CEMENTERIO DE PUNTA ARENAS
Tanta
gloria para venir a morir frente a un ciprés, las fuentes congeladas y ángeles
de pacífica erosión. Los ovejeros escoceses, los mercantes alemanes
desaparecidos al fondo del Estrecho, el croata que evadió la trinchera y el
ona, bajo el musgo (el silencio inclinado por el viento).
PANORAMA
Antes de
optar, antes de cualquier vía, la corriente arrastra el sonido de las piedras,
luz, hojarasca. El viento, ni norte o sur, despeja la vida en un punto
indefinido, cardos secos sobre greda. Crea una ciudad en su mente el hombre, le
brinda su cansancio, el agua lluvia, la electricidad que serpea en los cables.
Tarde lo derrota la evidencia, se gradúa de olvido y queda la ruina donde
avanza el trigo, silvestre. El ratón encuentra refugio bajo esas espigas,
despierta, muerde, lo amenazan, se viste de tierra y la grama se estira como si
quisiese ver el panorama y su inicio.
***
En las
oficinas se crean extensos parajes vestidos de grama y maleza. Las líneas
apuntan hacia una parte (distinas al dibujo de un niño) hasta que por fin
forman una casa, un edificio o un departamento de ventas. La oficina copia esa
realiad como un sueño que se repite en la mente del tordo, lo hace sudar frío,
aletear inncesariamente, antes del despertador y la corbata que le atora el
cuello. El despertador vuelve para dirigirlo a esos parajes; no canta, pero
computa un presupuesto acotado al lenguaje de las oficinas.
***
¿Se
puede albergar una esperanza en el tiempo? Todo rincón ha sido saqueado y
quedan los semáforos que caen y marchitan. ¿O será que esa oscuridad desplomada
sea aun nuestro tordo tratando de tararear su trino? Trágica es la lengua ante
esos altares vacíos. Queda la cantinela que recita
C’est le vent qui decide
Si les feuilles serant
A terre avant les nids
(Es el
viento quien decide
Si las
hojas caerán
A tierra
antes que los nidos).
***
El
inquilino nunca dirá esto es hambre, me duelen las piernas, tengo las manos
sucias. Tampoco este lugar no es para mí, esta no es mi guerra. Su milagro
consta en rebanar una lámina de queso o multiplicar los días de pan. Té al
desayuno, galletas a la cena. De cumpleaños una camisa ajustada a su delgadez.
Camina, pide libros prestados, cerveza con limón y sal, zapatos pegados al pie,
se codea con el hombre de la basura hasta volverse real. Amar es un costo extra
y no mutuo.
El tordo
anida en su mente, se observan: no hay mito, ni símbolo, solo calle.
El nido
está completo.
Fragmento tomado de: Diego Alfaro Palma, Tordo, Limache250, Buenos Aires, 2013.