«Las leyes de la mayor parte de los
países se han hecho para oprimir al desdichado y proteger al poderoso» (Balzac)
Según Daniel Feierstein,
investigador del CONICET y profesor de UNTREF/UBA: «El triunfo electoral de
Javier Milei fue posible por la configuración de una “nueva derecha” que,
aprovechando problemas estructurales de los años previos (alta inflación,
destrucción salarial sostenida, aumento de la inseguridad, crecimiento del narcotráfico)
como los límites simbólicos y de proyectos de los progresismos realmente
existentes, logró articular de modo exitoso tres corrientes. La primera es el
profundo sentimiento anti-político que tenía su genealogía ya en los años
previos a la crisis del 2001: la segunda, la propuesta anarco-capitalista de
valorización de la libertad absoluta por sobre cualquier estructura solidaria
comunitaria; la tercera, la apelación neofascista a la fragmentación social a
través de la irradiación de técnicas peyorativas que buscan “otros” a los que
responsabilizar por nuestro sufrimiento». Circulan mensajes de adoctrinamiento
fascista. Modelos sobre cómo se gestiona un país federal. El Estado representa
el interés general. ¿Cómo se construye la ciudadanía? En la ley de la selva
solo se salvan los más poderosos. Sin un proyecto colectivo de país no hay
movilidad social ascendente. Javier Gerardo Milei, terco como una mula, no
quiere achicar el Estado sino destruirlo. «Cuando no puede vencerse a un
bandolero, lo mejor es nombrarlo barón». En el teatro de violencias económicas
que padecemos, la prepotencia de poder hizo en nuestro país de un payaso un
presidente. El hombre es para con el hombre como el lobo. La corriente
deletérea de violencia económica que evidencian los lineamientos generales de
las medidas de gobierno de Javier Gerardo Milei da cuenta de la destrucción del
Estado. Se pone en peligro la vida y los bienes de la población. Esto, sin duda,
forma parte de las maniobras de seducción que los mileístas despliegan
actualmente hacia los experimentados miembros del aparato tradicional
parlamentario para tratar de obtener su colaboración. El industricidio tarda
muchísimos años en revertirse. Estamos en medio de una masacre. Desconcierto.
Rabia. Angustia social. Desesperación. Inquietud. En honor de la verdad hay que
decir que nuestro actual presidente es un personaje salido de lo virtual y de las
pantallas y nos hace pensar, ahora, qu es capaz de posicionarnos frente a una
agenda que no está gobernada por los hechos sino por los dichos. Una realidad
que se crea por Twiter y Tik-tok. La tiranía de la opinión. Una velocidad que
modifica nuestro sistema de salud, nuestras leyes, nuestros cuerpos, nuestros
salarios, nuestros estómagos. Una acción que pega en el cuerpo. Porque el
neoliberalismo es una manera de afectar los cuerpos. Algo que impacta en
nuestras arterias y en nuestros corazones. Algo que mina nuestra posibilidad de
defendernos de la peste. Esta época nos plantea muchos problemas y disyuntivas.
Un nivel de complejidad extraordinaria. Sobre
la ética en los servicios públicos. Sobre la ética del poder. Sobre el balance
entre fines y medios.
Como Ángelo, de Medida por medida, de Shakespeare, el estulto
de Javier Gerardo Milei, adicto a Twitter, rastrero de poderes foráneos,
violento, machista, se odia a sí mismo y proyecta su odio personal en la vida
pública. Es terrible que el destino de una nación pueda depender hasta ese
punto de las bofias de un loco. «Gato negro o gato blanco, si atrapa al ratón
es un buen gato». Milei, el recalcitrante odiador, se regodea en discursos
estigmatizantes hacia lo público. Núcleos discursivos de odio lo envuelven,
como si eso fuera parte del éxito de su gestión. Sin obra pública no hay
cloacas, no hay puentes, no hay tejido eléctrico, no hay calefacción en las
escuelas. Debería saberlo. Pero su demencia y su altanería se lo impiden. La
taba cayó del lado de la revolución conservadora. Guardianes del orden
improvisados. Adornis rancios, soldados de la matrix y del poder de turno. Quieren
implementar una estética pluscuamputrefacta de la aristocracia rioplantense del
siglo XIX. Nuevos colonialismos. Somos testigos de la devastación del Estado de
bienestar. Mientras nuestro presidente dice que no hay plata y despista a la
gente firma una carta de intención para la compra de veinticuatro aviones de
combate F-16 a Dinamarca. Hay una pulsión de muerte en el pueblo argentino.
Votaron su propia muerte. Tirar el tallo no hará que crezca la planta. Los
mecanismos políticos y burocráticos que constituyen en el aparato de poder
autoritario de este gobierno rancio de tiranos y fascistas. El fracaso de los
gobiernos populares. Los dueños del discurso. El neoliberalismo fracasa en el
mundo. Pero el pensamiento instalado repite que el Estado de bienestar es el
enemigo. El ajuste lo están pagando los trabajadores y los jubilados, no la
casta política. ¿Cuánto impacta el algoritmo en todo esto? Milei, Javier Gerardo, va a
ser tirado al vertedero de la Historia. Eso es seguro. La consagración de los
privilegios de clase no es nueva. El culto de la personalidad puede engendrar
todo tipo de consecuencias nefastas. Nuevas medidas de austeridad encubren un
nuevo índice de indigentes. El poder mediático al servicio de los poderes
económicos no puede ni podrá jamás competir con el poder plebeyo popular. Milei
es tan facho, pero tan tan tan facho que naturaliza hasta el fascismo. Habla de
la casta y lo elige a Daniel Scioli como ministro. Daniel Scioli siempre fue
Daniel Scioli, una rata acomodaticia al poder de turno. Menemista con Menem,
duhaldista con Duhalde, kirchnerista durante el kirchnerato, albertista con Alberto
y, ahora, mileísta de la primera hora. Bosta seca de la casta. Caputo es otra bosta
seca de la casta. En nombre de la libertad, Milei, reciente embajador de la luz
de los EEUU, desfinancia el CONICET, cierra TELAM, desfinancia las
universidades, elimina el Fondo de Incentivo Docente. Mientras una CGT
colaboracionista más que dialoguista con un gobierno negacionista, hace cursos
de budismo zen, meditación trascendental y reflexología, basuras mediáticas de
la talla de Eduardo Guillermo Feinmann, a sus 65 execrables años, siguen propagando
ese rejunte estridente de lo que considera noticias e información, mientras La
Nación + sigue propagando el virus de la desinformación, mientras Carlos
Orlando Pagni, a sus 62 execrables años, consiguió convencer a buena parte de
la población argentina de que un columnista televisivo podía ser político. Ignorantes
orgullosos de su ignorancia avanzan con medidas de desmantelamiento de la cosa
pública. En favor de gobiernos formados para el beneficio de las grandes
corporaciones, de los grupos económicos monopólicos, la casta financiera y las
familias millonarias se alegran. Mientras las universidades públicas denuncian
el desfinanciamiento, Milei toma champagne con Elon Musk, gran promotor de
líderes de derecha, en un rincón de Texas. ¿El ajuste lo iba a pagar la casta?
No. Catástrofe social, golpe algorítmico al sistema republicano. Avanza la
precarización de la salud mental, de la vida escolar. Van sobre las
jubilaciones y la educación pública. ¿Cómo construir una subjetividad que haga
posible repensar nuestra actualidad a la defensiva de una horda de
fundamentalistas? Robo de picaportes de bronce, de cables, de medidores de
agua. Delitos de la desesperación. La inequidad avanza. La desigualdad avanza.
La injusticia avanza. Las políticas del caos avanzan. La improvisación avanza. El
marketing político y el humo avanzan. Una ola derechosa que siempre estuvo ahí
avanza.