(sobre Maryka, de Francisco Garamona, Santiago de Chile, La Calabaza del
Diablo, )
Si el mundo es como la impresión que deja la narración de una historia, la vida es
como la impresión que deja la lectura de un poema. A medio camino de la canción
y con cierto retinte epigramático, estos poemas de Garamona nos devuelven a lo
que antes se conocía como poemas de circunstancia o “a una que pasa”, un tipo
de poema que por lo menos acá ha perdido terreno, dando lugar a una poesía de
formato y temática. Al contrario, esta poesía escrita en tiempo real, al mismo
tiempo que la vida se despliega en un doble movimiento recíproco con la escritura,
son poemas sueltos, dicharacheros, llenos de erotismo y camaradería; sabios en su
falta de pretensión, surgen del resquicio que se abre entre experiencia y registro.
Este hermoso libro es la historia de un amor, de un viaje y una suerte de
origen perenne del poema. También es la cartografía de un nombre que responde a
una mujer y un territorio.
Los poetas van hacia Arica, hacia el
mar, el desierto, casi se ve el Perú, que es una suerte de espacio connatural del
misterio. La sed que hay en los poemas tal vez refiera a una de las posibles
etimologías de “ica”, que significaría “tierras secas”. En el título del libro
hay una aglomeración de posibilidades nominales que saltan a la vista de
cualquier lector conosureño. Marica, mar e Ica, Arica, Mary, etc. No parece
arriesgado decir que el título hace compartir nombre a una persona y un
territorio, cuerpo y espacio, gesto que de inmediato nos pone en el plano de la metamorfosis y por lo tanto propone una superación de
los límites o fronteras, semánticas
o políticas. Esta idea se ve reforzada por cierta dicción a la chilena, como si
Garamona recogiera cierto tono después de tantos años de flujo y amistad con
poetas de nuestro país.
Hacia la mitad del libro hay un poema
titulado “Nuestros sueños serán sus pesadillas”. Los poemas anteriores abrieron
el camino para este poema directamente político, pero donde diga político, por
favor, leamos poético. Cito este poema porque hay una delicadeza que hace ese
reemplazo de lo político por lo poético sin enunciarlo, sin discurso: “La sombra de un arma será/ más real que el arma misma”. Si
antes la poesía comprometida se quedaba en el compromiso y se alejaba de la poesía,
en el caso de Garamona el compromiso es con la poesía y su infinita riqueza
abandonada aquí recuperada con un “fusil ultraliviano y bacán”, otra
metáfora de la escritura y ejemplo de una dicción transcordillerana. Además, este
poema incluye lo que Benjamin conceptualizó como “política del sueño”, la que se puede retrucar como “poética del soñador”.
El espacio de la mente, hoy más que nunca en disputa, dispone de esta arma tan
extraña como secreta. De hecho, más adelante leemos: “Este poema no lo escribí/
lo soñé recién/ y en mi sueño lo escuchaba/ recitado por los labios de una
niña”. Ojalá el mundo fuera dictado por esa pibita.
En el poema siguiente da cuenta de cómo
ve el aspecto territorial mientras viaja y escribe en un solo movimiento, algo
fundamental del libro: “La región despierta como un niño/ y se refriega los ojos
para alejar/ las visiones terribles de la noche”. Esa región es Arica, ciudad
fronteriza marcada en realidad por la cultura andina que la precede, y estos
poemas entienden esa herencia en el goce y en la responsabilidad de no
automatizar al Otro, pues “No existe posibilidad fuera del amor”. Garamona,
poeta de gran trayectoria, a través de estos poemas nos muestra y entrega una
claridad, la búsqueda de la claridad, tan requerida por Oppen, señal de plenitud
en el arte de la poesía.
Por último, quisiera destacar que estos
poemas hacen comunidad, hablan de esa comunidad inoperante o desobrada que
forman las poetas y los poetas, en instancias como el festival de poesía adonde
llegan Maryka, la persona-territorio, y Garamona, el poeta-terrenal. El
territorio que cubren los poemas es a la vez geopolítico y el lugar de un sueño,
el sueño que se vive en estos poemas absolutamente latinoamericanos que van al
encuentro del otro con una poesía celebratoria, feliz, fuerza de la cual en
Chile parecemos desconocer su capacidad rebelde, saturados de hostilidad. “Maryka, la
poesía está en el aire” nos recuerda una canción, y estos poemas nos recuerdan
la alegría de cantar bajo la noche acompañado de un gran amor y vino, mucho
vino en lo posible y todavía más amor. “Son días únicos,/ los del amor que se
pregunta/ por su flecha indiferente”. Recuerdo que alguna vez Juarroz dijo que
todo poema era un poema de amor. Maryka no es un libro temático, pero el amor está
al centro de la poesía de Garamona y, si me apuran, la poesía y el amor están
al centro de todo, solo que el centro está desenfocado y de la enemistad y la
agresión
se ha hecho una política portadora de una justicia que no es tal. Así como una vez
Whitman dijo que quien tocara su libro tocaba a un hombre, quien lea estos
poemas recordará que la amistad existe, que el goce de vivir es una fuente
inagotable de subversión, que el pensamiento es comunidad. Siempre atento al presente, el
poeta Garamona nos advierte que “Hay coronas de laureles,/ también dosis de
cicuta”.