11.11.11
El cimbronazo, por Jorge Quiroga
El escritor de ojos desorbitados y saltones (que a veces coloca pájaros en su cabeza) entró al local y se distrajo mirando los libros, de pronto se topó con un muchacho que lo observaba con atención comenzando un saludo tímido. No lo podía creer, era como la presencia de un recuerdo, (o pensar en un recuerdo). Un hombre estaba ahí parado con una mueca en los labios, como si simulara un silbido.
–Yo no te conozco, no puede ser, ¿de dónde saliste?, no te quiero ver ni nada, es imposible...
El escritor de ojos desorbitados y saltones (que a veces coloca pájaros en su cabeza) se mostraba enojado, el tiempo le había jugado una mala pasada, ese tipo no debía existir. Había desaparecido de su cabeza hace mucho.
Apresuradamente juntó las carpetas, acomodó los libros y huyó tapándose la facha con las manos.
Por suerte lo había humillado.
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