3.10.23

El siglo, por Osip Mandelstam

 

 

Siglo mío, bestia mía

¿Quién podría contemplar tus pupilas

y con su sangre juntar

las vértebras de dos siglos?

La edificadora sangre mana

de la garganta de la tierra

y sólo el parásito tiembla

en el umbral de los nuevos días.

 

Cada animal debe arrastrar,

en vida, su espina dorsal.

Y una ola juega

con la columna invisible.

 

Como el tierno cartílago de un niño,

el siglo de la infancia de la tierra

de nuevo sacrificó, como a un cordero,

la plenitud de la vida.

 

Para liberar al siglo,

para comenzar un nuevo mundo,

hace falta unir con una flauta

los desiguales días de la rodilla.

Este siglo agita la ola

de la tristeza de las personas

y entre la hierba anida la víbora,

medida de este siglo de oro.

 

Aún brotarán del verdor los embriones

y crecerán los tallos,

pero tu espina está rota,

¡mi bello y doloroso siglo!

 

Y con una sonrisa sin sentido

mirarás atrás, dulce y cruel,

como bestia en un tiempo flexible,

para contemplar la huella de tus garras.

 

 

1922

 

 

 

Tomado de: Tristia y otros poemas, traducción de Jesús García Gabaldón, Tarragona, Ediciones Igitur, 1998.