11.9.23

Alrededor de Maryka, por Sebastián Gómez Matus

 

 

(sobre Maryka, de Francisco Garamona, Santiago de Chile, La Calabaza del Diablo, )

 

 

Si el mundo es como la impresión que deja la narración de una historia, la vida es como la impresión que deja la lectura de un poema. A medio camino de la canción y con cierto retinte epigramático, estos poemas de Garamona nos devuelven a lo que antes se conocía como poemas de circunstancia o “a una que pasa”, un tipo de poema que por lo menos acá ha perdido terreno, dando lugar a una poesía de formato y temática. Al contrario, esta poesía escrita en tiempo real, al mismo tiempo que la vida se despliega en un doble movimiento recíproco con la escritura, son poemas sueltos, dicharacheros, llenos de erotismo y camaradería; sabios en su falta de pretensión, surgen del resquicio que se abre entre experiencia y registro. Este hermoso libro es la historia de un amor, de un viaje y una suerte de origen perenne del poema. También es la cartografía de un nombre que responde a una mujer y un territorio.

 

Los poetas van hacia Arica, hacia el mar, el desierto, casi se ve el Perú, que es una suerte de espacio connatural del misterio. La sed que hay en los poemas tal vez refiera a una de las posibles etimologías de “ica”, que significaría “tierras secas”. En el título del libro hay una aglomeración de posibilidades nominales que saltan a la vista de cualquier lector conosureño. Marica, mar e Ica, Arica, Mary, etc. No parece arriesgado decir que el título hace compartir nombre a una persona y un territorio, cuerpo y espacio, gesto que de inmediato nos pone en el plano de la metamorfosis y por lo tanto propone una superación de los límites o fronteras, semánticas o políticas. Esta idea se ve reforzada por cierta dicción a la chilena, como si Garamona recogiera cierto tono después de tantos años de flujo y amistad con poetas de nuestro país.

 

Hacia la mitad del libro hay un poema titulado “Nuestros sueños serán sus pesadillas”. Los poemas anteriores abrieron el camino para este poema directamente político, pero donde diga político, por favor, leamos poético. Cito este poema porque hay una delicadeza que hace ese reemplazo de lo político por lo poético sin enunciarlo, sin discurso: “La sombra de un arma será/ más real que el arma misma”. Si antes la poesía comprometida se quedaba en el compromiso y se alejaba de la poesía, en el caso de Garamona el compromiso es con la poesía y su infinita riqueza abandonada aquí recuperada con un “fusil ultraliviano y bacán”, otra metáfora de la escritura y ejemplo de una dicción transcordillerana. Además, este poema incluye lo que Benjamin conceptualizó como “política del sueño”, la que se puede retrucar como “poética del soñador”. El espacio de la mente, hoy más que nunca en disputa, dispone de esta arma tan extraña como secreta. De hecho, más adelante leemos: “Este poema no lo escribí/ lo soñé recién/ y en mi sueño lo escuchaba/ recitado por los labios de una niña”. Ojalá el mundo fuera dictado por esa pibita.

 

En el poema siguiente da cuenta de cómo ve el aspecto territorial mientras viaja y escribe en un solo movimiento, algo fundamental del libro: “La región despierta como un niño/ y se refriega los ojos para alejar/ las visiones terribles de la noche”. Esa región es Arica, ciudad fronteriza marcada en realidad por la cultura andina que la precede, y estos poemas entienden esa herencia en el goce y en la responsabilidad de no automatizar al Otro, pues “No existe posibilidad fuera del amor”. Garamona, poeta de gran trayectoria, a través de estos poemas nos muestra y entrega una claridad, la búsqueda de la claridad, tan requerida por Oppen, señal de plenitud en el arte de la poesía.

 

Por último, quisiera destacar que estos poemas hacen comunidad, hablan de esa comunidad inoperante o desobrada que forman las poetas y los poetas, en instancias como el festival de poesía adonde llegan Maryka, la persona-territorio, y Garamona, el poeta-terrenal. El territorio que cubren los poemas es a la vez geopolítico y el lugar de un sueño, el sueño que se vive en estos poemas absolutamente latinoamericanos que van al encuentro del otro con una poesía celebratoria, feliz, fuerza de la cual en Chile parecemos desconocer su capacidad rebelde, saturados de hostilidad. “Maryka, la poesía está en el aire” nos recuerda una canción, y estos poemas nos recuerdan la alegría de cantar bajo la noche acompañado de un gran amor y vino, mucho vino en lo posible y todavía más amor. “Son días únicos,/ los del amor que se pregunta/ por su flecha indiferente”. Recuerdo que alguna vez Juarroz dijo que todo poema era un poema de amor. Maryka no es un libro temático, pero el amor está al centro de la poesía de Garamona y, si me apuran, la poesía y el amor están al centro de todo, solo que el centro está desenfocado y de la enemistad y la agresión se ha hecho una política portadora de una justicia que no es tal. Así como una vez Whitman dijo que quien tocara su libro tocaba a un hombre, quien lea estos poemas recordará que la amistad existe, que el goce de vivir es una fuente inagotable de subversión, que el pensamiento es comunidad. Siempre atento al presente, el poeta Garamona nos advierte que “Hay coronas de laureles,/ también dosis de cicuta”.