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7.4.19

27 Pulqui: diseño editorial cooperativo, nacional y soberano, por Emilio Jurado Naón





Lanzar una editorial de poesía desde una cooperativa gráfica suena a proyecto delirante. Así apareció 27 Pulqui, sello creado por Matilde Oliveros, Leandro Selén y Fabián Rodríguez en 2014, desde la Fundación Gráfica Campichuelo. Delirante y ambicioso, dos cualidades que los llevaron a adoptar el nombre del primer avión a reacción nacional, creado por Perón en 1947. También comparten con el primer Pulqui la ética de trabajo con recursos propios y en pos de la soberanía nacional. Desde el uso de materiales locales y fuerza trabajo cooperativa hasta la difusión de poetas de todo el territorio argentino, 27 Pulqui Ediciones levanta vuelo con una imagen propia, original y de fuerte apuesta al diseño.

“No es fácil distinguirse entre tantas editoriales de poesía que hay en Argentina”, pone de manifiesto Matilde, la diseñadora del sello, dando cuenta de la amplia y variada flora de pequeñas editoriales de poesía que despuntaron con el fenómeno editorial surgido en los noventa que se revitaliza año a año. “Son muchos los poetas y muchas las editoriales que publican poesía. Si a esto le sumamos el hecho de que es fácil subir los textos a Internet, que se destaquen la editorial y cada uno de sus libros se vuelve una empresa difícil. Es por eso que decidimos darle una vuelta de tuerca al diseño desde la dimensión material. Nos interesa despertar la curiosidad de los lectores; que la persona que entra a una librería y lo ve piense 'quiero tener este libro en mi casa'”. Es así que la editorial piensa desde cero (o, más bien, desde el texto) las dimensiones, tipografía, materiales de cubierta y técnica de encuadernación para cada nuevo libro.

A la hora de cranear el diseño, muchas veces la dimensión social se hace presente; este fue el caso de la antología de poesía El fin de la afirmación (co-editada junto a la editorial VOX), que salió con una camiseta de la selección alemana de fútbol como cubierta. “La oportunidad de hacer un diseño original y llamativo con la camiseta alemana nos permitió también trabajar en conjunto con el Taller de Oficios de la Salada, en un momento en que estaba siendo desprestigiado por los medios y la opinión pública”, recuerda Matilde. “Se extendía el preconcepto de que la Salada era una feria ilegal en donde se vendía cosas robadas, pero la verdad es que hay muchas organizaciones de trabajadores excluidos y talleres de oficio que no se conocen. La cubierta en forma de camiseta, así como la cartera escocesa que cubre Piazza Navona de Mario Arteca, son maneras de hacer visibles, en el diseño material, estos proyectos sociales y laborales junto a los que siempre buscamos trabajar”.

El origen de los diseños es diverso, pero en general surge de una lectura particular de Matilde y Leandro: ideas, imágenes y texturas que les despiertan los poemas que deciden publicar. “Para El brillo de tus brackets queríamos hacer algo pop, siguiendo la línea de los poemas de Facu Soto”, cuenta Matilde, “buscábamos algo que tuviera la presencia de la lata Campbell's de Andy Warhol pero que fuera factible de producir en la imprenta, así que se nos ocurrió la caja de hamburguesas como 'envase' para el libro. Otras veces, la innovación es directamente sobre el material que usamos de portada, como en La Kelpertina, donde por sugerencia del autor, Tomás Bartoletti, usamos la tela verde típica del antiguo DNI”. Lo icónico de la tapa entra en juego con la trama del libro, que explora y  reformula algunos aspectos de la identidad actual (y futura) de Argentina.

La perspectiva con que se piensa el diseño evita un subrayado de sentido sobre los “temas” del texto; más bien se busca un juego y ampliación de significados que parte de la lectura personal de los editores y con el que los lectores pueden dialogar conjugando, en un mismo objeto, poemas y diseño. “Pasta base de José M. Abram Luján fue el primer título que publicamos”, recuerda Leandro, “en ese libro, los poemas giran en torno a los trabajadores de la caña de azúcar de Tucumán en los setenta, hay una búsqueda en el lenguaje de esa época, de esa rama de producción. Pero nosotros, después de leer el libro, decidimos agregarle un sobrecito de azúcar Ledesma, que viene con cada ejemplar, para apuntar a la complicidad que tuvo cierta parte de la sociedad civil y empresaria con la última dictadura. Es algo que no está en el libro necesariamente –no está explícito, digamos–, pero que se formuló en nosotros al leerlo”. Entre los poemas y el diseño editorial, están los lectores; y esa conversación de a tres no siempre da el mismo resultado (la asociación entre el sobre de azúcar y el título “pasta base” ha llevado a conclusiones inesperadas como la de una lectora que dedujo: “Claro, ¡porque el azúcar es adictiva como una droga!”). Cada edición de 27 Pulqui genera preguntas –síntoma de curiosidad–, y lo que aparece como pregunta en los lectores antes fue reflexión en la mesa de diseño; esa es la medida de dedicación que Leandro Selén y Matilde Oliveros quieren para cada uno de sus títulos: cada libro de poemas, cada autor, implica un nuevo desafío y un nuevo mundo que reclama, en el diseño, una identidad propia.

Cada nuevo título de 27 Pulqui reclama una reflexión por parte de los editores que va de la lectura de los poemas al diseño de tapa y cubierta.


*


1. Pop. Una caja de hamburguesa funde las ideas de cubierta y envase en El brillo de tus brackets de Facu Soto.
2. Liviandad. En el libro de Patricia Suárez, el diseño recurre a la superposición de capas de un delgado papel de calco para rimar con los sentidos que disparan el título, Hojaldre.
3. Denuncia. El sobre de azúcar adherido a Pasta Base de José M. Abram Luján, vincula a la empresa azucarera con la represión a los obreros tucumanos en la última dictadura cívico-militar.
4. Niveles. Nilengua de Iván Castiblanco Ramírez: la cubierta hace de caja para un libro con tapa de cartón en donde se destaca un símbolo propio.
5. De viaje. Piazza Navona de Mario Arteca viene con una tela escocesa como cubierta que emula una cartera de hombre, donde se guarda el cuaderno del poeta.
6. Voladora. Un boomerang incorporado y desmontable constituye la tapa del libro de Verónica Viola Fisher.


Publicado en la revista de diseño nacional e internacional (DNI), n° 34, Clarín - mayo de 2017.-




25.3.16

Lírica argentina contemporánea, por Mirta Nicolás



El poeta cultiva una paciencia extraña, la del que espera algo que desconoce y cuyo acontecimiento es incierto.
Osvaldo Aguirre, “La tradición y los marginales”

La Kelpertina (27 pulquis, 2015), de Tomás Bartoletti, es un extenso poema político por fuera de toda consigna que urde su voz desde las esquirlas de un lenguaje roto donde el sentido conforma una política del sentido. La soberanía, la militancia y los fantasmas de lo económico del imaginario nacional están reflejados desde perspectivas cambiantes. ¿Remite su título al país que representó Cristina Kirchner desde la perspectiva de los kelpers? En todo caso, el libro devuelve la visión caleidoscópica de una realidad social, como si Bartoletti desarticulara la señalética de las proclamas de una época y las devolviera desde una mirada extrañada. Sus poemas, de una barricada neobarroca, proponen una noción de poesía que crea su propio lenguaje a partir de una coyuntura histórica: “dónde están las putas romanas/ dijo el camarada entrando/ por la puerta vinimos/ por la revolución terminamos/ haciendo la rabolini no te hagas/ el sibilino ni convencido ni disvencido/ porque vas a cobrar lo que no cobraste/hasta ahora”. Ampliando una metáfora que propone el autor de La Kelpertina, puede decirse que los géneros literarios constituyen un mapa, pero el mapa no es el territorio. Este libro de poemas se distingue al no parecerse a otro libro de poemas. La singularidad y la originalidad son su mérito. Es posible encontrarlo en una serie con Pujato (Vox, 2015), de Gabriel Cortiñas, por el modo en que ambos autores se apropian de una serie histórica, la descolocan y la vuelven materia poética.  

Kohan (Vox, 2015), de Alejandro Rubio, difícilmente pueda considerarse un libro tardío. Porque habla de una coyuntura vigente. En su último libro publicado, Rubio confunde voluntariamente a Alberto Kohan con Martín Kohan en un juego raymondrousseliano. “No podés/ decir que Alberto escribió la mala novela de Martín/ ni que Martín hizo ese negocio con los libios por Alberto.” Pero en una red de asociaciones que a simple vista resultan arbitrarias, conviven el actor argentino Franchela, el músico Frank Zappa y el lingüista dinamarqués Louis Hjelmslev. Escritos “con el viento de la historia detrás”, sus poemas son ucronías que le sirven para preguntarse, por ejemplo, en el caso de Zappa, si hubiera sido argentino, ¿habría sido comunista, socialista o anarquista? Un coan, como sabemos, es una pregunta que el maestro zen le hace a su discípulo para cotejar el grado de avance alcanzado en el camino de su iniciación. Como si el coan fuera una forma de la pregunta retórica que Rubio despliega en sus libros. Ya en su Diario (La calabaza del Diablo, 2009) podíamos encontrar alguno: “¿Cómo suena el silbido de un silbato sin bolita?”. Ocurrencias que recuerdan el arte sutil del aforismo y la idea de Goethe sobre Lichtenberg: “donde hace una broma hay un problema oculto”. En el caso de la poesía de Rubio, el drama político visitado desde un costado en donde la inteligencia está al servicio de un impulso reflexivo y lúdico, en un castellano perfecto. Más cerca de la gauchesca, en el sentido en que su poética despliega un fraseo del habla popular y una lectura política desde un lenguaje coloquial. Pero ese coloquialismo es llevado a un extremo crítico. Tengo para mí que Alejandro Rubio es la voz de nuestra época, el mejor y más refinado poeta argentino vivo. Su poesía está conmocionada por sucesos actuales en clave política y crítica. Y en su lírica aparece disfrazada esa voz en formas camaleónicas: un taxista, una puta o un poeta, como en Hablando de poesía con el tachero (Belleza y felicidad, 2015), en donde se leen perlas de lírica barrial como esta: “Entre nubes de pasado infuso/ me acerco lento pero seguro/ a tu barrio en un 109 que/ traquetea por el empedrado molesto/ pero seguro como antes decías que soy/ yo, en el patio, bajo la higuera vieja,/ solos, diez años atrás.” (“Con ella”).

Pasta Base (27 pulquis, 2014), de José M. Abram Luján, actualiza rítmicamente el terrorismo de estado de la década del 70 y la primavera guevarista. Su autor descubre esbozos sobre campesinos explotados en fábricas de caña de azúcar, denuncia que se actualizan en las fábricas clandestinas de paco de nuestra efímera contemporaneidad. El título del libro articula el presente con un pasado que se reconstruye poemáticamente. Azúcar o merca, en Pasta base se reponen escenas como notas macabras que un lector atento podría haber subrayado en los diarios de la época: “los mendigos/ que extirparon/ en furgones del Ejército/ el 14 de julio de 1977”, (…) “Un cuerpo entró en el río/ Junio 16./ al día siguiente/ estaba todavía en el río”, (…) “Lo detuvieron/ y lo ataron/ a un auto/ lo arrastraron/ hasta sacar chispas/ al pavimento”.

Diario de un bebedor de petróleo (Vox, 2015), de Juan José Mendoza, desvela una ideología no partidaria y una actitud o voluntad generacional postmoderna que se diría acepta lo que ocurre en el mundo rarificándolo, solapando los posicionamientos o las valoraciones demagógicas. Pareciera una aceptación atenta a la época con una antena puesta en la frivolidad fugitiva de lo actual sin utopía alguna. O quizás el libro desenmascare la utopía de un concepto. Diario de un bebedor de petróleo deja entrever un procedimiento y su costura a la vista. Cuando leemos estos versos: “Así empezó/ la larga doctrina del alquitrán/ pelafustán de nafta hirviendo”, a lo largo de su Diario, es posible intuir un gusto por lo conceptual, sin ningún trasfondo anímico. ¿Es “el bello gusto del petróleo” una metáfora de algo? Sí; son el gesto, móvil y motor del poema. Y cada lector tiene que cifrar su valor. Cuando Mendoza escribe: “hay una noche entera que espera/ adentro del vino sin abrir” (…) “Hay una hora sola que espera/ adentro de los relojes” (…) “hay pozos petroleros incendiados/ que esperan/ adentro de las cajas de fósforos sin abrir”, son todas insistencias que van componiendo un sentido que aunque parece difuso y quizás no sea del todo nítido exige ser desentrañado y, a favor de la ambigüedad, responde a una estética premeditada. Un abordaje enmascarado del discurso, críptico, por fuera de un entorno social ubicable. Es posible que el poemario entable un diálogo hermético con el pueblo de Irak, al que el autor dedica su libro.

Ezequiel Alemian dice, al pasar, en el suplemento cultura del diario Los Andes (septiembre de 2015) sobre Un tesoro local (Iván Rosado, 2015), de Francisco Garamona, que el libro “tiene algo muy particular en cuanto a las imágenes, se van yendo y no las recuperás, se van y nunca vuelven.” A estos poemas, llenos de emociones mezcladas, algo lejano, confuso y en apariencia azaroso los atraviesa. Como si fueran iluminaciones espontáneas y personales. Como si su autor escribiera una poesía imaginista no con sonidos ni con imágenes sino simplemente con sensaciones e impactos. En Sobrevilla (Vox, 2015), Garamona acomete la reescritura de los poemas de Cornucopia (Ediciones del Diego, 2001) de José Villa y ofrece once poemas en prosa que pueden leerse como naturalezas muertas que sueltan chispazos de narraciones efímeras. Las frutas, en Sobrevilla, son pretextos para narrar historias sobre lo pasajero de una acción o de un movil. Incluso es posible advertir en el libro de Garamona el mérito de no presentar ninguna idea, ninguna ideología y de hacer del artificio de la escritura un arte donde la indeterminación ocupa el primer lugar. Se lee en “Uvas”: “El hombre aparece en lo alto. Con una naturaleza musical recupera los intervalos abruptos con su forma infantil. Ahora camina, diseña cronogramas entre las luces del día. Alrededor unas tachaduras lo desvían y parecen girar entre unas uvas que recién cuajarán el próximo mes.” En Garamona todo es pretexto para enarbolar un delirio prolijo que da cuenta del revés de una lógica. Sus poemas muestran algo que en apariencia es posible, pero cuando se los vuelve a leer con más atención, nos damos cuenta que, desde un lenguaje cauto, fuimos envueltos en una historia abismada en su propia imposibilidad. Hay siempre un avance del delirio y el paisaje se vuelve cada vez más indefinido en estas estampas psicodélicas. Artero, prolífero, ecléctico, sus libros muestran una voz cambiante, no aprisionada en el corset de un estilo, en continua efervescencia y mutación.  


Alejandro Rubio, Tomás Bartoletti, José Abram Luján, Juan José Mendoza, Francisco Garamona, de muy distintas maneras, muestran una cara del lenguaje enriquecida de sentido desde artificios verbales. ¿Son proyectos antogónicos? ¿Se puede hablar de no significación en los libros de Mendoza y de Garamona? ¿Hay en estos dos autores un ir hacia la trivialidad o la indiferencia del sentido, un desdén, ironía hacia cualquier compromiso en su búsqueda de artificiocidad y puro efecto? ¿Sería acertado pensar las obras de Cortiñas, Bartoletti o Abram Luján como poéticas de una experiencia histórica mediadas por una violentación del lenguaje? La sola síntesis que, desde sus títulos, prefiguran estos libros que remiten a elementos tan distintos como la pasta base, el petróleo o el tesoro de una localidad incierta, o que aluden a nombres propios como Kelpertina, los Kohan, Pujato o José Villa, da cuenta de la diversidad de voces vigentes en la poesía argentina contemporánea. Pero esta variedad de voces no implica buena salud. Resulta evidente que este recorte, en los márgenes de la producción poética argentina de los últimos años, muestra una heterogeneidad vasta y elocuente. Pero son estos libros los que se diferencian de las prácticas más típicas y obsoletas de la poesía actual, del onanismo narcisista y del anecdotario intrascendente en clave frívola y acartonadamente vitalista. Sacando textos marginales como los que comento en esta nota, mucha de la poesía que se escribe y se publica actualmente en Argentina tiene un mismo temperamento. Pocos buscan una brecha donde colar su voz entre el griterío inane de los poetas de la levedad moderna. 

22.5.14

The Real Queendom of Kelpertina, por Tomás Bartoletti




(publicación al por venir)




una corona al rev
és una bandera roja

al acercarnos la
bandera está más ro
ja la corona más da
da vuelt
a




en la ubé nor
delta record
arán cuando en la can
cha alentamos a Oggi
Yuyo president
siganme no
los voy a culear. Los
zurdeltos nos tiraban con chimi
churri. Nosotros
levantamos muros elec
trificados pusimos cám
aras de segurigas. Usted
es tienen la elec
ción de elegir un sur
delka enfrente pero
aseguren que no
los tape el agua
el río no sea el pixel
ado del averdad.




en la cueva de los a
dictos a la merc
antina, los niok
is dictan un mode
lo nuevo, los jamá
nis saltan a la histori
eta por la chime
nea de cromañ
ón én ín ún án
memorizan el dia
lecto asiático los ex
pertos ante leg
os construyen la
drillos silá
bicos del plane
tario futu
rá ré rí ró rú
repiten los demó
gamos ante el ritm
ual eclesi
áztico de la vota
zión




las manos en la masa el strudel navideño de grasa refinada pero horneado no cocinado al calor de veinticuatro cuotas de aire acondicionado en las barrancas de la realeza terminal el cáncer del conchariato mirtista se manifiesta la antimasiva vigilia de los kelpers debo tener sangre inglesa hola! leo revistas sobre princesas de europa cornuda la renta extraordinaria ejercita sus triceps con cacerolas importadas antes dame dos ahora pagamos el doble el triple si los postizos me los saco para relinchar cuando habla por cadena nacional era la pampa un yuyal es ahora un yuyerío que vuelva el turco menem no se murió el truco no se murió vive en el pueblo la puta maaadre que los parió a todas las derechas que supimos conseguir el monopolio el matrimonio la asignación de la corrupción del relato del hiato las antenas con contenidos soviéticos los drones se ejercitan en tigrópolis humo grasa y vacas gritan gol los tuertos sin abrazarse en fotos con modelos de caucho de moderna alcurnia los posgrados de administración pública pero privada la justicia nunca fue ciega por qué lo sería ahora me subo a la moto que pagará dios dentro de ochenta meses y me la pongo de frente contra el cartel aquí también crece la nación