(Sobre Boyando,
de Alberto Rodríguez Maiztegui, Caballo Negro Editora, 2012)
Principio
de entropía
“Después sacó una tuba y comenzó a tocar. El sonido de
una tuba hace que te estremezcas; no se puede entender que el aire salga del
pulmón y se transforme en ese grito lastimero y grave. Después el asistente
señaló con el reflector a una persona que estaba al costado del escenario con
los pies en el agua. Un flaco con el pelo largo, barba larga, pantalones
blancos y remera blanca, una mezcla de Jesús y de Siddharta, sonreía con calma
oriental y las manos en la espalda. Todos lo aplaudían, el Dj le regalaba el
sonido de su tuba como si fuera una ofrenda” (Boyando, Alberto Rodríguez Maiztegui)
“Un plano geométrico es un ejemplo de espacio
bidimensional plano, cuyas geodésicas son rectas. La superficie de la tierra es
un espacio curvo bidimensional, cuyas geodésicas son lo que llamamos círculos
máximos. El Ecuador es un círculo máximo.” (Brevísima
historia del tiempo, Hawkings)
La Geodésica es el camino más corto entre dos
aeropuertos, es la ruta elegida por los navegadores de las aerolíneas que le
indican qué ruta deben seguir a sus pilotos para volar de un destino a otro.
Alberto Rodríguez Maiztegui, un día, decide viajar a
Quito. Viaja a Quito, Ecuador. Viaja desde Córdoba porque es cordobés. No sigue
una geodésica porque Rodríguez Maiztegui es un escritor que no le gustan los
atajos, al parecer. Maiztegui busca perderse. No se esfuerza demasiado en ocultarlo.
Viaja, para perderse. El dice que viaja hacia allá para buscar escribir su
novela. Pero lo cierto es que escribió este libro para perderse. Fue y viajó al
Ecuador, a Quito, a Montañita, a Vilcabamba (donde los habitantes de ese pueblo
llegan a vivir casi 100 años) a Baños, a Santa Cecilia, estuvo perdido y
recorriendo cada lugar y cada laberinto, para escribir esta novela, llamada Boyando.
No hay ningún camino más corto entre dos puntos para
Maiztegui. No quiere atajos. Le dejará los atajos para los escritores de
novelas de verano. Paradójicamente o rotundamente no a la paradoja, producto de
esta búsqueda y de esta perdición que llevó a cabo allá, surgió la consecuencia
irrevocable: la gran consecuencia que calculo lo llevó al título de la novela.
Todo fue muy literal, cruelmente literal, cuando de tan literal se te hace
carne y deja marca en el cuerpo. Deshojándote. Cartografiando con los ojos con
los dedos y con la escucha del oído. Cartografiando sin querer cartografiar,
trazando líneas en mapas imaginarios, descubriendo fronteras inexploradas,
territorios inhóspitos, sin querer hacerlo, sin ninguna intención. Nada de
Geodésicas para Maiztegui, nada de rutas de navegación ya transitadas por otro.
Rutas por hacerse, rutas por trazarse. Boyando
es un libro de rutas, un diario de viajes y de caminos, pero es un libro de
rutas por hacerse. Libros de anotaciones de viaje, bitácora de una escritura
entrecortada que se va escribiendo sobre los márgenes de otros libros, como uno
de Auster, que lleva en la mochila, no se sabe si para leerlo, o si para
escribirlo encima, o tal vez las dos cosas, un poco y un poco.
La escritura entrecortada por los itinerarios fugaces,
pasajeros, coyunturales, efímeros. Es decir, itinerarios entrecortados.
El
escribir entrecortado
VIAJE A QUITO. Escribir diario de viajes, de rutas. Escribirlos
tiene un costo altísimo. Estas malas costumbres de algunos escritores de hacer
cartografía con diarios. Algo que celebro. Es una mala educación. El estilo On the Road sin On the Road. Kerouac era un buen muchacho. Pero Maiztegui es de
otra calaña.
¿Qué es esto de viajar? Boyando. Este boyando es un estar a la deriva, es un viajar con
rumbo pero sin tenerlo, con un rumbo por hacerse.
Entonces primera parada, Quito. Está a la búsqueda de la
mitad del mundo. Como si hubiera una línea real que pudiera tocarse en el
Ecuador, que marcara la diferencia entre el norte y el sur, entre un mundo y
otro. La Línea del Ecuador, el Meridiano
de Greenvich, la Línea Maginot, son
líneas, límites, pero no dejan de ser parte de una cartografía imaginaria y
real a la vez.
Cuando un escritor viaja a estos puntos cardinales, el
viaje se hace real, por más imaginario que sea. Ignoro si Maiztegui viajó a
Quito. Lo interesante, es que al leerlo, viajó a Quito.
No hay viajes imaginarios, no existen. Hay viajes
rotundos. Maiztegui viaja a Ecuador, porque tiene un cometido por delante:
busca escribir la novela Boyando en
una playita desolada y desértica de un pueblito de Ecuador. Diarios de ruta de
profecías autocumplidas.
Pero en Quito hace frío en ese momento. Hay alerta de
Tsunami y de Terremotos. Cataclismos en puerta. El toma su libreta de notas, su
libro de Auster, que lo acompaña a todos lados, porque escribe sus notas al
margen de ese libro de Auster. Un diario que se fue haciendo sobre los márgenes
en blanco de un libro ajeno.
“Caminé al centro histórico con desgano, las piernas todavía me temblaban.
El sol ya estaba detrás de la montaña, cubriendo la ciudad de un color gris
triste y opaco. Iglesias y más iglesias, casitas pintorescas, caos de tránsito.” Boyando, Rodríguez
Maiztegui.
Diario de ruta, de viajes, cuando en el viaje uno puede quedar varado, por
un volcán en erupción, por un Tsunami o por alerta de terremoto. Actividad
volcánica. Uno puede quedarse varado en el espacio-tiempo de esta vida. El
escribir-entrecortado-Maiztegui es producto de un diario escrito como una
bitácora, de a ratos, interrumpido, capturado, tomado de rehén. La bitácora es
la anti-novela.
El escribir-entrecortado trabajoso, como subir una escalera caracol, es
escarpado, es cifrado. Es como una conversación en un teléfono donde uno de los
dos empieza a decirle al otro “se escucha
entrecortado”.
Casualmente así es. Escribe entrecortado el que escucha entrecortado.
El escribir-entrecortado no es para cualquier diapasón: es propio de una
escritura de viaje que denota cierto apuro, ciertas urgencias primordiales, una
especie de ritmo que no se puede pausar pero que tampoco llega a ser melódico.
La ruta es sucia, en la ruta se levanta una especie de polvareda. El diario de
rutas no podía ser de otra manera, si está bien hecho. Si suena bien.
Viajes rotundos, marcapasos del tiempo, globos terráqueos deformes de
cartografiar, por parte del escritor cordobés. Se escucha entrecortado resulta
de una derivada casi matemática, topológica: se escribe entrecortado también y
se vive entrecortado.
Es un itinerario efímero, de alguien que escribe estando por llegar o
estando por irse. Un presente continuo de algo que nunca termina de pasar.
“Nora se fue a la habitación a bañar a Emanuelle y Joao insistía en saber a
dónde había ido y a dónde pensaba irme, algo que daba por sentado porque si
estás en Quito o recién llegas o te estás por ir.” Boyando, Rodríguez
Maiztegui.
Sobre movimientos
sísmicos
Rodríguez Maiztegui viaja a Quito en busca de
movimientos sísmicos que lo restituyan a otro estado. Claro que los encuentra
allá. Pero eso es sólo una metáfora que hace huella en lo real. Todo escritor
que se digne de serlo necesita encontrarse o producir estos movimientos
sísmicos, estos giros violentos, sino la tinta se marchita, se seca.
“Se presentó solemne como Ernest Jones, el marine Ernest Jones, también me
presenté comencé a recorrer la librería
todos libros en inglés distribuidos en lo que parecía un living: algunos
sillones debajo de lámparas de pie, veladores que se enganchaban en la madera
de los estantes y fotos, muchas fotos.” Boyando, Rodríguez
Maiztegui.
Insisto. Maiztegui se mueve en escenario y escenas de viaje y de ruta, donde
va armando sus movimientos sísmicos, sus itinerarios personales, sus
cataclismos. Razón más que suficiente para lanzarse a leerlo.
“Táca- Táca:
Robert Frost en Mountain Interval y el
poema the sound of tres. El primer verso I wonder about the trees. Y el
ultimo: but I shall be gone. Roberto Escarcha bajo mi
brazo, pagué y saludé a Jones mintiéndole que volveré antes de irme.” Boyando, Rodríguez Maiztegui.
La hemorragia interna de Rodríguez Maiztegui. Boyando: libro de anotaciones en los márgenes de otros libros, como
el que lleva de Auster, ya no sé si para leer o para anotarle cosas arriba, en
los bordes, en los costados. Boyando
es un libro para leer y perderse en sus rutas y en sus viajes. Boyando es un
grandísimo libro para hacerle anotaciones en los bordes, en los costados, en
las hojas blancas, porque las cosas buenas quedan impregnadas.
“La otra escena, casi al final del documental era la siguiente: el sol lentamente se
posaba sobre el horizonte, la red estaba lista y se subían al bote para
entrar al mar, pasar las olas y tirar la red sin saber qué iban a sacar, qué es
lo que se iba a enganchar.” Boyando, Rodríguez
Maiztegui.
“La cámara se queda con la hilera de boyas naranjas, que se mueven al ritmo
de la marea, quieta, ahí, casi cinco minutos, como si señalara el lugar, y el
movimiento que realiza por el bamboleo del agua es adormecedor: un movimiento
lento y preciso que, sin darte cuenta, hace que te pesen los párpados y te
lleva sin poder percibir que te está llevando. La cámara se aleja filmando la
línea de boyas a la espera del enganche.” Boyando, Rodríguez
Maiztegui.
La línea de las boyas, la línea desfigurada del tiempo, ese movimiento
pacífico y manso de las boyas en el mar, como si estuvieran en una posición de
espera, la línea centrífuga del horizonte en la línea del Ecuador, el diario de
viajes, la bitácora de una libreta de notas de alta y de baja mar, de rutas;
esa bitácora, es una especie de estar boyando quieto o en movimiento, de cierta
manera es una posición frente a la vida.