1.3.18

Mi corazón es un tiburón blanco, por Valentina Vallejos


(fragmento)



Un desierto enorme y un oasis solo para otros y no para Valerie Solanas el centro de esta historia. Valerie recuerda que los oasis son ilusiones que estimulan a los tiburones en busca de sangre, no importa si el resto los tiene y ella no. Finalmente se nos arrebatará todo de las manos en algún momento, sin distinción y eso la consuela. El problema es que a Warhola, Andrew, no le han quitado nada.
Lee una carta que se sabe de memoria.

VALERIE
Andy,
Te dije que me pagarás por el manuscrito.
¿Te consideras muy genial?
¿Cómo no puedes soltar un par de dólares por una obra de teatro?

Eso escribí una semana después de haberte pasado la única copia que tenía de mi obra.
No me contestaste el teléfono en todo un día. Entonces te fui a dejar esta postal que hice con una cartulina estampada de rosas que había robado de un diario mural de la Universidad. El mural hablaba pestes de las pastillas anticonceptivas. Rompí las hojas impresas y me quedé con la cartulina para hacer un mural con la cara de la mujer más hermosa del mundo, pero en lugar de hacer eso, te hice una postal a ti.
Vine a tu departamento.
No me recibiste, se la di a uno de tus “amigos” y me prometió pasártela. Pero sentí temor y se la quité, se asomó uno de tus amantes y me dijo que él te la daría y la dejó sobre un mesón al costado de la puerta, que tenía una de esas bufandas de plumas que usaban los travestis amigos del arte. Vi esas rosas sobre esas plumas horribles destinadas a una mujer hermosa y cuando se dieron vuelta a seguir tomando champaña, la saqué. Hubiera preferido mis rosas sobre tu peluca platinada que sobre esas plumas teñidas.
Lamenté no haber hecho un mural con su cara.
Si la hubieras leído podríamos haber hablado de rosas y tiburones y no de balas y dinero.
Seguiste sin contestar el teléfono.
Estabas deprimido. Encontrabas tu vida vacía. Eso me contó esa gorda rubia y drogadicta que se decía tu asistente.
Maricón, deprimido con cuatro hueones grabándote para hacer una película de tu acontecer.
Yo también me deprimí.
Los actores que había invitado para actuar en la obra necesitaban leerla y como no les pagaba, no los podía retener con una idea solamente. Trataba de volver a escribir la obra pero la había olvidado por completo. Les decía que la llevaría pronto, les hablaba del concepto y esas mierdas para dilatar el momento de la entrega, pero estaba convirtiéndome en una charlatana, en una intelectual de café que habla de sus proyectos y no lo los concreta.
No tenía cigarros y fumaba el té de las bolsas que botaban en la basura y con eso mi deseo de dejar de ser puta me iba ahorcando. Estaba casi asfixiada y salió este anuncio de la editorial que buscaba escritores nuevos, pedían dos manuscritos y yo tenía S.C.U.M. y tú, la ameba del Pop Art, mi obra de teatro.
Podría haber escrito otra cosa pero en vez de eso me obsesioné con tu bisoñé.
Tú, rubio falso, cuando saliste de tu depresión, contestaste el teléfono y con toda la indolencia presente en todo el legado maricón que has dejado, me dijiste que lo habías perdido.
Lo perdió.
¿Qué me dirías tú, el muy maraco, si te hubiera perdido una de tus fotos polaroid de Elvis Presley?
Otra depresión y de dos semanas.
Fuiste cruel.
Yo me defendí y gracias a mi defensa te hiciste millonario, más amigo de las modelos y más frío y traidor que la antigua versión de ti mismo.
Los tiburones son de tendencias carroñeras y prefieren atacar animales que estén viejos, heridos o agonizando. Un nadador activo en el agua representa más una amenaza que un plato de comida.

Las imágenes se desfiguran, todas se derriten y esa baba se esparce por todas las paredes y pisos.