Cuando Macedonio
Fernández, en una detención de su derivar errante, fue a vivir con su hijo Adolfo
de Obieta a un departamento cuya ventana daba a la vegetación del Jardín Botánico
en la calle Las Heras, durante un tercio del día se acuesta y duerme, y según su
costumbre anota en un cuaderno sus experiencias, quiere saber si dormita o
sueña despierto, lo que repite desde hace muchos años. Adolfo le dice que eso no
tiene importancia y que lo principal es poder descansar. Pero para Macedonio conocer
su estado es crucial para seguir pensando, esa grieta entre la vigilia y lo que
él dulcemente llama el ensueño, esa flotación en el que el cuerpo y la mente están
sumidos, y para Macedonio es de sumo interés el umbral, en el que no sabemos si
estamos soñando, y las imágenes nítidas que invaden nuestro ser pertenecen a un
territorio que no dominamos y perturba nuestro ánimo de tal forma que enrarece nuestra
percepción del mundo. Durante mucho tiempo, Macedonio medita sobre esta cuestión,
y su pensar lo llevó a adoptar costumbres cotidianas, al parecer raras y excéntricas,
pero que correspondían a su investigación sobre la vida, que significaba unas verdadera
obsesión, a partir de su enclaustramiento y de una soledad que experimentaba hasta
rozar el sentido, entre otras cosas, de su misma situación en el orbe. Para Macedonio
el mundo exterior es fantasmático, esto quiere decir que está compuesto de restos
que se agrupan, vendrían sus imágenes de la nada, no serían copia, sino libre creación
del sujeto. Todo debe pasar por nuestra conciencia para tener entidad. La irreductible
posición antirrealista macedoniana es decisiva para negar el tiempo, y por lo
tanto la evocación se vuelve trunca y su sistema digresivo, e interminable, para
lo cual el registro de los estados tiene la virtud de poder ubicarse en una condición,
casi siempre de duda constante, porque interrogarse acerca del dormir, el sueño
y el mundo externo, ese el comienzo de un pensamiento en el cual la Filosofía se
torna Literatura, señalando los altibajos del ser.
La tradición
apuntada por Freud dice que “el sueño, si es que no proviene de otro mundo arrebata
al durmiente a otro mundo” justamente esa traslación hacia otro lenguaje, hacia
el fondo de las cosas es la que arrastra al durmiente, que sabe que ese pasaje lo
contiene y lo conduce hacia un retiro o aislamiento
en el que el ser se reduce a un procedimiento asombroso. Porque lo que busca Macedonio
es estar atento a esa oscilación, de los ojos abiertos en la vigilia y la
entrada al ensueño
Si las imágenes
del sueño son más débiles, según el estado del sujeto que sueña, él insistirá que
las imágenes que registra en su atención, por el contrario, son nítidas y no se
diferencia en su onirismo, que se dirige a sustentar el mundo, impactan en la conciencia
y ese golpe provoca una inminencia de la pura experimentación. “En el ensueño el
Mundo cesa, pues fluye libre y variadamente la Afección y nuevamente se asocian
las imágenes de la Presentación sin ninguna eficiencia causal” (No todo es vigilia la de los ojos abiertos)
Macedonio quería pensar su Metafísica, en ese sentido se puede decir que su filosofar,
tiene parta él implicancias vitales y cotidianas, por lo que no se las puede juzgar,
sino como un pensamiento que, digresivamente, va montando un entramado visible de
entradas, salidas, y postergaciones, con un lenguaje muy propio y excluyente. En
realidad es un proyecto que consiste en escribir Literatura, encubierta en una reflexión
constante, y entonces semeja una escritura filosófica, pero el proceso es inconcluso,
se ha dicho cesante y arrastra cuerpo
y espíritu, mediante un proyecto de idealización y de una negación sistemática al
ser un mundo que se encierra en sí mismo, pero que se expande en sus incrédulos
lectores. Escritos obsesivos, como buscando el nexo que los reinicie, un pensamiento
extremo, casi utópico, sobre las circunstancias de su propia elaboración y dispersión.
“Si todo
necesariamente es psíquico, si lo no psíquico es ininteligible e inconcebible, y
si nuestro total de estados sentidos comprende millares de estados que no son visuales
ni táctiles”, dice Macedonio y esta característica lo conduce a pensar a su experiencia
formada por esa multiplicidad, que conjetura sus posibilidades afectando su existencia,
de modo, que lo que se puede repetir es que el Mundo, aparece o desaparece, que
esa inmaterialidad es inconstante. “El Mundo no es necesario es pasajero, contingente”,
al soñar puede ser que esté, pero negar, o predecir su presencia no tiene sentido,
porque en el ensueño y en la vigilia mi psiquismo lo convoca o ausenta.
Diferenciar
ese Mundo exterior y el sueño, para saber si sueño o no, mientras las cosas se mueven
en una causalidad engañosa (tigre y dolor) por lo que es preciso constatar su secuencia
de aparición, y entonces es imprescindible intervenir en el juego. El Mundo exterior
no depende de nuestra voluntad inmediata, y es igual, dice, a las imágenes mentales
que disponemos, y ellas sí que son voluntarias, el sujeto recibe entonces esta imaginería
y, como dijo antes Macedonio, todo es psíquico y por lo tanto, se incorpora a nuestra
experiencia. El. Ser libremente crea la imagen, que no es copia de nada, el mundo
externo es como vimos fantasmático, lo comprueba el caso del ensueño, porque tanto
en aquel estado como el de los ojos abiertos (Macedonio duda de que esto pueda distinguirse,
por eso insiste tanto en corroborar su verdadera circunstancia). La sensibilidad
tiene esta condición de hacer surgir diversos estados. Los movimientos corporales
alteran la significación y las imágenes se modifican, como lo hace el mundo externo.
“Los realistas
quieren que el mundo exterior sea algo en sí y exista sin llegar a ser hecho psicológico.”
Macedonio
entiende que no se puede ausentar de su existencia, pero todo tendrá que ser puesta
en duda, y en su pensar solitario, el solipsismo no se cumple enteramente del todo.
¿A qué llama ensueño? ¿A una suspensión de la vigilia? ¿A un estado intermedio al
estar despierto o adormilado? Su irrealismo le dicta que el Mundo no es, no se trata
de algo en sí, y esto es una controversia y una manifestación de su idealismo absoluto,
que tiene mucho de procedimiento ilusorio.
¿Habrá rozado
la locura, el completo vacío, en esta especulación, o esta le servía solo para pensar?
La obra de Macedonio es un intenso diálogo con él mismo, que demanda una deriva
constante de la lectura, un lector salteado como él dice, que pueda atravesar por
sus escritos, porque aparenta un pensamiento sistemático, rígido, pero construye
una divagación, a la que es posible acceder por destellos y reverberaciones, que
fragmentariamente dejan a su paso señales de una interrupción que desorienta, si
uno cree entender su sentido. Las imágenes del sueño, “el interés emocional y agitación
psicológica percibida como un tercero son iguales a los de la vigilia” (“El mundo
es un almismo ayoico”) La vigilia es lo que aparece como un estado pasible de angustia,
aún el pensar y recordar, prever, y evocar, por lo menos no son tan nítidos, los
llama de carácter débil, por lo tanto
les niega como posibilidad. Estamos ante un pensamiento que trata de cambiar los
rumbos acostumbrados, para generar por lo menos una bifurcación de lo ya pensado,
también quiere decir que en la vigilia hay algo más que no conocemos. La irrealidad
es suponer una causa a la vigilia, esta no está causada quizás por ningún elemento,
porque nuestro hecho psíquico, conciencial, crea lo exterior. Entonces debemos atender
a nuestro propio interior, porque allí estarán las claves de la existencia o de
la no-existencia.
Macedonio
establece una especie de fenomenología del sueño y la vigilia, el umbral donde el
que sueña se vuelve real/irreal. Estos dos órdenes son equivalentes, y si el
Mundo es supuesto, antes y después de percibir, los anulamos, porque la vigilia
es un tiempo intermedio, una suerte de flotación en el vacío. Puede ser un ensueño,
entonces es real, porque nuestra mente está en estado de receptividad, esto se refiere
a ese modo de permanecer. Es ensueño cuando se fusionan, y están por así decirlo,
intercambiados.
El “onirismo”
macedoniano es muy particular, porque las dos instancias se entrelazan, y se diferencian
a la vez. Hay una violencia dulce en lograr que el ensueño sea nuestra situación
permanente. “El sentir y el imaginario es lo único existente, nada existe que
lo cause, no existe en la vigilia ni en el ensueño algo sentido o imaginado, sino
solo el estado de sentir e imaginar que es la plenitud del ser, que no es sombra,
representación o efecto de nada.” Esta plenitud del ser, manifiesta entonces un
estado, de tal forma que la atención está puesta en ese movimiento oscilante que
nos hace existentes. Sentir e imaginar (lo que él llama Afección/Placer/Dolor y
proliferación de imágenes) no representan nada, y esto es una forma de negar lo
exterior.
El encadenamiento
causal es una construcción ficticia, lo que quiere decir que debo ponerla en duda.
Macedonio opone “en el dormir” con la vigilia, a pesar que esa reflexión
(pensar, imaginar, sentir) es ensueño. En el dormir vivimos la intensidad del ensueño.
La vigilia es sólo hipotética y precaria en su iluminación, todo lo oculta; se pregunta
qué hay en ella que está llena de olvido, falsas imágenes e insistencias. Para Macedonio
la vigilia y los fenómenos que derivan de su estado, provienen de una preocupación
lejana, su libro No todo es vigilia la de
los ojos abiertos es de 1928, y así lo indica su vida que estuvo dedicada a
pensar y describir estos instantes primordiales. La vigilia es un dormitar en el
que el ser responde a sus propias palpitaciones.
“Los hechos
de la vigilia no se suceden por asociación, sino por causación. ¿Será esto así y
hará ello la diferencia entre sueño y realidad?” La muerte como dato radical se
iguala con el olvido (la muerte continua del contenido psíquico), donde se dan recuerdos
y en la vigilia aparece el ser fantasmático.
¿Alucinación?,
¿ausencia de un objeto que referencie y sea representación de la imagen? Pensar
las cosas es ensoñar, entonces se ilumina la escena que figuro. Meditar profundamente
en ese estado especial comprende mi angustia de ser. Lo externo, la interrupción,
el desaparecer de seres y cosas en el Mundo que ser extingue a cada paso, que muere
en mí. El ensueño (regularidad y repeticiones) es la representación agradable del
que duerme o cree hacerlo. Repetición de la realidad, es entrar en el ensueño sin
interferencia en ella, donde el rastro de lo real es inhallable.
Para Macedonio
“el tiempo nada separa”. Y el sueño de la aparición de su padre, con el que entabla
un diálogo que evoca, pero que para él es una presencia en su ser, es el ensueño
con virtud de retrotraerse e imaginar. Es lo más voluntario, y encierra una predisposición
frecuente. Hay momentos regocijantes y angustiosos, envolviendo nuestra existencia.
Entre sueño y realidad presume una disparidad “formal”. “Estaríamos en el idealismo
absoluto con un doble soñar del ser”. El sueño otorga existencia, estar despierto
(vigilia la de los ojos abiertos). Es seguir soñando, es prolongar un estado.
Macedonio es el único que sueña, porque soñar es vivir plenamente, los seres existen
cuando son soñados, y el Mundo que ellos ven, si duermen, cesa. Macedonio despierta
pero sigue soñando. ¿Qué distingue el ensueño de la realidad? Sentir es algo externo
que se da en esa emergencia.
Que algo
“sea” en el sentir, o en el llamado Mundo, es todo misterio, significa un asombro
que compromete nuestro entendimiento. La no existencia es una mera palabra, como
otras veces el “ser” es nada más que verbalidad, para un soñador esto es así.
Macedonio negando al tiempo, que no es nada, anula el dato radical de la muerte
y se entrega meditando al proceder del tiempo. Algo nos estremece y convence, nos
conduce a un espacio de sutiles reverberaciones que posibilitan el pensamiento profundo.
No sabe cuándo se está soñando o no, que es lo mismo que decir la transmisión de
un modo de estar. ¿Estoy despierto?
¿Estoy soñando? La meditación se da en el ensueño o en el instante que uno cree
soñar o pensar. La representación es formular qué imágenes corresponden a determinado
objeto, pero cuando esto se encuentra por lo menos dudoso hablamos de algo que falta.
“En el sueño hay todo esto: una zona de imágenes acompañada de estados emocionales,
como en la vigilia.” De estas imágenes se dice que no son percepciones, que no son
reales. ¿Esta es una contradicción o una constatación? Macedonio siempre tiene en
cuenta al que lee, dialoga con él pero no obtiene respuesta, porque eso es imposible.
Las imágenes
visuales, táctiles y musculares que percibe la mente se crean y se extinguen de
la nada. Hay una repetición de eternidad que le hace además creer en la causalidad
y en sus efectos Las secuencias son producidas por un conjunto de causas que él
llama “situación”. Se pregunta acerca de las condiciones para que la escena sea
soñada o real. Si la causalidad es esta duda, qué cosas deben darse para mantener
una seguridad. No parece que quiera solucionar esta situación dilemática. La invención
literaria, el novelar, nos trae todos los sueños, para emprender el continuo soñar,
en que consiste escribir literariamente. Macedonio no diferencia entre lo sucedido
y lo imaginado, manteniéndose en posición receptiva para los sueños. ¿Qué significa
para él pensar? Sobre todo evocar de manera presente lo visto, lo tangible, lo oído,
forman un conglomerado de imágenes meditadas. Todo es pensamiento, mi cuerpo y la
evocación. El ser y los fenómenos son cruzados y muertos de la nada de la que provienen,
de donde surgen, y la sensibilidad es eterna, reside en el vacío que es el tiempo
negado de por sí. El ser asombra, deslumbra, en su persistencia, en lo que es. Y
el yo significa “el otro”. Hay una traslación continua, que el estado de ensueño
no hace sino redoblar.
El ser es
plenitud, inmediatez y lo soñado es la única realidad y el verdadero misterio. Entre
el despertar, o en él, y el comienzo de la percepción en la vigilia, estas imágenes,
del ensueño y la afección, en el sueño, o en el momento de los ojos abiertos, ellas
dan su versión. Tanto en un estado como en el otro, las imágenes indelebles persisten.
El Mundo material es un sueño de la afección, es decir que percibimos diversos elementos,
placer, dolor, y entonces los soñamos transformándolos o traduciendo en imágenes.
Lo mismo ocurre en el ensueño, imaginación/ideación o imágenes signo, pensar con
palabras, engendramiento afectivo. ¿El sueño está compuesto de imágenes que son
producidas en ese tramo intersticial? La imagen hace visible esa realidad del mundo
exterior amenazante, que yo creo y durante el dormir no se quiere abandonar. Esa
imaginería del sueño donde pienso que estoy, quiero glosar esas apariciones, antes
de pasar a las nuevas imágenes de la vigilia.
Lo real es lo soñado, y lo que llamamos Realidad es una suposición, el ser es lo que se constata. En Macedonio aquello que es lo que vuelve, hace inteligible esa reflexión interminable es la Pasión, que es del orden de la Altruística-vivir en la vida del otro, sin cuerpo, en estado emocional metafísico, casi anulando la propia vida o inexistiendo. La “eternidad” conciencial del individuo, no se afecta con la destrucción de mi cuerpo. De esto deriva su novelística y su concepción, o no creencia en la muerte. La inmortalidad consiste en estar no ligado al destino de un cuerpo, y quizás sí de la mente. El sufrimiento indica que siento, pero “ser” es una mera verbalización según esta forma de pensar, con las palabras no se piensa, pero ellas sirven d comunicación, y para recordar, se lo hace para sí, no pueden suscitar en otros el recuerdo, siempre está presente esta capacidad que nos permite a toda hora imaginar. El asombro de ser (emoción) nos recubre y compensa. Toda “concepción de existencia” Macedonio la vincula con su propio ser. Su doctrina es de “plenitud, y eternidad de toda sensibilidad, de la única sensibilidad”.
Hay, dice,
“una imposibilidad de creer”, nada más
que en su conocimiento limitado, que se enfrenta aparentemente con lo fatal e inevitable,
hay que continuar pensando. Le sigue su fundamentación de la eternidad, de su Metafísica
que es personal, y él divaga en su transferencia, que define como un estado de Autoexistencia,
porque si es así es lo único que vale. “La
Metafísica es hacer del Cosmos es decir del No Ensueño, Ensueño, de traerlo al enigma
del ensueño, por el robustecimiento de la Afección y una actitud enervante de la
sensación”. Se trata de un traslado, de una peculiar sensación de un sujeto de cambiar
de lugar, un estado para que se pase a otro orden de acercamiento.
El pasado
es eterno y la máxima sensación es que de algún modo la anulación es posible, la
Metafísica de Macedonio busca convertirse en mística en la forma extrema, uno no
se suicida del Cosmos, porque todo es experiencial y la Afección reestablece su
trayecto. Eternidad y pasado se dan de tal manera, entrelazándose de tal forma que
conviven. “La Metafísica, en suma, es hedonística, es hija del miedo” y la intelectualización
procura amortiguar, enriquecer y ejercitar “los buenos ensueños y la Afección”.
¿La eternidad es la no-muerte, el ensueño que nos transporta a la ideación, o formación
de imágenes, que es la metafísica? “La metafísica es la investigación intelectual
de las vías genéticas del hecho espiritual de emoción de infamiliareidad de lo ya
conocido, de lo nuevo, que tal es el “choque metafísico”. Investigación de aniquilamiento
es pensar cabalmente, la búsqueda macedoniana, pasa por caminos donde su aislamiento
lo lleva a la soledad de su cuarto, donde pequeñas muertes de las que sobrevive,
lo convencen de que sus empeños se justifican. Se pregunta sobre el sentido de pensar,
concebir o ser objeto de un pensamiento. ¿Qué significado tiene representar la nada?
¿Se puede pensar el ser o el no-ser? Pensar es concebir-poseer una imagen para lo
que se nombra. Esta peripecia es total, pertenece al territorio de su cuerpo y los
esfuerzos de conocerse y rodear el riesgo espiritual de extraviarse en el pensamiento.
El objetivo es acceder al “choque metafísico”, el momento en el que todo el ser
se conmociona con una interrogación que es impostergable. Macedonio deambula por
la filosofía, pasa largos años meditando y ahí lo importante es que su manera inconclusa
de indagar piensa siempre en las mismas cosas, como si su asombro del ser no tuviera
límites. No se trata de un sistema cerrado, sino de una lectura sobre su propia
condición efímera y por lo tanto incesante en su reflexión.
El sueño,
que algunas veces llama ensueño, lo envuelve comprometiendo su ser y lo inunda de
significación que quiere dilucidarse. Se puede caer en la nada psíquica, entonces
el mundo no es forzoso, y termina su misterio. ¿Hay mundo o no hay mundo? El ser
y el no ser no son pensables, por lo que son meras verbalidades. Tenemos continuamente
instantes de no ser, esto hace que pensemos en el ser que es presente. El dormir,
sueño y vigilia, es inmediato, el pensamiento está ligado a una imagen privativa.
Si la “angustia” pertenece al ser, cómo puede intervenir en el no ser. Las categorías
macedonianas las intercambia, porque así no tiene seguridad y es posible reformular-deformar
constantemente sus derivaciones. El no ser ni siquiera es cotidiano en la vida,
no hay discontinuidad en el tiempo, porque éste sin sucesos es inconcebible y casi
absurdo. Hablar de angustia o de ansiedad es un estado psíquico que se refiere
al “infinito”, al “ser” y al “no ser”. Aludiendo a Husserl menciona la contingencia
del ser que desaparece o habiendo desaparecido permanece. “El despertar del
sueño como si fuera la metáfora de un resurgimiento de la vida después de la muerte,
esa una dimensión del ser místico –siempre presente: ser y presente son la misma
cosa– que se halla interrogada”, dice Horacio González y esa divagación macedoniana
se corresponde con una investigación sobre el significado de esa grieta entre el
despertar (que no es del todo) y el soñar que también es inconcluso.
Hay enunciados
dilemáticos que pueden mostrar alternativas que señalan dos caminos posibles, el
sueño-ensueño, tiene su negación en el Cosmos, lo exterior, que como juego de falsos
espejos reverberan en las vida diaria Macedonio busca separar los regímenes, porque
no está seguro si está despierto o sueña, o es soñado por otro que lo involucra.
El resucitar
de las personas en el sueño comprueba la existencia que le otorgamos como soñadores,
y de algún modo cómo ellos han podido evitar la muerte, y que nuestra fe confía
en su supervivencia. ¿Qué es real para Macedonio, el sueño o la vigilia? ¿Qué diferencian
las personas tocadas a las que soñamos y que por eso resucitan? Macedonio se pregunta
por qué causa se disminuyen los sucesos del sueño, cuando sus imágenes son más fuertes
y contundentes para nuestra conciencia, para lo que ocurre con los ojos abiertos
como si ahí se presintiera lo que hay que creer. Por lo menos duda y por eso se
interroga. Él dice que
la intensidad conciencial del ensueño es tal vez más grande que la de la vigilia.
Aunque no puede explicar así el olvido –la muerte– en los sueños y en la vida. La
diligencia de nuestro ser hacia los sueños. Macedonio hace resucitar a su padre
en un ensueño soñado del pasado y se pregunta si no se puede intentar resucitar
o torcer el destino del padre, niño que lo ve morir ante sí. El Mundo para Macedonio
puede estar o no estar, es percepción y contingencia, igualmente existe el sujeto
o lo que se llama sujeto. El yo no es nada, sin yo, es un fenómeno no adventicio.
Yo existe en un cuerpo, no es algo conciencial, no puedo concebir la no existencia
ni por un momento. La muerte se entiende como el no- ser, esto es imposible, casi
de todo sentido. El ser y la existencia es no presente ni actual.
“Como si
dijéramos: las cosas se ven con los ojos abiertos, las imágenes se ven con los ojos
entrecerrados”. Pero lo que realmente interesa son las imágenes, como si en ellas
residiera un caudal que hay que transferir. ¿Hay efectos inmediatos en los sueños?
El Mundo, el exterior es un invento, increado por uno, en el ensueño el Mundo cesa.
En la imaginación del sueño hay causalidad, pero puede no haberla, ya que se niega
la secuencia, y el tiempo que la contiene. Las agresiones del Cosmos, o del propio
cuerpo, son respondidas analgésicamente, evitando o tratando de anular el dolor
con la conciencia que hace que la Afección se postergue. ¿Esta Metafísica es no
literaria, pensadora, o es una forma proposital de escritura? La clave de su acción
descriptiva, está basada en la experiencia que se tiene, niega también lo discursivo
o la verbalidad con que las nociones se vuelven mera abstracción.
El ser pleno,
cognoscible, es esa indagación sobre las condiciones de experiencia, porque se procura
en el extravío las peculiaridades del asombro. La conciencia es un continuo, dice,
lleva claridad. El hecho metafísico está reunido en un estado “momento conciencial
de infamilareidad” en donde con lo conocido nos introducimos en el Misterio.
El estado
místico, que es de plena verdad, sabemos que es el objetivo vital que Macedonio
anhelaba para sí mismo, es decir el acceder a una claridad de pensamiento, el haber
y acontecer plenamente, reflexionando en una atmósfera de saber-ser. Toda la labor
conciencial requiere retrotraerse a la Mística primitiva, conocer-desconocer el
haber y el ocurrir, sumergiéndose en el sin yo que es el saber místico. El ser verbal
nada es, lo nuevo, es ese impulso, no para explicar lo inaccesible, sino para ahondar
en lo aparencial. Los momentos del pensar provocan estados múltiples, variedad que
con o sin pensamiento da la pluralidad de estados. Hay variedad porque hay complejidad
de situaciones y lugares. Pensar exige esa pluralidad. Macedonio considera las alternativas
de aquello que piensa, como una reflexión aparentemente sin nexos pero que se relaciona con cómo ve el ensueño, siendo la posibilidad
de encontrarse en un momento no muy diferente a la vigilia de un hombre despierto.
Freud dice
respecto del estado onírico que se da “el estricto retraimiento o aislamiento del
sueño respecto a la vida real” (La interpretación
de los sueños, T IV 1ª parte) en la indistinción de Macedonio esto en parte
es así porque para él la vigilia constituye otro aislamiento. El tema de la intensidad
o nitidez de las imágenes es un elemento primordial. Para Macedonio aquellas que
provienen de los recuerdos son vivaces. Sigue Freud, “alguien podría presuponer
que la intensidad sensorial (vivacidad) de las imágenes oníricas singulares tiene
alguna relación con la intensidad psíquica de los elementos que corresponden dentro
de los pensamientos oníricos”. La teoría de Freud que construye el concepto de inconsciente
(censura y represión ) no es afín a las elucubraciones de la introspección macedoniana,
el que no hablará del contenido de sus sueños, más bien le interesa la intención
de soñar y todos los fenómenos que envuelven la salida, la entrada al sueño, y todas
sus derivaciones. El trabajo de Macedonio es arduo porque no busca comprender sus
ensoñaciones, su descripción es de estados físicos y de psique.
“Macedonio
consideraba a la escritura como una imperfecta transcripción del ensueño”. La nada lo acechaba, entonces
esta maniobra le resultaba inevitable. Y necesitaba por eso escrudiñar, entre la
realidad y el ensueño, colocándose en un lugar intersticial. La intensidad de las
imágenes en el ensueño, en la demencia se compara a las sensaciones.
“La alucinación,
las imágenes del sueño, las voces de la locura, son formas de la Pasión, que no
necesitan otra prueba de realidad que el soporte
del apasionado”. ¿Estoy dormido o estoy despierto? O en el ahora me encuentro
en ambas situaciones, y el tiempo es eliminado. “El ensueño –es a su vez– era un
medio (instrumento poético) y una forma de vida, a la que se puede legar por el
trabajo de la reflexión y la escritura”. German García: “La teoría del ensueño en
Macedonio –no la explicitación sino la práctica– sería la clave de la comprensión
de las figuras de su estilo y en esas
figuras se juega el sentido manifiesto
de su escritura y de su ser”. La palabra debe advenir, en forma de metáfora o de
Lenguaje, por encima de las imágenes-ecos, que provoca el sueño. El deseo y el recuerdo
y sus posibilidades y emergencias son señalados como puntos nodales, donde se debe
enfocar la reflexión interminable. Sueño, recuerdo y deseo se vinculan en la poemática
del casi-filósofo, que con sus estados de ensueño difuminan o sabotean la realidad
visible o lo perceptible.
La vida bonacible
o penosa, se repite durante un tiempo y nos remite a un Mundo identificable y familiar.
¿Hay unidad en ese Mundo, lo hay en la vida individual? O tenemos mejor que estar
atentos a la multiplicidad de estados en los cuales existimos. Encerrado en su pieza
y en sí mismo, Macedonio niega el tiempo, la muerte de los que aman, y se propone
vivir envuelto en el ensueño que lo deja deslizarse por las fronteras de su ánimo,
de su asombro de ser, y en el desmayo y en el sueño, cree experimentar los límites
de su existir, y eso le hace tener visiones de sus recuerdos. Estados mentales,
pasados, presentes y futuros son admitidos por ese idealismo absoluto que Macedonio
profesa, instancias propias y ajenas, que lo relacionan a un pensamiento original
y espontáneo. Sabe que no se puede ausentar, y que no vale negar la existencia porque
esto no es concebible. Todo debe pasar por nuestra conciencia para ser algo, de
otra manera es nada.
La imagen
difiere de la sensación original, que se altera con movimientos y aptitudes. La
imagen del sueño permanece, no la ve efímera. Por eso Macedonio prefiere esta figuración,
y la extiende a la vigilia de ojos abiertos y a la escritura. El mundo se da como
deseo, fantasía, evocación, volviendo al mundo exterior. Hay que sumergirse porque
ello nos arroja a un profundo mundo interior, en el que nuestro espíritu emprende
un viaje a los límites de nuestra experiencia y contemplación. Pensar, expresa en
algún momento existencia. “El sueño, el desmayo son esas situaciones supuestas
de inexistencia (pues el que nada siente nada es” (No todo es vigilia la de los ojos abiertos). Suponemos una muer que
no es tal, por eso cuando sobrevivimos, entramados en la plenitud del ser, se sigue
soñando en un estado “místico” que es exultante. Más despierto que una vigilia es
ese tránsito a la “eternidad nemónica individual”.
Los enredos
macedonianos no son muchos, aunque una claridad traspasa sus tropiezos, la reverencia,
un alegato por Pasión, la muerte del cuerpo en su ocultación a los ojos, son tan
solo una maniobra. El estilo del ensueño constituye al ser como concebible y posible,
ahí se manifiesta, lo llama como todo lo que se presenta como integrante de la subjetividad,
exceptuando al mundo externo, en la sensibilidad donde está todo mi existir, al
ser plenitud inmediata, es el sueño. “El deseo o la voluntad de acción directa sobre
la imagen y no sobre la sensación”. ¿La vigilia consistirá en una serie de sueños
cortos? ¿Hobs estuvo en realidad en Buenos Aires? ¿Realidad o ensueño?
El ensueño
tiene que ver con la asociación de ideas, y el sueño no posee efectos. Habrá buenos
y malos ensueños, y puede instalarse la angustia, desapareciendo las imágenes agradables,
la llamada vigilia es una construcción ficticia,
que separa el ensueño de la realidad. La vigilia, como ya dijimos, es una hipótesis
precaria que se establece para delimitar campos y ordenar la vida. La costumbre
macedoniana de dormir-dormitar, y anotar el sentido, contaminan los hábitos, y son
un componente de su extravío. Se pregunta qué es lo que hay en esta vigilia, compuesta
de olvidos, brusca muerte súbita, ensueños y recuerdos recientes o remotos, que
la caracterizan. Aparece como un estado latente, no del todo cierto, que guarda
un misterio que no consigue develar, poblado de imágenes diferidas. El ser de los
sueños es también fantasmático, no se consigue asir, y el de la vigilia comparte
esas cualidades por extensión o presencia del pasado. Acomodamiento fisiológico
el dormir, puede desaparecer en el transcurso de la evolución humana y es un acto
de adaptación a circunstancias que pueden cambiar. Pensar, imaginar, prever, recordar,
durmiendo en el ensueño, nada se diferencia en la vigilia, lo que está diciendo
Macedonio es que tales disposiciones se igualan y se complementan, son espacios
continuos e inmediatos. Convertir estos procedimientos en Literatura es el propósito
de este escritor atípico.
Solo no es
puro sueño lo que tenga que ser anterior, y como este a veces es mera verbalidad,
y en otras ocasiones plenitud, se duda de lo que sea efectivamente sueño. La vigilia
en verdad pertenece a este punto de inflexión donde se deberían partir las aguas.
Hechos y cosas desaparecen continuamente o son inhallables en el ensueño, en la
“realidad” y sus rasgos no surgen claramente. “Podría decirse que si los ensueños
son tan angustiosos o regocijantes, no vale la pena de que sean irreales, y si estamos
acostumbrados a la perdidumbre de muchos hechos calificados en el momento de reales,
es porque la realidad tiene un valor hedónico apenas diferente o superior al de
los ensueños”. En broma o en serio Macedonio trastoca los tiempos y convierte
el ensueño en realidad, no solo de los tramos de una vida personal, ya que los lleva
al tiempo que no existe. ¿Soñó que vio al intruso o lo ha soñado, ocurrió efectivamente
la persecución? Mediante esta vacilación Macedonio se pone al resguardo y enrarece
las certezas del acontecimiento, no se somete a ellas, vive en estado de sueño,
donde no hay seguridad tampoco de que la imagen sea cierta. Su mente es receptiva
de los cambios que se dan en esa escena.
La vigilia,
una serie de sueños encadenados, tiene trayectos desechables, restos de una experiencia
ya conocida, y núcleos significativos conmocionantes para la conciencia del soñador.
Las palabras
son para comunicarse, no para pensar. El verdadero conocimiento metafísico se presenta
en forma de imágenes, que no es preciso descifrar. En la mente del lector o del
interlocutor hay inadecuaciones que la comunicación procura corregir o por lo menos
intenta actuar con nuevas inadecuaciones. “Lo que sueño a veces ocurre luego: puedo
soñar cuando estoy bajo un temor o una expectativa grata”. Siempre esta oscilación
entre el placer y el dolor hace residir al sueño en la esfera del pensamiento, porque
lo que se piensa existe, y debo entregarme a ese movimiento que se da en imágenes,
sobre todo visuales, que continuamente se refieren a ese estado de consuelo o desconsuelo,
en el que Macedonio se refugia y se retira a su ser pleno. Existe una secuencia
causal externa, que es la fuente de las imágenes, como una repetición de la realidad.
Aunque la huella de lo real sea difícil de encontrar para el soñador, como si estuviera
envuelto en una zona, más allá, que tiene sus propios modos de ser. La contigüidad
de los estados de por sí aniquila al tiempo que para Macedonio nada separa ni es.
Estar despierto
no es únicamente tener los ojos abiertos, significa seguir soñando, y la metafísica
no es más que esa condición del sueño, porque su permanecer ahí es abrirse a una
infinidad de manifestaciones del alma. Un pensamiento de sentido común diría que
Macedonio no sabe distinguir si sueña profundamente o si dormita, sobre todo cuando
está bajo el influjo de la ensoñación, por imposibilidad mental, pero también es
cierto que ese diálogo incesante con el que recuerda, lo conduce al ensueño, como
el único espacio donde, de un estado al otro, conserva su integridad, con su yo
desintegrado.
Dice Horacio
González: “El texto macedoniano contiene la preguntan de su cesación y por el acto
de su conclusión. Pero no por ello el ser queda vacante. Al contrario Macedonio
tiene un escribir “abierto al vacío” porque busca el momento áureo y místico en
que el escrito se transforma en vida” (Macedonio
Fernández: El filósofo cesante). Este llegar implica una propensión hacia nuevos
significados que solo residen, cuando este pasaje se realiza otorgando vías a lo
que ese instante, se convierte en otra cosa. Si no hay yo, tampoco hay identidad,
si el Mundo exterior es conjeturable, queda el misterio del sueño/ensueño. ¿Son
dos cosas o una sola? Donde quizás es posible que los fantasmas, recuerdos y experiencias
vivan derramando una luz al ser y sus vicisitudes.
Existe miedo,
al soñar y al despertar, como algo invariable, ese sentir atraviesa zonas aparentemente
opuestas, pero en verdad se diluyen en el olvido-muerte, o se recuperan con la labor
reflexiva. “Pero reduciendo
al régimen del Ensueño el mundo del no Ensueño o Cosmos, nos encontramos sintiendo
únicamente las espontaneidades, creaciones continuas de nuestra Afección, que no
por falta de cosmos dejará de presentar la suprema variedad de dolor-placer. Y así
ocurre que es vano refugiarse en el régimen del Todo Ensueño, pues en nuestras pesadillas
de todas las noches podemos sufrir todo lo que el cosmos nos puede causar…”
Pero esto
en la casi teoría o Filosofía fracasada, Macedonio está desmintiendo que la vigilia
perfila un desorden y no se la debe eludir, el ensueño cubre con su modo todo aquello
que se formula. Cuando apareció No todo es
vigilia la de los ojos abiertos, en 1928, la mayoría se desconcertó. Los que
seguían a Macedonio lo consideraban una persona singular. Su pensamiento parecía
utópico, fuera de lugar, se dividieron los bandos y los que lo veían como un loco
lindo, no lo tuvieron más en cuenta. Su reclusión encapsuló a los escritos.
Pero el entusiasmo acerca de Macedonio persistió en otros, continuó pensando en
la vigilia y el ensueño como señales de su meditación.