En el buen cansancio se
arrastran las horas del día. Los gatos atentos sobre los techos, un pájaro al
borde de la noche, una luciérnaga extraviada entre el ramaje, la taza de café
con el filtro de tres cigarrillos, una luz intermitente de seguridad ciudadana
hace círculos en la calle. Al otro lado de la medianera se han dormido los
vecinos. Todo parece que habla y hasta el silencio me rumorea que es demasiado
tarde.
Y ¿cómo es la cosa?
La cosa que se
des-cosa
porque no fue
y se partió en dos y no
es la cosa.
Son las cosas de
las des-cosas que no
fueron
como ese piano partido al
medio con media partitura
en cada medio
y en el medio una
música
que cada cosa escucha
desde dos lugares diferentes
las notas blancas y
negras
como las
piezas
en el ajedrez
y la cosa ya estaba
complicada con la otra cosa
cuando apareció el
go
hace cuatro mil
años
también en blanco y
negro
go, go, you
go...sigamos.
El blanco y el negro se
aparean
el maestro muere
cuando termina el
torneo
después
el suicidio del
relator
orfandad expósita
que deposita
miles de
argumentos.
Nadie,
nadie puede
explicar
cómo es el juego
cómo es la cosa
si es blanca o si es
negra.
¿Cambia la cosa?
Nadie,
nadie puede aventurarse
tan suelto en el
juego
y decir:
¡Así es la
cosa!
Cuando el cuerpo de la
serpiente repta por las nervaduras dulces de las hojas y decapita los geranios
el asombro nos revela que aquellos pétalos sencillos de balcones y patios eran
un paraíso de color ante la nueva devastación por el extremo pulido del
anfibio.
Cerrá rápido la puerta.
Los días no están para mercadillos de alhajas y frappes rosados en copas
altas.
No te distraigas. Ya
tenés un anfibio reptador adentro de tu casa.
En la plaza los perros
tienen hambre, algunos parecen enfermos y los descaderados son ovillos de pelos
sucios debajo de las arcadas de ligustros. Los padres les enseñan a jugar a las
canicas a los chicos en las veredas, algunos aprenden rápido, otros más lento.
El hambre tiene memoria en estos casos. Todas las mañanas el dentista de la
cuadra está de brazos cruzados con chaqueta, pantalón verde y le sobran turnos
para enmendar dientes. Los camiones amarillos de Prosegur pesan dinero adentro
de los Bancos. Los automóviles en los garages se cubren de polvo, la gente
camina y apenas se detiene ante las vidrieras que exhiben la misma ropa de hace
meses. El supermercado de la esquina es una nave vacía y el chino reserva su
pasaje de regreso porque la pandemia está cerca.
El paisaje se desmantela
con la improvisación de un desalojo y la mudanza no tiene destino fijo.
No es lo mismo San Isidro
que San Antonio de Padua. El color de las velas es diferente. Los manteles de
los altares tienen bordados diferentes. A los adoradores solo los iguala la
urgencia del semen. Los cuerpos de las trabajadoras de la urgencia tienen tajos
en vísceras distintas.
En el norte dan turnos.
En el sur, se escucha una voz roja como la luz.
¡Pase el que
sigue!
No es Samos, no es
Cartagena, no es Córdoba de Sevilla. Es Córdoba de la Nueva Andalucía, reducto
de eximios falsificadores con habilidades que fueron la salvación de muchos
marranos. Las argucias son heredables por lo que se lleva tan bien con el
diablo que atiende en Buenos Aires. Así se construyó un virrey nato.
¿Sabés
qué fue de aquel poema de pocas líneas?
¿Sabés
que fue del todo equivocado y solo un recuerdo el verdadero?
¿Sabés
que fue de esa cresta blanca que se deshizo en una playa sucia con guijarros?
Contame
para seguir con el espectáculo de la funámbula cuando ya no quedan versos
en el
speaker de traje a rayas
que
hablaba y hablaba
sobre
el escenario.
Contame
que fue de aquello porque solo tengo un recuerdo
una
cara de prócer General
una
mujer rubia con radioteatro de fondo
y un
flaco alto que prometió
traerme
un sueño.
Fue por
ahí cuando te metiste "verdadero"
y la
cabeza se aturde con un cuerpo azaroso que no corresponde
con
caligrafías viejas y nuevas.
Y la
lucha latente,
el
afuera y el adentro,
nunca
son excluyentes.
Al fin
de cuentas
dos
lugares devorados
por la
ingenua o alborotada
curiosidad
en la que te mecés como ensueño.