2.9.14

Punk desperezamiento, por Cristino Bogado





A Carrá y al sampi de Candy



Ha llegado a la tarde, un viernes cotidiano, un otoño falso, sin esperarlo nadie, sin imaginarlo nadie, con una bolsa voluminosa repleta de no se sabe qué, un cuerpo joven inidentificable, un cuerpo cargando una bolsa pesada, haciendo crujir con sus zapatos el ripio vulnerable, cruzando el barrio, de murmullos, hasta la casa del amigo, plantándose extranjero, palmeando zonzo, esperando un saludo familiar, un código tribal hace mucho olvidado, una risa, un grito, sorprendiendo con su cuerpo medio inclinado por la bolsa, trastrocando la sintaxis de su emoción, entorpeciendo la frase su asombro, perturbando eventualmente ya las cervezas del padre, típico padre represor, padre ugly and bad kid

Ha llegado en pleno viernes laboral, a la tarde, bastante limpio con su camisa floreada y el vaquero no muy gastado, bastante decente a pesar de la pesada y voluminosa bolsa, no muy alto y el pelo largo y despeinado, cruzando el barrio con aire vencedor e ingenuo, mirando con detenimiento y ternura, como si no estuviera yendo a ningún lugar en particular, como si no se apurase, como si nadie lo molestara con una espera ansiosa, como si sólo fuera ojo y mirada y nadie fuera su fin ni tampoco su comienzo, como si ningún universo pudiera entrar en un cataclismo por culpa de sus distracciones, como si todo el tiempo que tardaba en cruzar el barrio no estuviera mirando sino soñando, como si fuera un hombre recién nacido y no un joven de más o menos veinte años, como si pareciera sordo y mudo y ciego pero al mismo tiempo energético decidido y vital, como si hubiera sido obnubilado por ese viernes veraniego y luminoso, como si fuera un niño que nunca había salido de casa, como si fuera un cuerpo sin alma, joven

Ha llegado solo, sin necesitar un guía o un conocedor de la zona, tal vez con un croquis garabateado allá lejos venga de donde venga, porque no ha hablado en ningún momento, no ha preguntado nada a nadie, caminando marlonbrandescamente pero sabiendo dónde iba, sabiendo el fin de esa trayectoria desganada y lenta, sin cansarse de cambiar la bolsa pesada del hombro izquierdo al hombro derecho y viceversa, totalmente tranquilo, demostrando que no es de aquí, que no conoce a su población formada de ladrones diurnos y nocturnos, sus negros constantes en el cuchillo y la pistola, caminado por las calzadas del barrio como un galán de telenovelas, sintiéndose el punto absoluto de la cámara, galán con bolsa, el blanco de las ansiedades libidinosas de todo un encuadre visual, caminando despreocupadamente, pensando que la tarde es infinita, hecha para él y su secuencia de joven desconocido llegando con voluminosa bolsa

Ha llegado con una bolsa pesada y voluminosa, cruzando el barrio, en la tarde salpicada de jugadores de billar en los bares y chicas en short en las calles afanándose en un partido de volleyboll, enteramente silencioso, pero no triste, más bien insinuando inmóvil, una sonrisa canónica y de bendición, como si se estuviera diciendo que todo estaba bien, como lo había previamente soñado allá de donde venía, tal vez con algo de hambre y una leve rebelión estomacal, ruiditos y gemidos descontentos de su interior, alguna contracción del brazo que sostiene la pesada y voluminosa bolsa sobre el hombro, sin saludar a nadie, sin preguntar por ningún nombre o una dirección, desconocido por todos, sin sexo, por no mirar a las mujeres ni a los hombres, “una bomba”, como murmuraría seguramente, “es una bomba”, alguna ciega arrinconada, ciega fumando tabaco en hojas al oír un corazón raspando el silencio de la calle

Ha llegado en la tarde con una bolsa voluminosa y pesada, y sus pasos ateológicos, es decir, caminando como sobre una tarde infinita, como sobre una calzada eterna, más bien flotando que caminando, flotando porque caminaba pero no progresaba, iba a algún lado pero no se sentía que iba a ese algún lado, es decir, eternizaba sus pasos, más todavía, porque no decía nada como sólo no decía nada un mudo o un extranjero, en todo caso un perfecto extraño, un extraño con croquis, al fin, porque no preguntaba, no rogaba, no se perdía, tal vez un ángel, tal vez un ladrón o mejor un asesino prófugo, tal vez un santo con una voluminosa y pesada bolsa sobre el hombro izquierdo, tal vez el Anticristo y los males metidos en la bolsa pesada y voluminosa, un anticristo bello y joven, soñador y dulce, andrógino y mudo, hablando sólo la lengua de los pies, eterno idioma del hombre-sacerdote, del hombre-brujo, de los profetas y de los ermitaños, una caminata sin fin, ateológica, ateleológica, en todo caso, o un disparo del acaso que hacía su curva fatal sobre los ladrones y caería no se sabe dónde, tal vez después de la eternidad, después del barrio

Ha llegado con su bolsa voluminosa y su caminata perezosa y ateológica que ha destruido todas las otras caminatas, caminatas idealistas conscientes y codiciosas aquéllas, ha hecho irrupción sin matar a nadie pero sí a la manera de caminar de los ladrones, de este barrio de ladrones: primero, un caminar extranjero, luego un caminar perezoso, increíblemente perezoso, hijo de James Dean o de Actor`s Studio, perezoso, increíblemente, porque la bolsa pesada agobia, ya sea su hombro derecho o su hombro izquierdo, y dobla, ya sea, su brazo derecho o su brazo izquierdo, alternativamente, acalambrando, ya sea su mano derecha o su mano izquierda, alternativamente, y hace arder, en toda la trayectoria interminable de cruzar el silencio de las facas y las pistolas en los bolsillos, los dedos, alternativamente derechos o izquierdos, luego otra vez el silencio, la des-urgencia de la palabra que pide o pregunta, la des-emergencia del dedo que apunta o ataja, luego des-ontoteología de un caminar reducido a simple alternancia, del pie derecho y del pie izquierdo, un juego dialéctico habitual del cuerpo, un ajedrez en juego sin los jugadores, una ruptura sin fin del espacio, una lucha de persistencia entre el pie izquierdo y el pie derecho, lo apolíneo y lo dionisiaco trenzados, luz-oscuridad girando, un vértigo, en fin, un vértigo repugnante para cualquiera con pistolas y cuchillos

Ha llegado al barrio sin que nadie sepa su nombre, su edad, su origen y profesión, si le gusta la música clásica de la gran cultura o en cambio la música pop del consumismo global y occidental, si Beethoven o Madonna, si le copa el jazz aristocrático o el punk-rock subversivo y autodestructivo, si Miles-Trane o Sex Pistols, si detesta los solos narcisistas, ya sean de guitarras o de trompetas, si le pegaría una buena dosis, sea para despertar o morir, de improvisación free o noise politizado, si la anulación del beat en el jazz, poco aristocráticamente, o la des-jerarquización de los instrumentos en el rock-punk, destructiva y subversivamente, si superación del idealismo en la creación musical o simplemente cambio de piel, nacimiento de una sensualidad más fuerte en el tiempo, en la historia del oído y del cuerpo, de ese joven, sin saber en verdad si le gusta la música, si no es sordo, y mudo y ciego y anticristo y ángel y bomba y niño y desconocido de todos y sin sexo, sin saber si curte penetrar o que le penetren, si se droga con las mujeres o los tipos, si suda a causa de púberes o casadas, ni la manera de practicar la cópula, kamasutra o perversión del puritanismo victoriano, sexo oral o vaginal, fellatio o cunninlingus, vivir o morir, to be or not to be, violación o burdel, casamiento o clandestinidad callejera, ritual dionisiaco o ensoñación manual, to be or not to be, morir o vivir, sin saber si sabe que podemos habitar una masa de fuego que va de lo más improbable a lo más probable o un universo claro y tomista, inmóvil y ordenado, sin fantasmas de bizarros nombres como entropía generalizada, si en la gran ruleta de la enciclopedia jerárquica, la postura política, apostaría por Aristóteles o Nietzsche, si se compraría, aun en forma de pastillas o polvo o cigarrillo, cultura, el arte de cultivar, de MacLuhan o la de los sacrificios y el potlach, la sensibilidad en el sistema nervioso central, el cerebro, o la sensibilidad en la población de los poros, la piel, sin intuir siquiera para peligro de los pobladores del barrio, si es comunista o comunista-maoísta, o comunista-troskista, o castrocomunista, si está a favor de la eliminación de la Policía que “vela por el bien común”, plusvalía cristianoburguesa, si es racista, conservador, de derechas

Ha llegado con su voluminosa y pesada bolsa, como un beat jazzístico de batería y bajo, bolsa, a partir de la cual empezar el trip, la caminata larga e infinita, a través de pistolas y facas y bandidos, obnubilado entre las escamas del lagarto, la improvisación colectiva, las ramas y bifurcaciones que se abren y despliegan, el caleidoscopio de los fatamorganas, los tejidos de un swing psicotrópico, el machismo de las pisadas sobre la calzada, el olvido del beat (no del Ser), de origen desconocido, una trayectoria aleatoria, podríamos llamarlo Pollock, considerarlo de New York (sin o con don torres) por ejemplo, o llamarlo Mingus Mingus Mingus, el ñandé tan importante para el free-jazz de los 60 y el Black Power, contra el racismo del comienzo-medio-fin, contra el fascismo del idealismo en estética, en guerra constante contra ese nuevo Ku-Klux-Klan, contra el carácter anal que demuestra toda nuestra “tradición” oficial, orden, claridad y sentido, el beat, ya sea con la batería, pesado y voluminoso, o el bajo, también pesado y voluminoso, el olvido del croquis, la imposibilidad de encontrar las cervezas, el padre y el amigo, la paradoja de siempre, el presente de la realidad, pesada y voluminosa, y el presente de la palabra que tantea a ciegas esa bolsa y a Marlon Brandon y Pollock y Mingus, la nostalgia de carne que tiene todo Verbo, como el ciego de Buñuel en Los olvidados que cita Jorge Polaco en Siempre es difícil volver a casa, una fuerza ciega tanteando en el vacío, tanteando con violencia hacia dos cuerpos que copulan (Polaco), hacia la calle copada por niños ladrones (Buñuel), hacia Marlon Brandon que llega

Ha llegado, joven, raspando la espesura del instante, la calzada, pesada y voluminosa, dripping de mirada, tacto, sonido y olor, la palabra del escritor como la palabra de un viejo, la bolsa, una road story, Win Wenders pero viejo, la palabra, último refugio de todo impotente, voluminosa y pesada, imaginemos a Marlon en road story de un viejo Win Wenders escritor, objeto y palabra, realidad y símbolo, separados, disyuctos, sin conexión posible, Brando mojándose bajo el poder de la realidad-lluvia, Win Wenders que desesperado recurre a la palabra, mierda, mierda, escupe Marlon Brando bajo la realidad-lluvia, pesada y voluminosa, mierda mierda, Win Wenders y la lluvia, disyuctos, separados, la lluvia mojando no más ni menos a “héroe que llega”, inundando el mundo con más palabras, aunque sin lograr exorcizar, mierda, la mierda lluvia, words, words, words, maldita costumbre, la palabra mostrando su imposibilidad de influir en lo real (la lluvia), la lluvia (lo real) incitando, produciendo más mierdas (words, words, words), fantasías legibles, transportables, comerciables, expo-palabras que incuban a su vez más shakespiriadas, originando fuentes de trabajo, como diría un agraciado con la fortuna de la plusvalía, formando un mundo paralelo al real, como diría otro viejo, esta vez uno ciego y ultraconservador, traspirando a otro joven Win Wenders, que escribirá “short road stories” en vez de hacer la revolución, o violar a alguna burguesita culona y culí, valga la paradoja, en vez de arrojarse directamente en el terreno de la acción, esa palabra que no habla ni se lee ni se escribe ni se traduce, palabra que habita en el tiempo, es decir, entre la vida y la muerte, en vez de abandonar a Marlon en su frenesí neobarroco, sin beat, pero también sin política y sin sexo, neobarroco cuyo sustrato es como sabemos el tedio, el horror vacui, pesado y voluminoso, el mismo que mueve a algunos a cremar judíos, a otros a romperles las costillas a los negros, a las mujeres a entregarse con afán extático a la hermosa limpieza de los judíos sábados, viernes con sol, bolsa, voluminosa, road, pesada, story

Ha llegado con su bolsa pesada y voluminosa, es de tarde, una tarde con sol, es decir, con mucha luz, de una manera total y nula al mismo tiempo, pudiendo decirse que su llegada es perfectamente un absoluto, el absoluto de la nada, sin necesidad de citar a Kundera y elaborar por ejemplo la siguiente frase: que su llegada es el juguete de la nada, o mejor, la nada, él y la nada, la nada primero, luego él y la nada de nuevo, él metido entre dos nadas, inexorablemente, coexistiendo con esas dos nadas que en el fondo son una sola, pasando de metafísica dualista a una metafísica monista, que él, con su llegada, ha dividido en dos, su llegada como un presente incrustado ente una nada-pasado y una nada-futuro, su/la llegada como un presente perfecto y único, rodeado de un mar (de palabras) llamado nada, ontología del presente, del instante como absoluto, del dios encarnado en el ahora, él y su llegada con una voluminosa y pesada bolsa, un viernes otoñal, pero con sol de verano, y después, y antes también, nada más, es decir, la nada, monismo nihilista, nihil mono, latinismo patafísico, pata nada, nada físico, nada nada

A la tarde, mierda, un viernes, mierda, solo, mierda, cruzando el barrio, mierda, caminando, mierda, Marlon Brando, mierda, izquierdo, mierda, derecho, mierda, brazo, mierda, mano, mierda, dedos, mierda, alternativamente, mierda, pie, mierda, dialéctica, mierda, cuchillos, mierda, pistolas, mierda, ladrones, mierda, fuera del beat, mierda, dentro de la road story, mierda, escamas, mierda, trip, mierda, fatamorganas, mierda, Jazz, mierda, punk, mierda, aristocrático, mierda, subversivo, mierda, trompeta, mierda, guitarra, mierda, sax tenor, mierda, sin solos narcisistas y masturbatorios, mierda, Davis-Col, mierda, Rotten-Vicious, mierda, to be or no to be, mierda, vivir o morir, mierda, pastillas, polvo, cigarrillos, mierda mierda mierda, MacLuhan-cerebro, Potlacht, mierda, realidad carne Marlon Pollock Mingus Mingus Mingus, mierda mierda mierda, y el Verbo ciego Buñuel Polaco después, mierda, metafísica dualista, metafísica monista, mierda mierda, nada nada, palabra impotente viejo mierda, mierda, lluvia, mierda, words, mierda, words, mierda, words, mierda, Shakespeare, mierda, Win Wenders viejo, mierda, Win Wenders joven, mierda, revolución, mierda, burguesita, mierda, culí, mierda, culona, mierda, acción, mierda, neobarroco, mierda, horror vacui, mierda, voluminoso, mierda, pesado, mierda, ha llegado


Última advertencia del autor

Al empezar a escribir este texto, él, siempre, eternamente, primero que la palabra, contradiciendo las consignas bíblico-platónico-idealistas, ha llegado. Yo, texto-sombra, texto-plegaria, texto-nostalgia del cuerpo, fantasma ambulando entre hojas blancas, presente perdido y muerto, me reconozco mendigo, siervo, cazador, enamorado, pequeño, después.



Tomado de: Amor Karaíva, Milena Cacerola, Sexo Kon Kualquiera, 2017.