1.6.14

Tordo, por Diego Alfaro Palma





CEMENTERIO DE PUNTA ARENAS


Tanta gloria para venir a morir frente a un ciprés, las fuentes congeladas y ángeles de pacífica erosión. Los ovejeros escoceses, los mercantes alemanes desaparecidos al fondo del Estrecho, el croata que evadió la trinchera y el ona, bajo el musgo (el silencio inclinado por el viento).



PANORAMA


Antes de optar, antes de cualquier vía, la corriente arrastra el sonido de las piedras, luz, hojarasca. El viento, ni norte o sur, despeja la vida en un punto indefinido, cardos secos sobre greda. Crea una ciudad en su mente el hombre, le brinda su cansancio, el agua lluvia, la electricidad que serpea en los cables. Tarde lo derrota la evidencia, se gradúa de olvido y queda la ruina donde avanza el trigo, silvestre. El ratón encuentra refugio bajo esas espigas, despierta, muerde, lo amenazan, se viste de tierra y la grama se estira como si quisiese ver el panorama y su inicio.

***

En las oficinas se crean extensos parajes vestidos de grama y maleza. Las líneas apuntan hacia una parte (distinas al dibujo de un niño) hasta que por fin forman una casa, un edificio o un departamento de ventas. La oficina copia esa realiad como un sueño que se repite en la mente del tordo, lo hace sudar frío, aletear inncesariamente, antes del despertador y la corbata que le atora el cuello. El despertador vuelve para dirigirlo a esos parajes; no canta, pero computa un presupuesto acotado al lenguaje de las oficinas.

***

¿Se puede albergar una esperanza en el tiempo? Todo rincón ha sido saqueado y quedan los semáforos que caen y marchitan. ¿O será que esa oscuridad desplomada sea aun nuestro tordo tratando de tararear su trino? Trágica es la lengua ante esos altares vacíos. Queda la cantinela que recita

C’est le vent qui decide
Si les feuilles serant
A terre avant les nids

(Es el viento quien decide
Si las hojas caerán
A tierra antes que los nidos).

***

El inquilino nunca dirá esto es hambre, me duelen las piernas, tengo las manos sucias. Tampoco este lugar no es para mí, esta no es mi guerra. Su milagro consta en rebanar una lámina de queso o multiplicar los días de pan. Té al desayuno, galletas a la cena. De cumpleaños una camisa ajustada a su delgadez. Camina, pide libros prestados, cerveza con limón y sal, zapatos pegados al pie, se codea con el hombre de la basura hasta volverse real. Amar es un costo extra y no mutuo.
El tordo anida en su mente, se observan: no hay mito, ni símbolo, solo calle.
El nido está completo.





Fragmento tomado de: Diego Alfaro Palma, Tordo, Limache250, Buenos Aires, 2013.