VINCENNES
Soñé
que dormíamos en la negrura del bosque de Vincennes
entre
los lagos congelados de enero –nuestros sueños
desnudos
bajo la lluvia invisible, bajo el haz invisible del tiempo,
y
nuestras manos una con otra, hasta el amanecer blanco–.
Sí:
Maia y yo entre las tapias heladas donde entraba mi sueño
durmiendo
a salvo en la esperanza de estar lejos.
En
Vincennes soñé a su vez con la negrura y la esperanza
de
la primera noche en ese hotel de la calle Río de Janeiro
donde
acercaste un beso deliberado pero con algo de miedo
o
segura de hacer lo definitivo (era vernos para siempre
en
medio de los empinados años, dudando
de
nuestras fuerzas, entre el abismo y las arrogancias del arte
o
bajo el cielo glacial de Vincennes, dudando
juntamente
de todo
menos
de estar juntos).
LA CIUDAD
La
escena de mi cuerpo inmerso
en
la coraza de tus ojos
o la
ciudad temblando como un atardecer
en
el agua agitada.
La
mejor ciudad es la ciudad del amor.
Caminamos
sus teatros, su rambla, sus playas
como
un alunizaje incompleto
al
fondo de mi memoria.
Todo
lo que perdimos o dejamos pasar
se
olvida más allá de este paisaje.
*
Quiero besar el secreto de esta melancolía
como
labios en mi cuerpo por primera vez.
ECOS
cuando
dejo de tañer mi contrabajo –a medianoche
o en
los últimos instantes de luz– el reloj
pulsera
que me dio mi viejo tras echarme
a
llantos de su casa y más sutilmente
de
su vida –si es que el invierno y mi desnudez
son
breves ejemplos de lo sutil– ese reloj
de
acero, pesado y oscuro, recorre mi brazo izquierdo
como
si hubiera más bien tañídome el cuerpo
hasta
perder el peso de mi respiración
o de
un recuerdo borroso, fugaz
quizás
deje algo mío perecer ahí, quizás mi repentina
delgadez
es la secuela de un esfuerzo mayor
pues
eso ocurre con las formas ulteriores de la soledad
–al
crecer súbitamente el río
muchos
pueblos desaparecen o perdura
apenas
un campanario en la inmensidad del agua–
quizás
es mi respiración que va creciendo
como
un río sin mesura
ajena
a las tenues dimensiones de la oscuridad
&
solo entonces no temo perderme
ni
que mi brazo izquierdo mis ojos cesen como los años
al
pensar en ellos, solo entonces
pervivo
Yo como el campanario
o el
peso del alma
o tu
respiración.
AMIGOS
(ils ne peuvent plus que m'aider à vivre)
la
esperanza, esa película trillada que nunca
alcanzo
a terminar sino apagándolo todo
-pero
el amor es neuronal, dice Mathilde
y
los poemas de mis amigos son mi pócima: una invención
nocturna
de cuartos cerrados, otra solitaria mañana
atrapada
en un domingo permanente hacia las 6.
JULIO 2014
Quise
decir te extraño
estos
últimos meses o el gradual
congelamiento
de la esperanza
hasta
volverme un granizo endeble
que
el viento arrastra con desgano e intensidad.
Ahora,
soy la presa inútil de una ciudad que palidece
como
un horizonte comprimido
en
un espejo retrovisor. Las avenidas desiertas,
las
plazas grises, la diminuta escena
de
una soledad que no logro mensurar.
Al
comienzo del invierno,
como
veleros en puertos silenciosos,
como
el granizo que el viento arrastra
lejos
de las cenizas
de
esta furiosa historia.
Tomados de: F. Derrey. 20 poemas sobre el amor ( & una historia desesperada)