3.7.07

Carta de Marco Denevi (marzo del 97)

Buenos Aires, marzo del 97

a Javier Fernández P.:

A los quince años nadie es un filósofo, un escritor, un personaje. Es mucho más que eso: una promesa, una apuesta, una esperanza. Eso sí, de cada uno depende que la apuesta salga, tarde o temprano, ganadora. Para lo cual el mejor camino es lo que genéricamente se llama “la cultura”. Un hombre culto, aunque sea pobre en dinero, siempre será rico y hará, de su vida, una fiesta.
Virginia Wolf decía: ¿no es triste que tantos seres humanos pasen por este mundo sin haber conocido la felicidad de disfrutar de la buena música, de la buena poesía, de la buena pintura? Leer, por ejemplo, las grandes novelas de la literatura universal, ¿no equivale a vivir muchas vidas espléndidas y no sólo una, la propia, a menudo vulgar y rutinaria?
Yo no envidio a los poderosos. La imagen de la dicha no es, para mí, el barullo de los políticos, de los empresarios, de los astros y estrellas del espectáculo. Comparado con todos ellos, soy pobre, soy débil, soy inofensivo y poco menos que anónimo. ¡Gracias a Dios! No canjearía mi modo de vivir por el de un Menem o un Macri. Por nada del mundo renunciaría a mis libros, a mis discos, a mis cuadros y, antes que nada, a mis amigos, a las veladas de conversación y de discusión, al pan compartido en la intimidad y al vino de la camaradería sincera y desinteresada.
Todo el resto, fama, dinero, figuración, me tiene sin cuidado. En cambio soy capaz de cualquier sacrificio con tal de poder gozar de una sinfonía de Beethoven o de Brahams, de una ópera de Verdi, de un poema de Rimbaud, de una novela de Michel Tournier, de un tango de Piazolla o de Troilo, de una balada de Víctor Heredia, de una pintura de Paul Klee.
Y todos los sábados por la noche, en mi departamento, se oficia la ceremonia del banquete platónico, vale decir, el rito del diálogo entre amigos. Pero en mi casa no entran los violentos, los prepotentes, los adoradores del oro, los bochincheros de la frivolidad.
¿Usted quería saber quién soy, cómo soy? Y bien, le he descrito a grandes rasgos mi carácter, mis costumbres, mi estilo de vida. Ahora se explicará por qué no aparezco en televisión y por qué no figuro en los circuitos de la publicidad. A mis libros los dejo que se defiendan solos, sin ningún “manager” que bata el parche. Le digo más: si alguna vez me dan un premio, no es porque yo me postule como candidato: me lo otorgan unilateralmente. Jamás he publicado una línea que no me haya sido solicitada. Quizá yo sea orgulloso. No soy servil.
Pero basta de hablar de mí. Le agradezco su carta. A propósito: es la ignorancia la que carga las valijas de la miseria y los grillos de la servidumbre. Un hombre culto es un hombre rico y libre.
Podemos arrepentirnos de muchas cosas, nunca de perfeccionarnos espiritualmente. Y hay que saber resistir las tentaciones de esa parte de la sociedad donde reinan los Corach, los Yabrán y los Mauro Viale.

Lo saludo cordialmente.

Marco Denevi.

Destinatario: Señor Javier Fernández P. - Sucre 1910 – 4º “L” – 1428 Buenos Aires
Remitente: José Hernández 2200 – 1426 Bs. As