10.2.17

Esa última serenidad, por Milton Rodríguez



C A L L E

La calle murmura.
El polvo es
como un levantarse de brisas.

Las hojas
acostumbradas a tanto
se juntan en el cordón
empujando y mezclando arenas
semillas
pedazos de piel.

El vino se hace acuoso
al baldear
mezclado con rayos
y el ruido
de una persona
que llora.
     
Cincuenta metros
setecientas baldosas.

¿Será el tiempo
otra vez
arruinando el fracaso? 



S A N    N I C O L Á S

Un gato manso
me mira
con ojos estrellados.
Me sigue por el salón grande
hacia las mesas.

Me siento
y se endereza
apoyándose
en mi pierna.
Lo acaricio
y cuando dejo de hacerlo
me pide más
con la mirada.

Al no usar el lenguaje
pide afecto
de otro modo
quizás sin darse cuenta.

¿Adónde irás cuando seas polvo de hueso escalonado en la tierra?



L O B O S

Hay un hombre
un pedazo de fuego
que devora la madera.

El frente del edificio
se desmorona;
la gente empujada por los bomberos
y la manguera que pide espacio.

Humo azufrado
calentando con el reflejo.
Corridas entre pedazos de telas.

El cielo baja a las cenizas. 



N A V A R R O

En el viento del pueblo
ya ni la gente cree
en lo que se dice
en las historias
que siempre cuentan.

Violencia de tierra destajada.
Árboles apechugados
que caen
un zumbar de golondrina
que se pierde.



Y O G A

No soy más que uno en sí.
El mí mismo que trata
de meditar en el fondo del salón.

Se trata de hacer una asana
de un olvido de la conciencia
del cesar.

En la contienda de los pueblos
todavía hay gente que cree en la paz.

Cuando mucho se destroza
aparece un color naranja
un mantra
para ver si después del exterminio
Buda sigue sentado.



L A   C A S A   Q U E   F U E


¿ Dónde están las luces
los recuerdos
el libro de Enrique
del estante quebrado?

¿A qué silencio
se llevaron el tedio
los pedidos?

¿Qué pudo haber pasado
así
que por ir buscando su voz
en la hondura
la maldita sombra
terminó llorando?



P  A  R  E  J  A

Era la mudez que
de pronto
los dejó paralizados.

Cada uno recordando su historia
viviendo del pasado.
Ahora no hay nada.

Ni emoción
ni suavidad;
siquiera el brazo extendido
hacia el anhelo.

No quiere vivir su agonía.



E S E   L U G A R

El vino pregunta en la sombra
de la bodega.
En el estirado espacio que
llega hasta el fondo.

Entre tanto
la gente camina
y se mezclan
las estaciones del tinto.

El mosto lo había ayudado a crecer.

Antes
como el fantasma que va hilando por las hileras
desconociendo el destino que le podía llegar a tocar
si en la mesa del domingo
o sobre el mostrador del boliche
acompañando la pena.

Peregrinó de un lugar a otro
igual que su padre.


Es una mezcla de tiempos.