1.5.14

Lancón, por Fernando Bonfiglio



I

Con una botella a la que llama su perro
Alan juega, nos explica
las habilidades
de ese artefacto precario
construido por su abuelo.

¡Lancón, sentado! Mirá
cómo gira,

mirá…

Lancón, corre.


II

No inconcreto, en su modo
nosotros reímos, incluso más,
por formar parte
de la intensidad de otro mundo. Un don
cuyo sentido, si posible,
es la apariencia agregada a un sigilo
en la reverberación inconexa de la kinesis.

    ¡Arriba, gira!

                ¡Lancón, gira!


III

Pero Lancón es un nombre hermoso,
otro
de sus inventos. Y yo río
como ríe Eugenio, su tío,
cuando lo escucha.

Apariencia de un perro en una botella
o botella
que ya nombrada
es apenas, más cerca,
una imagen

de perro.


IV

Como todo lo que interrumpe
quiebra, descentra
un ritmo en apariencia conexo
de sensación equívoca; la imagen
de un perrito transparente
         haciendo caca  

sobre un rincón del quincho.


V
Habría que sumergir en agua la botella
para medir el porcentaje de plata
que fundida en oro
nos constituye esta noche.

¿Cuánta densidad tiene un sobrino?

¿Durante cuántas horas
siempre?


VI

Porque si baila o hace bailar a esa botella
este es Lancón, miralo
el tiempo es poco, siempre poco
  pero bastante.

                      Alan densea el amor
en su orfebrería de engaño, artistea.

Afuera, suponemos, haría más frío.


VII

Lancón pelota de fútbol, avión
Lancón, decime que nos ves,
que corrés sobre el quincho
        y que pedís pizza
        mientras Alan sonríe.

¿Seguís saltando, Lancón?
¿Nos ves?

¿Tenés todavía ese hilo de plata
atado a tu cuello?


VIII

¡Lancón, corre!



Girá, Lancón.