria sin precedentes nos persigue. El planeta al borde de la destrucción. Víctimas de una época pervertida en un mundo abominable, inmundo. El mercado no puede garantizar la paz social. El negocio de la guerra no puede garantizar la paz social. El belicismo del idiota de Milei y su amor a los perros no pueden garantizar la paz social. Sus declaraciones estúpidamente coléricas no pueden garantizar la paz social. Factores de poder económico y sectores hegemónicos de los medios de comunicación. El idiota de Alejandro Fantino no puede garantizar la paz social. El idiota de Tata Yofre no puede garantizar la paz social. Los hilos no visibles del poder. Intereses creados. Inserto en una tradición espuria. La ironía sucia del estúpido de Milei. Están vaciando la democracia desde adentro. Lamoine, Caputo, Adorni, no son inocuos. Son el veneno de una casta imperial. El sector privado.

Robespierre, La teoría del gobierno revolucionario: «La teoría del gobierno revolucionario es tan nueva como la revolución que la ha traído. No hay que buscarla en los libros de los escritores políticos, que no han visto en absoluto esta Revolución, ni en las leyes de los tiranos que contentos con abusar de su poder, se ocupan poco de buscar la legitimidad; esta palabra no es para la aristocracia más que un asunto de terror; para los tiranos, un escándalo; para mucha gente un enigma. El principio del gobierno constitucional es conservar la República; la del gobierno revolucionario es fundarla. El gobierno constitucional se ocupa principalmente de la libertad civil; y el gobierno revolucionario de la libertad pública. Bajo el régimen constitucional es suficiente con proteger a los individuos de los abusos del poder público; bajo el régimen revolucionario, el propio poder público está obligado a defenderse contra todas las facciones que le ataquen. El gobierno revolucionario debe a los buenos ciudadanos toda la protección nacional; a los enemigos del pueblo no les debe sino la muerte.»

Distopía y tragedia y preguntas y más distopía y más tragedia y más preguntas. Nostalgia de la vida antes de la era de los celulares “inteligentes” que nos estupidizan. ¿Dónde estamos? Dolarización de la economía. Dólar cara chica, billetes rotos. Los gremios docentes reclaman. Decadencia de los salarios universitarios. Gente desesperada  que está perdiendo el trabajo. Pasividad social. Tremendo descalabro energético. Sin subsidios. Milei, el topo que está destruyendo el Estado desde adentro. Milei el zoofílico. Milei el incestuoso. Las grandes multinacionales se van a llevar las riquezas del país. Es un país enfermo. La gente discute por el fútbol lo que no discute por el robo que se perpetra contra el país. Milei se burla de la pedofilia porque él la conoce desde adentro. Lourdes Arrieta, mierda seca, te odio. El diputado pedófilo de La libertad avanza, Germán Kiczka, representa el código de conducta de tu partido. Tetaz , basura inmunda. Patricia Bullrich, energúmeno aberrante. La cultura es un derecho ganado que tiene que estar al alcance del pueblo. No es un gasto oneroso apoyar el cine argentino, llenar las bibliotecas de libros para las escuelas públicas. El neoliberalismo, como sugiere Wendy Brown en En las ruinas del neoliberalismo. El ascenso de las políticas antidemocráticas en Occidente (2019) se dispone a destruir conceptual, normativa y prácticamente la existencia de la sociedad y la idea de lo social. «El ataque neoliberal a lo social (…) es clave para generar una cultura antidemocrática desde abajo, al mismo tiempo que para construir y legitimar formas antidemocráticas de poder estatal desde arriba». «(…) si el gobierno funcionara como un negocio, especialmente el tipo de negocios de su padre y de su suegro, los ciudadanos-clientes se volverían sus objetos de ganancia, desprotegidos, explotables y manipulables.»

Que el imbécil de Mariano Cúneo Libarona exprese ante la Comisión de Mujeres y Diversidad de la Cámara de Diputados de la Nación, que rechaza la diversidad de identidades sexuales que no se alinean con la biología, a las cuales consideró inventos subjetivos, desconociendo así las vidas reales y concretas de miles de argentinos y argentinas no tiene que asombrarnos. Los dinosaurios están en el poder. La desigualdad es cuestión de género de y de clase. Depende de quién cuente la historia podemos ver qué actores sociales quedan fuera del cuadro. La cultura tiene que ser inclusiva y empática. Otra excusa para la piratería global internacional. El exceso de información finalmente desinforma. El ascenso del individualismo como estructura social. Los legados de la esclavitud, el colonialismo y el patriarcado se actualizan en estas pantomimas neoliberales en su vertiente posmoderna y “libertaria”. Un discurso que reduce la libertad a la censura y la coerción.  Que los esbirros de Patricia Bullrich repriman con palos y gases pimienta a los jubilados, que reclamaban frente al Congreso contra el veto del oscuro presidente Javier Milei a la ley de movilidad es un reflejo cabal de la crueldad de nuestra época. Fuerzas sociales reproducen la superioridad y la hegemonía masculina. El nefasto Adorni expresó: «No hay que tener miedo a a represión, hay que tener miedo a los que incumplen la ley. Todo se hace dentro del protocolo para mantener el orden. ¿Hay que pedirles por favor que se corran de la calle?» Como apunta Wendy Brown: «La libertad sin la sociedad destruye el léxico por el cual la libertad se vuelve democrática, unida a la conciencia social y anidada en la igualdad política. La libertad sin la sociedad es un puro instrumento de poder, desprovisto de las preocupaciones por los otros, el mundo o el futuro».

Wendy Brown: «(…) el ascenso de la razón neoliberal, el ataque a los social (…) ha sido tan relevante como las más conocidas facetas del neoliberalismo (…) a la hora de construir poder corporativo, legitimar la desigualdad y lanzar un nuevo ataque formal contra los integrantes más vulnerables de la sociedad.» Como si esta época, en general cualquier época, no fuera sino un largo recitado de desgracias y tragedias. Sobrellevamos nuestra tristeza a carcajadas histéricas. Entre fantasmas y muertos transcurren nuestros días, acá, en esta oscura región del cono sur.

Medidas intimidatorias. Amenaza verbal de recurrir al uso de la violencia. La nueva derecha de influencers. Inercia popular. Una nueva subjetividad de odio. La ideología de la clase dominante. Milei propone desplegar la figura del odio desde el aparato de Estado. Milei, topo pederasta, representa una cultura de la crueldad. Una parte de la sociedad mira y asiente. Débiles cacerolas se escuchan batir. Tecnofeudalismo. Mecanismos de animalización de sectores populares implícitos en políticas que recortan drásticamente derechos. La plaga de la desocupación. La debacle industrial. Lo que aparece como una amenaza. Grupúsculo de fascistoides.

 

30.10.24

Domenica, por Gustavo Calandra

 

 

Los fines de semana, vienen desde Catania, el marido y los hijos de Anna, cada uno por separado, y el menor de los jóvenes con su novia y, entonces, la planta alta cobra una vida que no suele tener.

Yo estoy sentado abajo escuchando reggae. Trato de adivinar las conversaciones, a momentos, en tonos fuertes y que hasta sugerirían reproches. Imagino las diferentes posturas de las manos. Gli italiani parlano con le dita. En sus diarios de viaje, a Kafka le llama mucho la atención un italiano que no puede contenerse, unas mujeres que también hablan con gestos. Parecen pellizcos al aire, observa. Al igual que ellos, Kafka está turisteando en Gandria, Suiza.

La App del servicio meteorológico ya mide 28. Será una jornada difícil. Cuando el agua pierde sus azules, celestes y turquesas, cuando no pueden distinguirse las islas eolias, Salina, Filicudi, Vulcano, hay que prepararse: un manto de neblina húmeda viene a cagarnos de calor. Así y todo, aguantamos afuera hasta el mediodía, tipo una, porque ya el sol estará sobre nuestras cabezas y ahí regresaremos a la casa. Mientras tanto, Chicha descansa a mis pies sobre las baldosas frías y, cada tanto, se tira a tomar sol en pose de esfinge y me mira sonriente.

La canícula.

También la avenida con sus bares está más animada y emperifollada cuando la bordeamos, ya emprendiendo la vuelta, siguiendo el consejo veterinario de passeggiata corta y bien temprano en verano.

Lo mismo sucede en las casas vecinas. La presencia matutina de los hombres que, a esa hora, suelen estar trabajando, parece aumentar el volumen de las radios. A los niños les despiertan ganas de jugar y salir en familia. Quien no lava el auto, lava la lancha y la prepara para posibles paseos marítimos.

No hay futbol local. Italia fue se fue rápido de la Eurocopa. Hoy abre un museo lliliputiense del Fiat 500, un Fitito cheto: tienen dos autos y un par más de juguete.

Charlas de cocina y de cubiertos barajados. El aroma pomodoro. Parece una publicidad de Molto. No pasa nada. En realidad, no pasa nada. Ni casi nadie. Ni la grabación de la voz que anuncia los trenes en la estación se siente, porque hoy hacen huelga. Se mangia la pasta, se puede escabiar desde temprano: es domenica.

¡Qué tentación esa minibotellita de Campari, bien fría! Dos tragos colorados de esa bebida así, sin ghiaccio, ni la rodaja de naranja.

Importa mucho la composición de la imagen. Me empondero como embajador de una estética viajera. Ni siquiera me atrevo a sacar el mate frío y lavado y el termo de la mesa. Junto al ebook, la compu, los celulares, una libretita y hasta una tuca sostenida por un encendedor con la foto de un cachorrito forman el cuadro en el que estamos inmersos y el que el mundo exterior percibe cuando pasa por acá.

En la semana vivo dentro de una postal muda.

En cuero, barbudo y con un perro termino devenido el jipi que critiqué un par de fechas atrás. Encima revoloteando en fiestas litúrgicas que a casi nadie le interesan excepto los lugareños. Y pensar que cuando rajé de mundo jipi, lo primero que hice en el hostel de Giusseppe fue poner un show de Pappo en el Cosquín, tomar whiscola en la puerta y malinconiarme con el rock nacional.

Buenos Aires te quiero desde lejos, dijo una vez Calamaro.

Tomaré mate, hasta que se acabe el termo. Puedo sentir el sonido de los palitos de la yerba cuando se hidratan con el agua caliente. Puedo contar cualquier boludez total recién empiezo. Sigo usando la misma bombilla de caña. Puedo oír la queja del mate luego de la chupada larga. Casi siempre son dos: una primera, corta que, sobre todo en los primeros mates, sirve como precaución por si está muy caliente el agua. Puedo hablar con un perrito marrón que cuando nos ve por la calle nos sigue y le quiere oler las partes íntimas a Chicha. Medio lanudo, con collar, no debe pesar más de seis o siete kilos. Va y viene por el pueblo. Cruza la avenida varias veces entre los autos como la ranita del Frogger. Chicha le tira buena onda hasta que se le acerca, ahí deja de moverle la cola y le gruñe. Gruñe ahora desde debajo de la mesa del patio porque el perrito lanudo descubrió donde vivimos y viene a recostarse a nuestra puerta de rejas para hacerse el lindo. Mirá que Chicha es una señora grande, hijo de puta. Petizo pijudo, lo lamento pero nunca te dejaré entrar. (Igualmente luego, le daré un buen pedazo de pechito de cerdo, restos de un asado con unos muchachos argentos).

 Si no pongo la radio de Napoli, puedo escuchar los interiores de las casas en el momento del almuerzo. En una, al parecer, debe haber una persona muy mayor que se duerme en la mesa y ronca hasta que lo trasladan a alguna cama en otro cuarto, desde donde continúa roncando. Esto ya lo vi, no me acuerdo dónde, ¿en Feos, sucios y malos?, en otra película, ¿en varias? De ahí mismo, de esa casa estallan pedos. ¿Cuál sería la onomatopeya para una ventosidad aflautada de ese calibre? Prrrrrr, pffft, en español. En inglés podría ser fart, poot, toot.  ¿Y en italiano? Peer. Pedere del latín, ventosear. Peer.

En un principio creía que era el niño que se oye jugar pero parecía que ni estaba. Tampoco nadie se reía. Retumbaron un par de pedos largos y la gente siguió con la comida.

Repica el campanario convidando a la celebración parroquial.

Tiene otra jovialidad la iglesia, cuando toca domenica. Estacionan de cola en la plaza de enfrente. Hay casipegado un bar que pone sillones inmensos y mesitas ratonas para grupos grandes que restan afuera.

Una domenica, en la RAI 3 dan La domenica della buona gente, con Sophia Loren, en blanco y negro. El domingo y el futbol. El clásico Roma- Napoli. El hincha, la novia, la madre, el padre fanático.

Come dentro uno specchio… scorre la domenica, qualsiasi domenica.

También será una domenica al mediodía cuando arranquemos para Capizzi. Sólo iremos Daniel y yo con Chicha. No pudimos juntar cuatro paisanos. Y no faltan en la zona. Llegaron de Argentina, muchos  y muchas en los últimos meses para tramitar la ciudadanía con más celeridad.

Un combo de gestores, abogados, empleados públicos, inmobiliarias que incluye gente de los dos países y que ha visto campo fértil para sembrar su negocio, los convoca con promesas no siempre realizables a término, más bien, resbaladizas por el tobogán del chamuyo. Promesas para ese grupo heterogéneo que busca otra opción de vida en el exterior ante la pesadilla fascista y mediocre argentina.

Exodus.

Hace cien años llegó mi bisabuelo.

Hay una vieja de la muni que parece le pone dedicación y le da prioridad al trabajo con las carpetas para la solicitud del trámite. Para un futuro buscar en este suelo.  A la mayoría mucho no le interesa la tierra de sus nonos. Hay hambre y hay dolor, su alma está marcada por la guerra. Pero cuando hay humedad, la señora sufre de achaques y se queda en la casa. Europa quedó atrás, llegaban a montones a estas tierras.  El Consulado te patea el turno para 2030. Surgen gestores sonrientes en la red. La onda es tomarse el palo cuanto antes.  

Bisabuelo viniste al pedo.

Parecería no ser o querer ser permeables a otra cultura, esta juventud migrante. A lo sumo se llevan la cittadinanza y un catálogo de playas.  Son jóvenes provistos de un coraje y una esperanza colocada más allá del océano.

Sería injusto generalizar, aunque da la sensación que prima el individualismo. No forman comunidad. No pasan más allá de un grupo de WhatsApp.

No es el caso de Daniel. Él vive en Sant’Agata porque su hijo vive y trabaja allí en un restaurante. También juega al futbol, el pibe, en el primer equipo de San Fratello previo paso por el Nicosia y está cerrando su pase para vincularse a Orlandina, la squadra de Capo d’Orlando. Ellos han logrado combinar el futbol de ascenso con el turismo regional: cada partido que su equipo debe jugar de visitante es una ocasión excelente para recorrer paesinos de Sicilia.

Daniel, unos cuantos pirulos más que yo pero con sus músculos de acero cuál titán, nos llevará y luego rescatará de Capizzi cuando sea necesario, convirtiéndose en una especie de héroe del capítulo siguiente.

20.10.24

Escribir para entender, por Matías Raia

 

Presentación de Que te guarden sin los evangelios, de Nadia Gómez (Palabras amarillas, 2024)

Las primeras escenas de este libro son terribles y cinematográficas. Un nene sigue las huellas de una bicicleta, va buscando a alguien junto a unas mujeres; él entra primero a la casa y se queda petrificado, y se caga encima, y la música “dijeron que… estaba al tope para encubrir los gritos”. ¿Qué vio el nene? ¿Por qué lo sacaron luego a rastras porque “eso no se podía ver”? ¿Cómo se describe lo indescriptible o lo que preferiríamos no ver? En la escena siguiente la narración lo pone rápidamente en palabras, “La nena apareció ahorcada en un baño en suite” pero el foco no es, todavía, el crimen sino el espacio, la mansión en medio de la villa, el lugar del crimen y la turbamulta que llega a buscar al culpable. “Querían hacer justicia por mano propia”. La gente, los vecinos (luego sabremos que no son solo la gente, los vecinos, sino también los villeros) entran a la casa donde fue encontrada la nena y rompen, destrozan, roban. Dice la voz que narra el relato que descargaban “no solo el enojo y la impotencia por la suerte de esa nena sino además por su propia suerte”. Hacia el final de esta segunda escena, la violación y muerte de la nena se transmuta en la queja de la dueña de la casa y la reivindicación de la propiedad privada: “Yo me pregunto, nos pregunto, por ejemplo, la vida tiene un valor, pero la propiedad privada no la tiene. Una que pagó el lote, que paga los impuestos es una infeliz”. Y ahí, en esa transmutación, en ese deslizamiento, aparece la pregunta: ¿no estábamos por leer una novela sobre la violación y el asesinato de una nena? Y ahí comienza a entrar el ruido, el barullo.

 

Los hechos, los hechos, los hechos. Sí. Pero sobre todo las voces, las voces, las voces. ¿Cómo se narra el horror? ¿Cómo se narra el horror condensado en un acto? ¿Qué palabras tiene la literatura, la crónica, la poesía para descender a la oscuridad? En estas páginas, Nadia se abisma en un caso de pedofilia y asesinato que ocurrió en la localidad de Junín en el año 2018. Se fascina Nadia, se obsesiona, se interroga: “Fue en ese momento cuando formulé abiertamente la pregunta: ¿Cómo es la cabeza de alguien que viola a una criatura?”. A lo Truman Capote, viaja con su pareja y su hijo a Junín, entrevista a testigos y a personas vinculadas al caso (por ejemplo, a la dueña de la casa, Angélica de Quadrelli; al fiscal de la causa), mira el juicio en vivo y en directo, escudriña en la cara del acusado, Juan Carlos Vicalba. Todo eso si lo tomamos al pie de la letra; si leemos Que te guarden sin los evangelios como un texto periodístico, como una crónica realista. Pero no o no solo eso.

 

El relato que teje Nadia nos lleva hacia otras zonas menos estables, tan inestables como la psiquis de un pedófilo, los límites de una propiedad, la convivencia social, el entorno familiar, la justicia. Tan inestables como la mente y las imágenes y las palabras. En este libro, la reconstrucción del caso y sus alrededores entra en un terreno muy ambiguo donde la realidad y la ficción se confunden porque con el correr de las líneas no sabemos si los hechos perdieron el quicio y se volvieron delirio o si la fantasía se volvió cruda y real.

 

No por nada aparecerán los sueños, que no son informativos ni casuales. “El sueño no fue informativo ni casual. Piñón Fijo se abre el traje de payaso y viola a mi hija. Después se pierde entre la multitud pero sin la peluca roja, ni maquillaje, tiene cara de comisario, tiene cara de boxeador, tiene cara de padre de familia, tiene cara de conserje, tiene cara de diputado, tiene cara de guardavida. ¿Dónde estás, hijo de una camada de yeguas? Gritamos y gritamos pero es uno más entre todos los otros que caminan entre negocios. ¿Es ese que cruza hasta la panadería? ¿Es ese que descubrieron en Tolhuin? ¿Ese que trajo el chofer de la gobernación? ¿Es este de la foto tropical? Ahora estamos en un recital y la gente bebe y canta canciones de Charly. Todo es festejo. En un rincón nos viene a hablar un guante de látex y con una regla escolar mide los centímetros de la dilatación. El guante promete que hará que a la niña le nazcan colmillos en la vulva pero no llegamos a ver cómo hace eso ni si le llegan a nacer”. ¿Quién sueña? ¿Quién elige sus sueños? ¿Qué dicen los sueños sobre la realidad? ¿Aclaran o enturbian, se hacen eco o crean?

 

No por nada, también, las voces que se anunciaban al inicio estallan y abren la narración a la violencia de la palabra, como eco de la violencia de los hechos: “Si las madres dejaran de meter machos extraños en la cama, o pusieran más atención a los hijos que a los machos también se podrían prevenir las violaciones a las criaturas, pero últimamente a las minas les importa más un pene que un hijo, y así pasan las cosas por las putitas de las madres” y “¿Qué puede mover a un hombre a violentar a una criatura que no tiene apariencia sexualizada? En el caso de los violadores, dicen, que el goce está en la posesión y la negativa del otro. Con una criatura siempre es abuso, aunque ella tuviera comportamientos sexualizados… Suponete que la nenita se hiciera la linda y moviera el culo… de todas maneras, hay abuso porque es menor y porque tiene que ver con la capacidad del sujeto” y también “DON ALGUIEN dice: Te conozco mascarita. Andate a dormir que tu pobre cerebro está desorientado. Perpetua y trabajos forzados. Que se queme con una pala al rayo del sol. (…) DON ALGUIEN dice: Sí a la guerra, sí a armarse, sí a no pedirle piedad a un gorrita que venga a manosearte a tu familia. Ama, ama, a matar negro”.

 

El cut up barullero que registra Nadia alrededor de crimen de la nena produce una crisis entre lo real y lo ficcional: la violencia de los hechos se multiplica en la violencia de las palabras que intentan decir, interpretar, sentenciar. Cómo se nombra, con qué palabras se nombra. “Ahí donde hay un vacío y la lengua se traba en lo impensable”. El ruido es infernal y el suelo del sentido se desplaza: ¿dónde estamos parados cuando leemos la ristra de maldiciones, puteadas, conspiraciones y emociones que se generan entre los comentarios del juicio a Vicalba? ¿Qué podríamos concluir sobre la mente de un pedófilo y violador en este coro de voces inestable como un tanque vacío de gasolina? ¿Quién tiró el fósforo primero?

 

Nadia escribe para entender.

 

En ese sentido, Que te guarden sin los evangelios es un libro corajudo. Meterse con un caso de pedofilia; intentar pensar cómo piensa el violador de una niña; enchastrarse en las imágenes horribles y la pornografía más baja, en el discurso social y el barullo de las voces es un aceptar la fascinación y mirar el sol negro de frente (aunque no se pueda apagarlo).

 

En las últimas semanas, con otros lectores y lectoras nos acercamos a leer (porque decir “releer” sería impreciso y mentiroso, se trata de una novela que aún aguarda una lectura) Los reportajes de Félix Chaneton, de Carlos Correas, publicada en 1984. La primera nouvelle, titulada “Rodolfo Carrera: un problema moral”, explicita ese problema en un par de preguntas que acuciaban al personaje de Carrera: “¿Qué hacer en un mundo podrido hasta los huesos? ¿Cómo vivir en él?”. Que te guarden sin los evangelios de Nadia Gómez pudo haber sido escrito bajo las mismas preguntas, “¿Qué hacer en un mundo podrido hasta los huesos? ¿Cómo vivir en él?”. Al cerrar sus páginas, como lector, uno queda parado frente a ese problema moral (probablemente irresoluble, seguramente inevitable) y sin embargo, aceptar las preguntas y narrarlas, reconocer que existen, que están ahí acuciantes, no me parece poca cosa.