11.10.14

Tres ratas y un niño, por Francisco Garamona



Hace frío: tres ratas y un niño van camino a la escuela. Cruzan puentes donde la nieve se estanca sobre lagos congelados. En un laboratorio saltarían en la rueda un año entero, mientras el niño las convidaría con maíz adentro de una caja de cristal. Yo las vi mientras tomaba un helado en la casa de un amigo. Hablábamos del pingüino que duerme en la heladera de la municipalidad. Tres ratas y un niño van camino a la escuela. Esto no quiere decir que no divagan, que no pierden el tiempo. Dejaban en el sueño marcas de ir arrastrando los pies, tras el vidrio verde que refleja la pantufla, las ratas masticaban mampostería en pedazos. Al caminar se contaban cierto relato que empezaba así:
“Había una vez un hombrecito de queso, lo que era muy extraño, ya que en su familia todos eran normales. Cuando se paseaba por la plaza, algunas personas se acercaban a él para poder comer de ese queso alimenticio, muy sabroso, famoso en el mundo entero. En aquella época la comida era muy cara, por eso el hombrecito valía su peso en oro.”
Las ratas se alucinaban y pedían una y otra vez que el niño les contara la historia del hombrecito de queso llamado Manrique… Creen ir bien cuando caminan en línea recta, se equivocan: dan de bruces contra el alambrado de una fábrica. Despiértate niño, le gritan los hombres camino al trabajo. Es que todo parece más fácil mientras la nieve cae… Dentro de la escuela los espera una estufa, que prenden de día y en la noche silba.