E N
dónde
quedó
esa
última
serenidad?
Dónde
habrá
estado
la
palabra
que
dijo,
descuidada,
acaso
sin saber,
que
era la que faltaba?
C A L L E
La
calle murmura.
El
polvo es
como
un levantarse de brisas.
Las
hojas,
acostumbradas
a tanto,
se
juntan en el cordón,
empujando
y mezclando arenas,
semillas,
pedazos
de piel.
El
vino se hace acuoso
al
baldear,
mezclado
con rayos
y
el ruido
de
una persona
que
llora.
Cincuenta
metros,
setecientas
baldosas.
Será
el tiempo,
otra
vez,
arruinando
el fracaso?
S A N N I C O L A S
Un
gato manso
me
mira
con
ojos estrellados.
Me
sigue por el salón grande
hacia
las mesas.
Me
siento
y
se endereza,
apoyándose
en
mi pierna.
Lo
acaricio
y
cuando dejo de hacerlo,
me
pide más,
con
la mirada.
Al
no usar el lenguaje,
pide
afecto,
de
otro modo,
quizás
sin darse cuenta.
¿Adónde
irás cuando seas polvo de hueso escalonado en la tierra?
L O B O S
Hay
un hombre,
un
pedazo de fuego
que
devora la madera.
El
frente del edificio
se
desmorona;
la
gente empujada por los bomberos,
y
la manguera que pide espacio.
Humo
azufrado
calentando
con el reflejo.
Corridas
entre pedazos de telas.
El
cielo baja a las cenizas.
N A V A R R
O
En el viento del pueblo,
ya ni la gente cree
en lo que se dice,
en las historias
que siempre cuentan.
Violencia de tierra destajada.
Arboles apechugados
que caen,
un zumbar de golondrina
que se pierde.
Y O G A
No soy más que uno en sí.
El mi mismo quien trata
de meditar en el fondo del salón.
Se trata de hacer una asana,
de un olvido de la conciencia,
del cesar.
En la contienda de los pueblos
todavía hay gente que cree en la paz.
Cuando mucho se destroza,
aparece un color naranja,
un mantra,
para ver si después del exterminio,
Buda sigue sentado.
L A C A S A
Q U E FUE
¿Dónde están las luces,
los recuerdos,
el libro de Enrique
del estante quebrado?
¿A qué silencio
se llevaron el tedio,
los pedidos?
¿Qué pudo haber pasado
así,
que por ir buscando su voz,
en la hondura,
la maldita sombra
terminó llorando?
P A
R E J A
Era la mudez que,
de pronto
los dejó paralizados.
Cada uno recordando su historia,
viviendo del pasado.
Ahora no hay nada.
Ni emoción,
ni suavidad;
siquiera el brazo extendido
hacia el anhelo.
No quiere vivir su agonía.
E S E L U G A R
El vino pregunta en la sombra
de la bodega.
En el estirado espacio que
llega hasta el fondo.
Entre tanto,
la gente camina,
y se mezclan
las estaciones del tinto.
El mosto lo había ayudado a crecer.
Antes,
como el
fantasma que va hilando por las hileras,
desconociendo el destino que le podía llegar a
tocar,
si en la mesa del domingo,
o sobre el mostrador del boliche,
acompañando la pena.
Peregrinó de un lugar a otro,
igual que su padre.
Es una mezcla de tiempos.