Sobre Malón en cautiverio, poema de Luis Osvaldo Tedesco
Un habla
desde el fondo, como viniendo de un cuerpo desterrado, desencajado de lo que no
le pertenece, del ámbito que lo excluye, y que lo lleva al desierto.
Con
el ser en la intemperie, que lo aísla
y lo vincula con el desgarramiento de su
vida malograda.
El hijo
que no tiene nombre, para perdurar en el tiempo, debe valerse del silencio, y de ese grito. Porque
el que no tiene voz, no puede sino crucificarse en la factura que lo hace
rendirse a la prepotencia de la pernada, que el patrón con derechos de lujuria,
ha inyectado en vidas, que están al
desnudo.
Un habla
que dobla lo plebeyo, para anunciar el encierro, (el mundo cautivo) , envuelto
en una atmósfera, donde lo carnal es la ausencia, y la verdadera bastardía,
donde se da todo un trasfondo de situaciones encadenadas que no tienen ninguna
salida.
El que no bebe, al que le extraen los atributos de su
simple humanidad, paran someterlo al signo de su suprema orfandad, el
guacho, el que nada posee, ha sido exterminado,
porque ni siquiera debe aparecer como desecho en la ronda de los ignorados.
El lenguaje del oprobio sufrido, los trabajos y
los días, de un lecho profanado, el que siempre retorna como una imagen de lo
que nunca debió fructificar. El mundo en un estado de quejumbre y de
crispación por lo que falta en ese
malnacer que el hombre repite en su infortunio.
El ser
despedazado, la tensión que retiene el
fluir y descobija todo intento del renacer.-
Jorge Quiroga
III
MALÓN EN CAUTIVERIO
“La civilización no
suprime la barbarie,
la perfecciona”.
Voltaire
Señor,
usté, el que fuere
de
usté mi aparecido!
Me
instalo picadito queseyó,
revoleo
mi suma de oscilantes,
de
ser no mío nunca el que decide,
juicioso
pie de lances sometidos
en
el quedo sin qué do mal me brego,
sin
cabayo, sin daga ni tabaco,
ni
siquiera redil mi menoscabo
en
los campos albores todo brisa,
pinché
de imagen, ésta es mi figura:
andar
en pata arreando la finisca,
sin
hospedaje en las ciudades,
sin
calibres de historia mi futuro
en
pozos desta tierra desterrado,
ni
de poste se luce mi malambo
II
Observe,
su cauce accede,
pliega
su norma, tiéndese
que
no que sí la siempre mueca,
¡señor,
usté, el que fuere
de
mí su aparecido!,
viruelas
le supuran de la especie,
es
suyo lo mío cosa yunta
que
se fija binaria de condena,
si
se viera, si viera en mí
su
par sacrificado, su cuerpo rey
trocado
en desertor y malnacido,
tan
usté malogrado en mi negrada,
con
su espesor desértico de padre
aquí,
en la torsión donde me escurro,
aquí,
en los remiendos del guachito,
viento
sisal de mis costuras sopla
III
No
exagero si le digo que tengo
pajaritos
Sindiós en mi cabeza,
me
vienen
de
ayá, del masayá de ayá,
del
convulsivo piar de mi añoranza,
unos
por aquí, otros a distancia,
todos
en santiamén de patrocinio,
ninguna
mezcla de vuelo, ninguna
duda
pa’terrizar en mi cabeza,
como
cualidá que se requiere salva,
tinieblas
gratinadas del fantasma,
aquí,
en el pensoso, se me juntan,
se
purgan, se maltrechan entre sí,
aquí
procrean sus naves incestuosas,
aquí
tienden sus días emotivos
en
repulsivo coito sus alturas
IV
¡Señor,
el que fuere
de
usté mi aparecido!,
sujéteme,
preságieme, intúyame,
necesito
un lugar en mi rezago,
entiéndame,
no es mucho la cuestión,
ya
verá si no es verdá esto que digo:
ni
sacramentos ni eternidá
de
suavidá en gloria mi sustancia,
ni
ramazón teológico, ni tampoco
el
deleite que viene con la gracia
o
pureza del dolor escatimada,
cosas
del día, mensurables,
yo
le pido,
y
disculpe si profano,
pero
puestas las cosas deste modo,
en
el cerco de quién que me recluye,
que
me regula ratoneando esencias,
decoros
del fugaz aparecido,
tan
poco me hace falta, digo,
cobijas
en el catre, lana materna,
trabajo
sin destajo, vestimenta
por
si una china en alza me lucubra
con
sus trenzas florando mi ternura,
todo
cerca,
en la mira,
comprensible
V
Ahora
me doy cuenta, ahora sí
me
veo de corrido,
soy
parte suya, patrón, pareciendo
usté
que goza, yo su rastro seco,
usté
se luce y yo ni de aparato,
cuál
haya sido su intención, no sé,
paga
poco el maltrato que me da,
¿no
le hubiera valido más un reino
extendido
en imagen con la suya,
y
que sean cuales fueren las distancias
yo
siguiese de usté la lejanía?,
si
todo lo puede, ¿por qué no pudo
hacer
deste que soy, que le desciende,
alguien
emancipado con orguyo
en
el diario crecer de sus dominios?
Claro,
me dicen, vengo de pernada,
no
soy la cepa pura de su clase,
usté
es heredero de prosapias,
el
regocijo es alto en su cocina,
afuera
está la chusma que trabaja,
y
en los ranchos, benditas de melaza,
chinitas
que le trancan su lujuria,
no
sea que extrañe, patrón,
sus
raudales de soltero.
Bien
jodido será su proceder
que
de juerga nomás, de puro dueño,
me
larga la perrada judicial
mientras
duermo enroscado en mis deleites
de
malón que acamala sus borregas.
En
la dormida usté me crucifica,
estoy
al palo y Dios, acaso el Diablo
–jerarcas
son los dos en el Oscuro–,
el
juez, el comisario, los letrados,
la
murga del Estado liberal,
todos
con su reputísima jeta,
todos
con la sotana en triste yama
pezuñan
en mi verga mientras gritan:
“¡Cabecita
pijudo malparido,
sin
perdón arderás con tu pecado,
y
ni pa’l meo te quedará chorizo!”
Entonces
desperté, quedar tuyido
no
estaba en mis desgracias esa noche,
me
repalpé, migraba donde siempre,
sin
quemas de mí, ni blando ni erecto
el
canelón suavito que la dama
busca
para saber de su reyeno.
Suerte,
me dije, aun en cautiverio
mi
malón se alzará con la cautiva
VI
Uy,
uy, uy, qué lances, patrón, qué gesta
manoplan
sus ricinos en palacio,
todo
legal, cubil parlamentario
me
ordena combatir en la frontera
al
bolita, al paragüa, lo que venga
parduzco
en las mejiyas contemplado.
Y
usté, antes patrón, fue general,
vistió
casaca, flecos al dorado,
medayero,
sombrero Napoleón,
lienzos
ceñidos, lástima las nalgas
cayendo
en pulpa e’ pera ya madura,
larga
capa de británico paño
y
botas relucientes como el filo
de
una daga lamiendo una mejiya.
Ni
albos ni oscuros, éramos mestizos,
malón
en cautiverio, montonera
crujida
en los destinos de la patria.
La
comida era mala, pero caña,
caña
fuerte para reír nos daban
luego
de matar, esa era la transa.
La
máscara fatal nos valentona:
carne
de muerte igual que l’enemigo,
la
misma piel, la misma ropa sangra,
la
misma barba crespa en las viruelas.
En
la loma, montado, el general
medita
en los degüeyos de la historia:
chupa
un mate, lo endulza con guindado,
en
silencio se baja del cabayo
y
a la sombra del árbol auspicioso
se
juega un ajedrez con su teniente.
Abajo
es lo de menos, sangre sobra
y
a tronar el doquier civilizado,
“el
coraje es mejor”, eso lo alegra,
abajo
se masacran los iguales,
abajo
la bataya siempre gana,
ningún
dolor enluta su ironía
VII
Me
sacaron del cepo porque el indio
en
tierra magra rinconando l’anca
merecía
por ser lenguaje infiel
la
marca de verdá en lo cristiano:
exterminio
total o esclavitú
de
sus cuerpos adictos al demonio.
De
nuevo a la bataya me ordenaron,
cada
indio que cacés tendrás en premio
caña,
tupida juerga, pulpería
y
el púlpito de Dios en las alturas
murmuyando
oración en tu rebenque.
Entonces
me dije, ¿de qué?, ¿de quién
soy
su aparecido?, el patrón, mi padre,
me
desecha por ser de la pernada,
el
general me arroja en su bataya,
sobrevivo
y la ley me cancerbera,
Dios,
el oscuro Dios de las iglesias,
me
cilicia los faunos cuando en sueños
me
prendo en los encajes de mi dama,
ni
catrera ni terrenito tengo
donde
afincar mi culo los domingos,
con
otros tapes soy de la partida
que
embosca al indio vichador de estancias.
Es
noche de tinieblas, noche muerta,
ni
ruge ni acaricia el cierzo antiguo
ni
la maleza es pilcha de fantasmas,
es
casi mudo el habla de la tierra.
Lo
que embisto es mujer, es cosa frágil,
los
hombres se relamen que da gusto
y
un chanfle de memoria me tenebra:
esas
tetas y vientre fueron madre
y
yo soy su raspón americano,
“me
tendrán que matar si de cogerla
es
saña la que plena sus agayas”,
eso
les grité, mal entrecruzadas
las
palabras, y nada los detuvo,
vinieron
sobre mí, me redujeron,
me
alisaron el cuero con lonjazos
y
no morí, ya ven, lo estoy contando,
la
india dejó su sangre como abono
y
murió en mitá de un porongazo.
“Ya
vas a ver la lidia que te espera”
dijeron
mis iguales
con
risas deste mundo
VIII
Madre
se me hace herida, patrón, madre
fue
casi como usté, pero tendida,
fue
casi como usté, pero yorosa,
madre
como arpiyera su vientre pardo
yace
donde usté la poltronó sumisa,
yace
con su marca de patrón sudado,
usté
rechoncho de grasa despareja
ni
una masita le trajo pa’ rendirla,
usté,
como quien yerra su ganado,
coge
sin ver y con asco de lujuria,
ni
la perfumó siquiera con sus galas
de
hombre generoso en el kilombo,
sabe,
uno a usté no le pide complacencias,
ni
estilo ni rococó ni ropa fina,
ni
cabayerosidá siquiera uno le pide,
pero
algo de su vulgar pago de coimas,
un
ruidito sin meya en sus alforjas,
usté,
tan ducho en manejar la mercancía,
ni
un biyete le dejó para pañales,
fue
así que de su lechosa porquería
nací
yo sin que nadie me quisiera,
usté
cogió y se fue, abotonando
su
chaqueta de patricio a lo francés,
los
meses que pasé dentro e’ mi madre
los
yevo de convicto endemoniado,
yo
me quedé ahí, navegando turbio,
ya
de feto en malicia de venganza,
mi
madre hizo poco de alimento,
no
me mató porque estaba escrito
que
de olfato, patrón, en usté daría
mi
respirar de puma en la yanura.
Entre
mis planes oiga el que le cuento:
me
gozaré a sus hijas, las de su mundo,
la
grosaré cautivaditas en mi rancho,
ya
verá, ya verá qué lindos cabecitas
le
escupirán la jeta cuando grandes
vengan
por usté, papá, a desquiciarlo
IX
Escarbo
en mi gujero y meten miedo
su
esqueleto formal, los percheros
donde
cuelga la carne de mis días,
tan
fornidos turbiones en la lucha
cuando
pampa y jinete eran cadencia
y
los vientos me alzaban luminoso
y
era lindo andar sin disciplina.
Miremé,
cepiyado por la ley
son
tientos mis andrajos pulmonares,
quebrado
el esternón, manco el zurdaje,
ni
con puré me chairo los colmiyos
y
barbijos de fusta me acicalan.
Miremé,
tan enclenque me acorralo
en
las chapas sinuosas del escabio,
por
si acaso nomás si se me dieran
ciertos
bríos de pronto cacheteando
la
margura social que calavera,
digo
que vengaría deste cuerpo
sus
plenos revoleados en desgracia
X
Tan
magro y semifijo me retuerzo
ciñendo
mis rebusques quejumbrosos,
peludear
hacia arriba todo alma
y
que su sino crudele no me arrime,
es
el nublado, un don de las alturas
la
baraja torcida con mi suerte
petaleando
barrosa sin figura,
escarnio
que me parte la cabeza.
En
el fondo, me pienso, lo que duele
es
el pasmo, el resueyo tragantado,
el
fin sin fin del tiempo donde purgo
guacho
mi ayer, mi jeta pozo negro
XI
Verme
arribar en ascos de la historia,
todo
fardo el cenobio de mis cruces,
tierras
de pan yevar la de unos pocos
que
lontanan premura con sus goces,
bendichas
del cristiano que acamala
templos
de gloria en áureos duraderos,
yo
de Jesús profeso el sacrificio
y
peno por cribarme con el tinto
cuando
el cuerpo me cruje punitivo,
azadón
de mi carne es la conciencia,
y
así nomás me doy en entelequias,
perjuro
mi sostén, me muerdo en humo,
liviano
como sábana en penumbra
voy
donde quieran ir mis resentidos,
vengan,
les promiscuo mi avería:
áspero,
débil, abandonao, contrito,
los
sudores me tripan mancha helada
a
mercé del sangrado subcutáneo,
pata
y corazón juntos en mi tacha,
soy
convicto, enfermedá, soy estorbo
en
la luz provechosa de provincia,
los
pagos del destierro son mis pagos,
no
hay rumbo que pabile este desierto,
ya
ni lejanías pienso de consuelo
XII
Nada
hay como lamerse codiciado
y
usté sabe, patrón, que lo codicio,
que
mis piernas están donde su rumba
parroquia
omnipotente los estrados,
grite
nomás, patrón, que yo le cumplo,
no
tengo drama en humiyar orguyos,
yo
quiero ser usté cuando latiga.
Usté
sale y me ve, medio acabado
pero
firme en mis lienzos dependientes,
yo
le envidio, papá, su casa en orden,
los
cauces de la ley que lo potencian.
Su
escalón de abajo, eso vengo a ser,
usté,
de verme, baja la mirada,
yo,
pa’ verlo, la subo hasta marearme,
usté
es como Dios en entrecasa.
Usté
suma, decreta, es armazón
de
misal su posar indiferente,
su
sombra es amplia, mueve las alturas,
mi
sombra va de bajo, es como tela
que
se arrastra pesada por la mugre.
Así
da lo social a cada humano
un
lugar en el mundo: usté domina,
yo
clamo ser de usté que me rebalsa,
nada
hay como lamerse codiciado,
a
usté le sobra lo que a mí me falta,
no
es cosa personal, es el manubrio,
usté
maneja y yo que me deshago
XIII
Y
de paso, papá, y ya que está,
puesto
que vino a dar en estos yuyos
con
todos los engarces de su gloria
a
presenciarme saldo que rebaña,
¿vino
a fantochear, vino a darse dique,
a
solfear con mi olor en matadero,
a
tirarme un subsidio si lo voto
y
que empoyen, patrón, sus multitudes?
Mire
lo que soy, fusca ensangrentada,
digo
poco si le digo que me ofende
arrimando
un pociyo a mi ventura,
más
poco si le digo hijo de puta.
No
finja que no sé que usté me sobra,
con
plata cualquiera goza, con plata
usté
ronca su reyeno, con plata
no
hay zanja que le niegue sus enjuagues.
Usté
viene de estar en donde quiso,
yo
devengo de hacer lo que me ordena,
cuídese,
mesié, no se le hagan contra
los
pliegues de su toga enarbolada.
Ya
no tengo lugares de cobijo,
chingado
del camino me hago solo,
recuérdeme,
papá, en montonera,
caudiyo
de mi muerte yo lo mato
XIV
Cuando
a uno se le fruncen las costuras
y
se le prende junta la malaria
–la
propia que viene por mal nacido
y
la otra, la adquirida en lo social–,
solo
el can del husmeaje se te arrima,
y
digo bien, no pifio cuando afirmo
que
si venís de lejos en pobreza
sos
del hermano impuro, el que contagia
olor
de peste y mal agüero encima.
Retirao
del litigio ciudadano
quise
emprender solaz en el desierto:
mi
china, mi corcel y cuatro chapas
donadas
en el siglo venidero
–premio
por mis acoples al progreso–,
con
eso lugareño plan de vida
tracé
en los potreros de mi mente,
y
así con apariencia de destino
deserté
de ley, vivo como tierra
que
aspira de su viento mientras labra.
No
retengo de más, no fluyo menos
que
lo mucho que miro en lejanía,
la
china ceba, vuelvo la mirada
hacia
yanuras doctas de su altura,
no
tengo prisa en maniatar y gozo,
con
el pucho embriago
mis
fiebres de soñante,
me
esencio baruyando simetrías