23.6.22

Un estilo de vida, por Matías Mascarpone

 1/

Durante los últimos días de verano
su fascinación gris era sentir
en su mente budista
ese zumbido inútil y atrapante
que todo el tiempo lo conducía 
en espiral hacia un abismo,
mientras esperaba un mensaje existencial
una revelación.
Recordó una playa elegante y las tardes de yoga
la brisa dulce sinfonía aloe vera
su frescura matinal sin resaca. 

 

2/

De tanto en tanto, recuerdo la noche de anoche y mi frenética estampida
en la penumbra del bar de la calle Charlone. Una prolongada charla apoyada en la barra con la condesa de Balvanera, que se evaporó en un beso de frambuesa, bebimos Martinis con la soltura inquieta de dos hienas embarradas por el pastiche del frenesí.
Recuerdo que estaban Francisco Garamona bebiendo whisky etiqueta roja, el gordo Porcel con sus selfies del rock and roll, Gaby Bex con un escote de melodías dulces y fina estampa. El coleccionista Bruzzone que fumaba unos Gitanes mientras bailaba una cumbia psicodelica, el artista Ariel Cusnir que retrataba a la fauna del lugar con cierta gracia rioplatense. Todo esto como un sueño del barroco.

 

3/

Inspirado en algún país extranjero
escribe sin pudores sobre cuestiones confusas del pasado
una intriga kafkiana, una muerte premium en Villa Lañata.
A pesar de su falta de profundidad persigue pistas sobre pistas
más exactamente donde transcurre su transfiguración mental
coartada en un papel glacé
todo misterio derrumba su ineptitud
su olfato sabueso lo llevan a sospechas delirantes,
a aspirar las más ambiguas sustancias
muchas veces se ha puesto en duda el fruto del enorme esfuerzo asumido
por nuestro inocuo detective, como un inquietante Sherlock Holmes
que se abandona a los caprichos de su inteligencia y que su bestia negra
es el aburrimiento.


4/

Famoso por su nombre de queso y su simpatía inagotable
enfiló hacia las filas del dandismo zombie para enfatizar su esnobismo capricho púrpura.
Por momentos ella adoraba su aire arisco a todo sentimiento light.
Como su albacea literaria fue el fin de su vampírica carrera, exiliada en Viena la llevó a vincularse con la bohème de la época.
Los días pasaron derrumbados los parpados del el conde en el sueño Rosso Vermuth, bebiendo, bebiendo y bebiendo.
Como un exquisito detractor de la realidad.
Pero debajo de las apariencias vibraba algo más, secreto, subterráneo y, sin embargo, palpable, le llevo décadas al conde decodificarlo, apocalíptica su alma jamás sucumbiría otra vez ante la sensualidad de aquella cortesana de modales exquisitos e infantiles.

 

5/

Voy caminando por el prado
con una bolsa llena de mierda
mi mente quedó incrustada
en un recuerdo desorbitado.
Saludé al homeless que duerme
en el mármol de la piedad,
que absorbió justo el momento
de la anfeta.
Sonrisas colgantes de la medianoche
rapsodia de enero, collage en permanente
magenta faisán lumpen
nebulosa cumbia.

 

6/

Saludó a los granaderos solemnemente con mirada fresca.
Relojeó su celular último modelo, las noticias de un mundo lleno de miedo.
Se calzó un sorbo de whisky de la petaca que lleva con él a todas partes, eran las doce del mediodía clavadas. Entró en su oficina con paso firme, envió un fax, pidió un árabe de crudo y queso. Se sumergió en la pantalla de su celular que irradiaba un tono kryptonita, mientras las horas se aplastaban en un cúmulo sin cesar. Pasadas las dieciocho horas, quedó solo en la oficina e invocó con cierta arrogancia a su compañero de aventuras financieras, en un alto de las tareas vespertinas. Y encararon hacia el reducto “Gárgola Pub”.
Cerveza 2x1, Campari Ritmo Fish toda la noche, decía el pizarrón en la entrada. Las noches en Gárgola Pub eran espesas, el huso horario dejaba de tener sentido. La Internet se esfumaba en el filo del misterio.

 

7/

El rigor de los días
la displicencia servida
en una copa de cristal
sobre la cabeza del perro
el wi-fi con espinas
fetiche crocante misterio
de la avenida de Mayo
cine porno al fondo
desenvuelve un destino
en lo profundo otra racionalidad
que escarba en su nariz,
en busca del tesoro
perdido.
Su última pesadilla
en la calle Borges disimula
las notas desafinadas
que los lúmpenes tocaban
en vísperas de otra reunión
secreta para su ebria algarabía
de fin de semana.

 

8/

El día después del Shabat se enredó en las tareas mundanas que el mundo ordinario
narra como una catarsis sin anestesia.
Hizo compras, fue al banco, estaba bien afeitado y, por momentos, recordaba fragmentos del Talmud, inmerso como un erudito hebreo, camino por las calles Boulogne sur mer, y Jean Jaures, del barrio ortodoxo que bajan hacia el antiguo barrio del Abasto.
Donde entro en una tienda de la calle Corrientes. Se mantuvo atento a los precios esgrimiendo una mirada distante e insegura.
Por la tarde se permitió un trago en el Bar de las antinomias, imaginando que todavía era muy temprano para el amor.

 

9/

Con el mismo cuchillo que se limpió los mocos, cortó un poco de queso y escuchó en ese filo, el zumbido musical de enchastrado cinismo, esa observación empírica conduce a comprobar que a nuestro escritor maldito, sus sueños lo orientaban a desmesuradas pasiones, soundtrack de una vida sensualmente encriptada.
El dinero es tema recurrente en sus escritos. Por un lado lo asquea, por otro lo hipnotiza. Así fue un escritor que
escribió poco y nada.
Joven pobre devenido en dandy, dadaísta y marido fugaz de una millonaria de la calle Alvear.

 

10/

En una senda asfixiada de escritores lejanos, en el aullido de la pregunta que retumba en las paredes de la perdición, persiguió unas obsesiones opuestas y simultáneas que iban quemando los puentes de la lógica.

Escapando siempre de la modernidad que alguna vez lo traicionó en la cuadra que engendró su última pasión, que emanaba una bucólica sensación de bienestar baldía.