15.12.14

Tiramisú, por Luis Thonis


¿Qué es un narrador? Alguien que te cuenta tu propia historia aunque no la hayas vivido ni sentido. Lancelot ese domingo había cumplido años. Es un día que pasa en cámara lenta y uno quiere que termine rápido. A la una de la mañana recibió un llamado, era una voz que por suerte pudo reconocer enseguida.

Se trataba de la señora de los gatos- se amontonan en la puerta y ella les da de comer- que lo trataba como si fuera su cómplice contando historias sórdidas que suceden en el edificio. Nunca lograba localizar a los protagonistas porque habla de la del octavo tantos, los del décimo tantos y así.

Arriba había una pelea interminable en un triángulo de un tipo y dos mujeres que se tiran de los pelos por él intercambiando convulsiones. Es gente que ronda los sesenta y todo lo que oyó era muy infantil, lejos de la posibilidad de un crimen.

Al principio le hacía caso a la señora de los gatos: ante la muerte de una mujer solitaria, una intrusa se metió de prepo en su depto y como parece que hay organizaciones que se encargan de usurpar de distintos modos este tipo de lugares abandonados- la mujer era vienesa, tenía su familia lejos- se interesó en el asunto. Lo primero que pensó es que para entrar alguien tenía que darle la llave de adentro.

Se la dan a las seis de la mañana, yo los vi, le dijo la señora, detectivesca, y Lancelot fue a hacer guardia a esa hora para descubrir el entuerto. No pasó nada. La historia terminó de manera abrupta.

La intrusa a veces esperaba que alguien entrara y amablemente le pedía pasar. Hizo eso con él y la primera vez le cedió paso. Finalmente la portera que es una tucumana dura y enérgica le aclaró que si se atrevía a entrar otra vez la estrujaba contra la puerta. Santo remedio. Usted es la amante del malevo Ferreyra le dijo Lance y se rió con esa manera provinciana y encantadora que tiene. Era la única persona que lo captaba inmediatamente en todo el edificio y ahora estaba de vacaciones. Las frases más elípticas o irónicas las caza al vuelo.  

Bien, ¿qué novedades traía esta vez la señora de los gatos?

Ante todo, lo saludó por el cumple, algo que lo desconcertó, no sabía cómo se había enterado. Le preguntó y dijo que cumplía el mismo día que su madre y ella tenía memoria, tal vez en algún otro aniversario dije hoy cumplo y lo asoció. A su vez agregó: ¿Viste los mensajitos que tenés?, hay alguien que está enamorada de vos. También quieren avisarle al administrador por los quilombos que hacés. De esto no entendí nada. Y finalmente quiso saber si había leído la página de ella. Un momento, fue hasta la puerta y vio dos papeles a medio entrar. El papel o expediente de ella ya se imaginé que era: casos y cosas que ocurren cotidianamente en el edificio y de los que no estaba enterado porque casi todo el día andaba afuera. Incluso no dormía ahí, especialmente en verano donde iba y venía del interior, haciendo negocios.  

La jerga paranoica desgasta, sofoca. El otro mensaje era una advertencia idiota: pedía que Lance dejara de hacer ruido o iban a llamar a la administración. Yo nunca hago ningún ruido, me confesó, la noche anterior hubo una especie de fiesta o reunión donde las voces entraban y salían como pancho en patio de su casa. Se lo comenté y me dijo que eran de un piso que olvidé. Ah, le dije, yo creía que eran del pub irish que está en la esquina y donde siempre celebran algo estilo Halloween pero los ruidos no alcanzan al edificio.

Amaba la cortada donde vivía frente a la Plaza que debe ser uno de los lugares más silenciosos de la ciudad. Es apto para leer y escribir. Al principio se sentía extraño en un barrio tan cheto pero se fue acostumbrando. No, son de tal piso, reveló la señora miau miau, habría que llamar a la policía en vez de la administración, anoche estuve a punto de hacerlo.

Esto sí estaba resuelto: lo habían confundido con estos vociferantes que eran de los peores porque gritaban, gritaban, gritaban para no escucharse.

Los neutralizó mediante la música. La señora de los gatos siguió hablando y la cortó diciéndole que estaba ocupado y muchas gracias como si ella me hubiera hecho un regalo. Entonces por curiosidad fue a abrir la puerta y encontró que en la manija estaba colgada una especie de salvavidas en forma de globo lleno de flores y una dedicatoria que decía: “Al poeta”.

La señora de los gatos -se dijo- leyó estas notas que no eran para ella. Qué chusma. No tenía la menor hipótesis de quién podía el envío. La cosa tenía algo de increíble: ni bien acababa de cumplir años. y recibía un presente de alguien desconocido en la primera hora.

En el edificio había dos clases de personas: las mayores que eran parte del mundo que la señora de los gatos tenía en la mira y del que prefería no enterarse de no haber razones de fuerza mayor. Hay que aligerarse de la pesada chismografía, conspira contra la creación. Los demás son los  jóvenes, entre los que hay chicas divinas que alquilan y se van luego de dos o tres meses. Aparte de eso, hay matrimonios casados y tipos que viven solos. Uno de ellos la tenía con él: le reprochó en una reunión de consorcio rayar con la bicicleta el ascensor pero después resultó que era porque no lo saludaba. Nunca lo había registrado.

Las mujeres se rieron en coro, lo tenían bien fichado: el siempre está en la luna, no saluda a nadie. Mentira, quiso defenderse. Una le dijo al oído: “ese gordo está caliente con vos”. Lo cierto que ahora saludaba al gordo y le daba vuelta la cara, como ofendido. “Tuve un ACV”, se quejó, y aquí a nadie le importa nada del otro, mirándome. La cara de un gordo triste es tristísima. Pobre, ese tipo de accidentes produce una muerte cada cuatro minutos, no sabía nada pero se lo veía bien. En adelante se empeñaría en saludarlo.

Quiso suponer que el presente no lo hizo el gordo, era como para arrojarse del décimo piso, vino de una mujer pero recorría los rostros y no encontraba alguien que tuviera frecuencia de onda con él. El único trato que tuvo con las mujeres jóvenes fue en el ascensor donde habrá dicho frases espontáneas que salen en el momento. Todas ofrecían su sonrisa y cuando viajaba en el ascensor esperaban algo de él y sus salidas eran en demasía barrocas.

Es más importante ser antibuenista que antiedípico, pensó Lancelot. Había visto demasiados posmos que actuaban de locos o esquizos pero luego eran los primeros en apoltronarse en el poder eran buenistas vergonzantes. Lo confirmó luego del encuentro con la Dama de los cuchillos. Habían sido apasionados amantes, no se mataron de milagro pero ahora eran buenos amigos.

Ella dominaba el arte de arrojarlo y la excitaba mucho el sexo con un cuchillo en la cama. Lance la desafiaba a que se lo clavara cuerpo a cuerpo- a distancia ella era letal- y terminaban muriéndose de risa. En otra época ella sedujo a Lance. Le dijo que había un grupo de tipos que la acosaba y que necesitaba ayuda. Sabía tocar las teclas que resuenan en el otro y puso el dedo en su fantasía de filiación medieval que hacía de él un ser extemporáneo. Ahí le mostró todo tipo de cuchillos. No, gracias, dijo Lance, un hacha o nada. Nadie apareció pero terminaron en la cama. Ella estaba loca por él y los amigos al verla enloquecieron por ella como sucede con toda mujer que no se deja manosear por el amo de turno. Lance la cedió a uno de ellos (que murió luego de tener una historia con ella, aunque no tuvo nada que ver) porque se sentía bajo secuestro.

Los tipos le escapaban ni bien la conocían porque no soportaban una lucidez que a Lance lo divertía. Le hicieron fama de exterminadora de hombres. Pavadas. Ahora le hacía un poco de madre y no le molestaba. Antes edípico que buenista, bromeaba. Se interesaba por las frases que decía, ella no quería publicarlas, no quería por nada del mundo que el mundo supiera de su existencia porque se encargaría de lastimarla. Lance a pesar de no estar de acuerdo la entendía. No era paranoia: las excepciones son desechadas de muchas maneras, tienen que pagar muy duro por su singularidad.

Se preservaba con sus cuchillos de la Sociedad o de algo que él desconocía. Tenía toda clase de ellos pero lo más afilado eran sus contundentes frases. La Dama de los cuchillos se refirió a una amiga que recién se había casado: “tiene la capacidad de encontrar sustitutos baratos”, dijo como si tal cosa con un trago de vodka. Los Martini que preparaba eran adictivos.

Al parecer se refería a una historia anterior: “tiene la capacidad”, dijo él, es una de los giros más tremendos que escuché en el contexto de esa frase. Es muy distinto que decir “se casó con un tipo cualquiera”, esa capacidad, así usada tiene olor a sangre coagulada. Estaba asombrado por la forma de una frase que en sí misma era un cuchillo, casi fascinado por la deslumbrante y bendita maldad que la volvía un ser único.

Algo le contó de esa historia, Lance no prestó mucha atención salvo cuando ella dio su conclusión final: “la mejor manera de denigrar a un ex amante es casarse con un tipo inferior”

Suficiente: ese día ella estaba inspirada y la cuota de antibuenismo se había excedido y no era bueno que se volviera adicción como sus vodkas o Martini. 

Antes los cumpleaños de Lancelot eran muy movidos, ardía Troya. No era cierto que Lance haya tenido tantas novias. Cuando son interesantes se toman por legión. Lo grave era que ninguna quería romper del todo. A veces se hacían amigas entre sí y funcionaban como una stasi ante una nueva relación. ¿Cómo hacía, preguntaban algunos amigos? No soy un mujeriego, respondía, las mujeres captan eso. El mujeriego no hace muchas diferencias, puede ser esta o la otra. No fue su caso: cada mujer es única, bastaba tocar una tecla que nadie había pulsado, hay que ser músico para eso y amar a las mujeres. Saber escucharlas. Como tenía tantas relaciones a medio terminar, las invitaba a todas a comer a un restaurante, bastaba que se vieran unas a otras para molestarse, le hacía un gesto apenas tierno a una y era hombre muerto para muchas de ellas.

A veces una caída de ojos o un giño que habla de un código secreto entre ex amantes que sigue funcionando causa más celos que la noche más orgiástica. Esta siempre fue su estrategia pero se fue calmando hacia el dos mil. Estaba madurando y bajó la demanda. Con estas palabras aludo al tema del cual me enteré a medias porque mi amigo me dio vagos detalles. Fue inútil que se lo rogara, era importante para escribir su biografía. Sucedió ese mismo día el año pasado donde inmóvil desde la vereda vio aterrizar sus libros, cuaderno, todos sus bártulos desde el tercer piso de un departamento del centro. Ese día llegaron a tocarse las cumbres del cielo y lo más profundo del infierno cuando una de las mujeres que más amó hizo una fiesta especial para él.Ella lo llamaba el hombre de hierro y Lancelot pensaba que no lo amaba. Así le ocurría con las mujeres que durmieron con él: no podían soportar el choque o el roce con sus piernas que eran como de hierro. “Nunca le pegué a una mujer, decía riendo, pero podría haber sido acusado de haberlas molido a patadas sin querer”. Pero las que lo habían amado y dormían abrazadas con él no acusaban noticia de eso. Después se dio cuenta que con ella apenas si durmió en las noches. Había sido su amante y apenas si había dormido una noche, el resto fue en hoteles y lugares de paso. Se acordó demasiado tarde de esto.

Antes ni bien la veía a una cuadra comenzaba a desearla con frenesí, se transformaba en otro para entrar en ella como en una selva sin principio ni fin. Pero era una mujer a la que nunca pudo entender, una X más que una ex en la vida que debía permanecer así. Volvió de Europa luego de varios años y volvieron a verse como amigos durante más de un año. Había incorporado a su vida el tango y lo invitó a bailar. Pasó un año y ya la consideraba una amiga más. Pero un día llamó, vino a su casa y nunca la vio tan radiante: la gama de sus sonrisas no estaba agotada y ofreció una inédita, especial para él. El tiempo la había vuelto más bella que cuando era una pendex que amaba el libro de Monelle. La recuerdo: su belleza era escandalosa, parecía haber salido de una película. Lance pensó que todo estaba terminado hasta que le acarició el cuello en el parque. Es increíble lo que puede lograr un breve tacto, pasó con días inolvidables, sin las turbulencias de otras épocas donde tenía que defenderla de brujas, acosadores y demás yerbas. Ahora no había moros en la costa, el horizonte estaba abierto.

Estuvo junto a ella cuando cubrió el nombramiento del Papa para la televisión francesa. Quiso que lo reporteara, le diera el micrófono y hacer el discurso de la Prostituta de Babilonia de Sade para demostrar que no era distinto del Papa de entonces y reparar en las diferencias. Aquél Papa no era precisamente buenista, podía ser tan bueno como la mujer babilónica. Todo para ponerle un poco de sal y comicidad a un hecho tan solemne.

No van a estar a gusto con tu francés, dijo ella. Bueno, lo digo en inglés, pero tengo algo mejor, declaro la guerra de los mundos, dijo Lance ante la posibilidad que todo occidente pudiera escucharlo. Soy todo oído, quiero escucharlo, respondió ella como buen compinche.

“La progresía disfruta de la matanza de inocentes y cuando éstos se defienden los llama genocidas”, sería la primera frase. Y luego: una patada a Obama, ataque sin dar explicaciones al Hezbollah libanés y a los jihadistas en Siria que asesinan y saquean las ciudades cristianas para comenzar el diálogo y que los enemigos de la libertad sepan de qué se trata.”

Lancelot le susurraba al oído como imitando un doble discurso: “La progresía mundial es indiferente a los crímenes de masa pero levanta la voz indignada ante la aparición del diablo yanqui aun si juega para el bando contrario como ahora, el flamante Papa pide paz como si se pudiera dialogar con ellos. Mi fórmula se impone: el diablo yanqui al frente, Israel en la retaguarda como última reserva ética de occidente y todo para que se pueda coger como Dios manda y poder seguir haciendo chistes, algo que será imposible si el mundo se convierte en un Templo madre. ¿Lo mío está a la altura de Sade?”

Ella lo cubrió de besos para censurarlo. La forma en que te besan es una prueba contundente para saber cómo te ama. También la forma de dormir abrazados. 

Se diría por estos signos que se estaban amando inconfesadamente. Lancelot podía dar la vida por una mujer pero huyó siempre que fue amado de veras. No es lo mismo amar que ser amado, afirmaba.

Un tiramisú, anunció temprano ella a propósito del cumple del año pasado con una de esas frases que parten en dos a la tarde, lo estoy haciendo porque quiero llegar al cielo con vos, le escribió horas antes.
Era una noche de celebración después de tantos malentendidos y desencuentros generados por mete púas.

Hay muchas variantes de ese postre, ella es para eso una artesana, no quiero imaginarme lo que podía haber sido esa delicia, nada de lo que ella toca es convencional. Lance creía que ya habían tocado el cielo más de una vez cuando fueron  amantes, creo que ahí comenzó a asustarse porque me di cuenta que Lance puede amar pero no puede soportar ser el amado.

Ella lo recibió con un montón de frascos con distintas clases de dulces preparados exclusivamente para él. Después ella le  hizo el mejor regalo que recibió en vida, no éste o aquel objeto sino ella misma…”yo tenía que haberme casado con vos”, le dijo y eso lo mató. Lo invitó a un restaurante a comer comida peruana. Yo leí la historia que escribió donde ella de entrada le decía que podía hacer lo que quisiera con ella salvo pronunciar la palabra amor. Doucement era una palabra mágica con la que indicaba cuándo debía detenerse. El se sintió siempre como un personaje secundario. Recordó sus súbitos abandonos y partidas, sus tentativas de explicarle que eso no podía ser, que ellos se amaban y la historia quedaría inconclusa y seguiría de la peor manera que fue lo que sucedió porque ella no pudo encontrar “sustitutos baratos” para citar a la Dama de los cuchillos que le había dicho: el narcisismo de la mujer es intocable.

Ahí pasó algo de lo que no pude enterarme pero que imagino: Lancelot no pudo soportar esas interminables pruebas de amor y habrá hecho uno de sus chistes negros y ella lo tomó como un desaire. Esta vez la estrategia del entumido fracasó: cuando una mujer se transforma en una tormenta no es adecuado responderle volviéndose un tornado. Le dijo que él sólo quería usarla como personaje para sus historias y cosas de ese calibre.

Cuando ella adopta una posición firme no hay con que darle, la posee un dogmatismo robesperriano y quiere cortar cabeza a lo Charlotte Corday. Se impone el repliegue cuando Francia se vuelve jacobina. Es cierto que le era imposible no verla desde una perspectiva literaria pero lo que sentía no era para nada falso- el sexo con ella lo acercaba a un silbido de lo divino- y por otra parte literatura es amor dijo un grande y en este caso vale más que cualquier otro.

De nada sirvió pedirle mil perdones y suplicarle a esa mujer que viniera y se fue de su vida sin pedir permiso, volvió y se fue como un relámpago oscuro. No sé si continuará esta historia. Contrariamente a todo lo que había creído reveló después de tantos años que lo amaba realmente. Se entregó totalmente en esa semana donde él recibió los mejores presentes de su vida y no quiso probar el tiramisú, el elixir donde le entregaba todos sus sabores.

Ella lo preparó con mucho amor y  en vez de llevarlo hacia al cielo lo dejó solo en una torre de babel que fueron construyendo dos que mucho se amaron y poco, muy poco se entendieron y para que la palabra doucement siga sonando para él como un trino en la niebla.