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2.5.25

Prosas apátridas, Julio Ramón Ribeyro

 

 

 

46

 

El mundo no está hecho para los niños. Por ello su contacto con él es siempre doloroso, muchas veces catastrófico. Si coge un cuchillo se corta, si sube a una silla se cae, si sale a la calle lo arrolla un automóvil. Es curioso que en tantos miles de años de civilización no se haya hecho prácticamente nada para aliviar o solucionar este conflicto. Se han inventado los juguetes, es cierto, que es un mundo miniaturizado, al uso y medida de los niños. Pero éstos se aburren de sus juguetes y, por imitación, quieren constantemente disponer de las cosas de los adultos. Con qué decisión y espontaneidad se precipitan hacia su adultez, qué obstinación la suya en mimar a sus mayores. y a costa del dolor, aprenden. Su condición para progresar es justamente estar en contacto permanente con el mundo adulto, con lo grande, lo pesado, lo desconocido, lo hiriente. Sería lo ideal, claro, que vivieran en un mundo aparte, acolchado, sin cuchillos que cortan ni puertas que chancan los dedos, entre niños. Pero entonces no evolucionarían. Los niños no aprenden nada de los niños.

 

 

51

 

Lectura del tomo quinto de la Historia de Francia de Michelet. Así como yo olvido los detalles de esto que leo y no guardo más que una impresión general de malestar y de horror, aparte de tres o cuatro anécdotas, el mundo olvida su propia historia, no la interroga y no saca de ella ninguna enseñanza. Diríase que la historia se ha hecho para olvidarse. ¿Qué humano, a no ser un especialista, reflexiona ahora sobre las exacciones que sufrieron los judíos bajo Felipe el Hermoso o sobre la confiscación y destrucción de los templarios? Por ello mismo, en la historia que se escriba en el año tres mil, la segunda guerra mundial que tanto costó a la humanidad ocupará tan sólo un párrafo y la guerra de Vietnam, una nota al fin del volumen que muy pocos se darán el trabajo de leer. La explicación reside en que el hombre no puede al mismo tiempo enterarse de la historia y hacerla, pues la vida se edifica sobre la destrucción de la memoria.

 

 

79

 

El alcohol produce en nuestros sentidos una vibración que nos permite distorsionar nuestra percepción de la realidad y emprender de ella una nueva lectura. Aquello que debía ser recibido como una totalidad llega a nosotros descompuesto y podemos así tomar nota de sus elementos y establecer entre ellos un nuevo orden de prioridades. Al beber cambiamos sencillamente de lente y recibimos del mundo una imagen que tiene en todo caso la ventaja de ser distinta de la natural. En este sentido la embriaguez es un método de conocimiento. La embriaguez moderada, es decir, aquella que nos aleja de nosotros mismos sin abandonarnos, no la borrachera, en la cual nuestra conciencia le dice adiós a nuestro comportamiento.

 

 

89

 

Durante diez años viví emancipado del sentido de la propiedad, de la profesión, de la familia, del domicilio y viajé por el mundo con una maleta llena de libros, una máquina de escribir y un tocadiscos portátil. Pero era vulnerable y cedí a sortilegios tan antiguos como la mujer, el hogar, el trabajo, los bienes. Es así como eché raíces, elegí un lugar, lo ocupé y empecé a poblarlo de objetos y de presencias. Primero alguien a quien querer, luego algo que este ser quisiera, después la utilería del caso: una cama, una silla, un cuadro, un hijo. Pero era sólo el comienzo, pues todos fuimos recolectores, nos volvemos coleccionistas y acabamos siendo un eslabón más en la cadena infinita de los consumidores. De modo que, estando ya usado, gastado para el disfrute, uno se ve circunscrito por las cosas. Libros que no se quiere leer, discos que no se tiene el tiempo de escuchar, cuadros que no apetece mirar, vinos que hace daño beber, cigarros que tenemos prohibido fumar, mujeres a las que se carece de la fuerza de amar, recuerdos sin ánimo de consultar, amigos a quienes no hay nada que preguntar y experiencias que no hay forma de aprovechar. Lo tardío, lo superfluo, lo antiguamente codiciado, se amontona en torno nuestro, se organiza en lo que podría llamarse una casa, pero cuando ya estamos despidiéndonos de todo, pues esta vida acumulativa termina por edificarse en el umbral de nuestra muerte.

 

 

135

 

Los conquistadores de América encontraron lo que buscaban: oro en cantidades nunca vistas, tierras feraces y extensísimas, siervos que trabajaron para ellos durante siglos. Encontraron también muchas cosas que no buscaban y que modificaron el régimen alimenticio de la humanidad: la papa, el maíz, el tomate. Pero de contrabando, los vencidos les pasaron otro producto que fue su venganza: el tabaco. Y los fueron envenenando para el resto de su historia.

 

 

151

 

Bebiendo vino en este soleado pero fresco atardecer estival. Sin ganas ni contento, sólo para neutralizar una nueva onda de melancolía vesperal. Traté de limpiar la alfombra del dormitorio, pero a los diez minutos tiré el arpa, mejor dicho, la escobilla, la lengua afuera y el ánimo por los suelos. Puse mis discos de música barroca, pero ni Teleman, Purcell, Tartini, Marcello, Couperin, me devolvieron el soplo vital. Reproduje una partida de ajedrez Karpov-Kortchnoi, descubriendo imperdonables errores en este último, que naturalmente perdió. Empecé a leer un artículo sobre informática, pero me di cuenta de que no entendía nada y maldije a su autor en lugar de reconocer mi ignorancia. Di un salto a la cocina para ver qué había que hacer por allí y froté con una esponja, desesperadamente, un pedazo de muro sucio, sin resultados apreciables. Tiré la esponja, esta vez sí literalmente. Le di una patada a mi gato y luego su comida, como justa compensación. Releí una carta y me apresté a contestarla, a lo que renuncié, pues no me sentía en forma epistolar. Miré por el balcón y vi en la Place Falguiere al eminente orientalista doctor Fernando Tola, pero evidentemente se trataba de cualquier huevón francés con anteojos y aire intelectual. Finalmente descorché un burdeos y gusté una copa que me supo bien. Me paseé fumando por mi bufete , sin saber qué hacer, me serví otra copa y recalé en mi escritorio para escribir esta página.

 

 

155

 

La biblioteca personal es un anacronismo. Ocupa demasiado lugar en casas cada vez más chicas, es oneroso formarlas, nunca realmente se las aprovecha en proporción a su costo o volumen. Un libro leído, además, ¿no está ya en nuestro espíritu, sin ocupar espacio? ¿Para qué conservarlo, entonces? ¿Y no abundan ahora acaso las bibliotecas públicas, en las que podemos encontrar no sólo lo que queremos, sino más de lo que queremos? La biblioteca personal responde a circunstancias de tiempos idos: cuando se habitaba el castillo o la casa solariega, en los que por estar aislado del mundo era necesario tener el mundo a la mano, encuadernado; cuando los libros eran raros y a menudo únicos y era imperioso poseer el codiciado incunable; cuando las ciencias y las artes evolucionaban con menos prontitud y lo que contenían los libros podía conservarse vigente durante varias generaciones; cuando la familia era más estable y sedentaria y una biblioteca podía transmitirse en la misma morada y habitación y armarios sin peligro de dispersión. Estas circunstancias ya no se dan. Y sin embargo hay locos que quisieran tener todos los libros del mundo. Porque son demasiado perezosos para ir a las bibliotecas públicas; porque se cree que basta mirar el lomo de una colección para pensar que ya se la ha leído; porque uno tiene vocación de sepulturero y le gusta estar rodeado de muertos; porque nos atrae el objeto en sí, al margen de su contenido, olerlo, acariciarlo. Porque uno cree, contra toda evidencia, que el libro es una garantía de inmortalidad y formar una biblioteca es como edificar un panteón en el cual le gustaría tener reservado su nicho.

 

 

 

De: Julio Ramón Ribeyro, Prosas apátridas, Barcelona, Seix Barral, 2007.

 

2.4.25

Un agujero lleno de basura, por Javier Fernández Paupy

 

 

Nunca hablé de eso con nadie

 

Una vez tuve una idea, sí, lo sé, siete libros sobre la mesa. Tuve una vez al sol antes o después del mediodía, una visión clara del presente atrás de las cortinas por donde salían los edificios. Una escalera al medio de la noche sobre los recuerdos que todavía conservo. Una vez, después de tomar mucho vino, sentí que mi conciencia me decía algo. Era un mensaje confuso. Pero en líneas generales me advertía. Era, cuando el alcohol ya había subido a la cabeza, una idea que me hacía tener miedo de mí mismo. Una vez, en el fondo de la risa, vi una lágrima escondida. Era mía. Si alguien te juzga que sea por el eco de tu soledad y por la calidad de tu desesperación. Sí, un rumor esparcido como un gas me hizo pensar en mí.

 

 

Barro

 

Alguien decía, en mi recuerdo, algo concreto. Pero yo no lo entendía y contestaba cualquier cosa. Leí que Macedonio tenía un interés sincero por los demás. Y que todos distinguían eso en él. Las pasiones tristes tampoco eran lo mío. Aunque no me sintiera bien, seguía. La timidez (o la soledad) y la orgía social (o el manoseo), dos fuerzas que nunca estaban separadas. Leí que Felisberto se enmascaraba para no mostrarse. Que no tenía interés en los demás. Y que veía como ajenas a sus propias manos. Quizás yo necesitaba un amigo que nunca tuve. Uno que me ayudara a ser mejor persona. Estaba sobrio y hubiera querido estar borracho. Todo pendía de un hilo metafísico en el que podía ahorcarme o limpiarme los dientes.

 

 

La pantalla del sueño

 

Ya casi los dejo. Pero no para siempre. Necesito estar solo un rato. Pensar sin distraerme. Puedo darles la paz que no tengo. Creo que mi nuca salió del cuerpo y que mi cabeza se separó de los hombros. Tengo que ocuparme de eso. Tengo que dibujar una voz en la pared. Es posible que se parezca a la mía. La vida espera en otra parte. Nunca la voy a encontrar. Todo duerme ahora. Es que alguien me despertó también a mí. ¿Vos dormías? ¿Por qué dormías? ¿A dónde enderezás el camino? Si fuera puro quizás tuviera una visión. Como no soy puro no tengo ninguna visión. No soy un perro patagónico. Tengo emociones. Suena, a lo lejos, el silbato del cielo. Entre las nubes, unos gases tóxicos quieren llegar a la tierra. El túnel del viento atraviesa las fronteras.

 

 

¿Vos también?

 

Sobre el final de esta historia había una habitación llena de extraños. ¿Quién los invitó? Había, casi llegando al mismo final, una lotería al lado de un salón masculino. Noté con horror y pesadumbre que ahora los hombres asistían a barberías para emprolijar barba y peinados. Como alguien que nacía donde no hubiera querido nacer. Había ventanas con rejas sin vidrios. Persianas bajas viendo el sol salir y caer. Y la insipidez de las horas acompañada por una pregunta: ¿Vinimos por algo o solo para irnos? Había una mentira al lado de una promesa. Sí, otra más. Pero nunca una mentira es la última de las mentiras. ¿Y esa familia que yo tanto quise comía esa basura? Las salchichas eran ojos de caballo y grasa de gato triturada, pero el puré era de papa verdadera. Que las cosas funcionaran, eso me llamaba la atención, me resultaba fantástico. Después de eso yo ya no tenía nada más que decir. El crepúsculo de la tarde volvió a infundirme ganas de algo. Todos querían entender sus vidas. ¿Por qué no trataban de entender el canto de los pájaros?

 

Tomado de: Javier Fernández Paupy, Un agujero lleno de basura, Ediciones Del trinche, Rosario, 2020.-

20.9.24

El ritmo de lo que pasa, por Javier Fernández Paupy

 

[Sobre: Jack Kerouac en el bosque de Arden, Hugo Savino, Madrid, Arena Libros, 2023.]

 

Tramado entre citas y con la libertad inaudita que caracteriza cada uno de sus libros, Hugo Savino vivisecciona la obra de Kerouac según sus propios parámetros y lecturas, sin nada de jerga escolástica ni endogamia académica o karaoke sociologizante. En Jack Kerouac en el bosque de Arden Savino aclara: «No hago biografía de Kerouac. No se trata de su vida. Son sus libros leídos en el sugerir y no en el nombrar. Leo la escritura de su vida. No describo nada, no narro nada. (…) Solo mis impresiones. Mis puntos de vista. Responder Jack Kerouac. No me interesa la hagiografía beat. Y menos que menos la contracultura. Ese invento burgués para ser eterna y publicitariamente joven».)

Tomo esta idea de Savino: «¿Y si una crónica sobre un libro solo estuviera hecha de citas? ¿Y si uno se atreviera definitivamente a soltar el saber chamuyo y solo anotara?»

Hay algo en el gesto provocador de Savino que interpela, arenga, discute, ridiculiza, agravia, se planta delante del muro del saber institucional y a la sombra de ese paredón vitupera. Savino inventa un lugar único de marginalidad para escribir, como en los bordes de toda tradición o como fundador de una nueva tradición crítica por demás leída pero sin ninguna gola académica.

Hugo Savino arma una trama de filiaciones. Kerouac con Thoreau, con Robert Burton, con Arno Schmidt, con Meschonnic, con Néstor Sánchez, con Baudelaire, con Balzac, con Proust, con Joyce, con Ricardo Zelarayán, con John Cassavetes, con Victor Hugo, con Shakespeare, con Céline, con Carlo Emilio Gadda, con Horacio Salgán, con Willem de Kooning, con Cézanne, con Pascal, con Thelonius Monk, con Macedonio Fernández, con Simon Leys, con Paul Claudel, con Nadezdha Mandelstam, con Rembrandt, con Bernard Hoepffner, con Marina Tsviteàieva, con Scott Fitzgerald, con Kafka, con Malcolm Lowry, con Alfred Jarry, con Lorenzo García Vega, con Louis Chevalier, con Jack London, con Yeats.

Savino insiste en sacar a Kerouac de los clichés y del estereotipo del escritor beatnik, mochilero y trasnochado.

Savino: «Maldita lectura. No es bueno leer. Es mejor una siesta de filosofía, ahí siempre hay momentos tranquilos asegurados».

Keroauc, según Savino: «Desobedecía con cada libro y aceptaba el desorden de su épica»

«Jack Kerouac escribía en el desierto y su enemigo era “la ética burguesa de los editores de su época”. Más la de sus amigos que trataban de encarrilarlo: Ginsberg intenta “reorientarlo hacia una novela de trama más convencional» (Nicosia) Jack Kerouac estaba “harto, enfermo, de la oración inglesa convencional” pero los editores, no. Pedían más de lo mismo. Nada cambió. Los editores siguen ahí, pidiendo oraciones convencionales, sujeto verbo predicado, con soporte de tramas legibles»

Savino sugiere que las historias no lineales que libro a libro va engarzando Kerouac en su proyecto de obra están más cerca del poema que de la trama realista convencional. Apunta Savino: «Escribir mal o escribir sintaxis enredada son algunos de los reproches dirigidos a Jack Kerouac. Es el reproche del decoro literario a la invención» Según Savino: «Hay que leer “Shakespeare y el outsider”. Así no siguen con el Kerouac beat. O a contracultura. O el Kerouac a madre. Eso se lo pueden dejar a sus envidiosos amigos. Que tocaron solo lo que conocían. Y de paso, Kerouac nunca separó prosa de poesía. (…) La única banda que Kerouac acepta es la del café, el vagabundeo, la conversación y la errancia».

Hugo Savino las llama impregnaciones. Anota: «Joyce no como influencia, no, como impregnación. Céline como impregnación»

Savino aclara: «Toda la vida de Jack Kerouac está en sus libros, que no son ficción, ni autobiografía, son una escritura de la vida. Epifanías, escenas del sentido de su vida» (87:2023). Biografía y época. «“Todos mis libros son 100% historias verdaderas solo que con los nombres cambiados” (Jack Kerouac, carta a Bernice Lemire, una estudiante de Boston College, originaria de Lowell, 15 de julio de 1961)»

La síntesis de Savino sobre Kerouac: «Toda su vida se transforma en una epopeya que pasa por su voz, por su manera de decir» Como si Hugo Savino hablara de su propia época al evocar los tiempos en los que Kerouac bregó por su obra: «El mundo incestuoso de la literatura, con sus cretinadas, y agachadas, sus chupaculos, sus pequeños poderes, y los menesterosos de alguna fama que buscan unas líneas en suplementos irá apareciendo de a poco» Anota Savino: «¿Cuándo se entenderá que los únicos contemporáneos de un escritor son los libros que lee?»

¿Y si una crónica sobre un libro solo estuviera hecha de citas?

«Jack Keruac es el cronista de su vida. Su Leyenda insiste en no dejársela contar a nadie. En no dejarse robar la voz»

«Un Diario se escribe para ir situándose, para saber de lo político y de la política. Y de los pequeños poderes institucionales que defienden el mantenimiento del orden. Para defender lo que uno escribe de la rapiña filosófica.»

«Sí, un cierto desorden se impone en lo que se cuenta, de lo contrario todo queda ceñido a decir las palabras del amor. Kerouac detectó la novela tallerística en 1949. Estaba situado.»

«Siempre habrá un académico que querrá denigrar a Kerouac. Eso tampoco tiene arreglo. Para bien de Kerouac»

Sobre lo que Savino llama «la chifladura megalómana del escritor» y de la que él queda indemne, santificado en su forma acéfala de leer, letrado por fuera de todo rictus académico acartonado, sanchístico, desfachatado, moderno, cada texto de Savino es una lección aún en el gesto de su autor que pareciera querer desmarcarse de toda generación, de todo nicho. Hay una hostilidad y un resentimiento finamente trabajado en Hugo Savino. Inimitable. Su manera de leer y escribir sus lecturas.

En Hugo Savino se actualiza esta idea de Roberto Arlt: «Si usted se dedica a la literatura y lee mucho, en cuanto toma un libro y lee dos renglones se encuentra inmediatamente en situación de decir: Este libro es una porquería, o este libro es bueno. Y no se equivoca nunca.» (El Mundo, 12 de diciembre de 1929)

Savino anota: «Kerouac escribe. Parece algo obvio, pero no lo es tanto. Casi ningún escritor escribe. Cosen tramas dedicadas a representar».

Savino muestra al Kerouac retratista, autorretratista, cuadernista, egotista, al escritor de visiones, de epifanías, de esbozos, de écfrasis. «Kerouac es un Rembrandt con cuaderno de notas. Camina y retrata. Retrata patios traseros silenciosos, edificios de ladrillos rojos, a un hombre que lee el diario, a una vieja en el metro, a otras dos viejitas con cara de perdidas en Nueva York, los baños del metro aéreo, el caminar de los transeúntes, un edificio que le evoca la eternidad, a W.C. Fields, se hace un autorretrato pensando en Cody, pinta a una mujer que tiene la ropa, en un rincón del cuaderno anota la «irritación soñadora» de ella mientras cuelga las sábanas y a su marido que llega de esa injusticia llamada trabajo. Kerouac no hace alegatos realistas, escribe no-ficción, en Visiones de Cody hace poema en prosa»

Hugo Savino muestra el gesto anacrónico de escribir sobre Jack Kerouac cuando nadie parece tenerlo en la agenda cultural.

«Kerouac estuvo ahí, es el cronista de lo que vivió. Estuvo ahí y sucedió eso que vio. Lo que fue seguirá siendo. Hace dedo en 1960 y ve los coches con la familia, los trajes colgados en perchas en la parte trasera y descubre la mutación a consumo inevitable, y la desaparición del vagabundo solitario». Hugo Savino arma una trama que cruza a Kerouac con su propia biografía. Paralelismos en las ensoñaciones. Así, Keroauc ve pasar a Miles Davis y Savino evoca una visión personal, cuando vio pasar a Aníbal Troilo caminando por la calle Talcahuano.

En el generoso Jack Kerouac en el bosque de Arden sobresale un elogio a las libretas de apuntes, una defensa de la libertad de escritura por fuera de las censuras y del control de la orgía social del mefítico ambiente literario.

 

29.11.23

Robert Walser – Concierto

 

El concierto me encantó. Escuché con elegancia por encima de la música, valga la expresión. El director me emocionó. Por otra parte, tengan en cuenta las razones que me asisten para considerarme un hombre culto. ¿Acaso hay que abismarse a todo trance en las creaciones artísticas? En ocasiones parece aconsejable, pero no siempre es imprescindible. Yo dejaba fríamente que me resbalase lo que pretendía cautivarme. Para resarcirme de la falta de emoción, inicié conversaciones mudas con mis vecinas, ocupación a la que supe imprimir un sentido más profundo. Aquí rozaba con delicadeza una mano, allí hacía que unos ojos refulgieran porque los miraba con calor. ¿Era difícil relacionarse con una pierna? Semejantes conexiones son siempre inequívocas y por ende se comprenden en un santiamén. Es imposible no apreciar la ternura formulada con sentido común y expuesta con cierta elegancia. Mi pie halló ocasión de apelar a un piececito que parecía sentir inclinación por el lenguaje que hablaba. Por consiguiente, yo estaba abrumado de trabajo en todos los sentidos, si se me permite la expresión. ¿No es el arte el criado de la vida, a la que debe animar y hacer feliz? Por tanto, cuando se extinguió la última nota y la gente se levantó, también yo abandoné la sala de conciertos en un estado de ánimo inmejorable. Bajé por la escalera como alguien que acaba de cumplir con su deber. En el guardarropa ayudé a unas damas a ponerse el abrigo, como es obligado, atención que encantó a las interesadas. Considero la galantería uno de los más grandes placeres. Por consiguiente, digo con razón que el concierto me satisfizo.

 

                                                                                                                (1925)

 

De: Lo mejor que sé decir sobre la música, traducción del alemán de Rosa Pilar Blanco, Ediciones Siruela, 2019.-

7.1.23

La enfermedad de escribir, por Charles Bukowski

 


Charles Bukowski a John Fante:


     (2 de diciembre de 1979)

 

Me gustó oír el final de tu novela por teléfono; como siempre, material de primera. Me levantó la moral saber que sigues escribiendo igual de bien que siempre. Fuiste mi principal fuente de energía y después de tantos años vuelves a serlo.

Estoy atravesando un período de sequía, cosa rara en mí. No digo que todo lo que he escrito sea excepcional, sino que nunca he dejado de hacerlo, salvo últimamente. Bueno, la otra noche escribí varios poemas, pero no es lo mismo. Le he hablado mal a Linda e incluso le di una patada al gato. Detesto comportarme como un divo, pero si no escribo me pongo enfermo, dejo de reír y de escuchar música clásica en la radio y cuando me miro en el espejo veo a un hombre mezquino, de ojos pequeños y rostro amarillento... Demacrado, inútil, como un higo seco. Cuando se deja de escribir, ¿qué nos queda? La rutina. Movimientos mecánicos. Pensamientos huecos. No soporto la monotonía.

Escuchar a Joyce leyendo el final de la novela, escuchar la llama de la pasión y el valor de Fante me ha sacado del letargo. La botella de vino está abierta y la radio encendida y voy a poner papel en la máquina de escribir y, gracias a ti, las palabras llegarán de nuevo. Llegarán gracias a Céline y Dos y Hamsun, pero sobre todo gracias a ti. No sé de dónde has sacado el talento, pero los dioses te dieron de sobra. Para mí has sido, y eres, más importante que cualquier otro hombre vivo o muerto. Tenía que decírtelo. Ahora vuelvo a sonreír un poco. Gracias, Arturo (Bandini).

 

 

A John Fante:

 

     (31 enero de 1979)

  

Gracias por la excelente carta. Recibir una carta tuya me produce un sentimiento de lo más extraño. Han pasado décadas desde que leyera por primera vez Pregúntale al polvo. Martin me envió fotocopias de la novela, he empezado a leerla de nuevo y es tan buena como la recordaba. Es mi novela favorita junto con Crimen y castigo, de Dos,y Viaje..., de Céline. Perdona que no te contestara antes pero ando metido en muchas cosas: un guión, la corrección de un guión ajeno, un relato, y también bebo, apuesto a los caballos y me peleo con mi novia y voy a ver a mi hija, luego me siento mal y luego bien, y todo lo demás. Perdí tu carta, y mira que estaba orgulloso de ella, y anoche la encontré, había estado usando el sobre para anotar sugerencias para la corrección del guión (una adaptación de mi primera novela Cartero). Aquí llueve y te escribo a toda prisa porque quiero ir al banco para cobrar un cheque para ir al hipódromo mañana.

Tus libros me ayudaron, me hicieron sentir que es posible escribir y dejar que las emociones salgan a flote. Nadie lo ha hecho tan bien como tú. Voy a leer el libro poco a poco para saborearlo, y espero escribir un prólogo que esté a la altura. (H.L) Mencken tenía buen ojo, entre otras cosas, y creo que ya era hora que un talento como el tuyo reapareciese, y aunque Black Sparrow no es una editorial neoyorquina tiene prestigio y empuje y es posible que sus libros perduren más y que no solo los lea el gran público, que se traga todo lo que le eche Nueva York.

Me alegra saber de ti, Fante, sin duda alguna eres el número uno. En cuanto acabe el libro, escribiré el prólogo y te lo enviaré para ver qué te parece. Mis mejores deseos para tu mujer e hijo. Hoy llueve y mañana la pista estará embarrada pero pensaré en ti y en la suerte que tengo de poder contar al mundo por qué Pregúntale al polvo es tan buena. Gracias, sí, sí, sí...

 



Tomado de: La enfermedad de escribir, Anagrama, Barcelona, 2021.
Edición y traducción: Abel Debritto
Título de la edición original: On Writing, Eco, Nueva York, 2015.


12.2.21

La canción del amor, por Celeste Diéguez

 

 

Mi madre arrulla a mi gata convaleciente

ellas cantan la canción del amor,

Lelé se estira y le muestra el cuello

para que la rasque

así le responde la canción del amor,

dos hermanos pelean a gritos por una Pepsi

ellos cantan la canción del amor,

trato de hacer reír a mi tía por  teléfono

le estoy cantando la canción del amor,

lloro y quiero romper todo ante la obediencia

de las fuerzas armadas

esa es mi idea de la canción del amor,

el abuelo arrastró su silla

al lado de la cama de la abuela

ese es el hit de la canción del amor,

mi amiga me manda emoticones

para sentirnos cerca

ella le pone onda a la canción del amor,

felicito a todxs mis conocidxs por sus logros

alguien me enseñó de grande la canción del amor,

un niño en el tren pinta su mandala

con un lápiz marrón

él quiere acceder a la canción del amor,

me esfuerzo y explico lo que me da miedo

estoy intentando la canción del amor,

lleno la cubetera para tener mucho hielo esta noche

estoy invocando la canción del amor,

el corazón de mi padre me llamó y escuché

sus ojos cantaban la canción del amor,

hay conflictos que vienen a acomodar las cosas

eso dice la letra de la canción del amor.

 

 

Tomado de: Celeste Diéguez, La canción del amor, Tammy Metzler, 2020. 

12.11.20

Ese maldito canario, por Ricardo Zelarayán

 



La cosa criolla

 

5 TRABAJO

“¡Pero señor! ¿Para qué voy a trabajar si soy pobre?”

 

30 AL SOL

–¿Qué dice el hombre? ¿Qué anda haciendo?

–Estoy haciendo sombra.

 

53 FORD

“Juancito el Escobero

se compró un auto Ford

Le faltaban las cuatro ruedas

Los asintos y el motor”.

 

60 NADA

“Señor, si usted no tiene nada que hacer, no lo haga aquí”.

 

74 ENIGMA

–Borges, lo primero que le voy a decir es que usted no existiría si Urquiza no hubiera sido asesinado. ¡Usted es Borges de pura chiripa!

–Ajá… ¿De qué provincia es usted?

–Soy entrerriano de Paraná.

–¡Ah!... Mi padre también era de Paraná.

 

 

[Los orígenes de Borges]

 

   Sabido es que el azar dispone en gran medida de nuestros orígenes. Así, Borges no hubiera existido, por falta de antecesores, de no haber mediado un hecho trágico; el asesinato de Urquiza, y su consecuencia inmediata: la revolución encabezada por Ricardo López Jordán al producirse la acefalía del gobierno de Entre Ríos.
   El controvertido coronel, hombre de entera confianza del general, a pesar de las claudicaciones de este último, sobre todo después de Pavón, una batalla que Urquiza tenía ganada de antemano –si lo sabría López Jordán, jefe del estado mayor. “Tenemos que retirarnos”, le ordenó Urquiza sin embargo. El triunfo había sido negociado con Mitre, es lo más probable. Era un renunciamiento en favor de la pacificación del país y una traición para otros. Pero sin entrar en detalles polémicos, al proclamar la Legislatura entrerriana a López Jordán como gobernador y al hacer pública su decisión de asumir el gobierno, Sarmiento, acérrimo enemigo de Urquiza, ordena la intervención armada a la provincia sublevada otra vez contra el centralismo porteño.
   Fuerzas nacionales al mando de Emilio Mitre desembarcan por el sur, el general Conesa aparece en Paraná y Gelly y Obes avanza por el norte desde Goya. López Jordán vuelve a la táctica de las montoneras. Domina cuatro o cinco departamentos entrerrianos. Su fuerte son las apariciones súbitas y los ataques sorpresivos. El primer enfrentamiento se produce en 1870 en El Sauce, departamento Nogoyá, donde es rechazado por las fuerzas de Conesa, en las que combate el coronel Francisco Borges, que meses después sería designado jefe militar de Paraná. Precisamente en esa ciudad se celebra un baile para festejar la llegada de refuerzos para terminar con la rebelión jordanista. Pero ya Fanny Haslam ha visto pasar desde el balcón de su casa al coronel Borges. “A mí nunca me gustaron los petisos, pero cuando lo vi a Pancho por primera vez pensé que me hubiera ido con él incluso sin casarnos”, le habría confesado a su nieto Jorge Luis, según recordó años atrás este último al autor de estas líneas.

 

Tomado de: Ricardo Zelarayán, Ese maldito canario. Compilación y prólogo de Osvaldo Aguirre, Mansalva, 2020

8.11.20

Kafka y su padre, por Carlos Correas



Valga para el caso la siguiente anécdota. Una tarde, no hace mucho, yo caminaba junto a un paredón del cementerio de la Recoleta. Delante de mí, a unos metros, iba una pareja, un matrimonio, probablemente. La mujer llevaba de la mano a una niñita de unos cuatro o cinco años, quizás su hija; estaba absorbida en la conversación con el hombre y desatendía a la pequeña; ésta, de pronto, se inclinó y, sin dejar de trotar a la par de su madre, agarró una ramita de un montón próximo al cordón (los árboles habían sido recién podados). Los tres seguían su marcha, y la pequeña empuñaba la ramita y la azotaba como si empuñara el aire. La madre todavía no lo había advertido, hasta que repentinamente la vio. Medio se detuvo, se cernió sobre la chica y exclamó con voz aguda: “¿De dónde sacaste ese palo?” El acento se empinaba aún más en el “dón…”, en el “…cas…” y en el “pa…”, y el tono era de estupor escandalizado, desconcierto, extrañeza. Una madre demasiado nerviosa, tensa, se dirá. De acuerdo. Pero me interesa el contenido de esa frase. Además de la transformación de la ramita en palo, y a pesar de toda la trivialidad que se tienda a ver en el episodio, hay ahí la significación de lo que se podría llamar una pedagogía para la monstruosidad. ¿Se ha comprendido? Así –aunque no solamente así– se crían monstruos, a saber, hijos minados por la conciencia imbuida de ser anómalos, o ajenos, o raros, o malsanos. En consecuencia, hijos en quienes la humanidad resulta mutilada. No “Dejá ese palo”, o “Con ese palo te podés lastimar”, etc., sino “¿De dónde sacaste ese palo?”, es decir: “¿Qué es eso? ¿Qué llevo yo a mi lado? ¿Qué extraño ser es éste que saca palos de la nada? ¿Qué clase de demonios lo poseen que le ponen palos en la mano para dañar y hacer el mal y…?



Fragmento tomado de: Carlos Correas, Kafka y su padre (Leviatán, 1983)


2.11.20

Lo real, por Celeste Diéguez

 

 

 

 

9

 

Cuando viva al fin mi vida

esa vida que

por distintas causas

no he comenzado a vivir aún

Qué haré?

Una existencia activa de milagros concretos

tendré una profesión rentable

debo ganar buen dinero

me casaré joven

antes de los treinta

con un gran chico

clase media como yo

de valores sólidos y sexo pasable

los domingos serán con su familia o la mía

y luego llegarán uno tras otro los niños

me iré poniendo gruesa

trabajaré lo justo para jubilarme bien

y una vez por año

es la segunda quincena de enero

nos iremos a alguna playa ruidosa y concurrida

me haré amiga de mis vecinas de carpa

señoras como yo

a las que veré año tras año

hablaremos incansables de nuestros hijos

de lo que comeremos al almuerzo o por la noche

envidiaremos los cuerpos de las paseantes

volveremos a la casa alquilada

los chicos se prepararán para salir

escondiendo las drogas de nuestra miopía

cenaremos en silencio

tomando mucho vino

blanco tomaré en esa vida

y el tedio se escurrirá en la sobremesa

como un sirviente huidizo;

nos iremos a la cama

dos cucharas que ya

no revuelven nada.

 

Un día me despertaré

con 65 años y várices

la cara salpicada

por el exceso de sol sin protección

mi marido tendrá un pre infarto o dos

por la malasangre y los cigarrillos

todavía me quedarán años para leer y viajar

jugar a la canasta, hacer un curso

abogar por alguna causa

jugar con mis perros, cenar con amigos

o ir a molestar

a lo de mi nuera.

 

 

 

11

 

Nos preguntamos esa vez

acerca de la distancia justa a mantener

con las otras personas

que suben la escalera mecánica del subte:

un escalón –dije

tanto? –dijiste

depende, podés ser invasivo si estás demasiado cerca

te empujan si dejás mucho blanco.

 

Te pusiste contento porque nos deteníamos

a pensar en esas cosas

pero te dije

que no me gustan las coincidencias

me ponen nerviosa

es como estar demasiado cerca;

todo lo que aprende a moverse

lo primero que hace es alejarse.

 

 

 

12

 

Un útero un hombre una hamaca una habitación propia un baño privado una butaca en el medio ni muy arriba ni muy abajo un asiento individual junto a la ventanilla un juego de cubiertos una celda de máxima seguridad una jeringa recién abierta delante de mí la yerba nueva para empezar a cebar un novio de otra un cepillo de dientes exclusivo para mi boca un jesús personal un cajón donde nada más entre mi cuerpo un número de pin único e intransferible una clave para el face una clave para hotmail una clave para gmail la clave linkedín un solo donante anónimo un preservativo que será usado por primera y última vez una tarjeta sube sacada con mi número de dni un cenicero limpio un solo corazón para toda la vida un lóbulo frontal una bolsa de dormir roja un tórax un número de calzado invariable una lengua en común.

 

 

 

15

 

Un cuerpo que se desmantela

Cree en su posibilidad de estar en todas partes.

 

 

 

16

 

Y cuando aquella terminación de la calle bahía blanca

cruzada por sunchales

ahí donde como un pequeño huevo

fui puesta

pequeña y hippie

pequeña y sombría

doble nudo cadena sobre la lengua materna

sobre la lengua paterna

una gramínea de adn

un melilotus apenas

¡silvestre!

una semilla partida

fuera de surco desacopiada

cada uno en lo suyo y en lo suyo ausente.

 

Que como un tobogán por mi lengua se deslice

la paterna y yo sienta

en el pecho de embrión apenas el empuje

maniobras de vuelo que debiera

en esa casa de pilares

verdes y blancos con matas floridas

de retamas, mburucuyá y un aromo

que en ese patio donde descalza

vi sapos, ranas y culebras

nacer, morir a mis perros

y me clavé el freno de la bici

en esa casa en que sigo

siendo de algún modo huevo

rosado entre ustedes

una balsa de juncos flotando

hacia la vida tuya mía

hasta la muerte tuya mía

un huevo rosa adherido a un junco

huevo de caracol que también es boya

surco en el agua dejado por la tanza.

 

Para que desde todos los lugares donde

este huevo ha sido empujado a rodar, ruede

para admitir

que estar en casa

era esa casa de la encrucijada

de la calle bahía blanca cortada por sunchales

pueblo perdido en lo rural de la provincia

pueblo periférico la casa de mi padre

periférico el barrio de mi madre

de pie y de espaldas frente al viento en la laguna

de pie y de espaldas frente a los árboles que volaban

y yo mirando desde abajo y desde atrás

lo que debe entonces una mujer

cuidando el huevo lo que nace

lo que necesita de sombra para crecer

y en a sombra de quien se quedó

en la casa hecha cruz par ella

cruz para mí

la casa que hacía cruz dos calles

que terminaban en el agua

la casa donde fui huevo y me rompí;

espejo en los ojos de quien quería escapar y debía

por su condición, quedarse.

 

 

 

17

 

Si pudiéramos viajar hacia atrás

américa, áfrica, dicen

eran una sola cosa.

 

 

 

19

 

El cuarto propio pero abarrotado de ajenidad una boca que habla en otra lengua que se habla a sí misma una boca que le habla a otra boca una lengua que se habla a sí misma una boca que le habla a otra boca una lengua que consiguió otros bienes va atrayendo la desgracia la peste la corrupción y si eso que se llama el otro fuera sólo un cuadro con lo que hay que aprender una sosa raya de karma que si no quedó claro ahí vamos que si vas por ahí de nuevo ya sabés que después viene eso?

 

 

 

                                             Tomado de: Celeste Diéguez, Lo real, Buenos Aires, Caleta Olivia, 2018.