26.3.14

El escribir entrecortado-Maiztegui, por Sergio Rienzi




(Sobre Boyando, de Alberto Rodríguez Maiztegui, Caballo Negro Editora, 2012)


Principio de entropía

“Después sacó una tuba y comenzó a tocar. El sonido de una tuba hace que te estremezcas; no se puede entender que el aire salga del pulmón y se transforme en ese grito lastimero y grave. Después el asistente señaló con el reflector a una persona que estaba al costado del escenario con los pies en el agua. Un flaco con el pelo largo, barba larga, pantalones blancos y remera blanca, una mezcla de Jesús y de Siddharta, sonreía con calma oriental y las manos en la espalda. Todos lo aplaudían, el Dj le regalaba el sonido de su tuba como si fuera una ofrenda” (Boyando, Alberto Rodríguez Maiztegui)

Un plano geométrico es un ejemplo de espacio bidimensional plano, cuyas geodésicas son rectas. La superficie de la tierra es un espacio curvo bidimensional, cuyas geodésicas son lo que llamamos círculos máximos. El Ecuador es un círculo máximo.” (Brevísima historia del tiempo, Hawkings)

La Geodésica es el camino más corto entre dos aeropuertos, es la ruta elegida por los navegadores de las aerolíneas que le indican qué ruta deben seguir a sus pilotos para volar de un destino a otro.

Alberto Rodríguez Maiztegui, un día, decide viajar a Quito. Viaja a Quito, Ecuador. Viaja desde Córdoba porque es cordobés. No sigue una geodésica porque Rodríguez Maiztegui es un escritor que no le gustan los atajos, al parecer. Maiztegui busca perderse. No se esfuerza demasiado en ocultarlo. Viaja, para perderse. El dice que viaja hacia allá para buscar escribir su novela. Pero lo cierto es que escribió este libro para perderse. Fue y viajó al Ecuador, a Quito, a Montañita, a Vilcabamba (donde los habitantes de ese pueblo llegan a vivir casi 100 años) a Baños, a Santa Cecilia, estuvo perdido y recorriendo cada lugar y cada laberinto, para escribir esta novela, llamada Boyando.

No hay ningún camino más corto entre dos puntos para Maiztegui. No quiere atajos. Le dejará los atajos para los escritores de novelas de verano. Paradójicamente o rotundamente no a la paradoja, producto de esta búsqueda y de esta perdición que llevó a cabo allá, surgió la consecuencia irrevocable: la gran consecuencia que calculo lo llevó al título de la novela. Todo fue muy literal, cruelmente literal, cuando de tan literal se te hace carne y deja marca en el cuerpo. Deshojándote. Cartografiando con los ojos con los dedos y con la escucha del oído. Cartografiando sin querer cartografiar, trazando líneas en mapas imaginarios, descubriendo fronteras inexploradas, territorios inhóspitos, sin querer hacerlo, sin ninguna intención. Nada de Geodésicas para Maiztegui, nada de rutas de navegación ya transitadas por otro. Rutas por hacerse, rutas por trazarse. Boyando es un libro de rutas, un diario de viajes y de caminos, pero es un libro de rutas por hacerse. Libros de anotaciones de viaje, bitácora de una escritura entrecortada que se va escribiendo sobre los márgenes de otros libros, como uno de Auster, que lleva en la mochila, no se sabe si para leerlo, o si para escribirlo encima, o tal vez las dos cosas, un poco y un poco.

La escritura entrecortada por los itinerarios fugaces, pasajeros, coyunturales, efímeros. Es decir, itinerarios entrecortados.


El escribir entrecortado 

VIAJE A QUITO. Escribir diario de viajes, de rutas. Escribirlos tiene un costo altísimo. Estas malas costumbres de algunos escritores de hacer cartografía con diarios. Algo que celebro. Es una mala educación. El estilo On the Road sin On the Road. Kerouac era un buen muchacho. Pero Maiztegui es de otra calaña.

¿Qué es esto de viajar? Boyando. Este boyando es un estar a la deriva, es un viajar con rumbo pero sin tenerlo, con un rumbo por hacerse.

Entonces primera parada, Quito. Está a la búsqueda de la mitad del mundo. Como si hubiera una línea real que pudiera tocarse en el Ecuador, que marcara la diferencia entre el norte y el sur, entre un mundo y otro.  La Línea del Ecuador, el Meridiano de Greenvich, la Línea Maginot,  son líneas, límites, pero no dejan de ser parte de una cartografía imaginaria y real a la vez.

Cuando un escritor viaja a estos puntos cardinales, el viaje se hace real, por más imaginario que sea. Ignoro si Maiztegui viajó a Quito. Lo interesante, es que al leerlo, viajó a Quito.

No hay viajes imaginarios, no existen. Hay viajes rotundos. Maiztegui viaja a Ecuador, porque tiene un cometido por delante: busca escribir la novela Boyando en una playita desolada y desértica de un pueblito de Ecuador. Diarios de ruta de profecías autocumplidas.

Pero en Quito hace frío en ese momento. Hay alerta de Tsunami y de Terremotos. Cataclismos en puerta. El toma su libreta de notas, su libro de Auster, que lo acompaña a todos lados, porque escribe sus notas al margen de ese libro de Auster. Un diario que se fue haciendo sobre los márgenes en blanco de un libro ajeno.

“Caminé al centro histórico con desgano, las piernas todavía me temblaban. El sol ya estaba detrás de la montaña, cubriendo la ciudad de un color gris triste y opaco. Iglesias y más iglesias, casitas pintorescas, caos de tránsito.” Boyando, Rodríguez Maiztegui.

Diario de ruta, de viajes, cuando en el viaje uno puede quedar varado, por un volcán en erupción, por un Tsunami o por alerta de terremoto. Actividad volcánica. Uno puede quedarse varado en el espacio-tiempo de esta vida. El escribir-entrecortado-Maiztegui es producto de un diario escrito como una bitácora, de a ratos, interrumpido, capturado, tomado de rehén. La bitácora es la anti-novela.

El escribir-entrecortado trabajoso, como subir una escalera caracol, es escarpado, es cifrado. Es como una conversación en un teléfono donde uno de los dos empieza a decirle al otro “se escucha entrecortado”.
Casualmente así es. Escribe entrecortado el que escucha entrecortado.

El escribir-entrecortado no es para cualquier diapasón: es propio de una escritura de viaje que denota cierto apuro, ciertas urgencias primordiales, una especie de ritmo que no se puede pausar pero que tampoco llega a ser melódico. La ruta es sucia, en la ruta se levanta una especie de polvareda. El diario de rutas no podía ser de otra manera, si está bien hecho. Si suena bien.

Viajes rotundos, marcapasos del tiempo, globos terráqueos deformes de cartografiar, por parte del escritor cordobés. Se escucha entrecortado resulta de una derivada casi matemática, topológica: se escribe entrecortado también y se vive entrecortado.

Es un itinerario efímero, de alguien que escribe estando por llegar o estando por irse. Un presente continuo de algo que nunca termina de pasar.

“Nora se fue a la habitación a bañar a Emanuelle y Joao insistía en saber a dónde había ido y a dónde pensaba irme, algo que daba por sentado porque si estás en Quito o recién llegas o te estás por ir.” Boyando, Rodríguez Maiztegui.


Sobre movimientos sísmicos

Rodríguez Maiztegui viaja a Quito en busca de movimientos sísmicos que lo restituyan a otro estado. Claro que los encuentra allá. Pero eso es sólo una metáfora que hace huella en lo real. Todo escritor que se digne de serlo necesita encontrarse o producir estos movimientos sísmicos, estos giros violentos, sino la tinta se marchita, se seca.

“Se presentó solemne como Ernest Jones, el marine Ernest Jones, también me presenté  comencé a recorrer la librería todos libros en inglés distribuidos en lo que parecía un living: algunos sillones debajo de lámparas de pie, veladores que se enganchaban en la madera de los estantes y fotos, muchas fotos.” Boyando, Rodríguez Maiztegui.

Insisto. Maiztegui se mueve en escenario y escenas de viaje y de ruta, donde va armando sus movimientos sísmicos, sus itinerarios personales, sus cataclismos. Razón más que suficiente para lanzarse a leerlo.

“Táca- Táca: Robert Frost en Mountain Interval  y el poema the sound of tres. El primer verso I wonder about the trees. Y el ultimo: but I shall be gone. Roberto Escarcha bajo mi brazo, pagué y saludé a Jones mintiéndole que volveré antes de irme.” Boyando, Rodríguez Maiztegui.

La hemorragia interna de Rodríguez Maiztegui. Boyando: libro de anotaciones en los márgenes de otros libros, como el que lleva de Auster, ya no sé si para leer o para anotarle cosas arriba, en los bordes, en los costados. Boyando es un libro para leer y perderse en sus rutas y en sus viajes. Boyando es un grandísimo libro para hacerle anotaciones en los bordes, en los costados, en las hojas blancas, porque las cosas buenas quedan impregnadas.

“La otra escena, casi al final del documental era la siguiente: el sol  lentamente se  posaba sobre el horizonte, la red estaba lista y se subían al bote para entrar al mar, pasar las olas y tirar la red sin saber qué iban a sacar, qué es lo que se iba a enganchar.” Boyando, Rodríguez Maiztegui.

“La cámara se queda con la hilera de boyas naranjas, que se mueven al ritmo de la marea, quieta, ahí, casi cinco minutos, como si señalara el lugar, y el movimiento que realiza por el bamboleo del agua es adormecedor: un movimiento lento y preciso que, sin darte cuenta, hace que te pesen los párpados y te lleva sin poder percibir que te está llevando. La cámara se aleja filmando la línea de boyas a la espera del enganche.” Boyando, Rodríguez Maiztegui.

La línea de las boyas, la línea desfigurada del tiempo, ese movimiento pacífico y manso de las boyas en el mar, como si estuvieran en una posición de espera, la línea centrífuga del horizonte en la línea del Ecuador, el diario de viajes, la bitácora de una libreta de notas de alta y de baja mar, de rutas; esa bitácora, es una especie de estar boyando quieto o en movimiento, de cierta manera es una posición frente a la vida.