(Sobre Los peligros que nos rodean de Nicolás
Moguilevsky, Buenos Aires, Metamúsica.TV, 2015)
Lo importante es que creo que hay que empezar dando con la manera de enfrentarse a un instrumento sin pensar que el instrumento plantea una serie de problemas táctiles. Estos problemas existen, por supuesto, pero hay que reducirlos a su mínima expresión. El problema radica en si tenemos la suficiente intuición o vivencia extratáctil de la música para que nada de lo que pueda suceder por culpa del piano se convierta en un obstáculo.
Glenn Gould. Conversaciones con Jonathan Cott
El piano
de Los peligros que nos rodean, de Nicolás Moguilevsky, nos
lleva a un estado de inocencia. Hay una
delicadeza en su manera de ejecutar el instrumento como especulando sonoridades
por detrás de las teclas sin saber con exactitud hacia dónde van las melodías
que parecen ser tan efímeras e irrepetibles como instantáneas. Algo rompe el silencio, algo que no se sabe bien
qué es, aparece y se desarma en una progresión de sonidos cautos que transmiten
un poco de fragilidad, como si alguien caminara a tientas en lo oscuro. Artero,
el pianista improvisa. Es posible que la idea de experimentación esté
sobrevaluada. Ya lo dijo el poeta: no hay ejercicio intelectual que no sea
finalmente inútil. Pero en el caso de Los
peligros que nos rodean las melodías destejen lo
no escrito. Arbitrario, exultante, audaz, el disco muestra que todo hombre es
un artista. ¿Qué es un no músico y qué ventajas tiene?, parece querer preguntar,
siempre entre líneas, Los peligros que
nos rodean. ¿Algo de Keith Jarret sobrevuela en este disco
producido por Ulises Conti? Sí, y también algo de Cassavettes en la manera de
aprovechar los pocos recursos. Moguilevsky, como si fuera un dibujo para
escuchar, usa el espacio sin titubeos.
Sus composiciones
son tan breves como inquietantes y parecen no resolverse en acordes esperables
sino que abren hacia lo incierto de las disonancias. ¿De dónde surge ese flujo
continuo de notas? Una de las fortalezas más sobresalientes del disco es su
originalidad. Las composiciones de Moguilevsky recuerdan esa aguafuerte, “El
idioma de los argentinos”, donde Arlt apuntala: “Los pueblos bestias se perpetúan
en su idioma, como que, no teniendo ideas nuevas que expresar, no necesitan
palabras nuevas o giros extraños; pero, en cambio, los pueblos que, como el
nuestro, están en una continua evolución, sacan palabras de todos los ángulos,
palabras que indignan a los profesores, como lo indigna a un profesor de boxeo
europeo el hecho inconcebible de que un muchacho que boxea mal le rompa el alma
a un alumno suyo que, técnicamente, es un perfecto pugilista.” La metáfora de
Arlt extrapolada del boxeo sirve para pensar en Los peligros que nos rodean. Moguilevsky saca notas de su mente en una libre
asosiación de hemisferios, de cualquier parte, sin
importarle si lo que toca es pentanónico, dórico, de una escala mayor o menor.
Es posible que su osadía genere envidia o indignación en los que pasaron su
vida estudiando música, obedientes, sin poder dar con la modesta felicidad de descubrir
algo propio. Profesores capados de solfeo, absternerse. Moguilevsky toca lo que
siente y le dicta, como en un flujo de escritura automática, su nervio auditivo. El autor sigue el pálpito de una intuición.
Los
treinta minutos que duran las trece sugerentes composiciones de Nicolás
Moguilevsky fueron grabados en La orquesta de cristal durante tres jornadas del
mes de julio del año 2014.