13.11.25

Priscila, por Fabio Kacero

 

Mi hija se llama Priscila.

Es una criatura hermosa

y la quiero con locura,

sin embargo debo reconocer

que tiene un defecto:

no existe.

¿Pero no existir

es un defecto?

No quisiera entrar 

en disquisiciones filosóficas,

y adivino los argumentos en contra:

que no puedo abrazarla, ni besarla,

ni ir de paseo juntos,

ni invitar a sus amiguitos

para que vengan

a jugar con ella...

Quizás sea cierto,

pero yo a su vez tengo la ventaja

de vivir sin miedos

ni preocupaciones,

porque gracias a Dios

a mi hija adorada

nada malo le puede pasar.

Priscila no existe,

es verdad,

de todas maneras yo la amo.

Y ella me ama.

Y eso es suficiente

para iluminar mi vida.



Tomado de: A Carlos Pertius: El espacio, Buenos Aires, Mansalva, 2017.-