Libro I
Del asfódelo, esa flor verdosa,
como una caléndula
sobre su tallo bifurcado,
(sólo que verde y leñosa),
vengo, querida,
a cantarte.
Vivimos juntos mucho tiempo
una vida llena,
si querés,
de flores. Por eso
me
alegré
apenas supe
que había flores también
en el infierno.
Hoy
estoy lleno del recuerdo borroso de esas flores
que los dos amamos,
incluso el de esta pobre
cosa descolorida
(la
vi
cuando era chico)
poco apreciada entre los vivos
pero que los muertos ven,
preguntándose entre sí:
¿Qué es lo que recuerdo
moldeado
con forma parecida?
mientras nuestros ojos se llenan
de lágrimas.
Del amor,
duradero amor
estará hablando
aunque un débil baño carmesí
la coloree
para hacerla totalmente creíble.
Hay algo
algo urgente
que tengo que decirte
y sólo a vos
pero debe esperar
mientras me embriago en
la alegría de tu proximidad
quizás por última vez.
Y entonces
con miedo en mi corazón
me extiendo
y sigo hablando
sin atreverme a parar.
Oíme mientras hablo
contra el tiempo.
No será
por mucho.
He olvidado
y sin embargo veo bastante claro
algo
central para el cielo
que se ordena alrededor.
¡Un olor
emana de eso!
¡Olor tan dulce!
¡Madreselva! ¡Y ahora
llega el zumbido de una abeja!
¡Y una oleada
de memorias hermanas!
Sólo dame tiempo,
tiempo para recordarlas
antes
de hablar.
Dame tiempo,
tiempo.
Cuando era chico
guardaba un libro
al que, de tanto
en tanto,
añadía flores prensadas
hasta que, tiempo después
tuve una buena colección.
El asfódelo,
como
un presagio,
entre ellas.
Te traigo,
revivido,
el recuerdo de esas flores.
Eran dulces
al prensarlas
y conservaron
algo de su dulzura
un tiempo largo.
Es un olor curioso,
un olor moral,
que me trae
cerca tuyo.
El color
fue
lo primero en irse.
Tuve que enfrentarme
a un
desafío,
a tu querida persona,
mortal como yo era,
¡la garganta del lirio
ante el colibrí!
La riqueza infinita,
pensé,
me tendió sus brazos.
Mil trópicos
en la floración de un manzano.
La propia tierra generosa
se entregó con ganas.
¡El mundo entero
se volvió mi jardín!
Pero el mar
que nadie cultiva
también
es un jardín
cuando le pega el sol
y las olas
se despiertan.
Yo lo he visto
y vos también
cuando deja a las flores
en ridículo.
También, hay una estrella de mar
tiesa
por el sol,
algas marinas
y
otros yuyos. Sabíamos eso
tanto
como el resto
porque nacimos junto al mar,
sabíamos de sus cercos rosados
al borde mismo del agua.
Ahí crece la malva rosa
y en temporada,
frutillas,
y ahí, más tarde,
íbamos a juntar
ciruelas silvestres.
No puedo decir
que fui al infierno
por tu
amor
pero muchas veces
me vi en él
buscándote.
No me gusta
y preferí estar
en el cielo. Escuchá todo.
No te alejes.
Aprendí mucho en mi vida
de los libros
y fuera de ellos
sobre el amor.
La muerte
no le pone fin.
Hay una jerarquía
que se puede alcanzar,
creo,
al servirlo.
Su galardón,
una flor mágica;
un gato de veinte vidas.
Si nadie se atreviera a
intentarlo
el mundo
saldría perdiendo.
Ha sido
para vos y para mí
como vigilar una tormenta
flotando sobre el agua.
De pie
año tras año
frente el espectáculo de nuestras vidas
con las manos juntas
La tormenta se despliega.
El relámpago
juega con los bordes de las nubes.
Hacia el norte el cielo
es plácido,
azul en su resplandor
mientras la tormenta se prepara.
Es una flor
que pronto alcanzará
la cúspide de su floración.
Hemos bailado
en sueños,
y leído un libro juntos.
¿Te acordás?
Un libro serio.
Y así los libros
entraron en nuestras vidas.
¡El mar! ¡El mar!
Siempre
que pienso en el mar
viene a mi mente
la Iliada
y el desliz
público de Helena
que engendró el poema.
Si no hubiera sido por eso
no habría habido
poema y el mundo,
si hubiésemos acaso recordado,
aquellos pétalos carmesí
desparramados sobre las rocas,
lo habría llamado simplemente
asesinato.
La orquídea sexual que entonces floreció
mandando a tantos
hombres
apáticos a su tumba
le dejó su memoria
a una raza de tontos
o héroes
si el silencio es virtud.
Sólo el mar
con su multiplicidad
sostiene la esperanza.
La tormenta
fue abortada
pero
seguimos
tras los pensamientos que suscitó
reconstruyendo
nuestras vidas.
Es la mente
la mente
la que tiene q curarse
poco
antes que la muerte
intervenga
y el deseo volverá a ser
un jardín. El poema
es complejo como el lugar que en nuestras vidas
hemos hecho
para el poema.
El silencio puede ser complejo, también
pero no se llega lejos
con silencio.
Empieza otra vez.
Es como el catálogo de barcos
en Homero:
ocupa el tiempo.
Hablo en forma figurada
suficientemente
bien, los vestidos
que usás son figuras también,
de otro modo no podríamos
encontrarnos. Cuando hablo
de flores
es para recordar
que una vez
fuimos jóvenes.
No
todas las mujeres son Helena,
lo sé,
pero llevan a Helena en sus corazones.
Querida,
vos también, así
te quiero
y no podría quererte de otro modo.
Imaginá que ves
un campo hecho de mujeres
todas
de un blanco plata.
¿Qué habrías hecho
sIno quererlas?
¡La tormenta estalla
o se disipa! No es
el fin del mundo.
El amor es algo más,
o
eso creí,
un jardín que se expande,
aunque te conocí como mujer
y
nunca te vi de otro modo,
hasta que el mar entero
haya sido ocupado
y todos sus jardines.
Era el amor al amor,
el amor que todo lo devora,
amor
agradecido,
amor a la naturaleza, a la gente,
a los animales,
amor que engendra
dulzura y bondad
el que me conmovió
y eso vi en vos.
Debería haberlo sabido,
pero no lo sabía,
que el lirio del valle
es una flor que enferma
al que la huele.
Tuvimos nuestros chicos,
rivales en el asalto general.
Los hice a un lado,
aunque cuidé de ellos
tanto como un hombre
podría
cuidar a sus hijos
en la medida de mis luces.
Vos sabés,
tenía que encontrarte
después de lo que pasó
y todavía tengo que hacerlo.
Amor
al que reverenciás también
igual que yo -
una flor,
la flor más frágil,
será nuestro aval
y no porque
seamos débiles
para arreglarnos de otro modo
sino porque
en la cima de mis fuerzas
arriesgué
lo que debía
para probar así
que nos amamos
mientras mis huesos mismos transpiraban
que no podía llamarte
en pleno acto.
¡Del asfódelo, esa flor verdosa,
vengo, querida
a
cantarte!
Mi corazón se enciende
al pensar que traigo noticias
de algo
que te atañe
y atañe a muchos hombres. Mirá
lo que
suele pasar por nuevo.
No lo encontrarás ahí sino en
poemas despreciados.
Es difícil
sacar noticias de un poema
aunque los hombres mueren
miserablemente cada día
por falta
de lo que ahí se encuentra.
Escuchá todo
puesto
que a mí también me atañe,
como a cualquier hombre
que quiera morir en su cama
y en paz.
Versión: Gabriela Goldberg
El lenguaje modificado por su
entorno, la lengua familiar, el tipo de conversaciones con las que uno crece,
lo americano como el nombre de lo particular, mi idioma americano, frases del
autor que desafían el intento de versionarlo en un español neutro, y la
necesidad de un asfódelo para compartir con amigos. Un acercamiento a un poema
largo, signado por graves problemas de salud, que se compone de 3 libros y una
coda, y forman parte de Viaje al amor,
dedicado a Flossie, su esposa.
G.G.
*
Asphodel, That Greeny Flower
Of asphodel, that greeny flower,
like
a buttercup
upon
its branching stem-
save that it’s green and wooden-
I
come, my sweet,
to
sing to you.
We lived long together
a
life filled,
if
you will,
with flowers. So that
I
was cheered
when
I came first to know
that there were flowers also
in
hell.
Today
I’m filled with the fading memory
of those flowers
that
we both loved,
even
to this poor
colorless thing-
I
saw it
when
I was a child-
little prized among the living
but
the dead see,
asking
among themselves:
What do I remember
that
was shaped
as
this thing is shaped?
while our eyes fill
with
tears.
Of
love, abiding love
it will be telling
though
too weak a wash of crimson
colors
it
to make it wholly credible.
There
is something
something
urgent
I have to say to you
and
you alone
but
it must wait
while I drink in
the
joy of your approach,
perhaps
for the last time.
And so
with
fear in my heart
I
drag it out
and keep on talking
for
I dare not stop.
Listen
while I talk on
against time.
It
will not be
for
long.
I have forgot
and
yet I see clearly enough
something
central to the sky
which
ranges round it.
An
odor
springs from it!
A
sweetest odor!
Honeysuckle! And now
there comes the buzzing of a bee!
and
a whole flood
of
sister memories!
Only give me time,
time
to recall them
before
I shall speak out.
Give me time,
time.
When I was a boy
I
kept a book
to
which, from time
to time,
I
added pressed flowers
until,
after a time,
I had a good collection.
The
asphodel,
forebodingly,
among them.
I
bring you,
reawakened,
a memory of those flowers.
They
were sweet
when
I pressed them
and retained
something
of their sweetness
a
long time.
It is a curious odor,
a
moral odor,
that
brings me
near to you.
The
color
was
the first to go.
There had come to me
a
challenge,
your
dear self,
mortal as I was,
the
lily’s throat
to
the hummingbird!
Endless wealth,
I
thought,
held
out its arms to me.
A thousand tropics
in
an apple blossom.
The
generous earth itself
gave us lief.
The
whole world
became
my garden!
But the sea
which
no one tends
is
also a garden
when the sun strikes it
and
the waves
are
wakened.
I have seen it
and
so have you
when
it puts all flowers
to shame.
Too,
there are the starfish
stiffened
by the sun
and other sea wrack
and
weeds. We knew that
along
with the rest of it
for we were born by the sea,
knew
its rose hedges
to
the very water’s brink.
There the pink mallow grows
and
in their season
strawberries
and there, later,
we
went to gather
the
wild plum.
I cannot say
that
I have gone to hell
for
your love
but often
found
myself there
in
your pursuit.
I do not like it
and
wanted to be
in
heaven. Hear me out.
Do not turn away.
I have learned much in my life
from
books
and
out of them
about love.
Death
is
not the end of it.
There is a hierarchy
which
can be attained,
I
think,
in its service.
Its
guerdon
is
a fairy flower;
a cat of twenty lives.
If
no one came to try it
the
world
would be the loser.
It
has been
for
you and me
as one who watches a storm
come
in over the water.
We
have stood
from year to year
before
the spectacle of our lives
with
joined hands.
The storm unfolds.
Lightning
plays
about the edges of the clouds.
The sky to the north
is
placid,
blue
in the afterglow
as the storm piles up.
It
is a flower
that
will soon reach
the apex of its bloom.
We
danced,
in
our minds,
and read a book together.
You
remember?
It
was a serious book.
And so books
entered
our lives.
The sea! The sea!
Always
when
I think of the sea
there comes to mind
the
Iliad
and
Helen’s public fault
that bred it.
Were
it not for that
there
would have been
no poem but the world
if
we had remembered,
those
crimson petals
spilled among the stones,
would
have called it simply
murder.
The sexual orchid that bloomed
then
sending
so many
disinterested
men to their graves
has
left its memory
to
a race of fools
or heroes
if
silence is a virtue.
The
sea alone
with its multiplicity
holds
any hope.
The
storm
has proven abortive
but
we remain
after
the thoughts it roused
to
re-cement
our lives.
It
is the mind
the mind
that
must be cured
short
of death’s
intervention,
and
the will becomes again
a
garden. The poem
is complex and the place made
in
our lives
for
the poem.
Silence can be complex too,
but
you do not get far
with
silence.
Begin again.
It
is like Homer’s
catalogue
of ships:
it fills up the time.
I
speak in figures,
well
enough, the dresses
you wear are figures also,
we
could not meet
otherwise. When I speak
of flowers
it
is to recall
that
at one time
we were young.
All
women are not Helen,
I
know that,
but have Helen in their hearts.
My
sweet,
you
have it also, therefore
I love you
and
could not love you otherwise.
Imagine
you saw
a field made up of women
all
silver-white.
What
should you do
but love them?
The
storm bursts
or
fades! it is not
the end of the world.
Love
is something else,
or so I thought it,
a garden which expands,
though
I knew you as a woman
and
never thought otherwise,
until the whole sea
has
been taken up
and
all its gardens.
It was the love of love,
the
love that swallows up all else,
a
grateful love,
a love of nature, of people,
of
animals,
a
love engendering
gentleness and goodness
that
moved me
and
that I saw in you.
I should have known,
though
I did not,
that
the lily-of-the-valley
is a flower makes many ill
who
whiff it.
We
had our children,
rivals in the general onslaught.
I
put them aside
though
I cared for them.
as well as any man
could
care for his children
according
to my lights.
You understand
I
had to meet you
after
the event
and have still to meet you.
Love
to
which you too shall bow
along with me-
a
flower
a
weakest flower
shall be our trust
and
not because
we
are too feeble
to do otherwise
but
because
at
the height of my power
I risked what I had to do,
therefore
to prove
that
we love each other
while my very bones sweated
that
I could not cry to you
in
the act.
Of asphodel, that greeny flower,
I
come, my sweet,
to
sing to you!
My heart rouses
thinking
to bring you news
of
something
that concerns you
and
concerns many men. Look at
what
passes for the new.
You will not find it there but in
despised
poems.
It
is difficult
to get the news from poems
yet
men die miserably every day
for
lack
of what is found there.
Hear
me out
for
I too am concerned
and every man
who
wants to die at peace in his bed
besides.