Parte 2
uno
El calor en esta
selva
hace que todo el
tiempo tengas la piel mojada,
resbalosa y
caliente.
Hay muchos ríos
barrosos y tibios para bañarse
pero uno, nunca
termina de enfriarse.
Los riachos están
secos,
mejor dicho, son
un camino de fango marrón.
Con el calor
viene la bajante.
Del barro surge
un olor ácido y penetrante,
el lecho queda al
descubierto:
quedan a la vista
los restos de una vida submarina
y la mosquitada
inquieta.
Como la mayoría
de las veces,
estos calores
terminan con un tormentón
que entra por el
sur.
dos
Un grupo de
perros desparejos
surgen de todos
los rincones.
Corren a los
botes, las bicicletas,
y entre las patas
de los caballos.
Ladran a todo
tipo de motores.
Nunca imaginé que
hubiera tanto perro.
La manchita,
la rubia,
bigote,
renguito,
lobo,
un pequinés
mezcladito
y una salchicha
marrón
Comen las cabezas
de las bogas muertas en el barro.
tres
Un yate
cruza veloz el
río.
El casco blanco
destella al sol.
En cubierta dos
jóvenes mujeres
se asolean
entornan los ojos
como si durmieran
se auto convencen
de su estado
general
de satisfacción.
cuatro
El río se te
viene.
Se te viene
despacito.
Sin que te des
cuenta.
Si después de las
diez sigue creciendo…
prepárate
que seguro se
anega todo.
Levantá los muebles,
llevá los
animales al monte,
apagá la
heladera.
Vas a ver,
el viento irrita
los ojos
el ambiente se
electrifica
los vecinos se
alteran
los perros ladran
largo.
Cuando la tarde
parece que se cierra por completo,
las nubes se
abrirán
dejando pasar una
luz verdosa y un viento frío
esa
es
la sudestada
El agua transita
las pendientes del arenal
en el desaguadero
desbordan las
canaletas
llega hasta
nosotros el barro del lecho.
cinco
El arroyo lo
cruzamos a pie
por la parte más
angosta.
Piedras bajo el
agua.
Brillan.
Como ágatas
como amatistas
pulidas por el río.
Sumerjo las
piernas.
No me veo los
pies.
Los peces escapan
veloces.
Cuánto más
profunda
más fría es el
agua.
Un tronco hundido
duerme en el
fondo arenoso
Un ancla de
madera
bajo el estero
un bosque
incendiado
un bosque
inundado.
La tierra se ha
endurecido
cubierta por una
capa de ceniza.
Está seca como
los ojos de un muerto.
Más tarde o más
temprano
la lluvia hará
barro del polvo
Y los cipreses
germinarán entre juncales.
seis
El más cachorro
de los perros del barrio
viene mordiendo
el fuselaje de alas
de una gran ave
muerta que encontró en el río.
Juega con ese
pedazo deforme y descompuesto entre los dientes.
Un vecino me
advierte que se puede enfermar
por lo que con un
palo agarro el cuerpo despedazado
y lo tiro al rio.
siete
Con el fin de la
tarde
entra el viento
húmedo de la costa.
Trae el olor del
puerto
La sal se mezcla
con el olor de
las refinerías.
El pueblo se
reúne en la orilla del canal.
Un grupo de gente
se baña en un mar aplanado.
Tres jóvenes
caminan hacia la principal
van tomando de
una botella de plástico.
Dos chicas pasan
en bicicleta.
Los chicos,
gritan algo que no llego a escuchar.
Una pareja de
ancianos sentados en la costanera:
escuchan las
noticias en la radio portátil
ella deshuesa una
naranja con manos y dientes.
ocho
Doña Mirta llevó
una bolsa de carbón.
Dijo que paga
mañana.
Un hombre pasa en
bicicleta
no pedalea
aprovecha la pendiente
se deja caer
calle abajo.
Tomado
de: Guillermo Neo. Sucesos orilleros. Poesía
reunida 1993-2015, Neutrinos, Rosario, 2015.-