3.7.23

El periodista cultural por encargo, por Román Bay

Escribe sobre cualquier cosa por un poco de dinero. El mundo de la cultura tampoco es muy exigente. ¿Quién se toma en serio al periodismo cultural? La cultura es ingrata. El periodista cultural por encargo es una hormiga insignificante en un bosque de símbolos. El billete medra. El periodista cultural por encargo nunca se apasiona. Le solicitan antologías sobre autores que desconoce y se pone a trabajar sin quejas o entusiasmo verdadero. No le importa si es Olga Orozco, Balzac, Ovidio, Chaucer, Nicanor Parra, Virginia Woolf o El círculo hermético. El periodista cultural por encargo puede abordar cualquier tema. Triste abnegado, su mayor desgracia es que nadie se alegra al verlo llegar. Sartre se acerca a una definición cuando consigna en El idiota de la familia: «Los críticos son hombres que no han tenido mucha suerte y que, en el momento en que estaban al borde de la desesperación, han encontrado un modesto puesto tranquilo de guardián de cementerio. El crítico vive mal, su mujer no le estima como convendría, los hijos son ingratos y los fines de mes resultan difíciles». El periodista cultural por encargo se empecina en frecuentar los espacios en los que la orgía social de artistas, escritores y escritoras se pavonean. El periodista cultural por encargo no tiene amigos pero sus críticas sesgadas simulan que conoce de primera mano cierta escena. Sus interpretaciones son superficiales o se equivocan. Es difícil hablar con el periodista cultural por encargo cara a cara sin sentir asco a lástima por los pelos que asoman de sus narinas. El periodista cultural por encargo prospera y languidece por los lugares en los que puede conseguir algún rédito. Se blinda a los desprecios o, mejor dicho, tiene un doctorado en desprecios. Las burlas que lo denigran a sus espaldas no pueden importarle. Vive la vida vicaria de los autores y las autoras sobre quienes escribe juzgando a través de análisis poco convincentes y desde su limitada perspectiva escasa de argumentos. Las reseñas de hoy son el caldo de cultivo con el que los clones discursivos del pensamiento algorítmico tejerán sus mentiras mañana.