26.12.24

La guerra humanitaria, por Santiago Armando

  

A Conchita del Aire y Guasquín del Porro

 

La gimnasia y el deporte producen imbéciles.

Léon Bloy

 

 

¡Ahí están

Ahí están

Los F-35

En Teherán!

 

La cueva de la tanga de la paraguaya

 

A la siesta

Por el ténder quieto

Cruzando a la pieza

Por la media sombra

Con comida y bebida

Hasta la mañana

Del otro lado de la pared

Del Frenopático O’Gorman

 

***

 

La renguita me está

esperando en el patio

No quiero bajar

por el calor

Linda polaquita

camina destartalada

Mica se llama

La cité bajo la ventana

de Los Pensamientos

Tampoco tengo plata para coimear

al travesti violador de niños

que hace la guardia

 

***

 

Me tiro pedos monstruosos

Enormes mariposas azules

con tentáculos

Que salen por la ventana

Por encima de la cama

del sacerdote

 

***

 

Un saxo de puerta desaceitada

se cierra lento

Y se estampa

 

Martes 16/10

 

Omar vivía en una finca con acequia de aguaclara y llegamos con los gatos del fútbol del Diego, era Brasil, las ciudades Pumper Nic al otro lado de Garganta del Diablo. Julieta Prandi hace un comentario xenófobo para histeriquear con Omi. Estaba Oscar, era otro suburbio de la carpa de Al Bumba y el fútbol tenía cáncer con Monseñor Macri.

Omi guardaba la civilización y era la memoria del occidente sudamericano.

 

Miércoles 17

 

En la elección que ganó Javier le compré un libro que me trajo en persona, no era un libro suyo, sino nuevas ediciones de libros judíos sacados de los arcones de la memoria del Pueblo, y empiezo a caminar con él por la calle, ya electo, y veo más y más libros inspirados o latosos pero muy gruesos y agarro todos, todos tapas de Atlántida o Grijalbo de los 90’ pero sólidos y en perfecto estado, libros de aventuras y místicos judíos apilados en las esquinas, pero nadie los quería, pongo todo en una carretilla. Yo tenía una hija. Javier vuela, era un húsar de la mística Rikifór y compra trajes de Elvis y anteojos de Elton John.

 

Llego a una casa con mi novia Cristina Fernández, la Presidenta, y Alberto y Fabiola, pero ellos me meten los cuernos y yo tengo vergüenza de quedar como un cornudo a los ojos de mis padres y abrazo a Alberto y buscamos a los músicos para hacer algo. Emmanuel Horvilleur ofrece unos versos malos y le digo que no sabe “quebrar los versos” y saltan Dante Spinetta y Agustín Pichot para pelear pero le digo que no saben quebrar ni un puto verso y se la tienen que comer porque es cierto.

 

17/10

 

Viaje en combi por San Isidro, se trabajaba de pituco en el CASI, todos muestran pedigree con anillo y los lódenes con sombrero, se hablaba un catalán astuto y parco y se rechazaba la memoria y la autobiografía porque todo era vestirse y tomar cafecito en las financieras, ir en combi y leer libros malos.

 

Encuentro una manera de sobrevivir robando cocacolas y paso por una obra en San Isidro donde está toda la esquina echa hormigonadora con un dibujo de una ballena blanca y escucho que una banda está tocando un tema viejo de Suicidal Tendencies y opr otr lado veo a un tipo que está por correrles el piso para abrirlo a una serie de cuchillas que producen una escabechina y rumor de líquidos de vísceras, sigo buscando hotel y me encuentro con unos músicos y paro y todo me queda en el medio, a mi cuñado muerto lo esconden, aparecen amigos, los familiares se lo llevan, enfrente de la matanza está la embajada chilena cómplice y un enano mapuche aparece para pegarme pero lo impido con amagues chaplinescos.

Limpian las calzadas y construyen a nuevo todo como barrio cerrado con Pumper Nic, refugiados con vivienda peronista desmontable con teleguerra y limpiadores de escombros. Limpiar escombros y construir, los alemanes tenían los escombros numerados después de la guerra. Ahora con las Catepillar te levantan todo y te enrollan las plateas. Y en tres años nuevos colonos chivos.

 

Miro el Canal 26 y caigo en cuenta de que es Chino

 

Me desperté en una cama doble en un cuartel de madera, estaba todo muy oscuro, negro, quise levantarme y correr, tenía un moribundo frío y sudoroso a mi izquierda que me extendía un brazo, hizo un intento de detenerme pero estaba todo oscuro y me quedé quieto, tenía otra persona al lado, estaba frio, salí corriendo derecho al mango y mefui llevando por un pasillo de costado y bajé por una escalera larga, todo de madera y salí, había unos oficiales entre los que encontré a Aragón, el psiquiatra, que me dejó salir. Caminé un poco, había muchas cabañas de madera y una mujer me invitó a su casa y me dijo que si me quedaba con ella me haría un streaptease, tenía delantal rosa con rulos teñidos y un diente de mentira, su sonrisa era amigable y acepté, me fui acercando pero me fui yendo de costado con otra piba que me mostró la parte de atrás del campamento bombardeada con armas químicas, a las chicas el químico les ponía el pelaje de hiena en la parte donde les alcanzó el químico. Yo tenía mis gafas y ella una bolsa, me dijo que nos escondiéramos porque un pibe me había fichado las gafas.

 

París, últimas lamentaciones.

 

Dentro de un edificio de madera pobremente iluminado hay un niño negro en el piso que me es señalado como el anticristo. Se junta una turba de gente que empieza a discutir sobre qué hacer con él. Y todos comienzan a deformarse y transformarse en negros de pequeño tamaño.

 

*

 

Boca pierde contra un equipo femenino de bolognesas.

 

*

Falsetto

 

Un suspiro de guasca

Y porro en flor

En el lillo de haschisch

De los galanes llorapañuelos

Que envejecen para atrás

Y se mueren en pañales

Que se llevan

Las gaviotas del CEAMSE

Y el pulpo en el retrete

gira

y se sienta al bidet

abre las manijas

y se lava

cierra todo

y se sube al ordenador

pone una musiquita tecno

fuma los Lucky Strike de 1500

y se arrastra a su cama de agua

con las pastillas

 

19/12

 

Hoy sesión grupal en el hospital de día. Dos paraguas, tres mujeres mastodontes, un viejo trolo, otro choborra, una que duerme, uno se la quiere dar en la pera en el recital de La Renga en Mar del Plata después de un año limpio. Éramos pocos. Dije que me tienen que sacar el Halopidol para leer mejor y no dormir tanto. Pero la psiquiatra viene una vez por mes. Todo es al pedo pero según mi esfuerzo presencial será el tiempo de mi alta. Drama en mi casa para conseguirme transporte allí con la prepaga.

 

24/12

 

Muerte de mi madrina de bautismo por un enfisema pulmonar.

 

Horrible muerte de mi amigo Fernando Riaño, ex compañero de cataratas, por un accidente laboral en su trabajo de chofer de camiones. Le explotó una rueda de camión en la cara.

 

Nochebuena en lo de mi hermano con una música horrible a volumen altísimo para entretener a los adolescentes. Recibo una fea billetera de cuero. La comida buena pero escasa.

 

26/12

Sueño que peleo con cuchillos con mi hermano vivo para defender a mi hermano muerto. Desde que voy al hospital de día tengo las pesadillas horrorosas que tenía cuando iba al colegio. Me despierto con disparos en la cabeza, con negros desfigurados y reducidos de tamaño. Es esto o la calle o volver al loquero. Tenebroso por donde se lo mire. Compruebo que hay cosas peores que la muerte.

11.12.24

La fiesta de San Giacomo que no pudimos ver, por Gustavo Calandra

 

 

 

Nos van a echar a cañonazos. Y si afirmo algo tan difícil de creer es porque literalmente tuvimos que dejar Capizzi debido a los disparos de un cañón, al tercer día de habernos instalado en la casa que nos dio Nino, el ragazzo del bar Milenium y que me había prometido, una noche, cuando vino a Sant Agata con su familia a cenar.

 Ya habían comenzado en los primeros días de julio con los cañoncitos y, ahora, que estábamos en la semana de fiesta, cada vez que terminaba una misa especial dada por curas importantes de la zona, hacían temblar el paese con nosotros adentro. Nunca vi desde dónde tiraban ni calculé el calibre de las piezas de artillería. No era muy lejos de donde se realizaba la ceremonia religiosa y tenía participación militar debido a que la Orden de Santiago como cofradía de nobles caballeros había peleado contra los moros en antiguas disputas. Supongo una explanada que daba al vacío de las colinas del emplazamiento. La cosa es que Chicha se cagó toda. Con el primer estruendo quedamos sorprendidos los dos y yo, que ya había leído un folleto en el bodegón donde almorzamos con Daniel ese domingo al mediodía, nuestro primer mediodía, digo que el folleto hablaba de una de las formas de representación militar y el uso de la pólvora cuál droga que se quema, al toque, me avivo y trato de desviar su atención. Pongo la radio en el celular, al palo. Pero es tarde ya: Chicha acaba comprender que eso es una forma de amenaza sonora mucho peor que los fuegos artificiales, parientes lejanos de las armas, que ella conoce. Poco tardé en aceptar que estábamos frente a un problema y que ése era el principio.

 Creí ver la silueta de la parca que acechaba. Los ojos se me llenaron de sombra.

 Hablé con algunas personas, con Nino, su mujer tedesca, el otro pelado de anteojos que está en el bar desde que fui en 2011, y sí, parte de los festejos serán cañonazos y en cantidad progresiva.

 Podrían meterse en el sótano, dice ella, le dice a él pero como para autorizar una propuesta absurda que así y todo, terminaré poniendo en práctica ese mismo día, a las 18, porque estaban anunciados más cañonazos

 El sótano parecía un refugio antibomba de la Segunda Guerra. Paredes de ladrillo ocre y telas de araña prehistóricas. Tenía un baño en cual nos encerramos de humedad, FM Kiss Kiss para animar la velada, y vamos mi gorda que no pasa nada. Y si pasó no escuchamos. ¿Seguro que era a las seis de la tarde?

 Salgo en cuero medio chivado a la puerta. Hay una pibita sentada en su zaguán pétreo, Le consulto acerca de la hora de los cañonazos. Siete y media, se asoma celoso el novio con respuesta cortante.

 Repetimos la escena a la hora señalada y salimos ilesos, creía, de aquella guarida subterránea, en busca de oxígeno. Una vez en el balconcito ya se respiraba bien el fresco del ocaso. Lejos, el bravo Etna se fumaba unas secas de bocanada volcánica.

 Decidí ir a comprar agua mineral, pues apenas me había stockeado. Eran trescientos metros, un mercado de pueblo, con su cartel que anuncia bagatelas en venta. No alcancé a leer la segunda de las ofertas mientras avanzaba a paso decidido, cuando otro cañonazzo  me sacó de órbita. Otra vez hacían fuego.  Estuve a punto de girar, acalorado, sobre mis talones y emprender una vuelta vertiginosa hacia la casa pero recordé que tuve ocho clavos de titanio en la tibia y tobillo derecho: me fui enfriando resignado, a paso largo.

  El saldo: dos sillas volcadas y un pis en la cama de abajo, a partir de ese momento, clausurada para mi estadía. Por suerte en la planta alta hay otra pieza donde durmió Daniel la primera noche.

 Habíamos llegado a la hora de los fideos y hacia allí dirigimos nuestro horizonte. Daba la sensación que solo los girosos quedaban en las mesas de los bares de Capizzi. Nino era uno. Que había tenido que ir al aeropuerto, que el bar no cierra nunca, que me voy a dormir y cuando me levante, veremos el tema de tu casa.

 Ejemplares masculinos bastante rudos, detrás de vasos de cerveza calentita, gruñen saludos. Estaban en mesas de plástico que habían agregado, en la vereda, los muchachos del bar, extendiendo su dominio a la calle de enfrente. Era obvio que el evento místico aumentaba la presencia de los pobladores en las calles, sobre todo, la gente que pertenecía a la congregación de San Giacomo.

 De pronto, dopo pranzo el pueblo había enmudecido. No quedaba nadie afuera. Decidimos dar una vuelta por el Nebrodi y pasar la tarde en Cerami, otra comarca amable, a ocho kilómetros, y con la diferencia, positiva, de poseer una gran plaza con pasto y árboles, sencillo accidente geográfico que Capizzi adolece.

 Ya de noche, los padres de Nino me dan la llave de la casa en Capizzi, a dos cuadras de donde se realiza el milagro, lo que significa derribar la pared prediseñada que el próximo viernes, luego de la procesión, de pasear al santo por todo el pueblo, de tomar aliento, de tomar cerveza, de tomar carrera, de tomar vitaminas, en carrera propulsora, los más fuertes conducirán, en ataque frontal, con las puntas del pabellón como lanzas, abatiendo ese muro de los pecadores.

 Por la mañana, por esas calles cortas que siguen caprichosos rumbos adoquinados, pasa la orquesta alegrando el despertar de los vecinos. Era el inicio de la fiesta de San Giacomo que no pudimos ver.

 Tampoco podré ver al Michael Jackson siciliano que se anuncia con pompas y, menos aún, se me ocurriría presenciar el final de la celebración a todo cohete.

 Seguiré el consejo de mi amigo Robert, desde Barcelona: festejos religiosos habrá muchos; perra, una sola. No debo someterla a mi capricho, la está pasando mal. Otro sitio que deviene hostil para mi Chicha. Tengo los huevos llenos. Si hasta me sugieren estos “parientes” lejanos, dejar a mi perra sola en un campo a varios kilómetros, con una cucha, llevarle comida… E si muore, facciamo un buco e la mettiamo li, di dove è la tua famiglia… Andatealareputísimamadrequeteremilparió. Menos mal, que tengo línea directa con Daniel que puede venir a rescatarnos, atravesar todo el bosque, sortear toda clase de peligros y dejarnos, de vuelta, en la estación de Sant Agata, para enganchar algún tren y desandar el camino de regreso a Napoli. Sentía, en ese instante, el filo de una guadaña que nos perseguía.

 No sé por qué, pero el Intercity, el tren que cruza sobre un ferri, de Sicilia al continente, no estaría funcionando estos días. La viejachotamalaonda de la ventanilla me puede dar del Regionale solo para llegar a Messina y, de allí, tomar el traghetto que cruza el stretto, pero también pone en dudas que me dejen subir con Chicha y vacila en vender el ticket del barquito. Trato de hacerle entender que Chicha sí puede viajar pero ella no lo sabe, nunca lo hizo y por las dudas hasta consulta por teléfono con otra estúpida igual a ella y que tampoco sabe. Véndemelo igual, dale, como te crees que vinimos, pelotuda.

 Cuanto más nos vamos acercando a la península y más nos alejamos del centro de Sicilia, atrás va quedando, también, ese pequeño cortometraje sobre Giacomo, San Giacomo, los Calandra y horas de filmación sin editar que se me presentan inconclusas.

 Cruzamos el Tirreno y ya, pisando tierra firme, intenté un último manotazo de ahogado: sabía que podría contactar a alguna familia de la ‘Ndrangheta en los parajes de Gioia Tauro. Era la posibilidad de reunir fondos para proseguir con mi proyecto cinematográfico.

 No resultará este paraje de Calabria muy amistoso. La hostilidad de algunos de sus habitantes desmiente la apariencia de aldea tranquila: en el primer paseo, cuando bordeábamos el estadio municipal, de una casa rotosa, salió un ser monstruoso, de apariencia rotosa, fofo, con pliegues de grasa asomando por un vestido descolorido, rodeado de niños y niñas desnudos, de edades diferentes, con mugre para repartir. Nunca supe si era la madre, la abuela o un ogro que los tenia cautivos. Me amenazó con envenenar a la perra si llegaba a cagar en su vereda. Le dimos la espalda y la dejamos injuriando o, tal vez, regurgitando alguna alimaña tragada hacía poco, y embroncadísima porque la mandé a limpiar, primero, la basura apestosa de su pueblito. Puzza!

 De golpe lo oía al flaco Skay cantando “La oda a la sin nombre”. Escuché una sirena.

 Del encuentro con los picciotti, descendientes refugiados de Tommasso Buscetta, no diré mucho.

 Seguimos camino pero tuvimos que aguantar dos días más en Scalea por un accidente ferroviario en el sur de la Campania. Los gritos y alborotos de los veraneantes napolitanos nos acercaban ya al mundo partenopeo. El verano no daba tregua. Jornadas agobiantes. Playas privadas vacías y amontonamientos en las públicas los pomeriggios sofocantes.

 Julio sucumbía. Precipitamos el regreso a Napoli como avecillas que vuelven a su nido en busca de cobijo. Un nido con volcán que, en agosto, se vacía de habitantes y se llena de turistas, que transpira en los muros del centro histórico su invasión.

 La literatura me lleva a que esta aventura se trasmute en ideal, que ya no pueda suceder. Fabricar con palabras una trampa para no ser afectados por el tiempo y la muerte.

Escuché un millón de voces en esta tierra. Oí tu silencio al partir. Escuché un susurro que me decía

"Ella baila siempre detrás”.