Apuntes a la ligera sobre Ash is a purest white (2018) de Jia Zhangke
Sound affects
En Ash is a purest white (2018),
último opus del realizador chino Jia Zhangke, los miembros del jianghu se
reúnen a mirar películas de triadas hongkonesas. Más precisamente The Killer (1989) de John
Woo. Rituales de representación que llegan del cine, lejos de la acción a gran
escala de la narrativa cine del propio Woo (o de Johnnie To), aquello que
se importa es el gesto de camaradería. Gánsteres de poca monta liderados por
Bin, un afable mediador que regentea un club de baile de salón y que por supuesto,
no llega a tener el anonimato de una discoteca, en donde los habitúes se
entusiasman con YMCA de Village People. En Unknown Pleasures (2002) retrataba la discoteca
con idéntica alegría con una cita a Pulp
Fiction de Tarantino. En Mountains my depart (2015), Tao (Zhao Tao)
liberaba sus frustraciones, la definitiva separación de su hijo, bailando bajo
la nieve al compas de Go West de Pet Shop Boys. La jianghu de Ash… lima sus asperezas y
sellan la amistad brindando una mezcla de bebidas que cada miembro arroja en
una fuente de plástico. Entonces la banda de sonido arroja la melancólica
canción de The Killer interpretada
por Sally Yeh. Y en ese gesto, Zhangke aleja al film de un mero retrato
de mafias de la China continental.
Todo lo sólido se desvanece en el aire
El marco de Ash… es la ciudad de
Datong, una ciudad minera en vías de desaparición. Culpa de la baja del precio
del carbón y de los negociados que ejercen las autoridades locales, que el
padre de Qia denuncia en la radio local, extenuado y alcoholizado, una voz que
resuena sin que nadie la escuche. El acelerado proceso capitalista produce
ciudades fantasmas.
Ciudades que terminan sumergidas como Fengjie en Still Life/Dong (2006),
díptico de ficción y documental, en donde se narra la desaparición de la
mencionada ciudad por la monstruosa construcción de la represa de las Tres
Gargantas.
La ciudad del parque temático de The World (2004) es el telón
de fondo del hiperdesarrollo y la industrialización que hacía trizas toda
posibilidad de afecto.
En Platform (2000), un grupo de artistas de un colectivo que
trata de adaptarse a la privatización de las prácticas heredadas de
revolución cultural china. Los cambios se manifestaban casi imperceptiblemente,
Desde las temáticas de las obras, el vestuario y la música hasta que la
ciudad impone toda su presencia.
Lugar común es señalar que Zhangke es el gran narrador de la transición al
mundo capitalista de China. En estos films los cuerpos son sometidos al plano
general. Solo los primeros planos nos recuerdan que quienes habitan ese espacio
son obreros. Y que esos rostros anónimos son avasallados por el peso de la
Historia, un espacio que narra, un espacio que disemina figuras en un paisaje
que todo lo avasalla, que provoca migraciones internas, que destruye
comunidades, que la experiencia moderna de la China contemporánea es la
vulnerabilidad ante la fuerza del cambio.
Esta salvaje oscuridad
Desde Unknown pleasures, la violencia en
el cine de Zhangke era un estado latente con ribetes trágicos. En A
touch of sin (2013) lo implícito cede a un realismo desbordado, a una
puesta visceral. Imposible que la china contemporánea no haya transmutado a una
ferocidad salvaje.
La jianghu de Ash…sucumbe ante la furia de nuevos grupos que buscan
controlar una ciudad ya corrompida. Uno de los miembros es asesinado por
oscuros negocios inmobiliarios. Bin primero es advertido con un golpe hecho con
caño de plomería. Los jóvenes encarnan ese panorama brutal tratando de
desbancar a un Bin mira el presente con cierta perplejidad e ingenuidad. Llevar
un arma no implica emplearla. Luego será desfigurado por un grupo de
motociclistas en una emboscada. Quien entiende esos cambios es Qia. Un disparo
en el medio de la noche impide que maten a Bin. El arma es ilegal. En ese acto,
Tao ingresa al jianghu, en el silencio, en no delatar a su amado. La cárcel
implica asimilar el código.
Melo
Los rostros del melodrama hongkonés configuraron el
melodrama del cine Wong Kar Wai. Un sistema basado en la fidelidad a los
actores que encarnaban esas historias. Tony Leung y Maggie Cheung encarnaron el
tríptico conformado por Days of Being Wild (1991), In
the mood for love/Con ánimo de mar (2000) y 2046 (2004).
Los años transcurridos entre una obra y otra no imposibilitó que la historia de
esos personajes se siguiera escribiendo en el tiempo.
No es osado decir que Zhangke haya construido una idea de reformulación del
melodrama a partir de la historia de la China contemporánea. Qia es un rostro
joven, novia de un mafioso en Unknown pleasures (2000). Luego
aparece tratando de comunicarse con Bin en la represa de las Tres Gargantas
en Still Life (2006). Aquella comunicación que parecía
truncada reaparece en Ash… (2018). Qia es enviada a la cárcel.
Vuelve a buscar a su amado, es engañada por una pasajera, embauca a un
empresario en un hotel, sufre y sobrevive. Qia es encarnada por Zhao Tao en
todos estos films. Su personaje es el punto donde confluyen todas las
perspectivas del melodrama y que ya confluían en el protagonista de su
film anterior Mountanis my depart, su primera incursión en el
género y obviamente también protagonizado por Zhao Tao, quizás uno de los
rostros más bellos y expresivos de lo que podríamos denominar como una cierta
idea de cine contemporáneo, porque Jia Zhangke es un narrador de cine y no un
formulador de nuevas narrativas. La familiaridad del personaje de Qia nos dice:
la Historia como un melodrama y el melodrama como Historia. Tamaña ambición de
contar a través de un género popular la vida en la china contemporánea no solo
refleja un gesto inusual del cine político de Zhangke (sí, Zhangke hace films
políticos). Da un paso más allá que narrar el estado de las cosas. Es narrar la
vida de una mujer. Una sensibilidad cargada de futuro.