17.11.15

Una gota de sangre india, por Milton Rodríguez




S  A  U  C  E

Con esa marca,
el árbol cortado
a ras de la tierra.


Las raíces extendidas
sobre la suelo del pasto;
y el ancho del tronco,
casi hundido.


La reja de la casa.


La vista exánime
sobre el triste remedo:
sinuosa forma
de ir matando vida.



L A   C E R E M O N I A   D E L    S I L E N C I O


Hay un par de árboles agachados,

que con sus ramas

imitan al ombú.




O   F  I   C  I  O

El triste acento gramatical

que recompone un poema.

Aquello que nada tiene que ver

ni con  los pájaros,

ni con la llanura,

ni con la oscura forma

que tuvo el destino

de deshacer un sueño,

un deseo.



A  C  C  I  D  E  N  T  E

Crucé a una cieguita

a  lo Carriego,

al  Borges estereotipado

en el fondo del aljibe.


Blancos los ojos,

igual que la piel,

en una resumida manera

de ir perdiendo vejez.


Nadie pasaba,

el día,

(más anónimo que nunca )

se filtraba por la

entretela del aire.



Absurdo el auto,

sin destino el pasajero,

nadie podía entender

lo que ella sentía.



Así  pasa;

se desprende del pequeño acto

la historia,

el destino.


¿Qué habrá sido de ella

después que entró por la puerta vaivén?



Seguir luchando

por lo que no se puede entender.




C O R O N E L   D I A Z   Y   C H A R C A S

Llegan apenas

Saluda moviendo brazo y

las amigas la escuchan.

Una de ellas,

le mira el ropaje.



Cuenta cosas,

cuenta los minutos que faltan

para la sesión televisiva.

Cuenta el ramaje de la palmera.


Habla del número 21

y  lo repite,

como un mantra,

como una operación,

como las nubes desteñidas

que asoman su puntiagudo algodón.


Muy arriba,

al costado del desmedido ventanal,

pasa un poco

de la tarde.

Pasa el sueño de los perros,

la anónima angustia.



Sólo quedan las señoras

marchitando el espesor del mundo.



EL  CEMENTERIO

Del otro lado del teléfono,
la voz de un muerto me habla.

A través de la radio,
cantan muertos,
hablan,
bostezan;
reculan ante la amarga vida.

Se les desprende la piel
y los ojos abordan
la llanura de los sueños.

Qué es lo que los termina de matar?,
será la sombra del sepulcro?



………………………………………………………………………



Está cerca de la tumba de mi hermano.
Un matorral castigado y aventado.
Es como si el vecino
fuera conocido de él.
Y los mismos que pasan por ahí,
fuesen parientes,
amigos que coinciden
a la misma hora.


Debajo de la tierra,
ni cenizas quedan.


………………………………………………………………………


Para el lado de los nichos,
arrastran los zorzales demolidos cantos.


………………………………………………………………………


Ayer acerté a ver
todo el borde del osario;
y los ojos se clavaban,
arrastrándose,
junto al polvo que cubre la piedra.


………………………………………………………………………


En épocas muy pasadas,
difíciles,
erigían monumentos,
columnas,
frentes,
escaleras,
porta-velas.
Monumentos fúnebres.


Y el artista que hacía un busto,
era tan importante
como Rodin.
Ensalzaba la muerte
como si fuera algo más
que una vida que se cae.
A lo mejor, tenía razón.

………………………………………………………………………


Es demasiado inocente
creer,
que porque trajeron flores,
la ceremonia está más completa.


El sacerdote tira el agua sobre la madera,
la gente se santigua;
vienen los empleados
con la carretilla.
Levantan el féretro que pasa a ser ataúd.


Lo llevan como a una bolsa de cal.


Se deposita,
se reza;
queda solo:
todos estamos solos.


………………………………………………………………………


Muere un pedazo de hoja
al ser traspasada
por el peso,
y no se transforma en simiente,
abono,
o
cualquiera de las vulgares tonterías
que suelen decir mis tías.


………………………………………………………………………


Dicen que ya no murió
porque estaba enfermo,
ni porque estaba viejo
o se creyera inútil.

Sólo fue un flechazo
que no le dio tiempo
a despedida,
a resumen vital,
a sentir
(como dicen los espiritistas)
que pasaba por el túnel.


Seco.
Quebrado.


………………………………………………………………………

Lustra la placa del difunto, como si lo estuviera acariciando.

………………………………………………………………………



Mi abuela era chauvinista y ahora está acostada en una urna, en el Panteón de los Maestros, al lado de lo que queda de mi abuelo, que era profesor .
Yo no volví más. En el subsuelo, no sé en qué galería, está mi madrina. En la otra, mi tío materno y su padre.
Parecido, porque dejé de pagar el servicio, mi padre. El quería que lo incineraran, pero yo era muy inmaduro como para tomar decisiones, entonces, pasado unos meses, no pagué más y empezaron a desparecer: un anillo de ésos donde los sobrevivientes ponen flores artificiales; se dejó de lustrar la placa.
Pensé, no cumplí con tu mandato; te convertís en resto, ceniza, aguardiente.
Tendré otros cadáveres por ahí, rodando: en la galería 22, en la 27, flotando sin convertirse en fantasmas.
Yo, que no sé quién soy, por ahí iré a parar.
Quienes están en tierra, mueren otra vez; hay que estar sepultado, bien adentro, te retuercen, te sacuden…más adentro.
Como tengo una gota de de sangre india; la sangre se hace dura, fermenta, hace un estrago en la misma sangre, se diluye; deja de brotar; la piel no se estira más.



                   L  A    C  A  S  A    D  E  L   A  B  U  E  L  O

El canto,
la borra oscurece
y un sonido cae de golpe.


Anocheciendo,
no hay jazmines
que perfumen la terraza.
Como no hay consuelo
por el desgastado año,
el dinero mal ganado.


De reconquista,
de oscuro mamotreto;
de martingala que nunca sale.



Y E N D O   P A R A   E L   B A J O

Hay una casa que tiraron abajo,
y no pudieron terminar de destruir.


El techo caido,
las paredes
que parecen
un simio gastado,
sin terminar de acomodarse.


La gente quedó más derruida que la casa,
porque se tuvieron que llevar hasta los sueños.



L  A   O  T  R  A   C  A  S  A

En los muros rayados…


Del niño,
detrás del estante,
los libros iban ocultando,
despaciosamente,
el trasiego de padres,
primos,
familiares a los que el color,
terminaría por sacarles la carne.


Las vicisitudes de la vida,
eran más lentas,
entre tanto,
quedaba: “Alguna meta por cumplir"
como decía la tía,
la tía del padre;
parentesco absurdo
de alguien que se ve,
pero no es de uno:
igual que el hilo
que sujeta al títere. 



D  O  R  M  E

Se disuelve.
Primero se duerme,
pero se disuelve.

Si se duerme,
sueña.
No sueña que
se disuelve,
sino que cree,
ser otro,
que camina,
que ve canteros;
que siendo,
no es.

Del sueño,
vuelve al dormir.


Ahora,
si pudiera extinguirse,
si no quedara nada;
ni siquiera
lo que se llama
alma,
espìritu:
eso sí que sería
la perfección.


Llegaría,
no para renacer,
convertido
en forma anodina,
palabra sin vocabulario:
sol de octubre.

Llega el trapo
de la cocina:
remedio infantil.



O T R O  

La puerta,
el marco
de la puerta.


La madera pulida.


Rasquetearon con viruta,
cuando era chico
y nadie se preocupaba
por decir,
exactamente,
el nombre.


O estaban absorbidos.


Además,
la palabra,
casi siempre,
viene después.


Como agua de torrente.



E S C R I T O R

No va a es.
No juega el destino.
No hay páginas…
sólo quedan libros;
de los libros,
carpetas,
libretas,
y se acuerda
que cree
haber visto
el cuaderno,
donde Hernández
escribía
el Martín Fierro.


Encerrado
en un cuadrado
de vidrio,
de
plástico duro,
no sé muy bien.


Eso es literatura:
ahí está
la definición
de un escritor.


Ilegible.



E L   A C O R D E O N I S T A  D E  M A R  D E L  P L A T A

Un acordeón toca
al borde del puerto.
Y alguna gente pasa,
escucha un rato,
se va.


Yo me quedo,
porque
es un sonido
que antes
no escuché.
Que acompaña
la voz ronca
del habitante desmenuzado
por el mar;
el agua que permanece
entre los barcos juntos,
esperando
algo más de luz,
cansada de moverse.

  
A S Í


Un desorden de manivela.


               Fui amigo de tres suicidas,
tres gritos,
tres destinos prefigurados.


( Me estoy yendo por las ramas ).


Cada uno con su soledad,
dejando que el viento
descascarara los rostros
en la urna;
la corbata deshilachada.


La foto anticipaba que ya estaban muertos..


Gracias a Dios,
quien,
para no deprimirme,
no me dejó verlos,
antes de el gran silencio;
que pasara el aire,
los parientes,

los sonidos saboteados.