25.8.12

Comedero y otros poemas, por Milton Rodríguez




C O M E D E R O


Son casi

las cuatro de la tarde.


Las ollas,

olor a fritanga.


Puerta angosta

que deja ver;

sonido viniendo.


Cuadros,

viejos cuadros.-


“Sí, cómo no, señor”.-


Una podría haber sido otra cosa.-



E  L     R  Í  O

Cerca;
                                                         
el muñón del río
                     
cancelando sueños.-



A  L  G  U  I  E  N

Un hombre espera.

Ganó la costumbre de ilusionarse,

de no mirar a través del ventanal.



E L   C  O  M  I  E  N  Z  O

Le escribo a la noche,
al momento justo en el cual
cruza el viejo vapor
y yo,
amante de los puertos,
imagino ciudades,
piezas en donde vivir sin temor.

Cerca de nuevos seres
y de idiomas imperceptibles.
Iría lento por las calles
con el afán de enraizarme
a una apocada nostalgia.
Inventándome otra profesión,
un puesto donde colocarme.
Creyendo que, sin querer,
he hecho lo necesario.



P  O  B  R  E  Z  A

Están los  mendigos pidiendo.

Los viejos,
las niñas de la “crencha engrasada” .


Aquellos:
“Señor,
que es para remedios”,
aletargando la queja.

Lástima.
Un rostro quebrado.

El brazo estirado.
Mi voz también decae
Ante la agresividad
extraña de pedir comida.

Barrunto un cruel asunto.
Falta por no atreverse a pensar
que atrás de la tristeza,
cae la moneda de mensajes secos,
duros.                                                                                                                                              
No queda más que pedir.



J  U  L  I  O

Mudez que sufre el destello del frío.                                               

Sorpresa de las horas,
gimoteo,
destierro prolongado.


Desazón.  Dueños.
Castigo donde se pierde el alma.

Esqueleto del mundo.



AGOSTO



El viento cruje con desesperación.
Lo verde sacude su milésima de agua
y se recuesta en otro adoquín.
Es sufrir,
lloriquear como ella.


No tengo más remedio que todo el mar.


Allá un casco,
una codorniz,
la lucha en un mástil por el que caminan preguntas.


Es cierto,
no hay tranvía,
ser, esponja o remo.
Nace la espuma, revolviéndose.
Cercos podridos, la historia:
Lazo sin arrimarse.


Otro día para enumerar,
no vaya a ser que nos quedemos sin palabras.



PLAZA  CONSTITUCIÓN

Recovecos.
Abajo,
ventiladores gigantes.


Sucios pisos,
material en desuso;
ruido amortiguado.

Reformas que nunca terminan.

Seres anónimos
cargados de miseria,
caminan por sus andenes.


Imágenes en las paredes
redondeadas al desgano.



MAGNOLIA

En los instantes en que destiñe el frío,
cuando más allá de las adornadas casas
se desvive el desconsuelo.


Urdiendo intrigas palaciegas,
manoteando esquirlas,
sufriendo la monotonía de bailes encaramados.


Aquella virtud de tener horarios.


Abiertamente,
nada se puede decir.
Por la nostalgia nadie ha muerto.


Lo de siempre:
los ojos raros, el rostro expectante.
mil virtudes no han podido con el orgullo.


Los deberes
o el renunciamiento.


Tener las manos ya exánimes.


Asciende el color.
Silueta blanca y castiza
que la muralla del río esconde.



LLANTO SIN COMPARTIR



Llora por el tiempo que pasó.
Las palabras empeñadas.
Los triunfos.


Siente un resquemor tenue;
los días debían avanzar presurosos.
A la vuelta
se dio cuenta
que envejecía,
aniñado y solo.


Incomprensible.
Inmaduro.
Contradictorio y tenaz
al recordar el pasado.
Los días oscuros
cargados de melódica depresión.


Aún nada.


Decidido a quedar envuelto
por aquello que,
siendo aire
es:
cápsula plástica,
vida embebida.
Tentado
a dejarse embaucar
por el juicio de sus contemporáneos.



Quizás. . .
por  no animarse
al paso indebido.


Los dementes son obsesivos.



JAMES  JOYCE



La noche,
la amistad.
es decir:
nada ha cambiado.
Por los dolores del mundo se trepa una estrella.
Silencio de cisne despertando al ángel de números ciegos.
Recordar:
Joyce dormía tras un bate de béisbol, acechando la angustia.
Ojos amordazados.
Aquella virtud que allana el escándalo.


Ríos de anguila,
repeticiones que impone la obra.
Ígneo sacrificio.
Hay como una dicha de tocar fondo junto a la botella de pálido sabor.


Hermano del alma,
la novia tan pura te sigue buscando.

 



ESTOY


El sol alto,
durmiendo
y,
al mismo tiempo,
desplegando.


Estelas de luces
limpiando
lo último
o,
si se quiere,
los restos
de esta madrugada
infrecuente,
de arrabal dormido.
Quejas.


Palabras quedando a medias.
Corazones apretados de preguntar.


La sorda gota
resbalando,
cruzando
el vidrio de la ventana.
A través de ella
los árboles,
los autos.



Ciudad gastada anticipadamente.
Agrietada,
abriéndose en los vendavales.


Desdén.
Visiones inciertas.