Polizón
Bajaba unas escaleras del andén y me metía en un ascensor destartalado,
apareció mi abuela despidiéndome, un fondo con cama tendida y velador prendido;
salí, tenía algo que hacer, iba para otro lado, combinaciones; el eterno del
plata pasa como vid de neutrinos titilantes en la noche morada, qué
estaré haciendo, el sueño se pierde, hay una estación que visité estos días, una
diagonal ferroviaria para junto a la autopista, los autos van muy por
arriba, ya ni se ven, me encuentro con amigos de la infancia que tengo en el
facebook; estoy dejando un vagón amarillo, veo otro amigo, una diagonal
nueva me aturde y en un parpadeo veo en mi pecho una estrella grande,
blanca, chupando mi plexo con filigrana de mondongo, me recompone, callosos
tentáculos gustativos soportan mi cabeza de puro y fulgente aloe vera.
La brecha
Con el ánimo de los bustos plutónicos arrancados del seno
del Vesubio, César se retiró al campo : cúpulas con culos de vaca rematados en
penetrantes relámpagos como pararrayos de la estancia , desde donde
colgaba el coaxil por donde se emitía en directo el remate de los campeones mas
broncos y cercanos al Olimpo; el glauco minotauro miraba los torpes culturistas
de carne comestible; cada toro tenía su corral tapado con una enorme capa roja
en punta, adentro los animales hacían poleas y pesas para sostener parnasos de
provincia; martillados con grilletes estos se exhibían encadenados con
imposibles cadenas de romper, que eran estiradas para estirar y contraer los
glúteos que tanto escaseaban, puro hueso privado por milenios de rebotar
pomposas nalgas enmierdadas; el animal en cuatro patas vive para su febril
rémora y recibe las cándidas nalgadas que se arrogan arrobadas la divina
potestad de su dueño que yace tendido en la bosta con el sexo ladeado y
goteante . Su excelencia, el menos mortal, veterano creador de guerras
sagradas, un ecologista amante de estos detritos inexorables, había vaticinado
la nueva generación de gases que fueron dando los frutos que condensaban
engarzados como perlas a la punta de su carpa circense la
vanguardia expansiva del universo; la simiente, cae plañidera en
horizontes vertiginosos y como lanzas se clavan al oscuro paredón tierno y
mohoso, y se encaraman dormitando como espejos derramados en el vacío,
como plegaria del culto de quienes soplan el ánimo analítico de su
ilusión ciclope, desértica, y sacuden restallos de arena en la
filigrana dorada de los circuitos que son el vello del enigma en el pecho
guerrero que sueña y que alerta a los mares, que tragan y empujan en un mismo
acto vastas corrientes de recién llegados.
La vid y el
campanario
Caminando por el comedor, franciscanos de arpillera lo miran
sobre sus escudillas. Trabajando la vid , la cresta de luz que cortaba el halo
del campanario le traía el cansancio; eufórbico, sorbía el eufórico
atardecer vitivinícola, y hundía en el fuego coral el agreste silencio de
su reserva; como adherencia púrpura de las uvas azules, se rascaba
en la dilatada pausa en sus tareas; el sacrosanto oficio se anudaba
al campanario, como fragua, cordal de látigo; y rezaba, por su destino
cenital; con el fruto de sus nalgas enclavadas en un balde, autárquicas, y
sin limpiarse, corría a la huerta con el gracioso caldo chorreante que volcaba
en la tierra horadada; en los veranos, ebrio a media tarde se tomaba de las
manos y mirando al cielo suspiraba y empezaba: dios, burila las aletas de
tritón, laquea las cálidas tetas de María, colma las mesas de milanesas de
nalga y untuosas sopas, en perpetuas remesas; entalla las fabulosas fábulas de
estado; encrespa las crestas con dulce vino perlado, nuestra sangre: y se
escupía tímbricos haces fétidos, que frotaba en los rostros de
las encantadas turistas que como delfines en el cuerpo de doncellas, vibraban vomitaban
y reptaban ondulantes.
Contrapunto
Al
momento de morir, el chakra de la corona cenital, rodeado de una oleosa argolla
de oro, es ensartado por neutrinos, vulgarmente conocidos como el esperma
divino que los bailarines conciben y cultivan durante su vida, pues viajan con
la fuerza que producen los bucles de su movimiento que el vacío chupa y
comprime en el espacio hasta parir la única materia pulsada capaz de aumentar
su velocidad consumiendo nada más que compases de tiempo donde esos campos de
diamantes que después de horas de prados ripios y corrientes melódicas aparecen
como refucilos chispeantes a ciertos abnegados ejecutantes que pueden
testificar que la denostada, mal llamada improvisación, descubre, no siempre, la
infinita vibración del vacío que por un momento reflejo se adhiere al campo mas
grávido con garras de sonido que auscultan, con los más sensibles alveolos, el
cuerpo del abismo; es entonces cuando el músico deja ser quien capta para ser
captado y llevado en parte por una dimensión de múltiples planos y de gran
fluido simbólico, que brilla perceptiblemente ,a veces, después de la lluvia,
en el empedrado del frente de mi casa.
El veneno de las musas
Sus
secretarias renunciaron por el trato inhumano y le entablaron truculentos
juicios que ya no la dejarán en paz, por eso se dedica a disfrutar de sus hijos
pequeños, son dos, heredarán la empresa si llegan a adultos, en el estado que
estén; siempre su obra será un refugio de pasillos tornasolados dentro de la
montaña, su última adquisición, una mina abandonada por peleas estatales ha
quedado a tiro de la ciudad, hemos montado un taller de orfebrería artesanal, donde
científicos de todo el mundo abren túneles para seguir el plegamiento rocoso y
sus microscópicos acoples, ya que la trama del universo rara vez deja rastros
tan libres de misterio, el ritmo de la composición sólo se ve, al comienzo, midiendo
las temperaturas sobre los rastros de piedra que entallan dos garzas copulando
sobre un pie de cromo, científicos enloquecen raudos los ávidos ases magnéticos
que distorsionan las señales de radio Mitre para insuflar al inocente anciano
de las mañanas la agenda de tal o cual empresa minera de los suburbios.
El buscavidas
Aquella
tarde, para asustar a los antiabortistas, me presenté como un vendedor de fetos
internacional, la oligarquía carraspeó, vomitando, pero pronto fueron
simpatizando con las fotos que les fui mostrando, mi producto fue muy popular y entregamos toda clase de fetos que la
naturaleza pudiera dar, sólo con el propósito de observarnos, cuando comemos
todo tipo de animal; los entrego en frascos, suspendidos en agua natal, a doscientos
pesos los vendo, por más que la inversión cueste diez mil, para lograr la mejor
forma y la máxima duración, en un envase duradero, irrompible que mantiene
siempre la misma temperatura interna, que sólo pueda ser destruida en un horno
de fundición; quisiera enfrascarme en el mar más azul, desde adentro
corromperme en temperaturas cósmicas en esa misma y quieta densidad,
acarreado por las corrientes, con los ojos perforados, rebotar, bollar, seguir
laburando con la misma ilusión.
La corriente del registro
Naves
de vela se encienden como cebo torneado flotando en la brisa, afanosas borlas
nievan sobre las vergas enhiestas, el viento anuncia tierra firme, como la
llegada derrama el seno del volcán, la cera aplaca las costas, congelan el
puerto y curvan el agua anclada de la floja orilla mohosa, láminas labradas
aguardan briosas, cada cual espera el don, las babas glaciales de los comensales,
el recuerdo los encuentra como viejos guerreros enfrentados, seduciendo las
huestes con lirios borlados, los sueños, las flores, el fruto de la peste y el
sueño de los mejores.
El vector plutónico
Tibias
manos engarzan la vida que consumen los astros como vino festivo, las máquinas
olvidan la piedra en sí y sólo se busca en sus entrañas, pero el mero ardor que
los rige es un impulso que vibra para abrir vergeles en la caverna y saciar y
bañar los gorriones que emigran a otros continentes, éstos, que no conocen de
aduanas, de barreras que descansan planeando en las corrientes más elevadas:
los soplidos pueden recorrer el ínfimo infinito de las grietas, discurrir
en una cresta enrulada, mientras comemos en lánguidas veladas y el tufo
de salsa alza narices de vidrio en el magma soplada.
Camila
Soñé
que de golpe estaba en Iguazú en los preparativos de mi boda con una mina que
me ponía loco. El sueño vino en dos tandas: la recuerdo en un edificio al
que se entraba por un camino de tierra, era como esos hoteles de Dubái, ella
tenía puesto un largo vestido beige con tajos a los costados que le llegaban
hasta la mitad de los senos y mostraba más curvas de las que le pude ver cuando
trabajábamos en la misma empresa, íbamos en un ascensor, luego ella se fue; no
hablamos, apenas habíamos cambiado diez palabras en toda la relación, yo tenía
un sentimiento tan sereno y dulce pero supongo que ella ni se lo imaginó porque
no lo reflejaba en mis ojos ni mis actitudes, ni ella acusaba recibo de nada; me
desperté y me vine a la compu a escuchar música porque se me corto la conexión
a internet, me fumé un pucho y me volví a acostar: entonces salía a una cancha
de rugby por ese camino de tierra, era de noche, un equipo entrenaba en
plena oscuridad, reconozco a uno que jugaba conmigo en la infancia y me acerco,
se acerca también el entrenador y fui cayendo en cuenta de que este era
mi futuro suegro, pintaba sentado sobre un caballete la escena del
entrenamiento; por esa calle salí a otro edificio donde me dieron un traje azul
con camisa celeste, me vi al espejo y me gusté, desfilaban amigos de mi familia
y parientes, en eso me llama por teléfono ella, sólo escucho que dice mi nombre
y luego la voz de mi hermano que me pregunta, riéndose: ¿vos le viste las
tetas?