Publicado en el diario Clarín, el día jueves 28 de junio de 1973.
Este anticipo del primer número de la revista Literal extracta, alterna y complica fragmentos de autores diferentes: los firman, en simple orden alfabético, Germán Leopoldo García, Luis Gusman, Osvaldo Lamborghini, Ricardo Ortalás, Lorenzo Quinteros, Jorge Quiroga, Horacio Romeu y Ricardo Zelarrayán.
1
La topología de una página en blanco, que obsesionó por igual a simbolistas y surrealistas, compromete la historia de toda escritura: soporta la atracción de palabras que se rechazan, de sonidos que se encuentran en los azares de la homofonía y las determinaciones del inconsciente; de sentidos que se pierden cuando trazan las huellas que los quieren instaurar.
La unidad del espacio de una página está marcada por puntos en el interior de los cuales un juego de convergencias y exclusiones va provocando en el lector efectos de sentido que lo separan del texto, cuando el que lee quiere comprenderse en la mascarada de su comprensión.
2
Torcuato (Corazón Encallecido), con el pañuelo al viento o sin él, era un hombre extraño. Ojos oscuros, duros, Maxilares fuertes, una especie de roca. Pelo negro. Nariz aguileña. Era, puede decirse, un viajero infatigable. Conoció el juego y la nieve, el polvo y la ciudad, la miseria y la riqueza, las morochas y las rubias, el dolor y el placer, las gordas y las flacas. Juego… Extendí el paño, bajé la lámpara a unos 50 centímetros de la mesa. Saqué dos mazos, separé las cartas que se iban a usar y guardé las otras. Reconté las fichas y las separé por colores.
3
Abolida la culpa, tomando el goce como horizonte, la voluntad de disparar una ideología contra el blanco de otras ideologías plantea la diferencia como primer problema. Por lo tanto, esta ideología se exhibirá fuertemente marcada. Su marca específica serán la ficción, el relato, el engaño. Se fingirá el saber que no se tiene. Se narrará con cierto además aparatoso y teatral –como quien cuenta un cuento a una criatura inteligencia– la novela científica importada en esta década para oponerle a la de la década anterior: a ver qué pasa.
4
La culpa es de ella y que se aguante… ¿quién le mandó nacer allí?
–¿Centro de Capitanes?
–¡No!
–¿Cómo…? ¿No hablo con el Centro de Capitanes?
–¡No!
–Y usted, ¿qué trae?
–Bueno, yo no traigo, vengo a llevar.
–Pero déjeme algo… Por lo menos un paquetito… un paquetito… mi padrino peladito…!
–¡Ojo! que el pelado es usted… Pero hay paquetito… No se aflija…. Hay paquetito. Así no le duele tanto.
–¡Sí! Un paquetito… Aunque no tenga nada dentro quiero un paquetito, un paquetito…
5
El psiquiatra clásico descubre que los actos tienen un sentido, pero no sabe qué sentido tienen: por eso reduce la pluralidad de las significaciones al significante “enfermo”, de la misma manera que para el paranoico todos los signos se organizan bajo la premisa del significante “perseguidor”. Señor psiquiatra, me siento mal. Sentate bien, loco.
6
Con las cruces de todos lados, se cruzaron los momentos y salieron de un solo vocablo mis palabras con la mente de su vistosa seguidilla mezcla de algo y de todo lo que algo no era para poder ser algo así.
Las cruces verdes y las rojas, donde no hay cruces, se cruzaron los momentos y salieron donde no hay cruces, que los cruces de trenes, o si cruzan la calle, nos cruzamos la mirada y se cruzó el cruce con cruce que cruzando lo cruzado del caballeo de la cruzada guerra y pude esperar que esto se cruzará con otras palabras para cruzar al otro puente del otro lado.
7
Dejar hablar a esos textos, dejarlos manifestarse en sus relaciones, no borrar las exclusiones irreductibles. Pero… ¿de qué manera? Todavía no sabemos leer –podría decirse, con desconsuelo–. Es verdad y no lo es. Todavía leemos de cierta manera. Una lectura en espejo en la que el lector se festeja a sí mismo, mientras el autor goza de la situación de maestro de ceremonias. Los textos que han intentado romper esta ceremonia gozan de buena salud, pero no hablan… se trata de una salud silenciosa… en la que nadie se reconoce y donde todos –del político al psiquiatra– buscar trazar la nosografía de algún mal desconocido.
8
Bajo la luz amarilla de la pieza el idiota babea y canta una canción, tuerce el ojo acanalado, respira con un deseo de pesadumbre, estirado, sin ganas de achatarse. Contra el aire que se desliza. El juego impersonal se deslíe.
9
Un miedo profundo a la muerte expresado por Macedonio en poemas de 1912, se transforma en una adoración de la misma después de la muerte de su mujer (1928). Freud escribe: “Se elige allí donde en realidad se obedece a una coerción ineluctable, y la elegida no es la muerte esperable y temida, sino la más bella y codiciable de las mujeres”. La única manera de aceptar el espanto ante la muerte es convertirla en la mujer amada: Elenabellamuerte. La palabra bella es un velo cuya función es capturar la angustia y representarla por la inversión.
10
Esa era su mujer, de la que siempre había que desconfiar. Ella tan blanca, tan bañada, tan inmaculada por las noches, aparecía por la mañana brotada de cardenales, queriéndome contar sus sueños, paseando sus marcas indecentes por toda la casa. Ella sabía mi sufrimiento, bien que lo sabía, y no tenía nada mejor que ponerse esas sandalias plateadas que dejaban ver sus dedos. Y caminaba y provocaba, sabiendo que mi ilusión era borrar para siempre ese dedo de mi vista y de mi vida. Ese dedo amado por ella y por su amante.
11
Desde su riesgosa cátedra, el deseo dicta hoy la pertinencia de los halos de connotación, los árboles de palabras, los sueños, el bosque, niebla donde ninguna figura es del todo reconocible ni absolutamente incierta. La tentación de publicar un soneto tonto (tal vez por lo de sonétotón) puede llegar a ser muy fuerte, tanto como la del preguntarles a los hombres sabios: ¿por qué es tonto?
12
He aquí el cuervo, abriendo el pico, inclinando su augusta cabeza, desde lo más alto de la más alta rama del árbol más alto del bosque sombrío.
He aquí tres moscas que vuelan alrededor del cuervo, esperando el momento de incorporarse a la narración.
He aquí a Gog en camiseta prendido al cuello de una damajuana tragando a largos sorbos el vino tinto.
13
Hemos evocado aquí una constelación significativa cuya organización no podemos comprender todavía. La escasez de datos biográficos sobre Macedonio puede ser tanto un límite como una posibilidad. Un límite, si pesamos en términos de una biografía. Una posibilidad, si pensamos que la misma situación lacunar de esos datos induce la necesidad de unas construcciones que puedan restituir el sentido de los mismos, más allá de cualquier tautología fenomenológica.
14
Le preocupa salir de ese país confuso y desconocido que es China. Huye acusado de una transgresión sexual imperdonable, en relación a una menor de edad. No tiene tiempo ni ganas de saber de qué se trata. Escapa entre aldeas de campesinos, disfrazado –encubierto– por un sombrero inmenso. Escapa agachado entre los juncos. Le preocupa el hecho de que sus rasgos no le permitan pasar inadvertido entre los campesinos. (soñado el 15 de marzo).
15
Las ideas más burdas del culturalismo norteamericano fueron levantadas como banderas nacionales contra Freud, que, en ese torneo imaginario, era el símbolo mismo de los bastiones de la extranjería… Mientras tanto, nuestros psiquiatras y sus instituciones dormían un sueño eterno… y el sueño de la razón que, como se sabe desde Goya, produce monstruos.
16
Hay que cuidar la relación del doble con el cuerpo. Tantos, por perder perder el doble, sin nada se quedaron, como la intención de decir, o con esa intención. Precisamente y vaga que nada hubiera fuera de eso de ese ras rasquitiado el doble nada. ¿Caminaría yo por esas arenas del ardor? Si no supiera de antemano que hay una boca y un jarro.
17
¿Qué decir de la literatura, más allá del “espíritu de la época” o de “la superestructura relativamente autónoma”? Las lagunas que separan a un texto de otro se llenan con ideología, la imposibilidad de comprender ese producto que es un texto se cubre con una moral literaria donde la soberana intención de los autores y/o sus lectores construye el sentido según reglas implícitas sujetas a un fin superior; sea éste el fin de subvertir o conservar las instituciones que hacen posible los textos, comenzando por las institución del lenguaje.
18
Habla el coro. El pueblo no puede llamarse a engaño en este punto. Las intenciones últimas de tan horrendo crimen nada tienen que ver con lo que los diarios inventan. Ellos adjudican las mismas intenciones a crímenes distintos. El pueblo, único que puede juzgar aunque no lo haya hecho, debe reflexionar sobre estas cuestiones. Nosotros, el coro, deseamos que así sea. Nuestra lucha es vasta, nuestras posibilidades son mínimas. Nadie se engañe en esto, nuestra vida también es triste. Lo ocurrido, solo el pueblo puede contrariar al pueblo. Pero es preciso que el pueblo sepa. ¿Puede el pueblo mentir? ¡No! Pero puede ser llamado a engaño. ¡Oh! Quizás estas palabras no quieran ser escuchadas por el pueblo, quizás estas frases nunca puedan ser escuchadas por el pueblo. El coro, de todas maneras, se encuentra agradecido.
19
(La obsesión del espacio) es esa página en blanco que seguirá hablando siempre que alguien escriba, sabiendo en ese acto que si el sujeto falta a su palabra en lo verosímil la palabra falta al sujeto en la verdad: hay una falta fundamental en la constitución de todo lenguaje. (La intriga). Empezar a comprender, al fin, que se habla por hablar. Que no hay mayores goces que esos que se enuncian diciendo certeza de la muerte banalidad y ausencia de causa.