30.12.15

Descanso de caminantes, por Adolfo Bioy Casares


Nelly Mackingley. La encontré hará cosa de quince días, frente a su casa de la calle Posadas. Le dije:
–Estás muy bien, Nelly.
–Estoy viejísima. Voy a morirme pronto. Te pido que vayas a mi entierro.
–Es un disparate morirse, Nelly. Hay que seguir viviendo.
–¿Te parece? La vejez es tan desagradable. Y carísima, ¿sabés? No te imaginás el dinero que uno tira para mantener a una porquería como yo.
–Es para mantener la vida, Nelly. La vida vale la pena.
–¿Vos creés?
–Te aseguro que sí.
–Bueno. Te prometo que haré lo posible para seguir viviendo, pero vos prometeme que si muere vas a ir a mi entierro.
Ayer, 14 de agosto de 1980, fui a su entierro, en la Recoleta. Nelly debía de tener entre 85 y 87 años.

 Tomado de: Adolfo Bioy Casares, Descanso de caminantes. Diarios íntimos, 2001.