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Una noche me senté
en el cordón de la vereda de un barrio de una ciudad y miré del otro lado de la
calle una casita rosa que estaba destartalada, como la cerca que la rodeaba, y
se veía vieja, no colonial, pero vieja. Ahí es donde yo vivía, dije en voz alta
a mí mismo, en un tono de añoranza. Traté de ver, como hacen en las obras de
teatro, pero ésta era una falsa. No quería mirar, pero traté. Lo que realmente
quería hacer era llorar, pero tampoco podía hacerlo.
Toda la ciudad trataba
sobre mí, y la lámpara eléctrica encima mío, y la casa estaba ahí y mis
memorias enfocadas por mi cabeza y el escenario delante mío complementándolos.
Yo, fantasioso y joven, corriendo alrededor de esa baranda, arriba de ese viejo
árbol mío, dando vueltas por el jardín, por la cerca del fondo...... y el
galpón con el viejo órgano adentro, y los sonidos que escuchaba y ahora están
disueltos, sus científicas ondas de sonido, a lo lejos.
Vi a un hombre
caminando hacia su destino y me sentí mal. Se estaba apurando, y yo estaba
sentado pensando en el pasado. El sueño que tenía…… la nieve, los pedazos de
hielo puntiagudo tintineando, carcajadas, sol, trineos…… y las pesadillas
también. Y el hombre se estaba apurando y yo estaba sentado tranquilo, mirando
fijamente mi vieja casa.
El gato viejo,
pensé, un atado de huesos ahora, en alguna parte. El gato que solía sentarse
acá mismo en la entrada plácidamente disfrutando su digestión.
Después, salí y fui
hacia la casa antes de eso, donde mi hermano murió. Acá, las memorias son ahora
vagas e infantiles. Yo tenía tres y cuatro, tres y cuatro años de edad.
Recuerdo la gran
nevada, mi sándwich, el llamado de mi madre, el llanto, todo. Yo…… en la
iglesia…… inmutable, ellos entierran a mi hermano. ¿Por qué lloran?, le
pregunto a mi madre y a mi hermana. ¿Por qué lloran? ¿Por qué?
Ahora un hombre
sube la calle y camina derecho hacia mi vieja casa.
Zounds, digo,
¡Zounds! Te apurás mientras estoy acá parado, tratando de recapturar el pasado.
Y ahí estás vos, cepillándolo a un lado, el pasado de mañana, que es el
presente de hoy, estás cepillándolo a un lado a medida que andás a grandes
pasos, decidido sobre tus baratos, presentes, prácticos y físicos deseos y
confort. Vos, idiota. Esperá, no te apures.
¡Andate de mi vieja
casa!
Y después, en el
camino a casa, pensé en los idiotas y en los otros idiotas, y yo mismo un
idiota. Alejándose rápido el pasado de mañana, como alejé el pasado de hoy, en
el pasado.
Idiotas, pienso. Yo
mismo un idiota. Tengo que tomarlo despacio y mirar al presente y decirme a mí
mismo: Mirá, Jhon, sostené el presente ahora porque algún día será muy
precioso. Abrazalo, y agarralo.
Y justo ayer estaba
paseando tranquilo por mi casa pensando en el futuro. ¡El futuro! Qué idiota,
yo, yo mismo, un idiota, apurado.
En: Jack Kerouac. Atop an Underwood. Early Stories and Other
Writtings (1936 - 1943)