13.11.14

Correas en la versión de Carey, por Jorge Quiroga




(Sobre Carlos Correas, la voluntad de vivir, de Bernardo Carey, Palabras Amarillas Ediciones, 2014)


Carlos Correas, la voluntad de vivir teatraliza el tramo final de la vida del escritor y reúne en el espacio de un pequeño departamento del Once las tensiones, dudas y malentendidos de una vida alterada por la más profunda angustia existencial, un desterrado que entre fotografías levemente anacrónicas de Eva Perón, Audey Heprun y Jean Paul Sartre, pasea su desesperanza encerrado en sus postreros pensamientos de expulsado que sin embargo trata de resistir. Bebe copiosamente, se tambalea y despacio se hunde en el desgarramiento, el tiro posible y agónico y la muerte lo acechan en esa nada de lo que no tiene sentido. El encuentro fortuito con una prostituta que le ofrece sus servicios a cambio de una supuesta protección que Correas ya no puede ni siquiera dar. El extravío de ese personaje real e inesperado es grande y terminal. Los equívocos aproximamientos eróticos entre los dos acentúan la distancia entre una mujer simple y un intelectual que ya se va, transitando entre el alcohol y la inadecuación los últimos días de una vida opaca y maltratada. En la contienda aparece fugazmente un ambiguo sujeto que tiene que ver quizás con el pasado de Correas. Se percibe esto como una señal que únicamente conduce al suicidio y a no ser otra cosa que el titular de algún diario amarillo. Esa figura con el viejo piloto y las antiguas ensoñaciones se va desarticulando y hace que la imagen de Carlos Correas, acaso en las versión de Bernardo Carey -más fidedigna y fiel que la propia biografía de la vida concreta- renazca una y otra vez.