Pude
levantarme temprano. Cuando no salgo a patear las calles a la noche me
despierto pensando en que no hice nada ayer. La noche estuvo intelectualoide. Intentamos
con una pareja de brasileros sacarle la ficha al Sudoku. Quisimos diseñar uno, puedo
decir que transpiramos bastante pero no llegamos a nada. Ya rendidos saqué mi
ajedrez. Salió un uno a uno con ese chico de S. Pablo. Está bastante loquito, loco
lindo y charlatán. Su compañera había estado preocupada en la cena porque él
había salido a las 10 am al semáforo y no volvía. Están ilegales. Entre los dos
lo esperamos sin hablar mucho y fumando todo. Nunca vi una mujer que fume
tanto. Cuando volvió Julio, ella estaba muy pálida, blanquísima. Él la retó por
haber comido nada y fumado tanto. Ella vio que él estaba con los ojos
dilatadísimos, y medio rabioso, así que los dos se reconciliaron con la
honestidad de sus rostros. Una brasilera pálida es como ver una momia en sunga,
pero triste. Me voy en unas horas a encontrar con los amigos, Lechu y Franco. Muchas
cosas nuevas estos días. Vamos a por lo viejo y bueno. Me sorprenden mis pocos
encuentros con el alcohol estos días. Solo una noche de Alcohol y Tiki. Me quedé
toda la noche recostado en la barra del bar junto a unos locales, viendo bailar
a los demás turistas y exigiendo tragos más fuertes. Al principio me miraban
con cuidado pero cuando vieron que me sabía parte del cancionero popular se
puso mejor. Cuando me ofrecieron pijcheo se detuvieron a ver si lo hacía del
modo correcto y como no era mi primera vez se empezó a ir todo un poco al
carajo. Me giraban cervezas, tragos durísimos, medidas de algo que no supe qué
era, como gelatina y más y más. Acá se toma mucho, a todas horas hay hombres y
mujeres destruidos. La mayoría son petisos pero grandotes, robustos. Se
tambalean por los empedrados que deben estar tan rotos por sus caídas. Volví a
las 12 del mediodía a casa y me miraban raro pero más bien curiosos. ¿Qué habrás
hecho?, me preguntaban. A la tarde
salimos a pasear y en un pequeño puesto de libros vi un título Borracho estaba pero me acuerdo y del
mismo autor Alcolatum and other drinks.
Cambié esos dos por un Kundera que se ponía muy denso. Me explicaron que hace
un tiempo se empezaron a pedir estos libros para las aulas de escuela
secundaria. Son relatos autobiográficos de un paceño que dejó la casa a los 12
años después de robarle 1200 a su madre. Hoy es un diccionario de la calle
paceña, todos los bares no recomendados y muchas noches frías en el alma.
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Hecho medio guasca, cuánta resaca, estoy cansado de levantarme sin recuerdos, ¿cómo puede el alcohol borrar la memoria? Es de no creer, nulo, cero, ningún recuerdo. Sí la seguridad, o casi seguridad de que me puedo cuidar solo en cualquier estado. Y si me quedo en la calle tirado no me va a pasar nada (ahí dormí ayer un buen rato). Eso por lo menos hay que escribirlo. Pienso en Kerouac, creo que me mira y en mi cabeza conoce a Sbarra y simpatizan, aparece Charles y apuran el trago. Qué hermosas mujeres vi hoy, charlamos y sé que me las tenía que haber traído al colchón, ellas querían, ¿no? Quedamos en que seguro nos cruzábamos de noche, lástima que no pienso salir de la habitación. Voy confirmando lo bien que me sientan los cuartos de hotel. ¿Por qué no me traje una bolsita de la paz? ¿Por qué me duele tanto el cerebro? Tuve que parar de escribir para abrir a los de migración que hoy ya me agarraron.
Suerte
cuando llega la paz, me suena estúpido decir llega la paz estando en La paz. Nada.
Duermo. Debo un par de días y no me quiero ir sin pagar, el lugar está lindo, mucha
gente pero mucho espacio. Me doy cuenta que le entraría a la que limpia la
habitación. De las que trabajan acá creo que es la más callada. La que tiene la
cara de más hinchada las pelotas. Forsejea con la puerta, se mueve rápido, no
la miro casi por lástima porque parece que la reto cada vez que la miro. En
una pieza con 7 camas casi todos los días entran a cambiar sábanas, aparte de
la billetera que hace unos 2 días le robaron al que duerme en la cama de mi
derecha, también otras cosas se robaron en estos días o al menos tuvieron
desapariciones sospechosas. El pibe al que le robaron la billetera dice que no
sospecha de las personas que trabajan en el lugar, pero que sí sospecha de
algunas personas. Me parece inteligente y práctico que no me diga de quién
sospecha, pero me da curiosidad saber. Policiales en hostels con víctimas que
son los detectives. La altura que tiene la terraza da una hermosa vista de la
ciudad. Lo suficientemente alto como para morir al caer. Me encantaría morir
cayendo de algo alto pero no de esto al menos ahora. Acá llega al que le
robaron, yo creo que sigue preocupado, que hasta sospecha de mí. Capaz no, ese
día me fui antes de que le roben, estoy casi seguro y es guiándome por lo que él
me dijo. Pero en este policial los testigos son de escasa credibilidad. La
mayoría sino todos están bastante colos.
Salir
a trabajar, salir a malabarear. Me da fiaca. Escribir más y andar a lo Arlt
vendiendo en la barra del bar. Me tengo que ir de acá y ahorrar unos pesos para
la cerveza. Sumando una botella de vino las cosas pueden ir mejor. Me
suele funcionar.
Secuencias: Conozco a Rodrigo. Es paceño, tiene
creo que 28 pirulos y más cicatrices que tabla de picar. Nació en Lima, Perú. En
una cárcel de Lima Perú, donde estaba y sigue estando su mamá. De ahí pasó
derechito a una incubadora del hospital porque pescó sarampión interno o algo
así. Ahora tiene un cuartucho en La Paz, adonde lo vamos a buscar para pescar
unas droguitas. Llegamos a un telecentro, compramos 250Bs en tarjetas de teléfonos, llamamos
al viejo y le pasamos los códigos. El viejo nos atiende desde alguna celda de
la cárcel de San Pedro, acá en LP, Rodri también la conoce bien a esa, estuvo
metido 3 años. Nos dicen que tenemos que aguantar una hora, Rodri paga el teléfono
y deja el cambio a la chola. Nos invita a un trago para correr el tiempo. Charlamos
de comidas peruanas, del fútbol argentino y brasuca, relata alguna de las
historias que dejaron cicatrices. Después saca un Spiderman del bolsillo, cuenta
que es para su changuito. Rodri quiere que este empiece jugando en el Bolívar, después
que pase a Boca y que la termine rompiendo en el Barsa. Se le escapan
unas lágrimas, se sonroja y seca de un trago el vaso. Es la hora, damos mil
vueltas para encontrar un teléfono y nada hasta que una parejita nos presta un
celular. Rodri llama y empieza a caminar para la esquina dispuesto a hacerse
con el teléfono, yo le digo que no se zarpe, no sé por qué se lo digo. Él me
mira feo, me dice que esa es su ciudad y que él es así. Yo entiendo pero es que
me cayó bien la parejita, sobre todo el hermanito menor del chico que cuando le
dijimos que éramos del Bolívar y no del Strongest, como él, se paró de manos y
dijo "Vengan nomás, uno por uno, a conocer el poder del tigre". Enseguida
llegan los demás y Rodri devuelve el celular, se enoja y me culpa pero después
se le pasa.
Después de una larga espera llegamos a la esquina
de la cárcel. Abrimos una bolsa con comida podrida, 2 bolsitas de faso y 1 de
merca: Mucho menos de lo que pedimos. Rodri estalla de la bronca y además se
notaba que ya le estaban subiendo las pastas.
Nos pide perdón como un niño, lamento boliviano, y
nosotros desconfiamos. Ya no queremos saber de nada y nos vamos. Quedamos en
vernos al día siguiente en su casa.
Llegamos a la hora pactada y para nuestro asombro
Rodri nos esperaba. Sale con una bolsa que tiene abrigos y unas zapas, se las deja
a su viejo. Nos dice que en 5 minutos nos mandan lo que falta. Nos sentamos
enfrente a la cárcel, Rodri observa que por suerte el cana que vigila desde su
alto refugio chumbo en mano está de espalda. Pum, se escucha que cae algo. Bolsa
negra, papas, cáscaras, 2 porros y poca merca.
Rodri se encabrona, que su propio padre lo caga que
él se caga en su padre que perdón que vendió un celu a mil pe y que por
la noche nos invita a gastarlos que él no es así que nosotros le caemos bien. Nos
vamos y faltamos a la cita de la noche.