Purtroppo, parece
una condición casi innegociable que el migrante deba pasar por una primera
etapa incómoda, de sufrimiento.
De hecho, he visto
que hay una cuenta de Instagram donde una persona comenta y analiza situaciones
“incómodas” de los recién llegados a Italia, para luego, resaltar sus partes
positivas. En uno de los posteos, alguien sube el volumen de una radio y canta
“L´italiano” de Toto Cotugno mientras ordena las cosas de su nueva vida en
Firenze.
Yo mismo llegué a
sentirlo. Tal vez sea porque Gustavo Calandra nunca tuvo la plena convicción de
haber dejado su tierra natal, y habrá quien vea un acto de cobardía en esto de
no soltar del todo la mano patria, y puede que tenga razón.
Al desarraigo y la
explotación laboral, yo agregaría el factor climático.
Debido al
calentamiento global, cada año la zona mediterránea mide índices muy altos de
temperatura, convirtiendo al verano en una estación infernal.
En caso de estar
dispuesto a transitar esos primeros infortunios, esos primeros traspiés hasta
poder pisar fuerte y firme, Gustavo Calandra debería aceptar que cuatro meses
al año serán casi de calores extremos y, por lo que se percibe, de aumento
progresivo.
Mañana torniamo a
Napoli. Pienso si es allí donde debo estar en este presente de mi vida,
acompañado de una perra un poco anciana que ya ha acusado el desgaste que
genera este ritmo aventurero en el que nos movemos.
¿Cuál es el mejor
lugar para estar con Chicha, hoy?
La primera opción a
mano es siempre el regreso a “casa”, a Buenos Aires, donde está tu gente.
E mo. Gustavo
Calandra tiene la oportunidad de realizar algo diferente.
¿Hasta cuánto estás
dispuesto a ceder en ese mercado de trabajo que sería lo que te permite trazar
un camino alternativo?
Y nosotros ya
estamos en Napoli, Volvemos. El Vesuvio desde la ventanilla del tren. El hall,
atestado de turistas en ojotas, de Napoli Centrale. Giles del mundo en
chanclas. Infradito, en italiano. Palabra horrenda. Tira la chancleta. Y pensar que está de moda la chinela con
medias, onda recién salido del vestuario del club. Pero ojotas Armani. Arriba
el sol que calcina. La playa y el lungomare. Los barrios pintorescos y el buen
humor de la gente. Los gritos y las vespas. Fenómeno de gentrificación, le
dicen. Los centros históricos de las ciudades recorridos cual parques temáticos
por las multitudes que buscan cazar imágenes con sus celulares. Turismo de
masas. Para mí un café y una sfogliatella.
Vive una crisis
existencial.
Por momentos,
quiere volar hacia el fuego, como esas polillas que veíamos, en las fogatas
mochileras patagónicas, enloquecerse entre las llamas danzantes hasta quemarse
y desaparecer, tirarse de cabeza a la lava del volcán. La imaginación de la
destrucción, de la autodestrucción. El imaginario del Tánatos.
Una salida hacia la
disolución.
Una salida
diferente. La puerta chica que se abre dentro de la puerta gigante de madera,
antigua entrada de la servidumbre al palazzo señorial.
Afuera los bares ya
están activos. Del interior de algunos, brota la canzonetta. Aún no llegan los
muchachos naranjas de la muni a limpiar la resaca de la noche. Fisuras
desperdigados, tirados en los pastos. Vidrios rotos. Ojo con las patitas de la
gorda.
Se abren paso, a
través del calor pegajoso, los turistas y esquivan a los africanos que se
desperezan en colchones mugrientos, en Piazza Garibaldi. Uno sacude,
estruendosamente, sus zapatillas destrozadas y ríe, con pocos dientes
brillantes, a una pareja escandinava que lo gambetea.
Olor a meo, basura,
ratas diurnas y atrevidas.
Arenella – via Domenico
Fontana, 57
700
euros – 347 434 9768
San Lorenzo- via Luigi
Settembrini, 68
400
euros – 329 073 4335
Apunto direcciones,
llamo por teléfono, visito conocidos, uso el chat de las aplicaciones.
Un domingo al
mezzogiorno, Gustavo se irá hasta San Giovanni a Teduccio, conocido como el
bronx napoletano para tantear un posible hogar. Ante los murales hechos por
Jordit, es imposible no tomar una foto con ese Diego con líneas rojas en las
mejillas. De espaldas, la piazzetta Maradona se yergue orgullosa. Pasa uno en
moto, baja y me saluda con apretón cordial de mano y también me aconseja no
vivir allí: mucha malavita.
Se vuelve
pesadillesca la tarea de encontrar un lugar, nuestro lugar, el oasis en el
desierto de cemento.
Las fotos de las
publicaciones distan mucho de la realidad o cuestan demasiado o se encuentran
en callejones oscuros y de apariencia no muy pacífica. Se evapora en sudor esa
fascinación por sitios antiguos y decadentes.
De golpe, viaja con
el Google Maps, al Abruzzo. Me aparecen nombres de pueblitos que hasta
el día de hoy desconocía: Celano, Ovindoli, Rocca di Mezzo. Sitios cerca de la
montaña, a poca distancia de Roma y con un clima más benevolente.
Pero ahí no
conocemos a nessuno y como es agosto te castigan con los alquileres. Parece una tradición el disparo de los
precios en ferragosto, ya legitimada por quienes lo sufren.
Nos pasamos a un
hotel de oferta donde me abrocharán con el suplemento del cane.
Nos vamos a
Universitá, vicino a la estación del metro, Quartiere Porto.
Amaga con regresar.
Le alquila a M. el
departamento donde estuvo en mayo. Paga dos semanas solamente ahí, en el Vomero,
para ponerse un plazo y decidir.
Gustavo Calandra
habla mucho, por teléfono, con sus viejos, con su hermano, con sus amigos.
Están los que
opinan que deben regresar, poner fin a esta aventura, cerrarla y cuidarse en la
vuelta y quienes alientan para que continue el viaje, traten de acomodarse en
Italia, agoten los intentos, Argentina se hunde, el país está mal y mejor es
permanecer en cualquier otra parte con Chicha. Ella descansa sobre la cama,
pegadita al ventilador.
Perdimos, luego de
mucho tiempo, el beneficio del aire acondicionado.
Hace caldo en
serio. Cada tanto le paso una toalla húmeda para refrescarle el lomo.
Si nos quedamos, si
la hiciera un poco más larga, debería comprar otro ventilador o esos aires
acondicionados portátiles, los pingüinos.
Mientras tanto le
escribo a F., el contacto más rico que tengo en mi agenda, a ver si me tira una
soga:
Ciao F. come stai? Noi siamo a Napoli. Ho
dovuto sospendere tutto il giro…
…ho bisogno d´un altro lavoro per restare
qui…
…scusa la lunghezza del messaggio…
…ti lascio anche il mio numero…
El lunes temprano
en una galería compro un aire acondicionado portátil.
Me afeito un poco.
Voy a hablar a un mesón español por lavoro. Noventa mesas. Sirven tapas.
No da tregua la ola
de calor.
Tengo miedo por
Chicha.
Nos volvemos.
Hablo con mi amigo
Robert que, desde Barcelona, me apoya y se quiebra de nostalgia: el regreso de
un migrante abre esa pesada puerta que comunica los dos continentes,
demostrando que, en realidad esa puerta nunca estuvo cerrada sino es con el
fruto de la fuerza y entereza que precisa el desarraigo.
ITAL ARWAYS
INTERCITY
HOTEL RIMINI
No solo hay que
saber irse de viaje, sino también cuando regresar.
Si hay algo que me
queda claro, es que no hay un lugar que pueda ser más importante que el amor
por los seres queridos.