9.1.17

Hoguera vestida de indiferencia, por Pablo Ingberg



Sobre Eunoe, de Luis Thonis (Ediciones Último Reino, 1991)

Al final del Purgatorio, Dante arriba al paraíso terrenal. Allí se nos habla de dos ríos: al Leteo griego, el río del olvido que atraviesan las almas de los muertos, se agrega el Eunoe, cuya etimología, también griega, nos dice que es el río de los buenos pensamientos. Así le es explicado a Dante: uno quita la memoria del pecado, el otro devuelve la de toda buena acción, y deben ser gustados en ese orden por quienes habrán de ascender al paraíso celestial.

Eunoe, sonoro, el río de los buenos pensamientos, el que devuelve la memoria de toda buena acción, último peldaño en el ascenso al paraíso celestial, es el nombre que Luis Thonis ha dado a su segundo libro. Y si en el anterior, Siglo de manos y la criatura (1987), nos decía que “las cosas empezaron a andar mal desde que todos quisieron ser amados a cualquier precio”, ahora nos recuerda en unas palabras preliminares, por si era necesario, que la advertencia de Dante acerca del Paraíso, a principios del canto II, antes de introducirnos definitivamente en su recorrido, nos impide confundirlo con una arcadia desplazada, un lugar plácido. Como en Dante, su paraíso no será bucólico. El Leteo no implica un mero olvido: el olvido implica la necesidad de un duelo, y el duelo implica dolor.

Así, entre las aguas de tal doble vertiente, fluye este libro. “¿… un relato un poema una fábula?”, pregunta por ahí uno de esos textos extensos que oscilan entre la canción con rima asonante irregular, el verso suelto y la prosa ritmada con ejes narrativos más o menos nítidos según los casos. En esta variedad de registros se reconocen, sin embargo, distintos intentos de abordar el mismo barco, aquel de la advertencia de Dante cuando se apresta a “navegar” el paraíso. Pero no sólo no se trata de un lugar plácido, sino que ni siquiera se trata de un lugar físico que pueda ser descrito. Se trata del ámbito oscuro y demasiado a menudo soslayado en el que se lucha contra el mal del que cada uno es culpable; el que está en su propio interior. Sin arrostrar este combate, el duelo es imposible. Por este río se conduce y nos conduce Thonis, enfrentándonos con las miserias que nos rodean como pan cotidiano: los seres famélicos, sí, pero también el canibalismo en que nos sumergimos en los distintos mercados, desde el de la esquina hasta el de las letras. Y todo esto lo hace en carne viva; desvistiendo con ironía la hipocresía que nos cubre cada vez que despertamos; poniéndonos, con un tono fabulesco, y casi pesadillesco, que recuerda a veces ciertas narraciones de Gombrowicz y Osvaldo Lamborghini, ante un espejo en que no cualquiera tolera mirarse. Con ciertos recursos que entre nosotros remiten demasiado ligeramente al patrimonio borgeano: el manuscrito fuente, el héroe narrador que termina delatándose traidor camuflado de traicionado. De la delación a la traición, puntos cruciales de toda elaboración, travestismo hipócrita hasta que se revela la diferencia fundamental: el traidor se reconoce y firma, da su nombre y asume su culpa.

Un discurrir difícil, arduo, diferente, personal, erudito, inteligente, sólido y, sobre todo, valiente. Textos para gustos variados: alguien preferirá unos; otro, otros; pero los muchos no tolerarán verse reflejados en un paraíso que no los incluirá a menos que se reconozcan a sí mismos, y hablarán secretamente de algo excéntrico, inaccesible. En nuestra época, a los que incitan a pensar pretenden sepultarlos en la hoguera de la indiferencia.


Tomado de: La Capital, Mar del Plata, 23.08.1992 y Diferencia 3, Quilmes, 1992
Republicado en: www.pabloingberg.com.ar