13.2.12

Acerca de Savino y La mañana sol de limón y en contra de la basura sideral, por Sergio Rienzi






Hace rato que Savino dejó de cartografiar el pasado. Hace rato que a Savino se lo tragó el espacio, y se lo tragó el tiempo. No se puede decir cuándo, pero pasó. Y ahora escribe desde este agujero negro que le vive haciendo a la literatura. Porque sabe lo que es sangrar por la herida, y no corta por la tangente, ni por lo más sano para todos, hace sangrar a la literatura por los lugares donde más le duelen.
No corta por la tangente, ni va por los atajos.

Savino es inmigrante, es hijo de inmigrantes, no tiene palabras ligeras, frasesitas hechas, premasticadas, no tiene la fritanga encima. Savino no porta mochila, ni bolso de mano, Savino viene con un lenguaje, y ese lenguaje son bártulos, palabras-bártulos, con frases bártulos que no entran en ningún lado, por eso ese inmigrante vino en barco, con fraseos de barcos, de conventillos, de la “calle”, de inmigrantes.

El que quiere buscar en Savino una bocanada de aire fresco, palabritas sueltas de verano o de primaveras nacientes, que se vaya a otro lado. No hay que ser un sabueso para olfatear a simple vista que eso no se encuentra en un Savino. Y menos que menos en “La mañana sol de limón”. Un menos que menos que calculo irá cobrando más fuerza, y más sentido.

Así es como Hugo Savino con su último escrito te teletransporta a un fraseo, ya no importa el tiempo en el que habla, porque es a un tiempo: descubrió un lugar desde donde escribir, donde fusionó todas las dimensiones, y ahora ya no quedan universos paralelos, ni idas y vueltas, ahora escribe desde un punto centrífugo donde las dimensiones y los hechos y el pasado y el presente se cruzan.

Con ese fraseo, te rescata de las palabras escuetas o de las frasesitas esqueléticas o de los lugares comunes o las que alguien que escribe es tentado a dejarse convocar.

Savino es fraseo a la velocidad del sonido, es música para oídos a veces un poco sordos, Savino te pone a hablar lo escrito, te toca el hueso con lo escrito, te lleva de la nariz a la raíz de la frase, y todos quizás se debe a que deja a la mano escribirse, deja a la mano los feudos que son de la mano, el anotador y la mano, la traducción y la mano, que la mano traduzca lo que la voz quiere decir, deja al pasado escribirse, deja al presente cruzarse con sus laberintos, con sus callejones sin salida, con sus pasajes, con sus idas y vueltas, todo quizá porque Savino va dejando todos los cabos sueltos posibles, sin ataduras, abre paréntesis que terminan en puentes, se pone a caminar puentes que van de espacio en espacio, todo quizá porque Savino deja tantas cosas sueltas que no nos deja más remedio que terminar insultándolo, y diciéndole: ¡DEJADO! , Savino dejado, maldito dejado, un grandísimo dejado que supo dejar abandonarse a tiempo, clandestinamente a tiempo, para dejar fluir los ripios de las fuerzas oscuras, los sedimentos que todos tratan de maquillar todo el tiempo y revocar, a esos sedimentos Savino le puso nombre, hizo topografía, se volvió arqueólogo de esos sedimentos, de esos escombros, de tanto revolver y restituir, y devolver. Savino volvió a todo eso frase, le hizo música a la letra, y compuso “La mañana sol de limón”. Y la palabra composición viene a lugar, creo.

A quién le pese, letra y música de un fraseo con “vibratto”, con intensidades, con intermitencias, con claroscuros, como un limonero grande que da luz pero deja lugar a la sombra, deja un lugar para que una mano se siente a escribir debajo de él y puede mientras escribe saborear el perfume de los limones caídos.

Savino dejó que los eyaculadores precoces de “La Lengua” hablaran, hasta dejó que siguieran escribiendo sus necedades, ya no se va a la escansión, no obtura, no sutura, no cose, Savino está atrapado en un agujero negro, en un punto donde hace cruzar al presente con el pasado, y así está bien, y el que no ve este punto no logrará entender la magnitud del lío en que metió Savino, y no logrará ver tampoco el nudo borromeo que le logra hacer a La Lengua de este lado del charco, que está que se estrangula sola o se muerde la cola en un manotazo de ahogado.

Savino no tiene intención de despejar incógnitas en una ecuación, Savino es el Salieri de Savino, es la sombra que sigue a Savino hasta la muerte y que planea matarlo, Hugo Savino lleva años envenenando a Savino para que pudiera surgir este Savino, el claro, el oscuro, el de las fuerzas centrífugas, el que ya se vengó de todos los que tenía que vengarse, el que ya redimió y ahora deja que la mano haga lo suyo, lo que es debido, las manos de boticario poniendo las cosas en su lugar, como encerrando el pasado en frasquitos antiguos de farmacia.

Por eso el mundo Savino nunca será ATP, nunca apto para todo público, nunca lo podrán embalsamar en un dossier para extranjeros, un dossier bien plegado, no lo podrán reducir a santo, ni elevarlo a mártir, y ni siquiera a apoteosis. No.

La lista del no. Cada vez que se dice no, pensar en la lista del no. Y pensar que todo esto tiene sentido, un terrible sentido que llega como un trueno que anticipa la tormenta.
Un no. Savino hace su lista del no. Y él es un no rotundo. No quiere ser reducido, ni canonizado.

Decía que no es fácil adentrarse en el mundo Savino, porque en el fondo a todos nos gusta la música clarita, o el ruido. La buena música, la que tiene mejores ritmos, y formas más sinuosas, no son para todos. Porque ahí hay que poner más que el cuerpo para bailar, hay que poner oído.

Y no todos soportan el rigor del oído. Nos tapamos los oídos. Preferimos “música para los oídos”, baratijas, novelas de verano, policiales, relatos póstumos, historias, música funcional. Ni siquiera el ruido.
Nos hacemos sordera.
Y Savino es veneno para sordos, por eso uno lo lee y siento un pequeño cosquilleo acompañado de un antiguo mal sabor, algo más agrio que una mañana rodeado de limones, algo entre agrio y dulzón, fruta exótica, nueva fruta, al agridulce quizás, producto de un dejado que se dejó ir a la voz con su mano. Es lógico que los tímpanos duelan un poco al leerlo. Y el orgullo propio, si quedó algo de eso. Y todo lo demás también, y puede ser basura sideral.