(Correspondencia Enrique Symns)
2014
13 de
junio, Mar del Plata
Andrés,
no sé cómo hacen los demás, pero para mí la vejez es un problema irresoluble.
Si bien mi mente está intacta y lúcida, el cuerpo me atormenta todos los días
con nuevos problemas, incontinencia, dolores musculares e incapacidades de
movimiento. La orquesta de mierda a pleno. Igual me encantan las mañanas cuando
salgo a caminar por la playa y odio los anocheceres cuando mis conocidos se
meten en la escafandra nocturna de los bares y yo me voy a leer en la cama. No
hay días que celebren mi presente. Un presente sin almanaque, cuyos designios
semanales, mensuales y anuales desarrollan ritos adaptativos en la gente. El
Mundial de fútbol, las fiestas de Navidad y año nuevo, los carnavales son mandatos
mundiales que movilizan acciones, emociones y rutinas de cientos de millones de
personas en todo el mundo. Las fiestas patrias, el día el trabajo, ciertas
conmemoraciones religiosas corresponden a manipulaciones nacionales y hasta la
comercialización del tiempo creó el Día del Padre, de la Madre, del Amigo, del
Amor y otras designaciones que además están inmersas en el lodo de la moral ya
que no existe el día del ebrio, del adicto, del ladrón, del polígamo.
Un abrazo.
Enrique.
Un abrazo.
Enrique.
15 de
junio, Mar del Plata
Amigo
Andrés:
El
hospital es el aeropuerto de la vida y de la muerte, ya que la gran mayoría
nacemos en hospitales y partimos hacia la nada desde ellos, lo de tu padre es
fantástico pero yo he vivido una existencia demoledora. Supe escribir que «la
sangre es la única poesía que fluye como un río y por donde alguna vez nos
escaparemos de noche, navegando alborozados, hasta perdernos para siempre.»
Pero ahora todo cambió. Como ya he dicho más de una vez, mi vida cumple con la
consigna de un bolero que alguna vez compuse y que se llamaba Rumbo, piérdeme el rumbo. Estoy solo,
sin pareja, nómade por destino y no decisión. En los últimos dos años me mudé
veintitrés veces. En cada mudanza pierdo todo, pero sobre todo el rumbo. Como
ya imaginaba, bajo cobardemente hacia la muerte por la ladera de la existencia.
Te
quiere, Enrique.
29 de
junio, Mar del Plata
¿Cuándo termina de terminar lo que ya ha
terminado? ¿Es posible olvidarse del tiempo? Los cirujas, los vagos,
los orates, los despilfarradores del mundo quizá lo consigan. Borges comenta
que si él supiera que su muerte se produciría un lunes sería feliz los martes y
miércoles, los sábados estaría obsesionado y los domingos aterrorizado. La
única salida sería huir a una isla aislada y dejar que la memoria desestructure
sus mandatos hasta olvidar lo que nunca debió ser recordado. A diferencia de
ti, vivo de recuerdos y la memoria es el
más vengativo de los olvidos, como una secretaria ejecutiva colecciona
tarjetas postales elegidas al azar y siempre salando las heridas, te extraño
como si nos hubiéramos estado viendo.
26 de
julio, Mar del Plata
Hola,
Andrés. Mediodía frío. Ya mismo me voy a tomar dos Campari con naranja y
brindaré por vos. Enrique.
16 de
agosto, Buenos Aires
Andrés
querido, el público se apega a las canciones y siempre quiere escuchar lo mismo, lo cual colabora con aumentar la dosis de mediocridad. Pero eso ayuda al
músico a trabajar menos. En literatura también la gente relee mucho, yo no dejo
de leer El extranjero, de Camus, y
cada vez me golpes igual, desde la primera línea: «Hoy ha muerto mamá. O quizá
ayer. No lo sé». Me alegra tu retorno y espero encontrarnos. Estoy tratando de
escribir una novela sobre la vejez, pero la vejez me ha hecho perezoso. Le tengo
un poco de miedo a Baires. Querido amigo, hasta pronto, el sábado me embriagué
suavemente. ¡Qué rico! Un abrazo.
Tomado de: Andrés Calamaro. Paracaídas & Vueltas. Diarios íntimos, Buenos Aires, Planeta, 2015.