He visto dos o tres goles soberbios de Maradona. Belleza y precisión
conmovedoras. Me evoca a otro también sobrenatural futbolista: Adolfo
Pedernera, a quien, a mis diez años, tuve la dicha de ver jugar. Tengo en mí,
definitivamente, la imagen inverosímil de un hombre que apenas se movía en la
cancha y que sin embargo estaba siempre al lado de la pelota. Se lo comenté a
mi padre, que me había llevado a la cancha, y mi padre me dijo: «Ese jugador se
llama Pedernera y lo que vos me comentás se llama tener colocación». Ahí, de
Pedernera y de mi padre aprendí algo que es una parte de mi vida. Digo,
entonces, que Maradona y Pedernera se corresponden en tanto futbolistas. Son
casos para los que el lenguaje general y/o popular usa la voz «maestro». En
cuanto al lumpencito que nació y se crió en Villa Fiorito y ahora jaranea en
Punta del Este y tira dicharachos o balines en lugares de parranda, vistosidad
y haraganeo, es normal. Eva Perón es análoga. Gardel, otro maestro, es también análogo.
Nuestra sociedad, en su forma actual, los engendra. Todos somos responsables
por ellos, tanto más que por nosotros mismos. Yo, profesor universitario de la
UBA y de la UNR, los saludo. En lo referente a la droga que tomó o toma
Maradona, lo respeto y allá él. Yo, durante décadas, fui adicto a la
anfetamina. A base de esta experiencia me autorizo en enunciar que el verdadero
problema no es la droga, sino la falta de droga. A saber, el verdadero problema
para el adicto, que además es el único problema.
En revista Página/30, N°69 (Buenos
Aires, abril de 1996)
Tomado de: Todas las noches escribo algo,
Buenos Aires, Mansalva, 2021.