Una lectura de Viento agrio
«La formule : "L'idéologie est l'idée de mon adversaire" serait une des moins mauvaises définitions de l'idéologie.»
Raymond Aron, Recherches philosophiques
Sobre el final de Estado y ficción (Paradiso, 2001), Luis
Thonis afirma que la novela de
Alberdi, Peregrinación de Luz del Día,
prueba que: “las relaciones entre literatura y política nunca estarán dadas de
una vez y para siempre y acaso su separación extrema es producto de una
tradición que hemos perdido.” Es posible que Thonis escriba para unir esas
series o que lo haga desde esa tradición perdida o en vías de extinción. Viento agrio (Leviatán, 2014), su última
novela, propone un cruce entre literatura y política, sumándose a una serie de textos
en los que el autor evoca al siglo XIX, o bien delirando un manual de historia
argentina al desarmar una trama y componer una sátira política que ridiculiza toda
noción de caudillismo, o como si estuviera a la busca del rastro de los efectos
de los totalitarismos y sus cegueras colectivas. Quizás porque “una tiranía no
es un hombre sino una época”, como dice el narrador de Viento agrio, novela que recupera y revive, por la fuerza del
idioma, las aporías de un tiempo perdido.
“Toda nuestra historia se me aparece como una obra dramática donde
desde 1810 sus protagonistas giran con el objetivo anhelado de darse una ley
fundamental, una constitución y una vez que lo logran hay otras tantas luchas
entre los que dicen respetarla y los que pugnan por vulnerar la interdicción
del uso de las facultades extraordinarias que las justifican con el
federalismo, las garantías individuales y el derecho de asociación.” (Viento agrio)
Un tembladeral de visiones históricas e intrigas políticas se mezcla
en la novela mientras se evocan problemas cívicos y se trama una pesquiza sobre
la federalización de la aduana, entre otros devaneos. El tesoro de la lengua
que evoca Thonis presupone, por otra parte, el tejido de la pasión entre los
hombres de una época pretérita. Su relato no se ve vulnerado por las
cronologías, las fechas van y vienen. Abunda en anacronías inseparables a un enorme
saber histórico que desfila por las página del libro. El conocimiento
hiperbólico de la historia contemporánea hace de su protagonista un monstruo
sin perspectivas de su propio saber. “Después de Pavón me fui alejando de la
política”, dice este personaje que se abisma en “la oscura trama que tejía la
historia argentina donde uno no sabe bien por qué y contra quién está
peleando.” Lot con Gualicho, Mariano Moreno con Spinoza, Lamartine con Ascasubi
y, de Rosas a Simón Radowitsky, la historia argentina desde una visión retrospectiva,
mezcla de memoria política y militar, escrita por un opulento exponente de la
generación del 80, retirado desde París. Su historia es el escenario de fondo
que coincide con los años de configuración y deformación del país. Ráfagas de
relato en una yuxtaposición desaforada que superpone un fresco de época y una
remembranza histórica.
Ya en el apartado “Fábulas vedadas” de Cuerpos inéditos (Grupo Editor Latinoamericano, 1995), Thonis propuso
una sutil alegoría con un trasfondo histórico en la que volvió visible hiatos
literarios acompañados de cronología para recrear el teatro de los indios. “Cuando
los religiosos salieron con los indios en busca de campos descubrieron la
encerrona: todos eran parte de un mapa concebido por los portugueses y
concedido a éstos, para quienes los aborígenes no pertenecían al género humano.
La cantidad de indios se aproximaba a cien mil. Con la cría de ganado esa
región florecía. No se hizo caso al argumento jesuita de que los indios antes
de caer en manos de los portuguses preferían refugiarse en las selvas, lejos de
los blancos.” (“La colonia y los incendios”,
Cuerpos inéditos).
Viento agrio insiste en darle voz a esos actores cuyo relato fue traducido y
vulnerado por sus dominadores. “El indio era una figura de la muerte que
hablaba otra lengua pero también alguien que nos evitaba ver la sombra que
cabalgaba desde nosotros hacia nosotros y que no podía traducir lenguaraz
alguno. (…) La bula papal de Pablo III de junio de 1527 reconocía que los
indios eran seres humanos y capaces de comprender la fe católica. Pero en
algunos lugares, como en las minas del Perú, se los trató peor que a las
bestias. (…) En la época colonial, que algunos hispanistas del nuevo siglo
añoran, los curas manejaban los bienes de los aborígenes, incluso, contrariando
la ley, vendían como esclavo al mismo que habían expropiado. Se les inculcaba
nuestras creencias pero ni siquiera tenían derecho a la propiedad de su
cuerpo.” (Viento agrio)
“La colonia y los incendios”, los fragmentos de Estado y ficción en los que recrea la época colonial y Viento agrio, una saga de textos que
insisten sobre la mirada del indio y el siglo XIX argentino. Thonis, con su deslumbrante inteligencia
dedicada a la mezcla, deja al descubierto una operación en el campo literario,
el tráfico de ideologías en su literatura, la insistencia en unos temas
recurrentes, una astucia y un estilo sobre el blanco de la hoja que confunden
al lector en el espejismo de un saber absoluto. Siempre en tensión con el ensayo
y la ficción paranoica, cruce enloquecido entre lo teológico, lo filosófico y lo
político. Viento agrio es un tratado
narrado para reflexionar sobre la literatura gauchesca, sobre los indios y las
representaciones del odio, del otro y de la violencia, sobre la evolución de
las armas de fuego en las guerras patrias, las luchas partidarias y ese libro
llamado Constitución de la Nación Argentina.