Homúnculo
Dador de doble
inexistencia
el homúnculo en su frasco
come un poco de avena,
que una mano servicial
desperdiga sobre su boca.
Es una anciana con un ojo
de vidrio
que extrae de su cuenca
y se lo da a chupar.
Después el homúnculo dará
sus primeros, tímidos
pasos,
con zapatitos de cáscara
de nuez
y ropa de niño mago,
que fue cosida con agujas
de oro,
de noche y con la luz
apagada,
sirviéndose de la
claridad
que emite la luna
entrando por la ventana.
Una gota de sangre en la
punta
de una flecha de juguete,
dio vida a su corazón.
Una
aventura clásica
El mago sirvió un vaso de
leche
inclinando un cuadro de
montañas nevadas,
y a una piedra que estaba
pintada
la retiró de la imagen y
luego la incrustó
dentro de uno de sus ojos,
que hasta un momento
antes
llevaba cubierto con un
parche,
igual que un pirata.
En el escenario la luz se
fundía
como un ribete de oro
donde el día le peinaba
los cabellos a la noche.
Su gran obra de arte era
demostrar
cómo desarrollaba una
amistad con sus objetos,
sus animales y
asistentes.
Sus manos se prolongaban
en otras manos que
sostenían en el aire
el peso de las caricias.
Pensaba en obras
prodigiosas con alegría
porque eso lo ayudaba a
vivir.
Hacía planos sobre una
mesa de vidrio
de máquinas excéntricas
para encerrarlas
dentro de sus recuerdos.
Una
amiga de Peter Pan
Polvo de hadas
polvo de hadas
ella se cortó las venas
y para que no se desangrara
tomó polvo de hadas.
Se hace con las puntas
de sus pestañas arqueadas,
con la microfibra de sus
trajes,
con sus dientes
transparentes
y con piedras que sus
coronas
llevan ornamentadas.
Polvo de hadas
polvo de hadas
temprano en la mañana
ella despertó con las
muñecas vendadas.
Ojo que no hablo de una
droga
sino de un pacto celeste,
hablo de una puerta
que une mundos
invisibles.
Cabello de niña trenzados
al cielo
por una escalera que sube
a una estrella.
Era polvo de hadas.
¡Era polvo de hadas!
¿Qué les
importa la felicidad?
Almohadones de palmeras
cara mirando el cielo
escondrijo del ojo
cocodrilo del sexo
que va subiendo las
calles
construidas sobre cerros
asfaltaron la montaña
aplastaron el desierto
líneas sobre los pómulos
tiran de caballos muertos
que se arrastran por el
suelo
en pendiente y
despidiendo
el aire oscuro del puerto
impregnado de gasoiles
que llenan los botes
pesqueros
gritan gaviotas agudas
espuma que tumba espanta
gaviotas enganchan nubes
soledad y desconsuelo
sube la yonky desnuda
sus trenzas sobre los
hombros
sus ojos bajo la gorra
la sombra sobre los ojos
fuma su pipa de plástico
recostada en una cama
oh, esos mendigos atroces
que conocen la noche
jugo de fierro caliente
flecha que quiebra
dientes
encías truenan molares
ensimismados y ausentes
navío rodilla altares.
Tomado de: Discotecas encantadas, Francisco Garamona, Bahía Blanca, VOX/LUX, 2025, 32 páginas.