11.1.25

Migrante, por Gustavo Calandra

  

Purtroppo, parece una condición casi innegociable que el migrante deba pasar por una primera etapa incómoda, de sufrimiento.

De hecho, he visto que hay una cuenta de Instagram donde una persona comenta y analiza situaciones “incómodas” de los recién llegados a Italia, para luego, resaltar sus partes positivas. En uno de los posteos, alguien sube el volumen de una radio y canta “L´italiano” de Toto Cotugno mientras ordena las cosas de su nueva vida en Firenze.

Yo mismo llegué a sentirlo. Tal vez sea porque Gustavo Calandra nunca tuvo la plena convicción de haber dejado su tierra natal, y habrá quien vea un acto de cobardía en esto de no soltar del todo la mano patria, y puede que tenga razón.

Al desarraigo y la explotación laboral, yo agregaría el factor climático.

Debido al calentamiento global, cada año la zona mediterránea mide índices muy altos de temperatura, convirtiendo al verano en una estación infernal.

En caso de estar dispuesto a transitar esos primeros infortunios, esos primeros traspiés hasta poder pisar fuerte y firme, Gustavo Calandra debería aceptar que cuatro meses al año serán casi de calores extremos y, por lo que se percibe, de aumento progresivo.

Mañana torniamo a Napoli. Pienso si es allí donde debo estar en este presente de mi vida, acompañado de una perra un poco anciana que ya ha acusado el desgaste que genera este ritmo aventurero en el que nos movemos.

¿Cuál es el mejor lugar para estar con Chicha, hoy?

La primera opción a mano es siempre el regreso a “casa”, a Buenos Aires, donde está tu gente.

E mo. Gustavo Calandra tiene la oportunidad de realizar algo diferente.

¿Hasta cuánto estás dispuesto a ceder en ese mercado de trabajo que sería lo que te permite trazar un camino alternativo?

Y nosotros ya estamos en Napoli, Volvemos. El Vesuvio desde la ventanilla del tren. El hall, atestado de turistas en ojotas, de Napoli Centrale. Giles del mundo en chanclas. Infradito, en italiano. Palabra horrenda. Tira la chancleta.  Y pensar que está de moda la chinela con medias, onda recién salido del vestuario del club. Pero ojotas Armani. Arriba el sol que calcina. La playa y el lungomare. Los barrios pintorescos y el buen humor de la gente. Los gritos y las vespas. Fenómeno de gentrificación, le dicen. Los centros históricos de las ciudades recorridos cual parques temáticos por las multitudes que buscan cazar imágenes con sus celulares. Turismo de masas. Para mí un café y una sfogliatella.

Vive una crisis existencial.

Por momentos, quiere volar hacia el fuego, como esas polillas que veíamos, en las fogatas mochileras patagónicas, enloquecerse entre las llamas danzantes hasta quemarse y desaparecer, tirarse de cabeza a la lava del volcán. La imaginación de la destrucción, de la autodestrucción. El imaginario del Tánatos.

Una salida hacia la disolución.

Una salida diferente. La puerta chica que se abre dentro de la puerta gigante de madera, antigua entrada de la servidumbre al palazzo señorial.

Afuera los bares ya están activos. Del interior de algunos, brota la canzonetta. Aún no llegan los muchachos naranjas de la muni a limpiar la resaca de la noche. Fisuras desperdigados, tirados en los pastos. Vidrios rotos. Ojo con las patitas de la gorda.

Se abren paso, a través del calor pegajoso, los turistas y esquivan a los africanos que se desperezan en colchones mugrientos, en Piazza Garibaldi. Uno sacude, estruendosamente, sus zapatillas destrozadas y ríe, con pocos dientes brillantes, a una pareja escandinava que lo gambetea.

Olor a meo, basura, ratas diurnas y atrevidas.

Arenella – via Domenico Fontana, 57

700 euros – 347 434 9768

San Lorenzo- via Luigi Settembrini, 68

400 euros – 329 073 4335

Apunto direcciones, llamo por teléfono, visito conocidos, uso el chat de las aplicaciones.

Un domingo al mezzogiorno, Gustavo se irá hasta San Giovanni a Teduccio, conocido como el bronx napoletano para tantear un posible hogar. Ante los murales hechos por Jordit, es imposible no tomar una foto con ese Diego con líneas rojas en las mejillas. De espaldas, la piazzetta Maradona se yergue orgullosa. Pasa uno en moto, baja y me saluda con apretón cordial de mano y también me aconseja no vivir allí: mucha malavita.

Se vuelve pesadillesca la tarea de encontrar un lugar, nuestro lugar, el oasis en el desierto de cemento.

Las fotos de las publicaciones distan mucho de la realidad o cuestan demasiado o se encuentran en callejones oscuros y de apariencia no muy pacífica. Se evapora en sudor esa fascinación por sitios antiguos y decadentes.

De golpe, viaja con el Google Maps, al Abruzzo. Me aparecen nombres de pueblitos que hasta el día de hoy desconocía: Celano, Ovindoli, Rocca di Mezzo. Sitios cerca de la montaña, a poca distancia de Roma y con un clima más benevolente.

Pero ahí no conocemos a nessuno y como es agosto te castigan con los alquileres.  Parece una tradición el disparo de los precios en ferragosto, ya legitimada por quienes lo sufren.

Nos pasamos a un hotel de oferta donde me abrocharán con el suplemento del cane.

Nos vamos a Universitá, vicino a la estación del metro, Quartiere Porto.

Amaga con regresar.

Le alquila a M. el departamento donde estuvo en mayo. Paga dos semanas solamente ahí, en el Vomero, para ponerse un plazo y decidir.

Gustavo Calandra habla mucho, por teléfono, con sus viejos, con su hermano, con sus amigos.

Están los que opinan que deben regresar, poner fin a esta aventura, cerrarla y cuidarse en la vuelta y quienes alientan para que continue el viaje, traten de acomodarse en Italia, agoten los intentos, Argentina se hunde, el país está mal y mejor es permanecer en cualquier otra parte con Chicha. Ella descansa sobre la cama, pegadita al ventilador.

Perdimos, luego de mucho tiempo, el beneficio del aire acondicionado.

Hace caldo en serio. Cada tanto le paso una toalla húmeda para refrescarle el lomo.

Si nos quedamos, si la hiciera un poco más larga, debería comprar otro ventilador o esos aires acondicionados portátiles, los pingüinos.

Mientras tanto le escribo a F., el contacto más rico que tengo en mi agenda, a ver si me tira una soga:

Ciao F. come stai? Noi siamo a Napoli. Ho dovuto sospendere tutto il giro…

…ho bisogno d´un altro lavoro per restare qui…

…scusa la lunghezza del messaggio…

…ti lascio anche il mio numero…

El lunes temprano en una galería compro un aire acondicionado portátil.

Me afeito un poco. Voy a hablar a un mesón español por lavoro. Noventa mesas. Sirven tapas.

No da tregua la ola de calor.

Tengo miedo por Chicha.

Nos volvemos.

Hablo con mi amigo Robert que, desde Barcelona, me apoya y se quiebra de nostalgia: el regreso de un migrante abre esa pesada puerta que comunica los dos continentes, demostrando que, en realidad esa puerta nunca estuvo cerrada sino es con el fruto de la fuerza y entereza que precisa el desarraigo.

ITAL ARWAYS

INTERCITY

HOTEL RIMINI

No solo hay que saber irse de viaje, sino también cuando regresar.

Si hay algo que me queda claro, es que no hay un lugar que pueda ser más importante que el amor por los seres queridos.

Pongo un tema de Pino Daniele en el celu, le hago una caricia a mi perra y cierro la maleta negra y roja que nos acompaña hace cinco meses. Guardo la imagen del Gauchito Gil, ese muñequito comprado en el santuario de Mercedes, Corrientes que, en cada sitio donde estuvimos, nos cuidó siempre desde la entrada del hogar.  Le pido su protección y salimos.