El griego
Una mujer con cabeza se cubre el rostro de los mosquitos con un
pañuelo verde musgo. Ve la luna con los ojos cerrados. De tanto en tanto los
abre para espiar estrellas. Nota que cada vez son menos, porque la luna cada
vez es más. Se siente vieja. Vieja y
bella. A punto de sucederle cualquier cosa... si se animara... Apoya el peso de
su mandíbula en la mano derecha. Tal vez piense. Tal vez duerma. No muy lejos suena
la voz de un hombre griego, habla español. Eso la erotiza. O eso parece porque
pinta sus labios con la lengua reiteradas veces, pero no abre los ojos. No lo
espera. Descansa. Confía. O, eso parece porque su pecho está abierto, desde
aquí puede verse la rajadura en el centro de su plexo que le sangra, pero no le
duele. O, eso parece, porque no la toca. La deja chorrear. Chorrear y chorrear,
chorrear y chorr.
Algo la hace girar y abrir los ojos. Y desaparece.
Pesada
tarea
La piedra; un buen trono para
el trabajo. Ante mí, las hojas en blanco y la lapicera encapuchada. Todo
espera. Yo también... Yo también me siento como una piedra lista para recibir
al que quiera venir a sentarse a realizar esta pesada tarea de escribir.
Que venga y lo haga sobre mi
lomo, mis piernas, mi nuca. Mi nuca que percibe el aire en movimiento y al sol ardiendo
Vení árbol, escribime tu
historia, tallala en mi piel si queres. Apoyate con tus raíces sobre mis
vértebras. Ponete cómodo. Entregame tu peso ancestro y dame un poco de sombra
en algún mediodía de enero.
Vení árbol, contame tu pena,
dejá llover tus hojas sobre mis ojos cerrados. Soltá tus frutos sobre mis
rodillas. Vení a desparramar tu soledad puneña sobre mi ausencia porteña.
Llename de tu pena árbol, para que las mías pierdan sentido. De tu tronco mis hojas.
En mi tronco tu llanto.
Vení árbol, sentate en la
piedra a podar las penas y que así, florezcan cuentos y cantos.
Manifiesto batracio
No quiero usar palabras de otros. Quiero las mías.
Quiero que emerjan de mí como
renacuajos entre las piedras;
Veloces ondulantes juguetones
atrapables.
Negros asquerosos diminutos
transparentes.
Quiero mis palabras renacuajas
liberadas al agua como un enjambre de especies.
Que no nombren pero vibren.
Que no espanten pero muevan.
Renacuajas mis palabras, serpentean
en lo hondo,
Las quiero. Broten.
Las quiero. Soy su retoño.
Abvuelo
Caen gotitas saladas de mis ojos
color tierra seca; misterioso origen y profundo silencio.
Crines morenas de espeso tacto me
llueven los hombros; un soporte de palabras de viento.
La ansiedad se me escapa por los
dedos cardón y la flor se deposita en este pecho abierto de tanto cielo.
Mi columna de nudos, desnuda se
bambolea entregada al viento; wayra jujeño.
Duerme el cerebro de pensamientos
pasajeros, entre los colores del ensueño.
Descanso en silencio de aire. En
sol.
Despierto. Abro los faroles ásperos
de alumbrar adentro y afuera aparece;
un búfalo
un escorpión
y cientos de caras kollas en nubes
pájaros que adentran los cerros.
Ellos viven en el cosmos.
Yo vivo en el centro.
Se desprende mi alma niña por estos
brazos que son de hierro.
Vuela alma. Todo esto es tu casa. Ya
no este cuerpo.
Y vuelo.