4.11.25

Discotecas encantadas, por Francisco Garamona

 

Homúnculo

 

Dador de doble inexistencia

el homúnculo en su frasco

come un poco de avena,

que una mano servicial

desperdiga sobre su boca.

Es una anciana con un ojo de vidrio

que extrae de su cuenca

y se lo da a chupar.

Después el homúnculo dará

sus primeros, tímidos pasos,

con zapatitos de cáscara de nuez

y ropa de niño mago,

que fue cosida con agujas de oro,

de noche y con la luz apagada,

sirviéndose de la claridad

que emite la luna

entrando por la ventana.

Una gota de sangre en la punta

de una flecha de juguete,

dio vida a su corazón.

 


Una aventura clásica

 

El mago sirvió un vaso de leche

inclinando un cuadro de montañas nevadas,

y a una piedra que estaba pintada

la retiró de la imagen y luego la incrustó

dentro de uno de sus ojos,

que hasta un momento antes

llevaba cubierto con un parche,

igual que un pirata.  

En el escenario la luz se fundía

como un ribete de oro

donde el día le peinaba los cabellos a la noche.

Su gran obra de arte era demostrar

cómo desarrollaba una amistad con sus objetos,

sus animales y asistentes.

Sus manos se prolongaban

en otras manos que sostenían en el aire

el peso de las caricias.

Pensaba en obras prodigiosas con alegría

porque eso lo ayudaba a vivir.

Hacía planos sobre una mesa de vidrio

de máquinas excéntricas para encerrarlas

dentro de sus recuerdos.

 

 

 

Una amiga de Peter Pan

 

Polvo de hadas

polvo de hadas

ella se cortó las venas

y para que no se desangrara

tomó polvo de hadas.

Se hace con las puntas

de sus pestañas arqueadas,

con la microfibra de sus trajes,

con sus dientes transparentes

y con piedras que sus coronas

llevan ornamentadas.

Polvo de hadas

polvo de hadas

temprano en la mañana

ella despertó con las muñecas vendadas.

Ojo que no hablo de una droga

sino de un pacto celeste,

hablo de una puerta

que une mundos invisibles.

Cabello de niña trenzados al cielo

por una escalera que sube a una estrella.

Era polvo de hadas.

¡Era polvo de hadas!

 

 

 

¿Qué les importa la felicidad?

 

Almohadones de palmeras

cara mirando el cielo

escondrijo del ojo

cocodrilo del sexo

que va subiendo las calles

construidas sobre cerros

asfaltaron la montaña

aplastaron el desierto

líneas sobre los pómulos

tiran de caballos muertos

que se arrastran por el suelo

en pendiente y despidiendo

el aire oscuro del puerto

impregnado de gasoiles

que llenan los botes pesqueros

gritan gaviotas agudas

espuma que tumba espanta

gaviotas enganchan nubes

soledad y desconsuelo

sube la yonky desnuda

sus trenzas sobre los hombros

sus ojos bajo la gorra

la sombra sobre los ojos

fuma su pipa de plástico

recostada en una cama  

oh, esos mendigos atroces

que conocen la noche

jugo de fierro caliente

flecha que quiebra dientes

encías truenan molares

ensimismados y ausentes

navío rodilla altares.

 

 

 

Tomado de: Discotecas encantadas, Francisco Garamona, Bahía Blanca, VOX/LUX, 2025, 32 páginas.