I
Con una
botella a la que llama su perro
Alan
juega, nos explica
las
habilidades
de
ese artefacto precario
construido
por su abuelo.
¡Lancón, sentado! Mirá
cómo gira,
mirá…
Lancón,
corre.
II
No
inconcreto, en su modo
nosotros
reímos, incluso más,
por
formar parte
de la
intensidad de otro mundo. Un don
cuyo
sentido, si posible,
es la
apariencia agregada a un sigilo
en la
reverberación inconexa de la kinesis.
¡Arriba,
gira!
¡Lancón, gira!
III
Pero
Lancón es un nombre hermoso,
otro
de sus
inventos. Y yo río
como ríe
Eugenio, su tío,
cuando
lo escucha.
Apariencia
de un perro en una botella
o
botella
que ya
nombrada
es
apenas, más cerca,
una
imagen
de
perro.
IV
Como
todo lo que interrumpe
quiebra,
descentra
un ritmo
en apariencia conexo
de
sensación equívoca; la imagen
de un
perrito transparente
haciendo caca
sobre
un rincón del quincho.
V
Habría
que sumergir en agua la botella
para
medir el porcentaje de plata
que
fundida en oro
nos
constituye esta noche.
¿Cuánta
densidad tiene un sobrino?
¿Durante
cuántas horas
siempre?
VI
Porque
si baila o hace bailar a esa botella
este es Lancón, miralo
el
tiempo es poco, siempre poco
pero bastante.
Alan densea el amor
en su
orfebrería de engaño, artistea.
Afuera,
suponemos, haría más frío.
VII
Lancón
pelota de fútbol, avión
Lancón,
decime que nos ves,
que
corrés sobre el quincho
y que pedís pizza
mientras Alan sonríe.
¿Seguís
saltando, Lancón?
¿Nos
ves?
¿Tenés
todavía ese hilo de plata
atado a
tu cuello?
VIII
¡Lancón, corre!
Girá, Lancón.